inmoralidad real
Asuntos de bragueta
Los pantalones de un monarca son importantes, y deben estar bien controlados, no por cuestiones morales sino por varias razones ‘de Estado’
Manuel Nolla 8/01/2022
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Se suele referir este término a lo relativo a las relaciones sexuales de los varones. En general, parece que las de la bragueta son cuestiones personales que no deben interferir en las responsabilidades políticas. Hay países más puritanos y reconozco que en el nuestro ha habido bastante respeto político en esta cuestión. De todos modos, los comportamientos “inapropiados” dan mala imagen y se ocultan para no sufrir las posibilidades de chantaje por parte de otros participantes o de quienes amenacen con hacerlos públicos.
Pero no voy a hablar en general sino de LA bragueta, porque en las monarquías hay UNA, que es la esencia misma de la institución.
Porque la bragueta de un monarca está a otro nivel. Y no me refiero a un nivel físico, porque nadie supondrá que la promiscuidad de un rey se deba a sus méritos amatorios.
Veamos un caso cercano que renace porque una despechada pudiera comparecer en el Parlamento.
Para minimizar la gravedad de las cuestiones crematísticas, en las que aquí no entraré, los defensores del statu quo desvían la atención de esos escándalos por dos caminos. Uno es exagerando las aportaciones políticas del campechano o atribuyéndole los méritos de nuestras relaciones económicas internacionales. Ambas cosas merecerían ponerse en cuestión, pero en artículo aparte.
En el otro camino, los meacoronas (suelen coincidir con los meapilas) necesitan minimizar los comportamientos de su vida personal como si fueran el derecho a la intimidad de cualquier ciudadano.
Pues no. La bragueta de un monarca es importante y debe estar bien controlada, no por cuestiones morales, sino por varias razones “de Estado”.
En primer lugar, porque debe ser eficaz y producir descendencia y, a ser posible, descendencia no especialmente estúpida. Nos venden la supuesta estabilidad que da esa institución porque está al margen de vaivenes y luchas por el poder gracias a que se sabe quién vendrá después. Cuando eso ha fallado, la historia nos ha obsequiado con todo tipo de asesinatos y guerras. Por tanto, la descendencia del monarca no es ni ha sido una cuestión de opción personal como en el resto de los mortales.
En segundo lugar, porque esa bragueta tiene que contenerse fuera del matrimonio. Caso contrario, además de complicaciones varias, pueden producirse descendencias que compitan con las legítimas. Cierto es que en la historia de poderes absolutos sus detentadores se saltaban toda prudencia porque eran sólo responsables ante Dios, pero, ¿y si sigue pasando?
Si la monarquía es “constitucional” y el rey ya no tiene esos poderes, ni tiene que entrar en justas para demostrar que es el mejor entre sus pares, su existencia dice que se justifica en que es sinónimo de estabilidad y su comportamiento es ejemplo y símbolo del país.
Y entramos en la ejemplaridad.
Sólo se puede chantajear a quien es chantajeable, y un comportamiento socialmente indecente lo es, incluso en estos tiempos. Los regalos que compensen los silencios pueden ser tan sustanciosos como para no ser atendidos por el sueldo legal y, así, tanta campechanía necesita ingresos extra.
Y todo ello sin contar con la influencia nefasta de una corrupción de quien es el máximo mandatario, el primer representante, al que se le supone persona referente de comportamientos para sus súbditos. Esa corrupción incentiva la que desciende por “toda la escala social” impregnando los comportamientos de unas élites sociales y económicas. Y más grave aún, de las instituciones. Es el Estado el chantajeado y así, atrapadas en su defensa, se corrompe la fiscalía y la Agencia Tributaria, o el periodismo. Estamos como en la ‘Kitchen’, usando los aparatos y dineros del Estado para tapar comportamientos que deben perseguir esas mismas instituciones. Entre las complicaciones también están, por ejemplo, las creadas a los servicios de inteligencia y seguridad tapando sus braguetadas.
La ejemplaridad no ha resultado ninguna broma para el país.
Si en el “pacto constitucional” se concedió el privilegio de la inviolabilidad, era en el bien entendido de que no tendría que esgrimirse. ¿Y si un monarca violase a jovencitas o asesinara ancianas?
Se le supone un comportamiento que no obligara a sus meacoronas a repetir esa famosa presunción de inocencia que se usa o no a conveniencia. Menos mandangas con lo de “monarquía constitucional” si el rey está por encima de la Ley.
Sí, señores. Este superpresunto delincuente no solo ha evidenciado, por culpa de sus comportamientos inadecuados y negocios ilícitos, las incongruencias de un poder por encima del control popular, sino que ha tirado por tierra la esencia misma que servía de excusa para su arcaica existencia.
Por último, recuerdo que el preparao también es inviolable y opaco aún.
Se suele referir este término a lo relativo a las relaciones sexuales de los varones. En general, parece que las de la bragueta son cuestiones personales que no deben interferir en las responsabilidades políticas. Hay países más puritanos y reconozco que en el nuestro ha habido bastante respeto político en esta...
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Manuel Nolla
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