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Tras haber sido invitada a La Moncloa para pronunciar un discurso ante el presidente del Gobierno en el acto de presentación del programa Pueblos con Futuro, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, la joven escritora Ana Iris Simón ha sido fichada como columnista por El País bajo la dirección de Pepa Bueno.
Sus exaltaciones sabatinas de la familia tradicional, el matrimonio, la Hispanidad, el catolicismo, la paz social y otros conceptos profundamente transgresores, publicadas en las páginas del gran diario progre de España, producen exasperación en una parte de los lectores, algunos de los cuales así lo expresan en las redes sociales.
Como suele suceder, un grupo critica las columnas de Ana Iris Simón y a continuación otro grupo critica que los primeros critiquen las columnas de Ana Iris Simón. Aquí se presentan los argumentos de estos últimos seguidos de mis respectivas respuestas, con el objetivo de defender que está bien criticar las columnas de Ana Iris Simón, o de cualquiera que nos diga lo que nos dice ella.
1. Simón ha sido hábil a la hora de detectar y comunicar los problemas de nuestro tiempo: la precariedad, el alto precio de la vivienda, la incertidumbre o la falta de sentido de nuestras vidas.
Es verdad, pero no ha sido la primera, ni mucho menos. Esos discursos llevan construyéndose y circulando desde la crisis de 2008, y han dado lugar a columnas, ensayos, reportajes, novelas, canciones, aunque cabe decir que en ocasiones los medios grandes se inclinaban más bien por dar espacio a temas sobre la pereza de los jóvenes, su baja tolerancia a la frustración o lo cool que es buscar comida en la basura.
El seguimiento de esta línea intelectual permite a algunos hacer recaer la culpa de nuestra precariedad e insatisfacción sobre los jóvenes pijoprogres de Malasaña
En El vientre vacío (Capitán Swing, 2019), Noemí López Trujillo escribe sobre maternidades frustradas y pone el foco en las condiciones materiales que llevan a tener inesperadas vidas precarias, como la alta temporalidad estructural del empleo, que dificulta cualquier planificación, el precio creciente de la vivienda, la brecha salarial de género que se profundiza con la maternidad o la decadencia del Estado del bienestar a partir de la crisis.
En Feria (Círculo de Tiza, 2020), Ana Iris Simón también tiene presentes estas cuestiones, y ambas describen la infantilización que provoca la precariedad en las adultas que no podemos tomar el control de nuestras vidas como imaginábamos, mientras los años pasan inexorablemente; pero Simón incorpora un enfoque algo distinto.
Para ella, la precariedad es, también, el resultado de elecciones personales, influenciadas por una ideología dominante de la que es necesario deshacerse: “El problema es mío por haber elegido el pasaporte con unos cuantos sellos y la cuenta en Netflix y en Filmin y en HBO; el problema es mío por haber elegido la universidad antes que nada en el mundo y el centro de Madrid y las exposiciones de La Casa Encendida”, se plantea en las primeras páginas.
Al trasladar el foco al plano de la moral, el pensamiento sobre las posibles soluciones se ofusca y se enturbia mucho, y la búsqueda de responsables nos puede llevar a los lugares más insospechados.
El seguimiento de esta línea intelectual permite a algunos hacer recaer la culpa de nuestra precariedad e insatisfacción sobre los jóvenes pijoprogres de Malasaña, que supuestamente dominan la producción cultural y el discurso político de España. Da igual que, como dice Analía Plaza, la mayoría de estos ya ni siquiera vivan en Malasaña, expulsados por la fase final del mismo proceso de gentrificación que los llevó ahí en primer lugar.
Me temo que, además, estos jóvenes disolutos que, cegados por la ideología progresista, sustituyen el amor por el Satisfyer, desperdician el dinero, viven en sitios caros y rehuyen el compromiso pueden ser, en un momento dado, lo mismo que aquellos blandengues que no querían trabajar en 2009, un comodín. Gente que se merece lo que le pasa.
Ese es el hallazgo.
2. Ana Iris Simón no es facha, solo es un poco inocente.
Es fácil llevarte esa impresión si solo has leído una columna de Simón o una entrevista (aunque su visión de la familia es tan idealizada que cuesta muchísimo pensar que esa sea realmente su experiencia de la vida: es difícil no tener, como mínimo, una amiga que…). Por eso, los más duchos en la materia tratamos de advertir a los incautos.
El libro de Simón, Feria, si bien es un relato sencillo basado en sus vivencias familiares, está lleno de mensajes políticos reaccionarios que se vuelven menos sutiles conforme avanza la narración. Esto ya lo explicó bien Pablo Batalla, que se fija en sus citas del fundador de Falange Ramiro Ledesma Ramos o en la introducción de una referencia cuqui al grupo de rock fascista Estirpe Imperial. Cabe apuntar que Simón también cita de forma no irónica al Fary y su desprecio por el hombre blandengue y acusa a la música indie de los 2000 de introducir una muy indeseable blandura en la masculinidad hegemónica.
Ante la precariedad de la vida en el neoliberalismo, Simón plantea como salida posible volver a formar comunidades, pero se trata de las comunidades tradicionales, que presenta en su versión ideal, ignorando sus múltiples realidades y las causas por las que mucha gente ha huido de ellas cuando ha podido (que no tienen nada que ver con Netflix o el Satisfyer). Reivindica una política social que nos ayude, ante todo, a formar familias, e incluso llega a denunciar, cito literalmente: “La flamante moto que nos habían vendido con lo de la incorporación de la mujer al mercado laboral como vía emancipatoria”.
¿Quién puede sentirse inquieto por este discurso? ¿Los grandes capitalistas? ¿Los rentistas? Pues bueno, no especialmente. Más bien cualquiera que no encaje, no se sienta a gusto, u ocupe una posición subordinada en ese modelo de familia tradicional, “obrera”, basada en la sangre y profundamente enraizada en la tierra, que Simón intenta naturalizar.
Cuando habla de su relación con su hermano pequeño, que es uno de los temas más entrañables del libro, Simón cuenta que lo amó nada más verlo por primera vez, arrancando así un discurso sobre el amor como unión sobrehumana e incondicional. Después explica que su querido hermano, en su infancia, decía que quería ser una chica, que ella rezaba para que esto cambiase, y que gracias a Dios, así fue. Una anécdota preciosa y no especialmente política.
3. Lo que dice Ana Iris Simón es lo mismo que dicen otros autores como Juan Manuel de Prada, y no nos exaltábamos tanto con ellos.
Nadie nos ha gritado a la cara que Juan Manuel de Prada sea de izquierdas, aunque todo se andará
Exacto. Porque todos tenemos claro quién es Juan Manuel de Prada, a qué ideología se adscribe, y que emite su opinión a través de medios afines a ella como el ABC y la Cope (si bien es cierto que fue introducido en Hora 25, de la Cadena Ser, por Pepa Bueno, actual directora de El País). Nadie nos ha gritado a la cara que Juan Manuel de Prada sea de izquierdas, aunque todo se andará.
4. Ana Iris Simón puede opinar lo que le dé la gana.
Pues sí. De hecho, todo el mundo puede opinar lo que le dé la gana, con consecuencias variables que no suelen depender en absoluto de mí. La enunciación de esta obviedad siempre me desconcierta.
5. Si no te gusta, no le hagas caso. El ruido en redes hace crecer la notoriedad de sus ideas.
Pues no sé, depende. Es importante engañar al algoritmo cuando se pueda, pero tiendo a desconfiar de cualquiera que aconseje callarse. Todos querríamos una situación en la que la izquierda pudiera introducir sus propias ideas en el debate público con el mismo salero que las de derechas y no estar siempre a la defensiva, pero también se pueden marcar goles saliendo a la contra.
Además, el poder de los usuarios de redes está un poco sobrevalorado.
En la Nochevieja de 2020, las campanadas emitidas por Ibai Llanos a través de Twitch lograron un pico de más de 500.000 espectadores, cifra superior a la obtenida por La Sexta y Cuatro, pero muy por debajo de los más de 7 millones que vieron a Anne Igartiburu y Ana Obregón en TVE, según Barlovento Comunicación. Es obvio que la tendencia indica cada vez más Ibai y menos Igartiburu, pero que las cosas vayan en esa dirección no significa que podamos dar por concluido el proceso, ni mucho menos.
El videoclip de Motorola de Morad tiene 33 millones de visualizaciones en Youtube; Habibi de la Cebolla, 30 millones, pero es probable que la mayoría de los españoles de más de 40 años no conozcan a estos artistas. El primer Podemos se movió bien en redes, pero sería muy difícil sostener que Pablo Iglesias habría llegado hasta donde llegó sin salir en La Sexta.
Por ello, que el grupo mediático Prisa, todavía asociado al socialismo y a lo progre, haya decidido apostar por una línea de pensamiento tan reaccionaria como la que representan Simón y otros, con todo lo que eso puede conllevar, es un motivo legítimo y normal de irritación.
Por desgracia, tenemos un precedente muy cercano: la promoción de las ideas TERF dentro del PSOE y en ámbitos de izquierdas, y todo el daño que ha causado al feminismo y a nuestras amigas.
No estamos obsesionados. No estamos locas. Y, quién sabe, algunos de vosotros quizá no seáis tan listos en el fondo.
Tras haber sido invitada a La Moncloa para pronunciar un discurso ante el presidente del Gobierno en el acto de presentación del programa Pueblos con Futuro, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, la joven escritora Ana Iris Simón ha sido fichada como columnista por El País bajo la dirección...
Autora >
Elena de Sus
Es periodista, de Huesca, y forma parte de la redacción de CTXT.
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