racismo bélico
La persecución de los gitanos de Ucrania (un hilo sobre su historia)
Es pronto para saber cómo va a afectar la guerra a los romaníes, pero no es de extrañar que se conviertan en el objetivo de grupos militares y milicianos de ambos bandos del conflicto
Lucie Fremlova 11/03/2022
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La comunidad gitana más grande de Ucrania son los servos; ellos mismos suelen denominarse “gitanos ucranianos” y su dialecto está íntimamente ligado a la lengua ucraniana. Los miembros de la comunidad gitana servo tienen una larga historia en la región, las primeras citas de presencia gitana en Ucrania se remontan al siglo XV. En aquella época, la mayor parte del territorio actual de Ucrania formaba parte del Gran Ducado de Lituania. Los oficios tradicionales de los gitanos, como la herrería y el trueque, gozaban de bastante demanda local. Los colectivos gitanos migraban de pueblo en pueblo durante los meses de verano, y en invierno los vecinos los acogían en sus casas.
A finales del siglo XVI, cuando estos territorios pasaron a estar controlados por la corona polaca en la República de las Dos Naciones (Mancomunidad de Polonia-Lituania), las autoridades ordenaron la expulsión de los gitanos del ducado. Muchos gitanos del noroeste de Ucrania, sobre todo en la región de los Cárpatos, se vieron obligados a trasladarse a las estepas poco pobladas de lo que hoy es el sureste de Ucrania.
Entre los siglos XV y XVII, esta zona también acogió a numerosos campesinos ucranianos desamparados y dio origen a la Sich de Zaporozhia, la cuna de la identidad nacional ucraniana. La perspectiva de libertad que ofrecían estas tierras también atrajo a romaníes de otros lugares, que escapaban de la esclavitud en los principados de Valaquia y Moldavia (las actuales Rumanía y Moldavia). Ellos son los antepasados del actual subgrupo étnico conocido como vlax (vlahurja), cuyo dialecto del romaní también se considera “ucraniano”, por la gran influencia de la lengua ucraniana en su evolución.
Más o menos a la vez que en Ucrania, empezó a surgir una comunidad gitana en Crimea. En las tierras del janato de Crimea, la mayoría de los romaníes vivían entre la población local de tártaros. Los “tártaros chingine”, como los conocían los lugareños, eran musulmanes, como la mayoría de la población de Crimea hasta la segunda mitad del siglo XX, y vivían de oficios tradicionales como la atención veterinaria, la metalurgia y la música. Aunque los tártaros chingine eran étnicamente distintos a la mayoría tártara de Crimea, su posición social no era muy diferente a la de la población musulmana autóctona y estaban plenamente integrados en las comunidades locales, hasta tal punto que, para el siglo XIX, la mayoría había olvidado la lengua romaní y hablaban tártaro de Crimea.
Con la expansión del Imperio ruso hacia la costa norte del mar Negro y la región entonces conocida como Besarabia, muchos grupos nuevos y diferenciados de gitanos quedaron bajo su dominio. Los historiadores apuntan que la expulsión de los tártaros y de otros musulmanes por parte de los soberanos rusos de estas tierras obligó a muchos gitanos musulmanes a trasladarse a Crimea, donde el islam todavía estaba muy extendido entre la mayor parte de la población. A día de hoy, los descendientes de estos gitanos musulmanes desplazados se autodenominan “gitanos kyrymlytica”, “kryms” o “krymuria”, lo que indica sus vínculos con la península de Crimea.
Por los acontecimientos históricos más recientes, especialmente la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, se encuentran ahora dispersos por toda Ucrania y también están presentes en Odesa, Jersón, Donetsk, Vínnytsia, Zhitomir y Kiev. Su dialecto del romaní, que es el único en Ucrania clasificado dentro del conocido “grupo balcánico” de los dialectos romaníes, refleja una importante influencia del tártaro de Crimea, además de una fuerte influencia balcánica y rumana. La mayoría de gitanos kyrymlytica todavía practican el islam.
Esclavitud
La jurisdicción del Imperio ruso también se extendió a muchos gitanos cristianos, que llevaban siglos esclavizados por los terratenientes rumanos, los monasterios griegos y rumanos ortodoxos en Besarabia y hasta por otros miembros de comunidades gitanas más privilegiados: según la legislación rumana, estaban considerados propiedad del Estado. Las autoridades rusas permitieron que los terratenientes y monasterios rumanos siguieran explotando a los gitanos como esclavos. Para “regular” la situación de los gitanos nómadas, que eran “propiedad” de las instituciones del Estado, las autoridades rusas también intentaron instalarlos en terrenos que pertenecían al Estado. Estas políticas subyacen tras la historia de pueblos como Kairo (la actual Kryva Balka) y Faraonivka, en la región de Odesa, donde todavía residen comunidades gitanas. Sin embargo, la mayoría de los intentos de sedentarización no funcionaron, ya que muchos nómadas temían quedar atrapados en la esclavitud.
La situación de los gitanos en el territorio occidental de Ucrania, en esa época bajo el poder del Imperio Habsburgo, no era mucho mejor. En las tierras de la actual Transcarpatia, los gitanos estaban sometidos a estrictas políticas de sedentarización y asimilación en el reinado de María Teresa (1740-1780). Las autoridades locales comenzaron con el asentamiento obligatorio de todos los gitanos en los lugares donde habían sido identificados, y otros decretos posteriores prohibieron que los gitanos llevaran sus vestimentas tradicionales y que las autoridades les emitieran pasaportes, además de ordenar que a los gitanos los llamasen “nuevos húngaros” o “nuevos campesinos”. Poco después, las autoridades prohibieron que los gitanos hablasen romaní. A los niños gitanos los separaban de sus familias y los ponían “al cuidado” de campesinos para asegurar una “educación húngara”. A causa de estas políticas, un gran número de gitanos en la actual Transcarpatia ya no hablan romaní: muchos hablan húngaro como lengua materna e incluso se identifican como húngaros, a pesar de que siguen viviendo marginados.
En el territorio de lo que es hoy la región de Chernivtsí, las autoridades austriacas al principio mantuvieron la práctica de esclavizar a los gitanos que subsistía en la zona desde el dominio del Principado de Moldavia. Aunque en 1783 los Habsburgo abolieron oficialmente la esclavitud, la oposición al decreto de muchos monasterios y terratenientes rumanos supuso que en la práctica los gitanos de esta zona –conocidos como gitanos bucovinos– no tuvieran acceso a la tierra y muchos se vieron obligados a seguir trabajando en las propiedades de sus antiguos “dueños” para sobrevivir.
A mediados de la década de 1850, los principados danubianos de Moldavia y Valaquia liberaron oficialmente a todos los esclavos gitanos, si bien los dueños tuvieron derecho a una “indemnización” por los tributos que habían pagado por sus antiguos esclavos. Las autoridades posteriormente se embarcaron en una estrategia agresiva para integrar a la población gitana por la fuerza, como asentamientos dispersos por toda Rumanía, la escolarización obligatoria y la prohibición de hablar romaní. El resultado fue el desplazamiento en masa de gitanos rumanos, kalderari (kalderash), ursari y otros subgrupos etnosociales, algunos de los cuales se aventuraron hacia el este, en los territorios de la actual Ucrania.
La industrialización, la Primera Guerra Mundial y el malestar social, la revolución y la guerra civil que se produjeron después desencadenaron una ola de migración de masas por Europa del Este, gitanos incluidos. Las hambrunas, orquestadas artificialmente, de 1921 y 1932-1933 que mataron a millones de ucranianos animaron a muchos gitanos a escapar de los pueblos afectados y restablecerse en ciudades más grandes, lo que hizo que algunos se salvaran de morir de hambre, pero a muchos de estos fugitivos los atraparon después las autoridades soviéticas y los deportaron a Siberia. Para escapar de la opresión, muchos gitanos afincados en Ucrania abandonaron sus casas y volvieron a sus vidas nómadas anteriores. El nomadismo se asociaba con la pobreza y el proletarianismo y puede que eso salvase a algunos gitanos de la represión durante el brutal proceso de “colectivización”. Por otra parte, el nuevo orden político y económico constituido por los soviéticos debilitó e incluso llegó a criminalizar muchos de los gremios tradicionales gitanos, lo que les dejó pocos medios de subsistencia. Las autoridades obligaron a la gente, tanto gitanos como otros ucranianos, a participar en las granjas colectivas quitándoles el pasaporte, bloqueándoles el acceso al dinero en efectivo e imponiendo un sistema estrictamente regulado en las ciudades para controlar la migración. También estaba prohibido tener caballos. Para los años treinta, a los nómadas los podían detener por “vagabundeo”, “contrarrevolución”, “espionaje” o cargos por el estilo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, toda la zona de Ucrania fue ocupada por la Alemania nazi y sus aliados. A partir de la segunda mitad de 1941, los escuadrones de exterminio ya mataban de modo ocasional a gitanos nómadas, pero para la primavera de 1942 comenzó el asesinato sistemático de romaníes en los territorios ocupados por los nazis. Los grupos nómadas fueron el primer objetivo: les ordenaban que se presentasen para el “reasentamiento”, so pena de muerte. Miles de gitanos por toda Ucrania obedecieron, creyendo que serían reubicados, pero todo el que apareció fue brutalmente masacrado. En el otoño de 1942, los nazis, con la ayuda de la policía local, se dispusieron a identificar a los gitanos supervivientes para exterminarlos. Continuaron las atrocidades en masa, dirigidas tanto a gitanos nómadas como afincados. Estos últimos en particular apenas se distinguían de sus vecinos no gitanos, pero la policía y los funcionarios locales ayudaron a los alemanes a identificar a las víctimas. Para muchos de los gitanos ucranianos que consiguieron evitar las ejecuciones generalizadas de 1942, la única opción era esconderse en el bosque. Algunos sobrevivieron gracias a la protección de otros ucranianos.
Las tierras entre el río Dniéster y el Bug Meridional (en lo que es ahora el territorio de la región de Odesa y parte de la región de Mikolaiv en Ucrania), que las autoridades rumanas llamaban Transnistria, se designaron como zona de “deportación” de judíos y gitanos del territorio rumano, incluyendo Besarabia y Bucovina. Entre junio de 1942 y diciembre de 1943, el régimen de Antonescu deportó aproximadamente a 25.000 gitanos a Transnistria. A los deportados los “instalaban” en casas de pueblo de las que acababan de echar a sus propietarios ucranianos, sin ropa de abrigo ni otras posesiones, sin acceso a comida ni combustible y sin oportunidad de conseguir un empleo remunerado en el exilio. Huir hacia el norte o cruzar el Bug Meridional suponía una muerte más que probable a manos de las autoridades alemanas, que controlaban los alrededores.
Algunos consiguieron escapar de nuevo a Rumanía, Bucovina y Besarabia, aunque muchos de estos fugitivos fueron capturados y devueltos a Transnistria. Aunque no hay pruebas que apunten a que las autoridades rumanas específicamente orquestasen ejecuciones masivas de gitanos en Transnistria, los registros muestran que hubo casos en los que los gendarmes dispararon a los exiliados por transgredir las normas de “asentamiento”, como ocurrió en Tryhaty (en el distrito de Ochakiv de la región de Odesa) en mayo de 1943, cuando un policía disparó a un grupo de gitanos que habían llegado de pueblos vecinos en busca de trabajo. A la larga, miles de aquellos deportados a Transnistria murieron de hambre, de frío y a causa de enfermedades. Se desconoce el número exacto de gitanos que perecieron a manos del régimen de Antonescu en el suroeste de Ucrania. En marzo de 1944, cuando se permitió a los deportados volver a casa, el número de supervivientes era de unas 14.000 personas, lo que significa que al menos 11.000 deportados gitanos debieron de perecer en Transnistria. No todos los gitanos rumanos consiguieron volver a sus casas, varios miles quedaron atrapados tras la primera línea del avance del Ejército Rojo. Algunos fueron repatriados después de la guerra, otros se dispersaron por Ucrania.
Alrededor de 15.000 gitanos se asentaron en Transcarpatia, entre ellos algunos gitanos sedentarios y nómadas de Hungría y Eslovaquia. En 1941, el gobierno húngaro que controlaba la región restringió la movilidad de los gitanos y explotó su mano de obra, confinando a los romaníes en guetos e imponiendo una serie de restricciones, entre ellas la prohibición de matrimonios mixtos de gitanos y etnias húngaras. Sin embargo, hasta 1944, cuando el ejército alemán asumió el control efectivo de Hungría, no hubo deportaciones ni asesinatos. Entre abril y junio de 1944, decenas de miles de judíos de Transcarpatia fueron deportados al campo de concentración de Osventsim (Auschwitz). Los gitanos habrían sido los siguientes si el Ejército Rojo no hubiese asumido el control de Transcarpatia posteriormente ese mismo año. Muchos gitanos en el oeste de Hungría fueron asesinados o deportados; los gitanos de Transcarpatia escaparon por los pelos de sufrir el mismo destino.
En Crimea, después de una ola inicial de tiroteos indiscriminados, varios miles de gitanos se salvaron de una muerte segura gracias a los ruegos del comité musulmán y a la reforma de los censos de población que realizaron las administraciones locales para que figurasen como tártaros y no como chingines. En mayo de 1944, después de que los soviéticos tomaran el control de Crimea, toda la población tártara de la península fue deportada a Asia central. La mayoría de supervivientes gitanos de Crimea corrieron la misma suerte. Miles murieron en el viaje y a los tártaros de Crimea no se les permitió regresar a sus casas hasta el periodo de la perestroika. Algunos gitanos de Crimea abandonaron las zonas de asentamiento forzado tras la muerte de Stalin y acabaron por regresar a finales de los ochenta y principios de los noventa junto con los repatriados tártaros de Crimea. Otros siguen en Uzbekistán a día de hoy.
Muy pocos gitanos sobrevivieron al genocidio nazi en Ucrania. Solo el nomadismo y la cobertura del bosque ayudaron a los pocos supervivientes a escapar. Sin embargo, a mediados de los cincuenta, las autoridades soviéticas aprobaron una serie de políticas que obligaban a los gitanos a asentarse, sobre todo en zonas rurales y a menudo en condiciones precarias. No trabajar era un delito en la Unión Soviética, así que todo el mundo trabajaba. Los gitanos trabajaban principalmente en fábricas, granjas colectivas o empresas comunitarias, aunque seguían marginados del resto de la población. A pesar de que todos los niños tenían garantizado el derecho a la educación, muchos gitanos solo tenían acceso a una enseñanza de baja calidad.
Según el censo de 2001, hay 47.587 gitanos viviendo en Ucrania. Sin embargo, según los cálculos no oficiales de organizaciones públicas internacionales, la población gitana en Ucrania oscila entre las 200.000 y las 400.000 personas. La mayoría de los 250.000 gitanos que se calcula que viven en Ucrania están totalmente integrados en la sociedad, pero muchos todavía sufren alarmantes niveles de pobreza, especialmente en la región de Transcarpatia, a 800 kilómetros al suroeste de la capital, donde los habitantes de la mayoría de asentamientos gitanos hablan húngaro. Alrededor de 30.000 gitanos no tienen documento de identidad.
Discriminaciones y ataques neonazis
La Coalición Gitana ha denunciado ocho ataques contra asentamientos gitanos en Ucrania, y más de 150 personas han sido víctimas de estos ataques
Pese a la falta de información fiable, los “Atlas Sociales” de las comunidades gitanas que se crearon para las regiones de Járcov, Donetsk, Odesa y Transcarpatia apuntan a la necesidad urgente de centrarse en las dificultades socioeconómicas y en materia de derechos humanos y en las múltiples formas de discriminación a las que se enfrentan los gitanos con diversas identidades concurrentes, como las mujeres y las niñas, los discapacitados, las personas LGBTIQ y aquellos con condición de desplazados internos. Estos factores se ven agravados por desigualdades entre las comunidades gitanas en Ucrania y dentro de las mismas a tenor del contexto regional, la condición social, que vivan en la ciudad, en un pueblo o en asentamientos temporales y diferencias culturales y religiosas. Entre los principales desafíos se encuentran todas las formas de discriminación étnica o racial, el analfabetismo entre los adultos y la falta de acceso a la educación de los niños, la falta de vivienda a causa de la descentralización (y de la emisión de títulos de propiedad de viviendas y parcelas), el bajo índice de empleo (agravado por la pandemia), la pobreza y sus consiguientes dificultades económicas y aumento de la tensión social, la falta de acceso a la atención sanitaria y la carencia de documentos de identidad.
A lo largo de 2018, los ataques perpetrados contra gitanos en Ucrania aumentaron drásticamente. Varias de las agresiones en grupo fueron grabadas y difundidas con la intención de intimidar a las comunidades gitanas. Destruyeron propiedades, hirieron a muchos y mataron al menos a uno. Familias, casas y comunidades enteras fueron objetivo de estas agresiones multitudinarias. Desde abril de 2018, la Coalición Gitana ha denunciado ocho ataques contra asentamientos gitanos en Ucrania, y más de 150 personas han sido víctimas de estos ataques. Aunque se han realizado esfuerzos a nivel local, nacional e internacional para luchar contra esta violencia, todavía queda mucho por hacer.
El 17 de octubre de 2021, unos cincuenta radicales de extrema derecha, algunos de ellos con antorchas encendidas, fueron de puerta en puerta en la ciudad ucraniana de Irpín, cerca de Kiev, coreando consignas de incitación al odio y llamando a la violencia contra los vecinos gitanos de la zona. La turba pintó con sprays discursos de odio en el muro de la casa de una familia gitana.
Es demasiado pronto para saber cómo va a afectar la guerra actual a los gitanos, pero en vista de lo expuesto, no es de extrañar que los gitanos se conviertan en el objetivo de múltiples grupos militares y milicianos de ambos bandos del conflicto.
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Agradecemos a la doctora Lucie Fremlova, autora del libro Queer Roma, que tuiteó este hilo el 26 de febrero de 2022, que nos haya autorizado a publicarlo como artículo.
Traducción de: Ana González Hortelano.
Fremlova recopiló la información de las siguientes fuentes:
https://www.hrw.org/news/2021/11/29/radicals-target-roma-people-ukraine
https://ukraine.un.org/en/106824-about-30000-roma-ukraine-have-no-documents-story-roma-activist
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Quisiera aclarar que los gitanos servos o servitka hablan un dialecto de lengua romaní (la romaní chib) que es parecida o proviene del sánscrito pero que tiene una enorme influencia del ucraniano (una lengua eslava oriental).
La comunidad gitana más grande de Ucrania son los servos; ellos mismos suelen denominarse “gitanos ucranianos” y su dialecto está íntimamente ligado a la lengua ucraniana. Los miembros de la comunidad gitana servo tienen una larga historia en la región, las primeras citas de presencia gitana en Ucrania se...
Autora >
Lucie Fremlova
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