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debate

La velocidad y la escucha: apuntes sobre ‘Con todo. De los años veloces al futuro’

Intervención de Amador Fernández-Savater en el debate con Íñigo Errejón, que tuvo lugar el 26 de noviembre en Madrid, a partir de sus dos últimos libros

Amador Fernández-Savater 11/12/2021


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Quisiera empezar este comentario del libro de Íñigo Errejón por uno de mis pasajes preferidos. Íñigo se expone mucho en el libro, se muestra vulnerable, asume equivocaciones, ya es mucho para un político. En cierto momento comenta una dificultad suya (muy masculina) para discutir, pero acto seguido ofrece una definición muy hermosa de lo que supone debatir e incluso conversar:

“Discutir requiere dejar algún espacio al otro para que habite lo que estás diciendo, hacerte cargo de algo suyo. Si no, no hay discusión, sino una especie de intercambio de argumentos lapidarios que lo matan todo y llevan irremediablemente a la frustración y al enfado”.     

Entonces, para discutir hoy con Íñigo, lo que he pensado es tomar sólo las cosas del libro con las que estoy de acuerdo o que me parecen interesantes, pero leerlas desde mi tradición y mis coordenadas, muy diferentes a las suyas. Empezar por lo común, para abrir paso luego a la diferencia. En seis puntos.   

1. Autonomía  

El primero es una experiencia común y compartida por los dos. La vivencia de lo que en los años 80 y 90 se llamaba el “área de la autonomía”, pero también –con menos miramientos– el gueto. Un pequeño mundo hecho de casas okupadas, radios libres, cultura de autoproducción, ilegalismo, choques con la policía y los fascistas, lecturas radicales. 

¿Cómo nos relacionamos con nuestro propio pasado? Hay un acento en el relato de Íñigo del que me separo: lo “minoritario” como búsqueda sólo preliminar. Íñigo nos cuenta una historia de maduración, de superación: de “la aceleración autodestructiva, fuera del sistema, siempre alerta, irrecuperable” a la política seria, realista, de verdad, en torno al Estado como eje central. 

Me pregunto si podemos relacionarnos de otra manera con ese pasado, no como la “infancia” de la que hay que desprenderse si queremos crecer, sino como una potencia siempre actualizable. Hay algo de la experiencia de lo minoritario que puede tener siempre un valor: la creatividad, el desafío, la acción sin cálculo ni espera. Para que así, al “madurar”, no nos volvamos fríos y secos, en la mera aceptación del principio de realidad. 

2. Lectura 

Un segundo punto en común sería la lectura. Íñigo es fundamentalmente un lector. En el libro aparece muchas veces leyendo, buscando un retiro para leer, comprendiendo el mundo a través de la lectura. Me reconozco completamente. Pero, ¿qué tipo de lector es Íñigo?  

Es un lector, diría, de tipo universitario. Lo positivo: el estudio, el rigor, muchas horas empollando. Pero hay un aspecto más problemático. En la relación dominante con el saber en Occidente, el texto se convierte en Ley. De ahí las disputas interminables: ¿qué dijo verdaderamente Marx, qué dijo realmente Freud? A través de ese texto vuelto Ley, la realidad se comprende sin tener que escucharla: se presupone el mundo desde categorías a priori. Es la tentación de “aplicar” las ideas, de relacionarnos con las ideas como algo que fundamentalmente se aplica.  

¿Cuál es el problema? Lo nuevo de la realidad se nos escapa si la pensamos desde un esquema conceptual a priori. Es mi sensación de la lectura que hace Íñigo del 15M. Íñigo mira el 15M ¿y qué ve? “Una voluntad popular nueva”, “un nuevo sentido común”, “una parte que se postula como el todo”, etc. Es decir, ¡mira el 15M y ve Laclau! Lo reconoce él en su propio libro: “el yo que piensa el 15M lo hace desde América Latina”.  

La cuestión no es baladí, porque Podemos se plantea como reto político la “traducción institucional” del 15M. ¿Y qué es traducir? ¿Qué escucha quien traduce? Se puede escuchar el signo –la información contenida en las palabras– o se puede escuchar el ritmo –la vibración– de la escritura. El qué y el cómo.  

Íñigo, que lee y traduce con un código muy determinado, escucha sobre todo la información, la “demanda” en términos laclausianos. Pero un movimiento nunca es sólo lo que demanda, sino también el mundo que crea. Un ritmo, una manera de hacer y de pensar. Podemos recoge algunas demandas del 15M, pero sin embargo hace todo lo contrario: jerarquiza, verticaliza, centraliza, acepta los tiempos y los espacios del poder.   

Entonces, nos pregunto, ¿cómo leer sin código, sin presuponer lo que hay que escuchar? ¿Cómo traducir recreando el ritmo, no sólo representando el signo?  

3. Velocidad  

Un tercer punto que me interesa discutir es la velocidad. Íñigo es rápido. Esto no se le escapa a nadie: habla rápido, piensa rápido, se mueve rápido. La velocidad atraviesa todo el libro, desde el subtítulo hasta el estilo (un estilo, digamos, oral). 

La velocidad, en otros tiempos, era subversiva: frente a la inercia burocrática de los partidos, frente al tiempo de la espera, la velocidad, el aquí y ahora, de los movimientos. Hoy me parece todo lo contrario: la velocidad es la temporalidad dominante, el tiempo instantáneo de la comunicación. Sólo se puede ser rápido a costa del tiempo del cuidado y el tejido, a costa de la escucha al detalle. Sólo se puede ser rápido sin cuerpo. Es la velocidad de la luz de las finanzas y de todos los automatismos que nos gobiernan.

Íñigo habla todo el tiempo de la importancia de las instituciones, pero él vibra en la velocidad. Lo que prefiere de la política institucional, según confiesa, son las campañas electorales. Ahí está su libido. Pero lo que siente en ellas da que pensar: “me sentía veloz e ingrávido”, “es una sensación muy rara de éxito y desarraigo al mismo tiempo”. La velocidad desmaterializa el mundo: privilegia el tiempo del subidón al tiempo de la construcción, el tiempo del goce al tiempo del deseo. 

¿Qué es lo contrario de la velocidad? No la lentitud, sino lo que Ernst Jünger llama, en su maravilloso libro sobre el reloj de arena, el tiempo ad hoc: un tiempo adecuado a cada cosa, proceso o situación. Eso es lo que hay que oponerle a la velocidad: un tiempo hecho de muchos tiempos, siembra y recogida, humus y relámpago, oportunidad y largo recorrido. La velocidad homogeneiza, los débiles necesitan habitar muchos tiempos distintos, sin jerarquizarlos.  

4.  Afectos 

El cuarto punto son los afectos, la importancia de los afectos en política, tanto tiempo descuidados por una izquierda clásica centrada exclusivamente en la pedagogía de la “verdad”.  

Pero, ¿qué entendemos por afectos? Íñigo los define como “sentimientos de pertenencia”: el adhesivo, el pegamento, la ligazón emocional de la “nueva voluntad popular”. Y de ahí los debates sobre símbolos tan importantes en Podemos: ¿el puño cerrado o la v de victoria, la música de Coldplay o la de Quiapayún, un liderazgo como el de Pablo o como el de Íñigo?

Íñigo se defiende en el libro de la acusación de “marketing político”, pero esa concepción de los afectos la roza: son emociones simples (miedo, esperanza) que se pueden captar y organizar con signos y relatos.   

Los afectos, en mi opinión, son otra cosa: una fuerza de desplazamiento, lo que nos mueve, nos hace hacer, nos altera y transforma. No lo que nos identifica, sino más bien lo que nos desidentifica, llevándonos más allá de nosotros mismos. No el pegamento del sentido, sino lo que empuja la creación de nuevos sentidos. No lo que se puede identificar con un signo, sino algo mucho más opaco y ambivalente.  

El 15M era una cuestión de afectos, un pueblo en movimiento, un desplazamiento de la sociedad por fuera de sus límites, una trama horizontal y siempre cambiante de vínculos con muchas direcciones, sin centro. Podemos se relaciona más bien con emociones que se trata de simbolizar desde un centro de interpretación, el famoso “núcleo irradiador”. 

Es muy interesante en ese sentido la narración del encuentro entre Íñigo y Manuela Carmena. Nos guste más o menos como política, Carmena es una persona que “comunica” como quien no quiere la cosa: sin argumentario, sin ciencia del discurso, sin código, sólo desde una honestidad, una real escucha, una cualidad de presencia. Eso sorprende y admira a Íñigo. 

Me recuerda al 15M: una capacidad de contagio –prefiero contagio a comunicación, que separa entre emisor y receptor– sin relato unificado, sin cálculo de impacto, sólo una pluralidad de voces que hablan en primera persona. Comunicación de corazón a corazón, de herida a herida, como quien no quiere la cosa.    

5. Invierno

Una pregunta que atraviesa todo el libro es esta: ¿cómo entender el cierre de lo posible de diez años a esta parte? La restauración del tablero político impugnado el 15M, con su lógica de bandos izquierda/derecha, la emergencia de Vox, el enfriamiento del clima de cambio, la derechización social.

El razonamiento de Íñigo es complejo y multifactorial, pero lo resumo con una sola frase suya: “a cada revolución inconclusa, le sigue una contrarrevolución”. Es decir, Podemos no toma el poder, no realiza sus promesas, no logra abrir el “proceso constituyente” en España, pierde el impulso populista, queda escorado a la izquierda del tablero, debilitado por la guerra interna, subalterno al PSOE en votos y en el gobierno… Y esa decepción, esa desilusión, provocan la contrarrevolución. 

Propongo otra interpretación: el problema no es la revolución inconclusa, sino la idea de que la revolución tiene conclusión. Habría que repensar la revolución, el cambio social, como un proceso interminable que sucede una y otra vez, con mareas altas y bajas. Lo que se ha detenido hoy es el desplazamiento de la sociedad, los cuerpos se han enfriado al delegar el cambio social en otros, esos que iban a solucionar las cosas con un golpe decisivo. 

Pienso que las dos “almas” de Podemos –representadas por Pablo e Íñigo– compartían mucho en verdad y de ahí su guerra tan simétrica. Ambas tienen en común una serie de presupuestos muy discutibles: que la sociedad demanda y la política soluciona, que por un lado están los creadores de relatos y por otra los espectadores, los sujetos de enunciación y los objetos del enunciado. 

En ese enfriamiento de los cuerpos, convertidos en espectadores y votantes, en cuerpos-víctima que sólo critican, se quejan y piden, llegó el contragolpe de la vieja política y de Vox, ese autoritarismo que ha sido siempre la cara b del consenso de la Transición.

6. El partido bolchevique y los soviets 

Cito, para acabar, un párrafo del final del libro dedicado las nuevas aventuras de Más Madrid y Más País: 

“Ganamos no luchando. Ya no somos un ejército ni una guerrilla veloz, somos territorio y una hipótesis propia. Ser el territorio, ser la fuerza de la vida cotidiana. Hablar de lo que importa y dar dos pasos atrás cuando hace falta. No correr. Hacer las cosas bien, con calma. Ser la fuerza política que prefigura el país que queremos. Escapar de la confrontación de los bloques inflamados de retórica. Fugarnos. Encargarnos de lo que de verdad importa. Llevar la disputa a las condiciones de vida, a lo que determina si dormimos bien o no. La tierra, la salud, el tiempo”.   

Me parece un programa impecable, fruto de todas las autocríticas que Íñigo va exponiendo en el libro con mucha valentía. 

Sólo le pondría dos “peros”, para seguir discutiendo. El primero es que no creo que el partido deba confundirse con el territorio, la vida cotidiana, el pueblo. Lo veo más como un juego de distancias, con momentos de cooperación y de conflicto. No se debe hacer coincidir el partido bolchevique y los soviets, a riesgo de que el primero se coma a los segundos. ¿Cómo puede un partido como Más Madrid/Más País contribuir al tejido de un pueblo que necesariamente lo desborda? 

El segundo es que siempre será necesario el conflicto. El capitalismo es agresión permanente sobre las condiciones de vida y sólo se frena y limita a través del conflicto por abajo. Por eso no me convence la insistencia de Íñigo en el “orden”: hay que proponer un horizonte de orden y certezas, etc. 

No hay transformación, personal o colectiva, que no atraviese pérdidas e incertidumbres. Saber qué hacer con ellas me parece importante. Podemos aprender a “elaborar el desorden”, inventar formas y sentidos donde habitar sabiendo que se hacen y se deshacen todo el tiempo, sin aspirar a la estabilidad. Prometer orden, aunque sea un orden bueno y progresista, sólo interpela al cuerpo-víctima, al cuerpo enfriado.

“Para los que entran a los mismos ríos, aguas fluyen otras y otras”, decía Heráclito. La vida es siempre movimiento y de eso también va este libro, de ir con todo y quemarse, pero también de ser capaz de renacer. Y con eso acabo, muchas gracias.     

Quisiera empezar este comentario del libro de Íñigo Errejón por uno de mis pasajes preferidos. Íñigo se expone mucho en el libro, se muestra vulnerable, asume equivocaciones, ya es mucho para un político. En cierto momento comenta una dificultad suya (muy masculina) para discutir, pero acto seguido ofrece una...

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Autor >

Amador Fernández-Savater

Es investigador independiente, activista, editor, 'filósofo pirata'. Ha publicado recientemente 'Habitar y gobernar; inspiraciones para una nueva concepción política' (Ned ediciones, 2020) y 'La fuerza de los débiles; ensayo sobre la eficacia política' (Akal, 2021). Su último libro es ‘Capitalismo libidinal; antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar’ Sus diferentes actividades y publicaciones pueden seguirse en www.filosofiapirata.net.

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1 comentario(s)

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  1. Aramis

    Simplificando; Iñigo aboga por un nuevo pragmatismo posibilista ponderador de reformas en función de sus efectos señalando al Estado como el instrumento facilitador de las posibles. Señala el neoliberalismo como la cultura hegemónica que al crecer cierra posibilidades al comunitarismo. Amador subestima el factor de los intereses en favor de la fuerza impulsora de los delirios espontáneos. Todo es posible a lo Feyerabent. Sólo la metafísica (La teoría) puede transformar lo que se ve y cómo se ve. Consecuentemente Iñigo y Amador son antagónicos. Ambos dos levitan en la misma caverna de Platón muy alejados de los cuerpos vivientes. IU, por activa y por pasiva, ya ensayó en Córdoba el modelo de la participación ciudadana impulsado por Anguita, que tras convertirse en una escuela retórica de formación y promoción de aspirantes a la política, sucumbió a la lucha de intereses. Amador cita a Heráclito al mismo tiempo que no deja de bañarse en las aguas pasadas del 15M. Lamentablemente la contradicción no puede ser más patente. Conclusión; mucho debate para pasar el tiempo y hacer marketing neoliberal.

    Hace 2 años 11 meses

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