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Arrendamos un local en Sants, Barcelona, que podría convertirse en el primer teatro de España gestionado por mujeres afrodescendientes: la Sala Periferia Cimarronas. El espacio propio, la búsqueda de emancipación, es una de las reivindicaciones de la comunidad negra en España. ¿Una utopía?
Las cimarronas eran las personas que huían de la imposición de esclavitud y creaban los palenques o quilombos, entre las montañas, para convertirse en soberanas de sus vidas. Varios siglos después continuamos huyendo y deseando crear otras formas de hacer teatro y no depender de equipamientos públicos o privados que coartan nuestro arte para hacerlo encajar en sus convocatorias. Tener un espacio es la posibilidad de imaginar otro futuro o planes de fuga de la plantación, citando a la hermana Yos Iki. Un lugar en el que mostrar la diversidad existente en la diversidad. Donde nuestros errores no supongan la debacle de nuestra comunidad.
Ese espacio no es una realidad y está en peligro porque existe un enfrentamiento. Una lucha atávica de poder entre la blanquitud y nosotres. Entre quienes poseen los recursos, el supuesto conocimiento, las influencias... y aquelles que tenemos sueños y somos lo suficiente iluses para creer que, también, derechos.
No puedo entrar en más detalles sobre lo que está ocurriendo con el teatro, porque el miedo a las represalias me hace callar. El miedo a perjudicar a terceres, a que nos quiten lo que con tanto esfuerzo estamos consiguiendo. El miedo a que el sueño se transforme en pesadilla.
Existe un código no escrito que se revela grotesco: 1) Las que vivimos en la periferia hemos de sufrir en silencio algunas embestidas del poder. 2) Bajar la cabeza y decir sí. 3) Sonreír y bailar hasta que se nos deformen las comisuras de la boca y nos sangren los pies. 4) Bajo ningún concepto mostrar la rabia. Es el precio a pagar por vivir en Europa, por ser mujeres, por ser negras.
Soy consciente de que las cimarronas (algunas) del siglo XXI, por mucho que idolatremos a Angela Davis o leamos a Malcolm X, no hemos escapado de la plantación. Continuamos en ella y sospecho que no podremos escapar nunca.
¿Matar o morir? Y a mi pesar, lamentablemente, la mayoría de las veces se opta por morir. Narcotizar a las guerreras, mantener el argumento hipócrita de que las formas lo son todo. Recuerda que quien primero pierde los nervios pierde. Ña ña ña ña ña ña ña ña ña ña. La violencia dentro de las fronteras de Europa no está bien vista. ¿Pero qué ocurre con la violencia que se ejerce sistemáticamente sobre los cuerpos negros en este territorio? ¿Qué ocurre con la violencia en las miradas, en las palabras, en los desprecios? Apenas se realizan denuncias ya que hace tiempo que aceptamos que la justicia no es justa.
¿Qué nos queda? Por suerte, para mí, el derecho a la pataleta, pero bajito, no sea que se enteren los amos y nos castiguen. Y sé que he de dar las gracias por el lugar que ocupo. Porque, ¿qué opción les queda a las personas que utilizan todos sus recursos y como no fueron a colegios caros y no se codearon con gente influyente solo pueden llamar a la puerta del sentido común, de la humanidad y esta hace tiempo que se cerró para ellas?¿Qué opción les queda a quienes les rechazan la solicitud de alquiler de un piso y no por falta de fondos? ¿Qué opción les queda a las personas trans que buscan trabajo y no pueden acceder a las entrevistas? ¿Qué opción le queda a quien lleva meses malviviendo mientras espera poder cruzar la frontera? ¿A los que no tienen papeles, ni trabajo, ni ayudas y necesitan enviar dinero a sus casas?
¿Cómo se hace para contar una realidad que te duele, que te atraviesa y que no se te lea como victimista?
La violencia que sufrimos diariamente se acumula minando nuestra autoestima y alimenta la idea de que no existe escapatoria de la plantación. Que estamos en la rueda; que las cartas están marcadas y la baraja no es nuestra; que no importa cuántos intentos hagamos de sacar la cabeza. El poder siempre estará ahí para cortárnosla y justificar los motivos. Si no te rebelas, ese será el motivo. Si luchas, entonces es por tu actitud beligerante.
Cuando la injusticia prevalece, ¿solo resta quemar la plantación, asesinar a los amos y huir a las montañas?
Arrendamos un local en Sants, Barcelona, que podría convertirse en el primer teatro de España gestionado por mujeres afrodescendientes: la Sala Periferia Cimarronas. El espacio propio, la búsqueda de emancipación, es una de las reivindicaciones de la comunidad negra en España. ¿Una utopía?
Autora >
Silvia Albert Sopale
Actriz, directora teatral, creadora y activista feminista antirracista española, vive en Barcelona. Ha escrito y representado No es país para negras, una obra que explica qué implica ser mujer y afrodescendiente en España.
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