Abandono
Fuera de cobertura
Muchas personas quieren disponer de un medio de subsistencia legal que les permita estar en línea con el sistema, pero este les niega sistemáticamente la red de acceso a sus cauces de comunicación
Marisol Saelo 18/10/2021
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En tiempos de crisis el sistema llama a la unidad y a la responsabilidad, y las personas esperan tener cauces de comunicación ante sus múltiples e incomprensibles respuestas. El problema surge cuando l@s interlocutores no encuentran soluciones, y se sienten y/o se encuentran fuera de cobertura.
Mi concepción de estado de alarma siempre estuvo vinculada, hasta comienzos del año 2020, a la probabilidad de figurar como pregunta de examen de temarios comunes de pruebas selectivas, o bien como parte del temario de la Constitución Española, en cuyo título primero rezan los derechos fundamentales que cuestionan día a día el devenir del Estado de Bienestar de nuestra sociedad actual.
Un año después de aquella situación excepcional, seguimos en una incertidumbre constante con ganas de vivir la vida como si esta se nos fuera a ir en un instante, con el miedo inoculado en nuestras mentes, de contraer o contagiar, (nosotras, o personas de nuestro entorno más cercano), alguna de las cepas del maldito virus.
Ser joven en apariencia te pone en el punto de mira de la irresponsabilidad, y ser prudente te convierte, en algunas situaciones, en la persona más rara del ambiente. Las cifras de contagios, aun moderadas, se relativizan al compararlas con los peores momentos de la pandemia. Asistimos paulatinamente al autocumplimiento de profecías derivadas de esta gran crisis, cuyo efecto ha logrado vulnerabilizar más aún si cabe, a los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad.
Casi sin darnos cuenta, las redes sociales se han convertido en nuestro campo de acción, de trabajo y de interacción. El efecto 3.0 nos ha obligado a estar en línea con todo lo que nos rodea sin haber tenido tiempo ni medios para conectar nuestras redes de conocimiento.
No parece casualidad que los sectores de actividad vinculados al ámbito de cuidados ostentados por mujeres dentro y fuera del hogar mayoritariamente tengan mermada la cobertura en sus contingencias
El día a día de millones de personas se ha convertido en una carrera de obstáculos para quienes, en el ánimo de establecer comunicación con diferentes entidades de la administración en esta nueva era digital, léase SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal), Seguridad Social, centros de salud y otros tantos, alcanzamos a tomar conciencia de situaciones (que para otras tantas personas al margen del sistema venían siendo familiares) y/o de sensaciones como la de encontrarse “fuera de cobertura”, o perder la conexión definitivamente.
Sentirse fuera de cobertura se relaciona con querer cumplir con las obligaciones y derechos que te asisten como persona trabajadora e integrante de la ciudadanía por imperativo legal (quienes tienen esa opción), y a cambio no obtener respuesta más allá de locuciones y mensajes automáticos derivados de formularios de contacto virtuales o centralitas, con un margen de error limitado, so pena de tener que reiniciar todos los trámites que se solicitan, y perder el tiempo y la paciencia en el intento.
No parece casualidad que los sectores de actividad vinculados al ámbito de cuidados ostentados por mujeres dentro y fuera del hogar mayoritariamente tengan mermada la cobertura en sus contingencias, y que el patriarcado sea cómplice de las opresiones, y desigualdades que se producen y reproducen en la estructura social más allá de la condición femenina de aquellas.
Encontrarse fuera de cobertura supone el hecho de querer disponer de un medio de subsistencia legal que le permita a una persona estar en línea con el sistema, y que este le niegue sistemáticamente la red de acceso a sus cauces de comunicación, con un marco legislativo sin apenas garantías, y con muchas limitaciones en sus procedimientos.
Sirva como ejemplo el de las personas migradas en situación administrativa jurídica irregular, quienes, desarrollando su actividad en el submundo de la economía sumergida por no disponer de muchas opciones alternativas, se exponen a la posibilidad de contraer el virus u otras enfermedades, sin derecho a la asistencia sanitaria común, y sin derecho a exigir derechos, además de vivir en un limbo de experiencias cuestionadas con relativa frecuencia, al margen de la realidad.
La pérdida de conexión nos lleva en último extremo a las llamadas sin respuesta.
A finales del mes de mayo de 2020 se decretó la aprobación de la normativa que regula el Ingreso Mínimo Vital, habiéndose contabilizado más de un millón de solicitudes registradas. Si bien desde el Ministerio de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones este mes de mayo de 2021 se ha certificado la tramitación del 80 por ciento de solicitudes, la realidad es que en torno a 700.000 de éstas han sido denegadas. No tener derecho a esta prestación relega a muchas familias al borde de la exclusión absoluta, por no dejar de mencionar a todas aquellas personas en situación vulnerable que ni siquiera cumplen requisitos para poder acceder a esta prestación subsidiaria.
Las colas del hambre se han multiplicado, y se han alimentado por la difusión de información sesgada de según qué medios, que han invisibilizado la labor de agentes sociales y comunitarios (trabajadoras sociales, redes vecinales y de apoyo, etc.), cuyas actuaciones esenciales, excepcionales, y con recursos cada vez más limitados, han favorecido la cobertura de necesidades básicas de los colectivos más vulnerables en los peores momentos de esta crisis.
El trabajo social desde la profesión nos conecta por momentos con los sentimientos de impotencia y frustración. Negar y observar la falta de prestaciones suficientes ante las situaciones de necesidad, nos convierte a las profesionales en el único recurso y nos exige responder desde la asertividad. Nuestro día a día repara en los asteriscos del autocuidado y nuestros propios equipos que hacen las veces de sostén en un contexto, donde lo grupal y lo comunitario, por las características de esta pandemia, han pasado a un plano secundario.
Los nuevos tiempos exigen un nivel avanzado en el campo virtual, mientras que una parte considerable de la población sigue familiarizándose con la era digital. La pandemia nos está dejando muchos mensajes de alerta que desvían la atención y las prioridades, a la línea de la justificación por las situaciones sobrevenidas.
Si bien se debe apostar por un escudo social que garantice una cobertura de prestaciones básicas integral y universal; frente a la llamada a nuestra responsabilidad, esperamos una respuesta del sistema ajustada a la realidad.
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Marisol Saelo es trabajadora social.
En tiempos de crisis el sistema llama a la unidad y a la responsabilidad, y las personas esperan tener cauces de comunicación ante sus múltiples e incomprensibles respuestas. El problema surge cuando l@s interlocutores no encuentran soluciones, y se sienten y/o se encuentran fuera de cobertura.
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