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No es la frase de un día, ni la de una semana, ni tampoco la frase del mes o la frase del año. Es la frase del siglo, una frase para la Historia. Si estuviera instituido el Premio Nobel de las frases para la posteridad, esta frase se lo merecería, con creces. Su valor intrínseco está en competencia con frases que han perdurado a lo largo del tiempo y no desmerece junto a ellas. Diógenes gritándole al Gran Alejandro, el Conquistador: “Apártate, que me quitas el sol”. Julio César diciendo, al cruzar el río Rubicón, en la Guerra de las Galias: “La suerte está echada”. Galileo, ante el tribunal que lo condenó, por afirmar el movimiento de la Tierra: “Y sin embargo se mueve”. Nuestro Felipe II, cuando el fracaso de la Armada Invencible: “Yo no envié mis naves contra los elementos”. Shakespeare escribiendo: “Ser o no ser, esta es la cuestión”. Cervantes lamentándose: “En los nidos de antaño, no hay pájaros, hogaño”. El Papa Pío XII, ante los avances del comunismo en Italia: “Antes Roma rota que Roma roja”. Lenin preguntándose: “Libertad, ¿para qué?”. El general Franco, el Dictador, sonriendo, en el 36: “Si hay que matar a media España, lo haré” y, en los años sesenta, a un amigo que se le quejaba: “Haga lo que yo, no se meta en política”. Sartre afirmando: “El infierno son los otros” y Billy Wilder, al final de Con faldas y a lo loco: “No todo el mundo es perfecto”. Todas y cada una de estas frases sintetiza una experiencia histórica, ejemplifica un pensamiento personal y delata una actitud moral. Nuestra frase, digna de figurar entre estas, también sintetiza, ejemplifica, delata y, además de yapa, como dicen los argentinos, escandaliza hasta a los muertos. La pronunció, hace unas semanas y ha ido extendiéndose como una mancha de aceite y ganando peso como un huracán, Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, que no tiene límites en su inconsciencia ni en su irresponsabilidad. Esas cosas no se dicen entre gente civilizada. Por pudor, por respeto al público, por deber profesional: “No seré yo responsable del hundimiento de la hostelería madrileña”, ante las medidas de contención de la pandemia del coronavirus. Lo que quiere decir, hablando en plata, en el lenguaje directo de la calle: “No voy a limitar el número de clientes de los hoteles, bares y cafeterías, ni sus horarios. Me importan un pito los cientos de muertos por la pandemia, los cientos de hijos que se quedan sin padres, de madres que pierden a sus hijos, de viudas, de niños huérfanos, me importan un bledo las víctimas de la pandemia, pero a los establecimientos de hostelería que no me los toquen”. La pela es la pela, que diría un catalán, o “poderoso caballero es Don Dinero”, que diría Quevedo. Efectivamente, el número de contagiados y de muertos sigue subiendo en Madrid ¿Qué han hecho los madrileños para merecer esto? ¿Es que el PP no tiene nada mejor para la Presidencia de la Comunidad madrileña que Díaz Ayuso y, esa es otra, que Cifuentes? Que Dios nos coja confesados.
No es la frase de un día, ni la de una semana, ni tampoco la frase del mes o la frase del año. Es la frase del siglo, una frase para la Historia. Si estuviera instituido el Premio Nobel de las frases para la posteridad, esta frase se lo merecería, con creces. Su valor intrínseco está en competencia con frases que...
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Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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