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Y sí, como suele decirse, los males nunca vienen solos, a las catástrofes naturales del cambio climático, con culpables de nombre conocido, dirección postal y número de cuenta, y a los estragos de la pandemia del “corona virus”, con inocentes víctimas, con muchos familias desoladas, se viene a sumar la lamentable historia de los cientos de millones –¿o miles?– de turbios orígenes, desviados, digamos piadosa y eufemísticamente, hacia paraísos fiscales, donde garantizan la seguridad y la rentabilidad de ese sucio dinero negro, no por habitual menos significativo en este caso, de don Juan Carlos I, rey emérito de España, que los españoles, salvo algunas numerosas excepciones, no se merecen que les represente ante el mundo. El asunto viene de lejos y, poco a poco, se van descubriendo los detalles, como el nombre de los testaferros, que le ayudaron al rey emérito a llevar adelante la hazaña, de transcendencia histórica: varios grandes empresarios, grandes por el tamaño de sus fortunas, un Borbón, primo carnal del rey, y un militar de alta graduación. Es una mala idea y un mal ejemplo, que sobrepasa lo anecdótico, lo personal y lo institucional, para afectar a la dignidad nacional, pues hay que estar a las duras y a las maduras. La defensa cerrada que del monarca y la institución hace la tradicional derecha española es suficiente para sospechar la inmensidad del error monárquico, en la vieja línea de la familia, de la que el rey Alfonso XIII es una buena prueba, y un dato histórico para valorar la institución. Con razón, se viene diciendo, desde hace más de cincuenta años, que en el futuro, no habrá sobre la Tierra más que cinco reyes, el de Inglaterra, y los cuatro de la baraja de naipes.
Y por si faltara algo, para completar el sesgo morboso del folletín real, las reclamaciones de Corina, examante del rey, son la guinda roja que corona la arquitectura del espectáculo. ¿Hay quien dé más? Pues sí. Las declaraciones del rey emérito de que él no ha hecho nada malo le dan una dimensión sideral a la cuestión. ¿Es que presiente las vacas flacas de la institución monárquica? ¿Para qué quiere el rey emérito tanto dinero? ¿Para gastárselo en pipas?
Y sí, como suele decirse, los males nunca vienen solos, a las catástrofes naturales del cambio climático, con culpables de nombre conocido, dirección postal y número de cuenta, y a los estragos de la pandemia del “corona virus”, con inocentes víctimas, con muchos familias desoladas, se viene a sumar la...
Autor >
Luciano G. Egido
Es escritor y periodista. Autor de numerosas novelas y ensayos por los que ha obtenido diversos premios.
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