EL ARTE ES MI TRINCHERA
¿Dónde está Lowry?
Panorámica de Lauren S. Lowry y la belleza de los paisajes industriales
Deborah García 21/01/2022
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Durante mucho tiempo me costó apreciar la obra de Vincent Van Gogh, a menudo sentía que su arte no merecía tanta atención y que sus cuadros coloridos y sus figuras tan mal dibujadas eran sobrevaloradas por la crítica, los museos y las instituciones para vender tazas con girasoles y postales de noches estrelladas. Todo cambió en el momento en el que pude ver por primera vez una de sus obras en directo: me conmovió. Después comencé a leer sus diarios y descubrí que detrás del artista mediático había un hombre profundamente sensible al que le gustaba caminar jornadas enteras buscando la belleza.
Industrial Landscape, de Vincent Van Gogh.
Creo que lo que más me fascinaba era que siempre la encontró, incluso en los lugares más oscuros. Cuando se piensa en Van Gogh se piensa en color, en explosión de color, en su uso expresivo y genuino. Sin embargo, a mí me gusta centrarme en otro Van Gogh, el Van Gogh al que yo he llamado negro. Esta etapa, que tanto llama mi atención y que a menudo queda fuera de todas las muestras, exposiciones y biopics que se han hecho sobre él, es sin duda una de las más interesantes. Es la etapa del Van Gogh nómada que se movía andando de un sitio a otro, que vivía en casuchas y que compartía su tiempo con los más desfavorecidos: los mineros y mineras del Borinage belga. Unos días antes de llegar al Borinage, Vincent escribió a su hermano Theo desde un bar de obreros que ha quedado inmortalizado, el Au Charbonnage de Bruselas: “Los obreros se reúnen allí para comer su pan y beberse un vaso de cerveza a la hora de comer. También yo estoy destinado a las minas”.
Au Charbonnage, de Vincent Van Gogh (1878).
Cuando Vincent llegó a las minas las describe en sus diarios como si fuesen un paisaje lunar: el vapor salía de la tierra misma debido a los fuegos internos y las nubes negras dominaban el paisaje. Daba igual que los días fueran claros y despejados, el aire cargado de hollín de las chimeneas y el vapor gris de las escombreras difuminaba el límite entre la tierra y el cielo. Dicen que, al llegar la noche, la oscuridad era infernal, una noche sin estrellas en el lugar al que llamaban la tierra negra donde Vincent dejó de creer en Dios.
Miners Wivers, de Van Gogh (1882).
Me siento muy unida al Van Gogh que siempre quiso dignificar el trabajo de los más desfavorecidos y las vidas de la gente humilde. Entre sus cartas se encuentran párrafos como este: “He querido dedicarme conscientemente a expresar la idea de que esa gente que, bajo la lámpara, come sus patatas con las manos que meten en el plato, ha trabajado también la tierra, y que mi cuadro exalta, el trabajo manual y el alimento que ellos mismos se han ganado honestamente”.
Como decía anteriormente, Van Gogh no destacó por ser el rey de la línea ni un maestro del dibujo, pero aquellos bosquejos al carboncillo son toda una reivindicación de la vida de las gentes trabajadoras. Aquellos hombres y mujeres mineros son la figura central de su obra, personas pálidas y escuálidas, de rostros macilentos. No son viejos pero parecen ancianos. El Borinage fue el lugar en el que Van Gogh definitivamente abandonó sus deseos de convertirse en pastor y se convirtió en el artista que siempre deseó ser.
Siete años después de que Van Gogh abandonara el Borinage, en Gran Bretaña, en unas tierras que Vincent pudo recorrer a pie en su etapa de marchante y después como evangelizador, nació en Lancashire el pintor Lauren S. Lowry. Pienso en lo relacionado que está el Van Gogh negro con la obra de Lowry. Van Gogh captó los primeros paisajes industriales y Lowry profundizó en esa misma complejidad a lo largo de sus cuadros. Lowry no se limitó a pintar a aquellas personas en el contexto del trabajo, como obreros, fue un paso más allá al ser capaz de representar todo un sistema de ciudades, barrios y suburbios girando en torno a las fábricas y las industrias.
Las personas en los cuadros de Lowry no tienen rasgos que las diferencien. Esas figuras estilizadas que parecen cerillas y que la crítica coetánea a Lowry infantilizó –llegaron a llamarle pintor dominguero– son en realidad una muestra más de la alienación de una clase social cada vez más deprimida y empobrecida.
Industrial City, 1948, L.S. Lowry.
Fabriks the Anyer, de Van Gogh.
Toda la obra de Lowry está empeñada en la denuncia y en la crítica social, pero también y sobre todo, en la belleza; es eso precisamente lo que más valoro de sus cuadros, de la intención con la que los lleva adelante, hacia la propia Historia. A veces parece imposible llegar a una desde la otra como si no fueran compatibles, pero ¿de qué otra forma podría explicarse si no, la profunda conmoción que se siente al contemplar sus obras?
Home From the pub, 1944, L.S. Lowry.
Paisajes industriales, ciudades abarrotadas de gente, esquinas llenas de niños que juegan en las aceras, obreros que encuentran en el fútbol y en los pubs una pausa a sus interminables jornadas. En el 2013 cuando la TATE Britain le dedicó a L S. Lowry su primera gran retrospectiva, la comisaria Helen Little afirmó tajante que Lowry había sido el único pintor británico que se esforzó en convertir la industria en un gran tema para el Arte. Y es aquí exactamente donde radica la importancia de los cuadros de Lowry, a la par que hace incomprensible su ausencia en los museos y en las instituciones públicas, su obra se posiciona contra la imagen idealizada de la campiña inglesa y de regusto victoriano. ¿Dónde estuvo Lowry durante tanto tiempo?
The Football Match, 1949, L.S. Lowry.
Las obras de Lowry anticipan el Free Cinema y una obra tan rompedora como la trilogía de Bill Douglas. A menudo se ha criticado la trilogía de Douglas por estetizar la experiencia de clase, como si realmente no fuera posible ensalzar toda aquella experiencia y como si la belleza no pudiera estar exactamente donde la encontraron Lowry o Van Gogh. Ambos se embarcaron en una búsqueda sin fin por encontrar las formas con las que representar la belleza que se halla en los márgenes de la ciudad y entre los cielos humeantes.
Going To Work, 1959, L.S. Lowry.
Lowry supo ver que a la pintura británica moderna le faltaba algo, ese algo eran aquellos rituales diarios que llevaban a cabo las familias obreras: huelgas y protestas, partidos de fútbol, desalojos y peleas a puñetazos, tres mujeres trabajadoras borrachas a la salida de un pub, las idas y venidas desde la fábrica, los niños saliendo de la escuela. Aunque Lowry no quiso ser un pintor político, sin duda lo fue, sin su pintura, Gran Bretaña carecería de un relato en pintura de las experiencias de la clase obrera del siglo XX, porque en la obra de Lowry ya están Martin Parr, Lindsay Anderso y Ken Loach.
Cranes and Ships, Glasgow Docks, 1947, L.S. Lowry.
Durante mucho tiempo me costó apreciar la obra de Vincent Van Gogh, a menudo sentía que su arte no merecía tanta atención y que sus cuadros coloridos y sus figuras tan mal dibujadas eran sobrevaloradas por la crítica, los museos y las instituciones para vender tazas con girasoles y postales de noches...
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Deborah García
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