clima
La trampa de la revuelta de los privilegiados, y el péndulo
Mientras en Madrid los acomodados del mundo rural marchaban contra el Gobierno y culpaban al ecologismo y al feminismo de los males del mundo, en la Antártida se batía un récord de temperatura: 40ºC por encima del promedio
Juan Bordera 21/03/2022
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Un hecho histórico que siempre me ha producido simpatía es lo que se conoce como La revuelta de los privilegiados. En 1788, tan solo un año antes de que comenzara la Revolución Francesa –ese proceso que acabó con muchas cabezas nobles separadas de sus cuerpos, incluida la del mismo rey–, los ricos se rebelaron cuando se les exigió aportar más a las arcas del Estado. Si hubieran sabido en qué iba a acabar aquello no habrían movido un músculo.
Sin duda, la Revolución Francesa la iniciaron sus principales víctimas: la nobleza y el clero. La falta de ingresos en aquella época fue la causa de que el rey propusiese pagar más impuestos a los estamentos privilegiados, a lo que estos se negaron. Se defendieron argumentando que para hacer tal cosa, según la ley, el rey debería hacerlo convocando a las cortes, los Estados Generales. Poco después llegó la Asamblea Nacional y ya todo cambió para siempre.
Comparar épocas históricas es en cierta manera trampear. Acercar un hecho a otro buscando similitudes, obviando las diferencias. Sin embargo, no por ello hay que dejar de hacerlo, ya que en el proceso se pueden aprender lecciones muy interesantes.
Desde el lunes 14 de marzo, una parte minoritaria del sector de los transportistas está inmersa en un paro que pretende tensionar al Gobierno para exigir mejoras para su sector. Los lazos de la ultraderecha con esta protesta son tan evidentes para cualquiera que rebusque un poco, incluso en los grupos abiertos de Telegram, que simplemente dejaré aquí una pista para quien quiera investigar. Y los paralelismos con la intentona pregolpista de colapsar la economía del Gobierno de Allende, inmensos.
El partido que dice defender al pueblo de la “religión climática” va a acabar ayudando a acelerar su conversión en desierto. Allí podrán predicar
El pasado fin de semana han tenido lugar dos protestas más, una directamente instigada por Vox, con reivindicaciones vacías e hipócritas, que fue todo un pinchazo. Y otra que, por el contrario, ha sido un éxito, en la que una parte del mundo rural, también espoleado por los partidos a la derecha del PSOE, reunió a más de 100.000 personas en Madrid. En esa concentración pudimos ver imágenes dignas de Los santos inocentes (1984) o de la Escopeta nacional (1978), mientras se dignificaba la caza como derecho supremo y se culpaba al ecologismo y al feminismo de todos los males del mundo. Y todo ello, mientras en la Antártida se batía un récord histórico que ha dejado a los científicos helados –40ºC por encima del promedio en el lugar más frío del planeta–, y en el Ártico la anomalía térmica era de 30ºC por encima de lo normal.
Es de una tristeza inenarrable comprobar que algunas de las personas que más van a sufrir los embates del caos climático –algunos campesinos entre ellos– son dirigidos por las manos de los privilegiados para ir contra su propia subsistencia. Pero quizá lo más importante que hay que entender al respecto de todo este lío es que Vox, ese partido que está tratando de disfrazarse de adalid de las causas justas, del campo y contra la crisis energética, es la fuerza que ha votado en contra de subir el salario mínimo, crear una eléctrica pública; la ley que prohibiría vender a pérdidas en el campo; derogar el despido por baja médica y la reforma laboral; vincular las pensiones a la subida del IPC, y ampliar derechos de manifestación aboliendo la ley mordaza… También se abstuvo en la votación del Ingreso Mínimo Vital. Y la lista seguiría y seguiría.
Las lecciones que se pueden sacar de todo esto son muchas. La hipocresía existía antes de Abascal, el de la camiseta de la legión que no fue a la mili. Pero él y su partido están a otro nivel. Superlativo. Están elevando el cinismo a su cenit. El partido que dice defender al pueblo de la “religión climática” va a acabar ayudando a acelerar su conversión en desierto. Allí podrán predicar.
En vez de apoyar a ese país que tanto dicen defender con sus banderitas made in China lo que están haciendo es tratar de sembrar odio y mentiras, tratar de hundirlo cuanto más mejor a ver si así logran engañar al personal. Para ello cuentan con una cantidad de bots impresionante, campañas orquestadas en redes sociales cada día y panfletos nauseabundos que hacen al periodismo –ya muy podrido por el poder– avergonzarse.
Pero mucho cuidado, señoritos, porque quizá estén alimentando un clima que, cuando llegue el momento, se les puede volver en contra. El péndulo da la vuelta cuando se llega al límite, como les ocurrió a los privilegiados en 1789. Amigos de la ultraderecha casposa, ¿a qué mansiones creéis que irá el pueblo si la cosa se va poniendo más fea? ¿Creéis que se olvidarán de aquellas que habitan los Monasterio y los Espinosa de los Monteros? Vayan guardando los caballos, no sea que estén desatando un proceso repleto de odio que no saben en qué puede acabar. Si lo alimentan, sería de justicia poética que se les volviera en contra.
Un hecho histórico que siempre me ha producido simpatía es lo que se conoce como La revuelta de los privilegiados. En 1788, tan solo un año antes de que comenzara la Revolución Francesa –ese proceso que acabó con muchas cabezas nobles separadas de sus cuerpos, incluida la del mismo rey–, los ricos se...
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Juan Bordera
Es guionista, periodista y activista en Extinction Rebellion y València en Transició. Es coautor del libro El otoño de la civilización (Escritos Contextatarios, 2022). Desde 2023 es diputado por Compromís a las Cortes Valencianas.
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