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“Me daba pena”, “Yo intentaba entenderlo”, “Todo el mundo tiene un momento malo”, “Y al final, cuando te das cuenta… eres una piltrafa”. Son frases de Nevenka Fernández en el documental donde narra el acoso sexual sufrido cuando era concejala de Ponferrada por parte del alcalde, Ismael Álvarez, la querella que interpuso y ganó contra él y la reacción de la sociedad a todos estos eventos.
En Valle inquietante (Libros del Asteroide, 2021), Anna Wiener repasa las luces y sombras de su experiencia como trabajadora de atención al cliente en varias empresas de un pujante Silicon Valley. A lo largo del libro, la narradora comparte sus elucubraciones y sus debates con los compañeros en torno a la personalidad de los hombres que dirigen las empresas tecnológicas, a sus orígenes, a las razones que les llevan a ser como son. Sobre el CEO de su primera empresa, un joven impredecible y despótico que, según cuenta, tenía a tres empleados yendo a terapia para tratar su relación con él, nos dice que le recordaba a algunos compañeros del instituto, socialmente torpes, que su vida debía de haber sido muy sacrificada, que le costaba imaginar la presión que sentía ante tanta responsabilidad. En las últimas páginas del libro, Wiener reconoce y explica su confusión: “Estaba buscando historias donde lo que había era un sistema”.
Hace unos meses, mientras tomábamos unas cañas para conocernos, la nueva compañera de piso lamentó la polarización política y dijo que si incluso tras el mayor conflicto posible, la Guerra Civil, la gente fue capaz de perdonarse y convivir, cómo no podríamos hacerlo ahora. La otra compañera de piso y yo, en un acuerdo imprevisto, rebatimos esta idea. La concordia no se reestableció tras la guerra y la represión porque hubiera un perdón voluntario, dijimos, sino porque no quedaba otra opción, había que seguir viviendo. Lo aceptó. Yo pensaba que ni siquiera eso era del todo cierto, que había habido suicidios, adicciones, manicomios, pero quería cambiar de tema de conversación cuanto antes, ya que íbamos a vivir juntas y nos acabábamos de conocer.
Poco tiempo después de que Joe Biden se convirtiese en el presidente de los Estados Unidos, mi padre me dijo que no sabía cómo sería la política de Biden, pero que, por lo menos, ya estábamos más tranquilos sin las ocurrencias de Trump, sus tuits, sus insultos, los de sus seguidores, ocupando siempre una parte de nuestra atención mediante el bombardeo mediático, siendo repetidos, interpretados, debatidos hasta la saciedad. Según un estudio de Axios, el tráfico de los principales medios de comunicación estadounidenses ha bajado drásticamente tras el fin de la presidencia de Trump. El New York Times intenta compensar el descenso de las suscripciones con contenidos no políticos, como recetas de cocina, juegos y guías de viajes.
Le di la razón a mi padre, era un alivio. Sin embargo, como una ola, Ayuso llegó a mi vida. No voy a pontificar desde aquí sobre qué debería hacer “la izquierda”, sea lo que sea eso. Pero sí que me veo en condiciones de sugerir que escuchar y entender a ese otro, si bien es útil, no debería estar entre las tareas principales.
“Me daba pena”, “Yo intentaba entenderlo”, “Todo el mundo tiene un momento malo”, “Y al final, cuando te das cuenta… eres una piltrafa”. Son frases de Nevenka Fernández en el documental donde narra el acoso sexual sufrido cuando era...
Autora >
Elena de Sus
Es periodista, de Huesca, y forma parte de la redacción de CTXT.
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