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Este 2022 me he propuesto beber más. Un amigo periodista me dio el toque el otro día durante una cena, tras mi tercera Fanta: la gente va a pensar que eres alcohólico, balbuceó. Me excusé explicándole mis horarios y responsabilidades cuando suena el despertador, pero no lo convencí. Además de insistir en su teoría de que, si no bebes, es que algo oscuro ocultas, empezó a desarrollar otra teoría según la cual el periodismo está en peligro por culpa de gente como yo. Este oficio debe ser noctámbulo y borracho porque las mejores historias salen de las barras de bar a las tres de la mañana, me dijo antes de irse al baño a mear otra vez más y ver en el espejo a Truman Capote. Aunque al día siguiente, por teléfono, su crónica de la cena tenía serias lagunas, siempre hay que tomarse en serio los consejos de los amigos.
Con fanta o gin tonic, el oficio más hermoso del mundo es hoy uno de los peor valorados por la población española. Y ya que el periodismo debe contar las cosas que suceden, hay que insistir en contar esto. Los medios de este país arrancan 2022 sin intención de hacer propósitos para el año nuevo mientras la pandemia de falta de credibilidad arrasa con un oficio que decidió, hace ya tiempo, entregar su alma a causas partidistas o estrategias económicas. Si gobiernan los míos, la publicidad institucional cubrirá el agujero que ya no cubren los lectores saturados de este juego. Cuando logre que mi candidato llegue al poder, le bajará los impuestos al resto de empresas hermanas de este medio. Así, el periodismo en España dejó de ser servicio público para convertirse en gabinete de prensa de otras cosas. Un negocio letal para el sector y, sobre todo, para la democracia. En Estados Unidos, ese país lleno de defectos y también de virtudes, lo saben bien. La cadena Fox, entregada a la causa trumpista y permisiva con su política de fake news al principio de su mandato, acabó, cuatro años después, teniendo que interrumpir una rueda de prensa del entonces presidente para explicarles a sus espectadores que aquel tipo estaba mintiendo en asuntos demasiado graves, que la cosa se estaba yendo de las manos y era peligroso. No estaría de más que algunos enamorados del modelo americano tomasen nota. Porque el fact checkingestá muy bien, pero es incompatible con meter a Eduardo Inda en las casas cada sábado. En la España de hoy, el líder de la oposición se pasea por los telediarios asegurando que los niños castellanoparlantes son torturados en los colegios de Cataluña haciéndoles cargar piedras en sus mochilas o prohibiéndoles la entrada al cuarto de baño. Mientras, el periodismo pasa de hacer su oficio: explicar que Casado miente. Si mañana Ayuso o Abascal denunciasen un pucherazo en las urnas, Antena 3 no cortaría la señal, sino que los invitaría al Hormiguero a que se desahogasen con Trancas.
Dejemos de hablar de búsqueda de la verdad y comencemos a buscar algo de honestidad. Cada medio y cada periodista tienen su ideología. Y quienes más lo niegan, más dispuestos están a cualquier cosa por colarla. Si Sánchez o Casado mienten y no lo decimos, ¿qué hacemos dedicándonos a esto? En la era de las fake news, al periodismo le debería tocar ser cortafuegos, no gasolina. Con los medios entregados a causas políticas y la política envenenada por la ultraderecha, imaginen el panorama. Si el fascismo metido en las instituciones destroza el debate parlamentario a base de gritos, insultos y mentiras, las crónicas de los grandes medios, esclavos de la normalización de la ultraderecha, titularán que vaya follón el Congreso. Un maravilloso propósito de año nuevo sería que, de vez en cuando, en lugar de denostar a la política en general se explicase quienes han armado el follón, cuáles han sido sus insultos y cuales sus mentiras. Pero entonces, claro, estaríamos hablando de hacer periodismo. Cuando a la Cadena Ser le estalló el fascismo en la cara durante aquel debate suspendido antes de las elecciones madrileñas, al fin llamaron a las cosas por su nombre y algunos nos ilusionamos. Meses después, el grupo PRISA mantiene en nómina a Vargas Llosa defendiendo la llegada del fascismo a Chile. La vocación de servicio público no casa bien con dar cobijo a esto.
A las manipulaciones y las mentiras que destrozan el oficio se suma la brutal precariedad. Mientras el periodismo es enviado al desguace, los periodistas asisten amordazados a la fiesta. ¿Cómo hablar, cómo denunciar desde dentro, cómo negarse a ciertas cosas si llenar la nevera depende de ello? Las honorables asociaciones de la prensa, siempre dispuestas a escandalizarse si las redes sociales señalan la mala praxis de alguno de sus directivos, guardan silencio por sistema mientras los periodistas de rango medio y bajo son humillados y maltratados cada día de puertas de redacción para adentro. Los que tenemos la suerte de trabajar en el pequeño oasis desde el que se puede decir esto, no deberíamos olvidar en nuestras críticas que muchos compañeros no firman ciertas piezas porque quieran, sino porque no tienen más remedio.
El periodismo es también optimismo y el cambio de año es un momento tan bueno como otro cualquiera para revisar todo esto, para hacer propósitos de enmienda. Quizá los directores de los grandes medios de este país, invadidos por la belleza del concierto de año nuevo en Viena, por la determinación de la Marcha Radetzky, se levanten mañana mismo dispuestos a permitir que sus trabajadores puedan hacer su trabajo, a hacer del oficio más hermoso del mundo un lugar menos feo. Por pedirle cosas al nuevo año que no quede. Quién sabe. Ni borrachos como mi amigo hubiéramos podido imaginar a la ultraderecha negacionista atacando a Jiménez Losantos y mira. Para que digan que la vacuna no hace milagros.
Este 2022 me he propuesto beber más. Un amigo periodista me dio el toque el otro día durante una cena, tras mi tercera Fanta: la gente va a pensar que eres alcohólico, balbuceó. Me excusé explicándole mis horarios y responsabilidades cuando suena el despertador, pero no lo convencí. Además de insistir...
Autor >
Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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