Batalla cultural
Qué pesca Vox en América Latina
El partido de ultraderecha cree que hay un espacio para construir fuerzas que orbiten en su misma galaxia, donde se combina conservadurismo radical y “libertarismo” económico y se comparte, sobre todo, la voluntad de antiprogresismo
Pablo Stefanoni 21/10/2021
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“Ninguna declaración de quienes se abrazan a tiranos y protegen a narcos va a impedir nuestra causa a favor de la libertad, los derechos y la prosperidad de las naciones”. La frase es de Santiago Abascal y el destinatario, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien había tildado de “retoño del fascismo” al líder de Vox, invitado al país azteca por un sector del Partido Acción Nacional (PAN). El convite terminó en un escándalo en el interior de este partido que comparte internacional con el Partido Popular. Como contamos en “Anticomunismo zombi”, otros invitados al encuentro, como el argentino Agustín Laje, se burlaron de la “derechita cobarde” que, dentro del PAN, se desmarcó del encuentro. Con un posgrado reciente en la Universidad de Navarra, el coautor de El libro negro de la nueva izquierda fue presentado con exageración como “el gurú que inspira a Vox” en una entrevista en El Español en 2020.
El Foro de Madrid se autopostula como un anti-Foro de São Paulo, la red que desde los años 90 comenzó a reunir en Brasil a la izquierda continental
La visita de Abascal a México es parte de una estrategia más amplia que se plasmó en la Carta de Madrid, impulsada por la Fundación Disenso y firmada por varios políticos latinoamericanos y de más allá como José Antonio Kast, Eduardo Bolsonaro, José Luis Espert, Giorgia Meloni, etc. El objetivo de la iniciativa es –qué otra cosa podría ser– combatir el comunismo en la “Iberosfera” (sic). El Foro de Madrid se autopostula como un anti-Foro de São Paulo, la red que desde los años 90 comenzó a reunir en Brasil a la izquierda continental, desde socialistas moderados hasta comunistas, pero que siempre estuvo lejos de ser el comité central continental en las sombras con que fantasea la extrema derecha. Y hoy se encuentra muy debilitado. Es curioso que el trigésimo aniversario del Foro resonara más en la voz de la derecha, como amenaza, que en la voz de la izquierda como apuesta estratégica viva.
Fantasmas semejantes convoca el actual Grupo de Puebla, que reúne a algunos expresidentes y tiene una influencia cercana a cero en cualquier victoria local de las izquierdas.
Vox cree que hay un espacio en América Latina para construir fuerzas que orbiten en su misma galaxia, donde se combina conservadurismo radical y “libertarismo” económico en distintas proporciones y con coherencia desigual, pero en la que se comparte, sobre todo, la voluntad de antiprogresismo.
“Les propongo, como hemos propuesto a nuestros compatriotas en España, que busquen una alternativa, pero no una alternativa electoral a corto plazo, sino generacional”, pontificó en 2019 Javier Ortega Smith en Buenos Aires. Con un origen rioplatense por parte materna, el secretario general de Vox se movía como pez en el agua. Una de sus actividades más numerosas, o la más, se desarrolló en el elegante edificio que cobija al Círculo Militar. Dando cuenta de las nuevas caras de las derechas actuales, en el público había hombres mayores con pasado en las Fuerzas Armadas en las primeras filas y jóvenes post-adolescentes con simbologías libertarias y antiaborto en las últimas. Ortega Smith estaba acompañado por Victoria Villarruel, presidenta del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTyV) que defiende a militares condenados por delitos de lesa humanidad y víctimas de atentados cometidos por grupos guerrilleros. La activista despliega una suerte de negacionismo soft en el marco de una radicalización de la “teoría de los dos demonios” para disolver las denuncias del terrorismo de Estado de los años 70. El título del evento, muy de época, era “Desafíos de la batalla cultural”.
Villarruel saltaría a los grandes medios tiempo después como segunda candidata en la lista de Avanza Libertad encabezada por Javier Milei, el excéntrico libertario que logró un 13% de los votos en las primarias de la Ciudad de Buenos Aires en septiembre pasado. Convertido al paleolibertarismo de Murray Rothbard, este economista de 50 años que puede aparecerse vestido de superhéroe en un festival de Otakus, dar clases de economía austriaca en las plazas porteñas o descalificar a sus rivales en platós de televisión como “zurdos de mierda”, logró una fuerte tracción entre los jóvenes y obtuvo una votación pareja en todos los estratos socioeconómicos, incluidos los barrios populares de la ciudad. Con un discurso centrado en la denuncia de la “casta”, que el cineasta que lleva su campaña dijo haber tomado de Podemos, logró capturar parte del voto de un electorado cabreado que en algunos sentidos recuerda al de 2001, pero ahora mucho más derechizado. De hecho, “la casta tiene miedo” es la consigna más cantada en los actos libertarios. Milei, que dice que el cambio climático es un invento de los socialistas, también adhirió al Foro de Madrid y pronunció un mensaje en Viva 21, la fiesta de Vox.
Ortega difundió en Buenos Aires el ABC del “antiglobalismo”. Y no podía faltar entonces el gran villano de la extrema derecha. El multimillonario judío que mueve los hilos de sus títeres buenistas alrededor del planeta. “Soros es uno de los responsables de las mayores atrocidades que se están haciendo ahora mismo en el mundo. El lobby que controlan él y algunos otros multimillonarios están fomentando [la] inmigración ilegal. Están fomentando el aborto. Están fomentando la ideología de género. Están fomentando todo lo que significa la desmoralización de las naciones”. Poco original pero efectivo.
Villarruel publicó entonces una columna donde hablaba de manera explícita de “las lecciones de Vox que los argentinos podemos aprender”, mientras la sucursal porteña del Club de los Viernes –que había organizado la actividad en el Círculo Militar– lograba salir airosa con su masiva convocatoria.
Vox mira ahora hacia Chile. Allí, el ultraderechista José Antonio Kast pasó al segundo lugar en las encuestas (y en algunas al primero)
Vox mira ahora hacia Chile. Allí, el ultraderechista José Antonio Kast pasó al segundo lugar en las encuestas (y en algunas al primero) tras el derrumbe del candidato del centroderecha Sebastián Sichel, parte de la “derechita cobarde” envuelta en la crisis del gobierno de Sebastián Piñera y en las propias torpezas del candidato, sumado a algunos financiamientos indebidos en campañas anteriores. Tener a un extremista que dijo que si Pinochet viviera votaría por él como adversario en teoría podría mejorar las posibilidades de triunfo del candidato de izquierda Gabriel Boric, que encabeza los sondeos y puede jugar así más fácilmente la carta de la sensatez y la convicción democrática. Pero habrá que ver… Kast se reunió con Abascal en 2019, a poco de lanzar su Partido Republicano, intercambiaron ideas para frenar el “marxismo cultural” y se fue con un ejemplar de Hay un camino a la derecha bajo el brazo. En enero pasado compartió espacio virtual con el líder de Vox y Giorgia Meloni, la representante emergente de la extrema derecha italiana, para discutir el futuro del patriotismo y luchar contra la “censura en las redes sociales”.
Poco auspicioso parece hacia el futuro el escenario en Brasil, donde Jair Messias Bolsonaro se encuentra frente a sus propios excesos –como le ocurriera a Donald Trump– y amenazado por un Lula Da Silva que lo desafía seriamente en las encuestas. Ante las dificultades, el presidente reacciona con torpeza, por ejemplo movilizando al ejército en desfiles para tratar de intimidar a la Corte Suprema, que no pueden ocultar su aire de familia con la toma del Capitolio, con esa mezcla de peligrosidad y estupidez estratégica que la caracterizó. Aunque no puede descartarse ningún escenario, Bolsonaro no logró proyectar su liderazgo en la región, aunque su hijo Eduardo forma parte de la red de Vox y del Foro de Madrid. Sin Trump en el poder, ni Benjamín Netanyahu –invitado estrella a su asunción–, sus apuestas de proyección hacia afuera quedaron truncadas y terminaron por proyectarse negativamente hacia adentro del país.
Sin duda, las extremas derechas latinoamericanas son diferentes de las europeas. Tópicos como el de la islamización no tienen ninguna base. Las derechas radicalizadas en esa parte del mundo se sustentan sobre todo en tres pilares: vínculos ideológicos con los pasados dictatoriales (Chile, Brasil), la lucha antisubversiva (Colombia, Perú, América Central) y los sustratos religiosos –católicos y más recientemente evangélicos, aunque es mejor evitar asociaciones demasiado lineales entre crecimiento evangélico y ascenso de la derecha– visibles en el rechazo a las leyes sobre derechos reproductivos o LGBTI.
No obstante, en los últimos años, llegaron coletazos de las derechas alternativas, la “incorrección política” reaccionaria y las nuevas estéticas de un (paleo)libertarismo que convoca sobre todo a jóvenes. Vox puede tocar algunas teclas sensibles con su retórica “transgresora”, aunque su defensa de la Conquista como obra civilizadora y de “hermandad humana” le pone también algunos límites. El hispanismo no parece hoy muy convocante y el orbanismo que exalta el partido español se percibe demasiado lejano. No deja de tener gracia que hoy la derecha española, tradicionalmente ultraclerical, no ahorre críticas al papa “progre” y latinoamericano sobre el tema colonial (y varios otros).
Y también le ponen límites las propias redes de un Partido Popular más derechizado que en muchos casos pesca en las mismas aguas y ya tiene relaciones previas. El antiprogresismo funciona mejor pero ahí Vox compite con la proyección de Díaz Ayuso que mediante videítos en Youtube con sus expresiones antiprogres y anticomunistas más filosas se hizo también un lugar en la “Iberosfera” que quiere giro sin complejos a la derecha.
“Ninguna declaración de quienes se abrazan a tiranos y protegen a narcos va a impedir nuestra causa a favor de la libertad, los derechos y la prosperidad de las naciones”. La frase es de Santiago Abascal y el destinatario,...
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Pablo Stefanoni
Periodista e historiador. Investigador asociado de la Fundación Carolina. Autor de '¿La rebeldía se volvió de derechas?' (Clave Intelectual/Siglo Veintiuno, Madrid, 2021).
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