VIVEMENT DIMANCHE
Fetichistas de la izquierda
Sería bueno que concibiéramos una política en la izquierda menos cainita y despojada, en 2021, de las supuestas luchas familiares de otrora, es decir, despojada de pablistas y de errejonistas
Elizabeth Duval 5/12/2021
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Para el PSOE la izquierda es el significante vacío definitivo. Puede el partido así atreverse, sin que le tiemble la voz, a afirmar que él es la izquierda (y que no hay nadie que lo sea auténticamente más que él) mientras inscribe la dichosa estabilidad presupuestaria en la Constitución. Todos los logros pueden ser suyos, aunque en el pasado no lo fueran, con un truquito prestidigitador, un juego de ilusionismo: ningún avance social habría llegado a España si no fuera por verbigracia del PSOE, que decidió él, benevolente, magnánimo, otorgárselo al pueblo.
A su izquierda hay quien no capta que quien hace la ley hace la trampa; piensan, si piensan, que los comentarios amables de Pedro Sánchez sobre cómo es necesaria una izquierda fuerte y unida a la izquierda del PSOE son benevolentes, pacíficos, y no un ejercicio muy velado de castración. Lo decía yo en una columna de hace tiempo: se ha instalado en nuestro campo una actitud masturbatoria, onanista, de la paja, por ser finas, en la cual lo que vale es ser más de izquierdas, ser auténticamente de izquierdas, de la izquierda buena, o sea, de aquella que defina según lo primero que le venga a la cabeza quien pronuncie el primero ciertos sintagmas.
Quienes nos consideramos de izquierdas nos reconocemos más o menos con cierta tradición, pero yo no estoy muy segura de que, si tuviera que discutir con algún amigo que también se considera de izquierdas, encontráramos necesariamente mucho terreno en común. Podemos entrar ambos en el campo de la izquierda, o al menos considerarnos los dos como tal, pero ser cada uno un poco de su padre y de su madre. Es una etiqueta con la cual no pasa como con las etiquetas referentes a doctrinas específicas o a ciertos autores: alguien podría inventar un termómetro para identificar si cierta persona es más o menos marxista, en mayor o menor proporción, ortodoxa o heterodoxa, pero difícilmente nos pondríamos de acuerdo dos personas, y ya no digo miles, ni tampoco millones, en qué es ser más de izquierdas o menos de izquierdas.
Paradójicamente, la reivindicación, como ha hecho recientemente Yolanda Díaz, de que hay cosas “que no son de izquierdas ni de derechas”, no constituye en ningún caso una despolitización de las cosas, sino que precisamente vuelve a politizarlas. Sucede así porque la izquierda hoy, tras las transformaciones de la tercera vía, tras las renuncias que han debido asumir hasta partidos como Syriza, tras la caída del Muro de Berlín, no significa tampoco mucho. Lo que sí lleva consigo un campo de batalla político es la defensa de los trabajadores. O la reivindicación de justicia social.
La cuestión de la transversalidad tiene otra arista importante. Basta de analizar los fenómenos políticos de 2021 como si nuestro momento histórico coincidiera con el de 2015. Y basta de definir a mujeres políticas de 2021 según los posicionamientos de quienes protagonizaron ese ciclo político. El rechazo de Yolanda Díaz a ocupar la “esquinita” de “la izquierda a la izquierda del PSOE” no es una metamorfosis de Díaz en errejonista, o una aceptación de sus tesis… y sería bueno que concibiéramos una política en la izquierda menos cainita y despojada, en 2021, de las supuestas luchas familiares de otrora, es decir, despojada de pablistas y de errejonistas. Más aún cuando a quien se tiende a definir como pablista o errejonista, imprimiendo sobre ellas la sombra de dos hombres fantasmas de los que no pueden despojarse, es a las mujeres que hoy toman el protagonismo.
La izquierda, en muchos momentos de nuestra historia política, podría definirse como “aquello que mejor venga al PSOE”. Porque ese PSOE ha seguido y seguirá diciéndose “de izquierdas”, en alguna u otra variación, aunque eso implique (por ejemplo, por situarnos en ciertos momentos históricos) hacer del programa de la izquierda el desmantelamiento sistemático del tejido industrial español. No caer en esa trampa o en su tablero es un acierto. Convertirse en fetichistas de una identidad izquierdista por apego personal es un error. La política no va de que a una le pongan una placa o reconozcan su autoría, cual trampolín para los egos; se mide más bien en la victoria de las ideas y de sus efectos. Receta: menos pudor, menos fetiche izquierdista (y más mano izquierda).
Para el PSOE la izquierda es el significante vacío definitivo. Puede el partido así atreverse, sin que le tiemble la voz, a afirmar que él es la izquierda (y que no hay nadie que lo sea auténticamente más que él) mientras inscribe la dichosa estabilidad presupuestaria en la Constitución. Todos...
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Elizabeth Duval
Es escritora. Vive en París y su última novela es 'Madrid será la tumba'.
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