En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
“Una columna me manda hacer Violante / en la vida me he visto en tal aprieto”, porque lo de la columna parece sencillo si nos lo miramos desde lejos o sentados desde la confortable posición de lector (¡qué bien se está criticándolo todo, nunca satisfecho!) pero se complica bastante a la que nos acercamos con el encargo (ya aceptado) de escribir una. ¿Sostendrá la columna algo (ideas, propuestas, un techo donde cobijarnos), ¿será meramente decorativa, entorpecerá el paso? ¿reservará su espacio superior para que alguien suba a aislarse de la información, a berrear, a vendernos algo? Inquietantes preguntas.
Apoyémonos en la ciencia, ¿qué nos dice la estadística? Pues que la columna suele ser un espacio reservado a varones blancos de mediana edad que nos cuentan aventuras de superación (muchos son incapaces de olvidar que vienen de provincias) en un Madrid medio nocturno que parece salido de un imitador de Galdós con una prosa relamida muy influida por los extravagantes dejes de la prosa fascista. Ripios, metáforas sin sentido, desplantes... En fin, que cada lector seleccione su ejemplo favorito.
Pero algo va mal, qué frágiles y falsas son las seguridades que nos ofrece la estadística. Además de tratarse de una especificidad nacional, la última reserva del casticisimo, esta fórmula de cumplimentar la columna reduce sus adeptos en proporción al incremento de la vergüenza que desprenden. Es apenas una fórmula entre cientos.
La columna es algo más que un género que debe resolverse en una fórmula. Defender lo contrario sería como sostener que las novelas son y solo pueden ser relatos de 250 páginas donde un narrador varón cuenta los achaques de la edad, una gira por congresos y festivales de literatura, o emprende un cordial paseo por el propio pasado familiar, políticamente desactivado de manera que la pobreza y la injusticia (¡la de sus propios padres!) lucen como entrañables ocasiones de comicidad. ¿Que hay muchas novelas así? Muchísimas. ¡Y a los lectores les gustan! Pero no agotan la novela. La columna se entiende mejor si pensamos en una distancia, y serán más bien las características de su extensión y de su ubicación las que definan sus retos y limitaciones específicas.
“Pero, un momento, ¿a qué viene tanto mareo? ¿No lleva usted como diez años escribiendo en prensa?”. Lo mismo pensaba yo al aceptar el encargo, pero cada distancia es distinta. Durante un tiempo escribí una sección que pasaba por columna, pero era más bien una página, cuyas dos secciones se matizaban y se contrapunteaban, un recurso del que no dispone el columnista. Y ni cien artículos nos preparan para la columna; allí donde el artículo impone tratar un asunto meditado durante un cierto tiempo para rematarlo en una intervención única, la columna tiende al tema abierto y a la insistencia.
La tribuna se distancia de la columna también por el público potencial. En la tribuna el medio te invita a un espacio abierto desde el que se contempla al conjunto de sus lectores al que debes interpelar o ilustrar (aunque luego más de la mitad estén a sus cosas y ni lleguen a enterarse), en el tono mesurado y algo aséptico del tribuno. Mientras que en la columna se abre un espacio menos visible, un cuarto propio, aunque abierto (una caseta, vamos), que uno decora como puede, con la expectativa de que al menos pasarán de vez en cuando a verle amigos, seguidores y compañeros de profesión.
Cómo será la columna de especialita que ni siquiera se deja confundir con el faldón. Es cierto que ambos son espacios secundarios, medio privados, un tanto clandestinos; y que comparten características importantes: el tema abierto, la reiteración, un público vacilante... Pero, ¿qué va a ser lo mismo hablar cómodamente tendido en ese confortable diván horizontal del faldón, transmitiendo solidez y confianza, mientras se sostiene el resto de la página; que la cascada vertical donde se derrama a toda prisa un discurso que parece apremiado incluso por las leyes de la gravedad? No, sería como comparar descansar en un salón con recorrer un pasillo estrecho. Y quizás el nerviosismo y las ganas de bronca de buena parte de la prensa digital se deba a la imposibilidad de compensar las columnas con una buena dosis de faldones.
Pero dejemos ese tema para otro día. La forma columna parece medio esclarecida: un texto breve, de tema abierto, que se entrega con cierta regularidad a un público que uno tiene que ir fidelizando como buenamente pueda. Así que pasen si les apetece, dense una vuelta, y nos vemos dentro de un mes para pensar juntos en algo más concreto: ¿cuándo se jodió la política?
“Una columna me manda hacer Violante / en la vida me he visto en tal aprieto”, porque lo de la columna parece sencillo si nos lo miramos desde lejos o sentados desde la confortable posición de lector (¡qué bien se está criticándolo todo, nunca satisfecho!) pero se complica bastante a la que nos acercamos con el...
Autor >
Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí