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El número de mujeres en el gobierno es igual que el número de hombres, lo que no deja de sorprender en un país de larga tradición machista. Este hecho singular es una novedad en el panorama político internacional. Por otra parte, la portavoz del PSOE es una mujer, y Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo, ha sustituido a Pablo Iglesias en una de las vicepresidencias del Gobierno, y, en la misma dirección, Podemos va a estar dirigido por otra mujer. La secreta lucha de los sexos, que diría la antigua Condesa de Campo Alange, parece que se decanta, por la igualdad que demandan los nuevos tiempos y la nueva sensibilidad social. No todo el monte es orégano y la izquierda marca las diferencias. Por algo será. Es como una gestación de la libertad, demostrada por hechos y no por palabras vulnerables, que se lleva el viento. Porque la mujer siempre ha estado sometida entre nosotros, como en todas partes, como es sabido, bajo la bota y la férula del hombre.
Si consideramos la “A” y la “O”, como símbolos fonéticos y semánticos de la feminidad y de la masculinidad, respectivamente, la prueba lingüística, como una divertida curiosidad para una tarde de primavera con sol, como un entretenido juego de ingenio para ociosos, como una aleatoria demostración fáctica para eruditos a la violeta, como un insospechado argumento de la historia secreta de la lengua, consecuencia de una inconsciente, continuada y secular elección popular, es contundente. La “A” es la vocal reina, la vocal más abierta, la más abundante en la fonética castellana, la que, por derecho propio y por múltiples razones, abre el alfabeto de nuestro idioma, y la que pudiera representar la feminidad, el otro y la otra, en nuestro vocabulario cotidiano. Tiene, además, una presencia significativa en la conformación de nuestra semántica nacional: la cuchara (receptiva) y el cuchillo (agresivo), la manta (útil) y el manto (decorativo), la primavera (agradable) y el verano (sofocante), la llanura (fácil) y el monte (abrupto), la luna (discreta) y el sol (radiante) la hembra (delicada) y el macho (rudo), la cara (visible) y el culo (oculto), etc.. Probablemente, se podría establecer otra secuencia semejante, pero de signo contrario, pero tengo la impresión que sería menos copiosa. La “A” tiene a su favor, por añadidura, que abre, con la boca grande, de la euforia y de la sorpresa, la alegría, el amor, la amistad, el abrazo, el amanecer, las azucenas, las adelfas, los alhelíes, las amapolas, los árboles, etc...
Eva sigue siendo una referencia bíblica valiosa, rebelde, suponemos que bella, lúcida y consecuente. Adán, según el Diccionario de la RAE, es un desastre, “hombre desaliñado , sucio y haraposo” y, además, “apático y descuidado”. El hecho de haber sido creada, según la Biblia, Eva, después de Adán, permitió mejorar el producto y rectificar sus errores de constitución y sus carencias, con vistas a su alto destino de la maternidad, que aseguraba la supervivencia del género. Vaya usted a saber. Las amazonas, según las antiguas leyendas, se bastaban a sí mismas, eran fuertes, valientes, guerreras y libres, como un sueño femenino o un incitante ejemplo a seguir, y el cielo griego está poblado de diosas sorprendentes y maravillosas, entre las que sobresalen las grandes diosas, cuyo nombre empieza por A, Afrodita, Atenea y Artemis. Y, en conclusión de todo lo visto, lo cierto es que la vieja zarzuela, con música popular, ya proponía, con algunos fundamentos históricos, no desdeñables: “Si las mujeres mandasen, / en vez de mandar los hombres, / serían balsas de aceite, / el mundo y las naciones. / Si las mujeres mandasen”.
Quizá la solución de los problemas del mundo consista en su feminización política. Esto parece sugerir la izquierda universal contemporánea, que unánimemente gira en esta dirección. Porque la derecha está claro que no está por la labor. Porque su especialidad es más que evidente. Su contribución a la defenestración de Pablo Iglesias, de la que presumen, viene a confirmar que su especialidad es generar víctimas.
El número de mujeres en el gobierno es igual que el número de hombres, lo que no deja de sorprender en un país de larga tradición machista. Este hecho singular es una novedad en el panorama político internacional. Por otra parte, la portavoz del PSOE es una mujer, y Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo, ha...
Autor >
Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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