PRE-TEXTOS PARA PENSAR
Ferdydurkeando en las identidades
No concibo nada más falaz que la idea de una identidad que permanece absolutamente y para siempre idéntica a sí misma en el tiempo
Liliana David 31/12/2021
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Últimamente, cada vez que escucho ciertas voces confesando su descabellada idea, su obsesión, no tanto por sobrevivir al tiempo, sino sobre todo por permanecer idénticos a eso que han asumido como su verdadero yo en el transcurso de sus vidas, se me vienen a la cabeza rostros y seres que han aceptado su imagen petrificada como el fundamento de su identidad. ¡Y hela aquí, después de tantos rodeos! Por fin aparece esa palabra, ese concepto que conviene mirar sólo de lejos y pronunciar en voz muy baja pues, ¿quién se atrevería a hablar en voz alta de Una Identidad? Disculpen el atrevimiento, la incomodidad que pueda ocasionarles, pero me parece que esta ha sido una de las más grandes trampas que la humanidad haya podido tender hasta ahora, y a partir de la que ciertas sociedades han forjado sus ideologías, desde las más alucinantes hasta las más empobrecidas, ¿o acaso no les suenan a ideología barata consignas tales como: “Be yourself, porque yo lo valgo, just do it y otras por el estilo?”. No dramatizo tampoco si les recuerdo que la identidad, tan necesaria, sin embargo se torna una peligrosa impostora, otras veces, cuando sobre sí misma se vuelve y se cierra en la rigidez de sus ideas fijas, haciendo brotar los peores fanatismos y radicalismos que hemos conocido en nuestra historia reciente. Por ello, no concibo nada más falaz que la idea de una identidad que permanece absolutamente y para siempre idéntica a sí misma en el tiempo. ¡Qué espejismo más grande ese que ha ofrecido a pueblos enteros la aparente solución de sus incertidumbres, de su sed de seguridad, a costa de aceptar que ya no haya nada que cuestionar y que debamos vestirnos todos con el mismo uniforme y ser sometidos al mismo discurso unívoco, anulando toda posibilidad de diálogo y de apertura a otras formas de existencia! Simplemente, te dictan: “¡Cíñase a la uniformidad, a la uni-forma!”.
Pero con el deseo de ir a contracorriente, de construir nuevas perspectivas y de alejarme del pobre relato de nuestra identidad, desvelando igualmente sus paradojas, los invito a dar unos pasos hacia adelante, unos pasos no exentos de la dificultad que implica caminar por profusos vericuetos y sinuosos senderos, porque a la identidad hay que pensarla lejos de la esclavitud habitual en la que vive, y para ello es necesario que nos deshagamos, al menos por un momento, de su signo de poder y servidumbre; que nos arrojemos a las corrientes de un mar en movimiento en donde es posible buscar otros sentidos para ella. Y uno, en efecto, es el que encuentro al deshilar la forma tan distinta de ver y sentir la realidad que presenta el novelista Gombrowicz en su obra Ferdydurke. Ahí, ferdydurkeando en las identidades, encuentro un punto de partida para recorrer los laberintos y problematizar las cacareadas certezas de lo identitario, para lo cual resulta imprescindible dejar que la ficción nos guíe y nos ayude a romper los grilletes que llevamos puestos. Son esas pesadas ataduras las que nos impiden zambullirnos en los océanos de la identidad en donde nunca se han sumergido los seres petrificados que viven obsesionados con una sola forma de ver y sentir la realidad. A ellos les pregunto: si la indómita realidad no se deja encerrar totalmente en la forma, ¿qué violencia tan grande insiste en imponerle una estéril camisa de fuerza?
En tal cuestión se entrevé igualmente una paradoja: porque ante la aparición de una forma, otra se le opone y los seres humanos nos enredamos en una lucha entre la forma dominante y aquella que le es contraria. Oscilamos entre ambas y Ferdydurke nos recuerda esa reiterada confrontación, pues quien piensa la identidad sabe que esta vive en un constante conflicto. Por ello, es necesario comprender que en el fondo del asunto de la identidad cohabita un movimiento de vaivén entre la tensión y la distensión, la estabilidad y el desequilibrio, el orden y el desorden, entre la forma y el caos. No se trata de ver y sentir la realidad en términos dicotómicos, lo cual reduce aún más las posibilidades. Antes bien, se trata de cuestionar las formas que hemos asumido como las únicas que definen nuestra identidad. Esas que ineludiblemente vivimos, pero que afortunadamente podemos pensar y cambiar, pues eso nos diferencia de las cosas –nuestra humana capacidad de sospechar y pensar sobre nuestras prácticas– y nos hace libres. Y no lo digo yo, se lo dice el genial autor de Ferdydurke, cuya identidad también vivió en el constante desajuste: “Tratad de oponeros a la forma, liberaos de la forma. Dejad de identificaros con lo que os define. Tratad de huir de toda expresión vuestra. Desconfiad de vuestras opiniones. Tened cuidado de las fes vuestras y defendeos de vuestros sentimientos”.
Así nos habla un ingenioso novelista a fin de invitarnos a imaginar las posibilidades de la identidad en la multiplicidad de sus formas. Y para acercarnos a ese universo heteróclito debemos desconfiar de aquellas personas que tajantemente afirman: “Yo creo y siento esto, o yo creo y defiendo aquello. En fin, ¡que yo soy así!”. Más valdría a esos seres solidificados que desean perpetuarse de ese modo, saber que el tiempo abre fisuras y que nada de lo que viaja en él puede permanecer idéntico a sí mismo, como ya nos reveló en su día David Hume. Así pues, ante la inquietante pregunta de ¿quién soy yo?, se abre otra fundamental: ¿quiénes somos? De la sutil disonancia entre ambas pueden nacer enormes y nuevas oportunidades, tanto para los individuos como para su necesaria vida en común.
Últimamente, cada vez que escucho ciertas voces confesando su descabellada idea, su obsesión, no tanto por sobrevivir al tiempo, sino sobre todo por permanecer idénticos a eso que han asumido como su verdadero yo en el transcurso de sus vidas, se me vienen a la cabeza rostros y seres que han aceptado...
Autora >
Liliana David
Periodista Cultural y Doctora en Filosofía por la Universidad Michoacana (UMSNH), en México. Su interés actual se centra en el estudio de las relaciones entre la literatura y la filosofía, así como la divulgación del pensamiento a través del periodismo.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí