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Jorge Mendonça / Exfutbolista del Atleti

“No veo ningún jugador que se parezca a mí”

Ricardo Uribarri 19/10/2021

<p>Jorge Mendonça, en una imagen reciente.</p>

Jorge Mendonça, en una imagen reciente.

Cedida por el entrevistado

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Acaba de cumplir 83 años y dice mantenerse bien de salud, “aunque me tienen que operar de cataratas y glaucoma”. De cabeza está estupendo, como demuestra la cantidad de anécdotas y vivencias que recuerda tanto de su carrera deportiva como de su vida posterior. Nacido en Luanda (Angola) en 1938, Jorge Mendonça se trasladó con su familia a Portugal, donde pasó por el capitalino Sporting y el Braga. En 1958, él y su hermano Fernando fueron fichados por el Deportivo para ayudar al equipo, que estaba en riesgo de descenso. Cinco partidos le bastaron para lograr el objetivo y para que el Atlético de Madrid lo incorporara a sus filas, en las que estuvo nueve años, anotando 88 goles y ganando una Liga, tres Copas y una Recopa. 

Méritos no le faltan para ser considerado una de las leyendas colchoneras. Estuvo en el primer partido de competición europea de los rojiblancos en su historia; en el primer título continental que conquistaron; en las primeras Copas de España ganadas; en el primer partido que se jugó en el Vicente Calderón; y en la victoria, gracias a un gol suyo, que rompió la racha de invicto como local del Real Madrid que duraba ocho años. Además, fue protagonista de un hecho que no se ha vuelto a ver en un campo. Un día, tras una actuación memorable ante el Dínamo de Zagreb, los aficionados saltaron al césped para sacarle a hombros en el antiguo Metropolitano. En CTXT hablamos con un delantero inolvidable.

¿Ve mucho fútbol? ¿Acude a los campos a presenciar partidos?

Sí, hasta que apareció el covid solía ir de vez en cuando al Metropolitano. Antes teníamos también visitas a las peñas, actos y esas cosas, que hacía como cualquier otro exjugador del Atleti.

¿Qué le parece el Atlético de Madrid de Simeone?

Ahora está en una fase muy buena porque se ha reforzado bastante y bien, ha tenido aciertos, y el equipo ha mejorado considerablemente. Tiene una plantilla que se puede decir que ya se ha sumado al grupo de los tres grandes. Ahora hay que contar con el Atleti en todos los terrenos.

¿Con qué Atleti se quedaría? ¿Con el de los años 60 en el que jugó usted o con el actual?

Yo no establezco comparaciones. Las cosas cambian, las posibilidades que tiene ahora el Atleti y los jugadores son muy diferentes de las que teníamos en mi época. Hay una diferencia cualitativa de medios. Por tanto, no hago comparaciones. Solo digo que el tiempo que jugué en el Atleti teníamos grandísimos futbolistas también y hemos hecho cosas muy notables, como se sabe.

¿Hay algún jugador actual que se parezca a usted como jugador?

Yo tenía mi fútbol y siempre digo que no tengo comparación con ninguno. He sido yo con todas mis circunstancias y no veo ninguno que se parezca a mí, ni en el Atleti ni en general.

¿Qué tipo de fútbol le gusta más, el de su época o el actual?

Son diferentes. Ha cambiado todo muchísimo, el reglamento, las equipaciones, ahora hay más riqueza en todos los aspectos y están mejor preparados. La mayor ventaja que yo veo ahora y que nosotros no la teníamos es la condición física. El jugador actual tiene una condición física que le permite conseguir un rendimiento que a nosotros nos costaba, porque no teníamos medios materiales para desarrollarla. Los entrenamientos nuestros no tenían nada que ver con los de ahora. Actualmente el futbolista sale como un verdadero atleta, aunque también es verdad que tiene muchas lesiones, porque son exprimidos al máximo. Es un problema grave que tiene el fútbol actual. El cuerpo humano tiene su límite.

Usted y su hermano llegaron en 1959 al Deportivo desde Portugal y en apenas cinco partidos lograron salvar al equipo del descenso, lo que hizo que el Atleti se fijara en usted.

Actualmente el futbolista sale como un verdadero atleta, aunque también es verdad que tiene muchas lesiones, porque son exprimidos al máximo

A través de un amigo íntimo gallego de la familia surgió la posibilidad de ir al Deportivo. Fuimos allí por amistad, porque no cobramos nada el tiempo que estuvimos. Fuimos un poco quijotes, pero teníamos ambición y queríamos salir del fútbol portugués hacia España. Con un partido solo que perdiera más, el descenso del equipo a Tercera era prácticamente un hecho, pero nosotros estábamos en plena forma, y con nuestra presencia, los jugadores recuperaron su estado anímico, mejoraron su rendimiento y logramos salvarnos. Fue algo espectacular, los medios hablaron de ello y llegó a los oídos del Atleti. Su entrenador era Fernando Daucik, que apareció en La Coruña para verme. Tenía el pelo muy blanco y se puso un sombrero hasta las orejas para que no lo identificasen. Pero aun así le reconocieron. A partir de ahí ya hubo una aproximación al Atleti y finalmente vine a Madrid y me quedé. Entonces solo podía haber dos extranjeros y llegué junto a Vavá, el brasileño que había sido campeón del mundo. Mi hermano, que era un buen jugador, no tuvo opción.

Jugó siempre con una rodillera en la pierna derecha. ¿Por qué?

De pequeño, en Angola, durante una cena familiar, mi madre me quería pegar y para que no lo lograra salí corriendo y me caí, con la mala suerte que me produje una lesión ósea en la rodilla, osteocondritis disecante, que en un número muy alto de casos era incapacitante. Con el tiempo se fue agravando y estando en Lisboa me operó un médico que, por cierto, estaba un poco desacreditado porque había tenido algunos fracasos, pero salió bien. Me recomendó que tenía que llevar una rodillera y estar un año sin tocar un balón. Esto último me costó mucho, pero me habitué a llevar la rodillera y no me la quité nunca. La gente creía que era por superstición y no era así, pero me acostumbré de tal manera que parecía que era parte de mi pierna. Si no la llevaba, me faltaba algo. Y ya desde infantiles hasta que dejé el fútbol no hay nadie que me haya visto sin rodillera, incluso en los entrenamientos.

Jorge Mendonça posa con la equipación del Atleti. | Atlético de Madrid

En el Atleti le consiguieron nacionalizar bastante rápido. En 1961 ya era español y así pudo jugar la Copa y ganarla en el Bernabéu al Real Madrid.

Así es. Parece ser que en la directiva del Atleti había gente con influencia en el Estado y me nacionalizaron pronto, pudiendo jugar todas las competiciones nacionales, incluida la Copa.

El Real Madrid no se le daba mal. Le metió unos cuantos goles, entre ellos uno en la final de Copa y otro que supuso la victoria en su campo en 1965 y que puso fin a una racha de ocho años invictos como locales.

Sí, yo al Real Madrid le he metido unos cuantos goles. Contra nosotros tenían muchos problemas, sobre todo en las finales. Tenían un equipazo, con Di Stefano, Gento, Puskas, Santamaría… era un equipo muy potente, pero le habíamos tomado la medida y tenían un cierto complejo cuando nos veían enfrente.

¿De qué compañero guarda mejor recuerdo?

El que desde el primer momento me recibió y me dio más confianza fue Collar. Enriquito, como le llamábamos, me llevaba de un lado para otro, sobre todo al principio, hasta que ya fui cogiendo más amistad con otros compañeros.

Entrenadores tuvo muchos. ¿Con cuál estuvo más a gusto?

Con el que estuve mejor fue con Villalonga. Me entendió bien y me respetó mucho, aunque me llevé bien con todos. Con Otto Bumbel, que era brasileño y yo le conocía de Portugal, me llevé muy bien. También con Otto Gloria tuve un trato muy familiar, pero estuvo poco tiempo por un problema de salud.

En el Atleti ganó una Liga, tres Copas y una Recopa. ¿De cuál guarda mejor recuerdo?

La Recopa fue la culminación de mi carrera en el Atleti. Era la competición internacional a la que teníamos acceso y fue en la que yo pude destacar más. Tuve grandes reconocimientos internacionales, en la prensa, y se puede decir que fue la competición idónea para mí.

Hablando de reconocimientos y de partidos internacionales. En un encuentro ante el Dínamo de Zagreb, los aficionados le sacaron en hombros desde el mismo césped hasta la calle por su gran actuación, algo que no se ha vuelto a ver.

Ese día hice tres goles y al final me sacaron a hombros hasta la calle, como a los toreros. Tengo una foto ampliada en casa de ese momento. Quién venga aquí me va a ver en ese momento con esos chavales. Fue algo muy bonito. No tengo noticias de que eso se haya repetido.

Jugó varios años en el antiguo Metropolitano. ¿Cómo era el ambiente allí?

Hoy no veo a ningún profesional que quede con un seguidor amigo en un bar público, como hacíamos nosotros. Casi no pueden salir de casa de lo vigilados que están, es una cosa increíble

Era diferente, otra generación. La gente era más familiar, teníamos una comunión muy grande con el público, había muchos amigos en las gradas que luego nos encontrábamos en otros sitios. Ahora es completamente diferente. Hoy no veo a ningún profesional que quede con un seguidor amigo en un bar público, como hacíamos nosotros, que llegabas, te sentabas, saludabas, te tomabas una copa, te invitaban, y charlabas con unos y con otros. Actualmente, ningún jugador se atreve a hacer eso, casi no pueden salir de casa de lo vigilados que están, es una cosa increíble. Es otro tipo de vida.

También vivió el traslado al Vicente Calderón, un paso importante para el Atlético.

Con ese estadio, el club empezó a alcanzar un estatus más elevado. Hubo una diferencia cualitativa muy grande respecto al Metropolitano. A partir de ahí, el Atleti empezó a ser el tercero en discordia a nivel nacional y fue progresando. 

Curiosamente, el nuevo campo tuvo que ver en que usted saliera del equipo en dirección a Barcelona en 1967. 

Empecemos diciendo que el entrenador culé era Balmanya, al que yo había tenido en el Atleti y fue el que me recomendó, a pesar de que habíamos tenido alguna trifulca en un entrenamiento. Le gustaba mucho el champán y a mí también y cuando ganábamos lo celebrábamos todos con champán y eso nos unía, pero al mismo tiempo tuve problemas con él. Recuerdo que un día estaba entrenando y vino corriendo el utillero para decirme que tenía que ir a casa de Vicente Calderón, que me estaba esperando. Cuando llegué, me abrió él la puerta y me encontré que estaba con el presidente del Barcelona. Don Vicente me dijo “¿sabes quién es este señor?”. Le dije que claro. Y me comentó “pues ha venido a buscarte. Piénsatelo”. Pero incluso tenían ya el pasaje del avión para irme ese mismo día. Ocurría que el Atleti tenía problemas para pagar a los jugadores y también para acabar las obras que quedaban pendientes del Calderón. La realidad es que tenían ya todo pactado. Incluso cuando salí de allí, en la acera de enfrente estaba un periodista del diario Pueblo esperándome con una camiseta del Barcelona para hacerme unas fotos.

En el Barcelona ganó una Copa más pero solo estuvo dos temporadas.

A mí me fichó Enric Llaudet, pero en 1968 entró un nuevo presidente, Narcís de Carreras, que era íntimo amigo del obispo de la Seu de Urgell, que tenía mucha influencia en el Barcelona. Ocurrió que yo en aquella época ya era Testigo de Jehová y no les gustó. A través del entrenador intentó que lo dejara, pero mi decisión era inalterable. Eso hizo que me dejaran en el ostracismo y de hecho me dijeron que si no cambiaba de idea no volvería a vestir la camiseta del club. Aunque de vez en cuando tuvieron que ir a buscarme. Como un día que fui a ver un partido con un amigo y en el descanso bajé al vestuario a ver a los compañeros. Resulta que uno de los jugadores se había fracturado la muñeca y el entrenador, Artigas, que se comportó muy cínicamente conmigo, me pidió, casi implorando, que me vistiera para salir en el segundo tiempo. Imagínese la cara de mi amigo cuando en vez de volver a la localidad me ve saliendo a jugar. Fue una pena, porque estaba en el mejor momento de mi carrera. Podía haber tenido una trayectoria más larga en el Barcelona, pero no pudo ser.

Y del club azulgrana pasó al Mallorca.

El presidente del Mallorca, Guillermo Ginard, era muy amigo del presidente del Barcelona y me fui al equipo balear, pero tuve muchos problemas porque no pagaba. Era una persona con un pasado muy turbio, tenía deudas con Hacienda. Como se escondía, un día tuve que perseguirle en coche, como en las películas. Llegamos a su casa y le dije que me tenía que pagar y que si no lo hacía iba a tener problemas. Me pagó sacando el dinero de su casa y me dio lo que me debía. 

Los aficionados del Dínamo de Zagreb sacan a Jorge Mendonça a hombros del estadio. | Cedida por el entrevistado.

Los aficionados del Atlético de Madrid sacan a Jorge Mendonça a hombros del Metropolitano. | Cedida por el entrevistado.

Aún así, no se acabaron los problemas con Ginard, hasta el punto de que no tuvo más remedio que acudir a la justicia y lograr una sentencia histórica.

Me seguían debiendo dinero, pero hubo un momento en que le dije que lo perdonaba con tal de que me dieran la carta de libertad. En un primer momento me dijo que de acuerdo y yo seguí jugando unos partidos más, pero pasó el tiempo y ni me pagaba ni me daba la carta de libertad. Siempre se escondía y no daba la cara. Al final no tuve más remedio que denunciarlo. Gané el pleito en el Supremo y sentó jurisprudencia, porque fue la primera vez que se consideró a un futbolista como un trabajador por cuenta ajena.

Ese tipo de reivindicaciones ayudaron a impulsar la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), de la que no guarda muy buen recuerdo.

Fueron unos sinvergüenzas conmigo, porque me engañaron. En los primeros pasos de la AFE había un triángulo de individuos que me hicieron creer una cosa y al final lo que estaban era obstruyendo cualquier posibilidad de que yo fuera miembro de la AFE. Y cuando quise reaccionar ya era tarde. Pero por lo menos aporté el beneficio de que a partir de ese momento los jugadores fueran considerados trabajadores por cuenta ajena.

Dejó el Mallorca con 31 años y se retiró del fútbol. Muy pronto para lo que se estila actualmente. ¿Por qué?

Ya no estaba muy dispuesto a seguir jugando. Me fui a París, donde me quiso fichar un equipo de allí, y después tuve buena relación con el Paris Saint Germain. Entrené un tiempo en Normandía mientras estudiaba Medicina. En Francia estuve casi cuatro años.

Estando en el país galo se le ocurrió la idea de crear el conocido como fútbol-7.

Se puede decir que lo reinventé. Se me ocurrió viendo jugar a unos niños un partido de calle en dos equipos de siete jugadores en cada lado. Yo pensé que era un buen número y me vino a la mente perfeccionar esa iniciativa de los críos, creé un reglamento y lo registré en la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Pero pronto fue algo muy codiciado por los clubes para que los niños practicaran. No se les había ocurrido y yo se lo puse en bandeja. Empezaron a ponerlo en práctica sin autorización mía. Fue una guerra perdida porque llegó un momento en que para conseguir algo había que recurrir a abogados y lo dejé.

También estuvo 14 años colaborando con la embajada de Angola en España, una etapa en la que creó el Mundialito de la Inmigración.

Estuve como asesor deportivo y médico coordinador. Me ocupaba de los soldados heridos que venían de Angola, por las revueltas que había, y los orientaba hacia hospitales. Me presentaron al embajador y me pidió que organizara algo para los estudiantes del país que estaban en España. Alquilamos una cancha y allí organizamos partidos entre nosotros. Pero pensé en hacer algo a lo grande y presenté el proyecto al embajador, que se asustó. Me dijo “no podemos crear un departamento de fútbol en la embajada, no estamos para eso”. Y le dije que me dejara intentarlo. Me dieron rango diplomático y me entreviste con embajadores, secretarios… con la élite de la diplomacia. Fui a visitar 21 embajadas. Al principio, no querían saber nada, pero les convencí. Organizamos primero unos torneos de fútbol sala hasta que al final hicimos el Mundialito de la Inmigración.

Hubo otra época en la que estuvo en Angola para ayudar con el tema del deporte, pero no terminó muy bien la historia.

No, no fue nada bien, porque los primeros que tenían que estar agradecidos eran los antiguos futbolistas y algunos me boicotearon, me decían que sí, pero a mis espaldas me hacían la vida imposible. Creé una escuela de fútbol en un equipo fundado por militares. Estuve siete años hasta que ya me cansé y me vine de nuevo a España.

Si le pregunto que es el fútbol para usted, ¿qué me responde?

El fútbol es parte de mi vida, el fútbol y yo somos uno. Es lo único que puedo decir, no concibo identificarme con cualquier otro deporte que no sea el fútbol.

¿Y el Atlético de Madrid qué supuso en su vida?

Ha sido fantástico, claro. Me puso en la rampa de salida al mundo del fútbol nacional e internacional y, por tanto, el Atleti es un equipo que lo llevo en el corazón. De hecho, tengo una gran relación con el club y sigo vinculado a él.

 

Acaba de cumplir 83 años y dice mantenerse bien de salud, “aunque me tienen que operar de cataratas y glaucoma”. De cabeza está estupendo, como demuestra la cantidad de anécdotas y vivencias que recuerda tanto de su carrera deportiva como de su vida posterior. Nacido en Luanda (Angola) en 1938, Jorge Mendonça se...

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Autor >

Ricardo Uribarri

Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.

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