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El Atlético de Madrid ha perdido en Vitoria un partido que merecía perder. Empecemos por ahí para no caer en esa tendencia tan contemporánea de analizar la realidad sin levantar la vista del ombligo. El Deportivo Alavés se ha llevado los tres puntos simplemente porque ha sido mejor. Ha planteado el partido siguiendo un plan que después ha ejecutado a la perfección, ha tenido la capacidad física y anímica para no bajar los brazos y ha tenido esa pizca de suerte que hace falta para terminar de rematar las faenas. Enfrente lo que se ha encontrado es un rival poseído por la ansiedad y que parecía tener bloqueada la capacidad para generar fútbol. El análisis del partido no resiste mucho más, pero quizá sea interesante pararse un momento en la situación de un conjunto colchonero al que, sinceramente, no reconozco.
A veces uno ve en las bodas un muchacho que se pierde dentro de su propio traje. Uno que camina tan constreñido y falto de seguridad que parece que fuese disfrazado. Y no es cuestión de lo preciso que sea el corte o lo cara que sea la tela, sino de que no es el tipo de vestimenta que esa persona está acostumbrada a llevar. Pareciera que el traje lo llevase a él y no al contrario. Creo que el Atleti es ahora mismo ese chico. Uno que se ha presentado en una boda donde no lo quieren con un traje que no es el suyo. Y no estoy pidiendo desde aquí volver a los esquemas de corte defensivo o renunciar al talento, porque eso sería una estupidez. El equipo que hace cuatro días ganó la Liga lo hizo jugando de una forma muy distinta. Me refiero a no perder las señas de identidad que lo han llevado hasta donde está. Lo más preocupante de la derrota en Mendizorroza no son los tres puntos perdidos o los numerosos errores que hemos tenido que presenciar. Lo más preocupante es no ser capaz de reconocer al Atlético de Madrid.
Si nos centramos en aspectos más concretos, el balance es todavía más desalentador. La salida del equipo al campo, que en otros tiempos era tan intensa que constituía uno de los signos distintivos de este equipo, fue impropia de un club de primera división. Desgraciadamente, no es la primera vez que ocurre en lo que va de Liga. Con una actitud que no sé si está más cerca de la indolencia o de la soberbia, el Atleti comenzó el partido como si los puntos se ganasen con el nombre que aparece serigrafiado en la espalda de las camisetas. Ese no es el traje con el que los de Simeone solían presentarse en las bodas. Lógicamente, a los cinco minutos iban ya perdiendo, después de un error en defensa del que se avergonzaría hasta un equipo de la liga municipal.
No creo que la defensa colchonera esté ahora mismo para rotar. Quizá Giménez, hoy ausente, sea el único cercano a su nivel. Savic parece una falsificación barata de ese central espectacular que sabemos que es. Hermoso, importante en la salida de balón, nunca ha dejado de generar dudas en defensa, pero es que tampoco parece estar en su mejor forma. Lo de Felipe va un punto más allá y seguramente no esté apto para jugar. Es un jugador muy nervioso en el campo, errático y con poquísima fiabilidad.
No creo sin embargo que el problema de juego sea una cuestión de individualidades. Por mucho que Trippier no esté, De Paul no pueda o Griezmann se parezca demasiado a ese futbolista que vimos fracasar en el Barcelona. Estoy convencido de que todo eso es coyuntural y que las razones son más estructurales; que el problema es sobre todo anímico.
Simeone no acierta con el esquema táctico. Eso es un hecho. La defensa de cinco se ha mostrado inútil frente a equipos que se cierran en bloque y la falta de fluidez en esa zona del campo que va desde el mediocentro hasta el último punta fue desoladora durante la primera parte. Parecían muñecos de un futbolín incapaces de abandonar el pequeño espacio que les habían dicho que ocupasen. Después, pasando al 4-4-2, la zona se animó por una simple cuestión de acumulación de jugadores, pero la falta de fútbol seguía siendo tan pertinaz como preocupante. El cuadro rojiblanco apenas ha tenido ocasiones en todo el partido. De hecho, las más claras han sido para un Deportivo Alavés que por dos veces ha mandado el balón a las nubes delante del portero.
El mal tono físico o las ausencias de Koke y Lemar son esenciales para explicar el mal encuentro, no cabe duda, pero para mí tiene mucha más influencia la falta de seguridad, el miedo con el que se desenvuelven sobre el terreno de juego y cierto vacío de liderazgo. Hablar de falta de fútbol con esos jugadores no parece que tenga mucho sentido. Suena más a falta de personalidad, que es mucho peor.
Toca reflexionar, pero toca hacerlo con las puertas cerradas. Mirando el bien del equipo y no el de los que gritan desde fuera. Construyendo sobre lo que funciona y no sobre lo que podría funcionar. Obviando el histerismo de los que más chillan, que hemos visto ya que son los primeros que se ponen de perfil cuando toca remar. Paciencia y fe en los que saben. No queda otra.
El Atlético de Madrid ha perdido en Vitoria un partido que merecía perder. Empecemos por ahí para no caer en esa tendencia tan contemporánea de analizar la realidad sin levantar la vista del ombligo. El Deportivo Alavés se ha llevado los tres puntos simplemente porque ha sido mejor. Ha planteado el partido...
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