Carta de París
Entre la Galia nuclear y la Europa verde
Todos los candidatos que por ahora tienen posibilidades en las elecciones presidenciales francesas apuestan por lo nuclear. Y esto podría tener implicaciones en relación con una Alemania que escoge el camino inverso
Elizabeth Duval 26/10/2021
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Una manera de ver las cosas: los cuatro candidatos mejor posicionados para llegar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas que tendrán lugar en 2022 son de derechas. Macron, Zemmour, Le Pen, Bertrand (o cualquier otro que sea escogido por Los Republicanos). Hay otras maneras de ver las cosas, otros ángulos y perspectivas: los cuatro candidatos mejor posicionados para llegar a la segunda vuelta tienen una posición firmemente pro-nuclear, que no se reduce a querer mantener en funcionamiento las centrales nucleares ya presentes en Francia. Quieren construir más.
Según una tribuna publicada en Mediapart y firmada por miembros del grupo parlamentario de La Francia Insumisa, “en Francia, la energía nuclear ha sido elevada al rango de dogma”. Sus vecinos han tenido reticencias y han reaccionado a las catástrofes aumentando sus reticencias. Los conservadores alemanes lo vivieron como un trauma, aunque la alternativa a la energía nuclear fuera el contaminante carbón. Para la clase política francesa el debate sobre la energía nuclear ha estado casi siempre fuera de juego. Sería como enfrentarse seriamente con Rusia ignorando que dependemos de sus gaseoductos: ¡impensable!
La Galia nuclear es la gran excepción francesa. Produce monstruos particulares. ¿Alguien ha dicho Rusia? Volveremos a hablar de Rusia en unos instantes, cuando toque hablar de esos monstruos. La energía nuclear forma parte del capitalismo verde que propone Macron. De ahí lo que le dijo hace unos meses Bruno Le Maire, el ministro de Economía francés, a Yannick Jadot, candidato de Europa Ecología Los Verdes a las presidenciales: “La ecología no os pertenece”.
Es la nueva obsesión francesa y tiene ramificaciones europeas. Toda información política desvelada en 2021 requiere pasar las cosas por el filtro de un fantasma o un espectro que persigue cada concepto, cada palabra, cada cifra: los fondos europeos. Como hay que hacer algún tipo de transición ecológica, aunque se trate de una ecología industrial y productivista, lo que cobra mayor importancia es una cuestión semántica: ¿qué cosas podemos meter dentro de la palabra verde? Bruno Le Maire quiere que se considere la energía nuclear como una energía verde. Es más difícil decir renovable, así que milita por verde, contando con la ventaja de tener ya el color; otros países europeos, como España o Alemania, no quieren. Menos aún cuando los verdes alemanes van a formar parte de su próximo gobierno.
En 2018, 58 reactores nucleares, 58, produjeron el 71,7% de la electricidad francesa. Es el porcentaje más alto de Europa
La cuestión energética es importante en toda Europa y no se trata de un problema exclusivamente español. Hay varias voluntades contradictorias. El mix eléctrico francés, extraordinariamente dependiente de sus centrales nucleares, confiere al país galo una cierta autonomía… pero no impide que los precios hayan aumentado por culpa del suministro del gas natural ruso. En 2018, 58 reactores nucleares, 58, produjeron el 71,7% de la electricidad francesa. Es el porcentaje más alto de Europa.
Por más que la ADEME (Agence de l’environnement et de la maîtrise de l’énergie, Agencia del Medio Ambiente y del Control de la Energía) considere que es absolutamente viable, con criterios de eficiencia y reduciendo el consumo, llegar en unos años a un mix eléctrico compuesto al 100% por energías renovables, no parece que la dependencia nuclear vaya a cambiar. Es una cuestión de soberanía, dirá la derecha… como si el Estado francés fuera hoy algo más que un accionista en la antigua empresa pública de energía.
Países como España pueden querer reservas europeas de gas natural, Francia y otros pueden coincidir en reevaluar los efectos del sistema de coste marginal, que sobredimensiona ese mismo gas natural, en la factura de la luz. Pero ninguno hay, como Francia, que demuestre tal obsesión con la construcción de nuevas centrales nucleares. Centrales pequeñitas, ha anunciado el Gobierno. Toda la derecha está de acuerdo. Zemmour, el candidato no-confirmado ultraderechista que va segundo en los sondeos, también: mejor el riesgo de una catástrofe que arruinar con molinos de viento la belleza “del campo francés”.
El Partido Socialista de Olivier Faure, que cada día se distingue un poco menos de la derecha, duda sobre la posibilidad de dejar atrás la energía nuclear en 2030. Los comunistas, en un giro reaccionario, creen que será siempre más importante conservar puestos de trabajo, y afirman su voluntad de conservar todas las centrales nucleares. Mélenchon, candidato de la Francia Insumisa, prefiere que la fecha límite para dejar atrás lo nuclear sea 2023. Y Marine Le Pen ha jugado al despiste: en 2021 dice que le gusta la energía nuclear, pero meses antes afirmó en France 2 que se trataba de una energía peligrosa.
Los precios de carburantes marcan récords históricos en Francia, superiores a cuando empezaron las revueltas de los chalecos amarillos. Y el invierno, en cuanto a gas y electricidad, no hace más que aumentar. El Gobierno de Castex ya ha anunciado unas medidas que llaman bouclier, escudo, para imponer una moratoria y límites temporales a los precios de la electricidad, a compensar en períodos donde no sea necesario depender del gas.
Pero el futuro de la energía francesa no va a ir por ahí, ni va a ser una cuestión de protección social. Ahora que Rusia acaba de construir Nord Stream 2, Macron sigue con su giro en las relaciones bilaterales entre ambos países. En 2019 volvieron a verse después de cinco años sin reuniones de los comités bilaterales de cooperación y seguridad. Este año, en 2021, Macron ha hablado de los límites de la política de sanciones y de la necesidad de que la Unión Europea reformule su relación con Rusia. El interés está, mientras se refuerza aún más la energía nuclear, que no depende de factores estacionales, atmosféricos o cambiantes, en tener buenas relaciones (y permitir al resto tenerlas) con el principal proveedor de gas. Poco se ha escuchado en España sobre el parón próximo del gas proveniente de Argelia. Mejor, en toda circunstancia imaginable, no enfadar a los rusos. O prepararse, como en Austria, para grandes apagones.
Entre la Galia nuclear y la Europa verde, todos los candidatos que por ahora tienen posibilidades en las elecciones del año que viene apuestan por lo nuclear. Y esto podría tener implicaciones interesantes, sobre todo en relación con una Alemania que escoge el camino inverso y acaba herida por su dependencia con el carbón. Aún más allá: Édouard Philippe, antiguo primer ministro de Macron y al que algunos ven ya como su sucesor espiritual para las elecciones presidenciales de 2027, lanzó hace muy poco en Le Havre su partido de derechas, como apoyo a la mayoría presidencial… e insistió particularmente en la necesidad de que el conservadurismo integrara el ecologismo, admitiendo que habían llegado tarde. ¿Su concepto de integración? Energía nuclear. Con una izquierda ausente y desunida, incapaz de ponerse de acuerdo para tener posibilidades en las presidenciales, ha quedado muy lejos el discurso de Delphine Batho sobre la necesidad de parar –y decrecer–. Veremos si, en algún momento, la política se encuentra con los límites de lo posible… o si nadie se atreve a encender las luces, parar la música y acabar con la fiesta.
Una manera de ver las cosas: los cuatro candidatos mejor posicionados para llegar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas que tendrán lugar en 2022 son de derechas. Macron, Zemmour, Le Pen, Bertrand (o cualquier otro que sea escogido por Los Republicanos). Hay otras maneras de ver las...
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Elizabeth Duval
Es escritora. Vive en París y su última novela es 'Madrid será la tumba'.
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