1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

NOAM CHOMSKY / FILÓSOFO Y LINGÜISTA

“Si Rusia ocupa Ucrania, su miserable experiencia en Afganistán parecerá un picnic en el parque”

C. J. Polychroniou / Truthout 11/03/2022

<p>Noam Chomsky, durante una conferencia en Buenos Aires, Argentina.</p>

Noam Chomsky, durante una conferencia en Buenos Aires, Argentina.

MCNA

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Mientras la guerra continúa en Ucrania, la diplomacia sigue manteniéndose en un segundo plano a pesar de la dolorosa devastación que ha provocado la invasión rusa. La estructura global posterior a la Segunda Guerra Mundial sencillamente es incapaz de regular las cuestiones relativas a la guerra y la paz, y Occidente sigue rechazando las argumentaciones de Rusia en materia de seguridad. Además, en algunos círculos se pide que se declare una zona de exclusión aérea sobre Ucrania, a pesar de que la aplicación efectiva de dicha política supondría una rápida escalada de la violencia con posibles consecuencias inefables por espantosas. La idea de una zona de exclusión aérea es tremendamente peligrosa, advierte Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva concedida a Truthout.

Casi dos semanas después de la invasión rusa de Ucrania, las fuerzas rusas siguen atacando ciudades y pueblos, mientras que más de 140 países han votado a favor de una resolución no vinculante de la ONU que condena la invasión y pide la retirada de las tropas rusas. En vista del incumplimiento de las normas del derecho internacional por parte de Rusia, ¿no hay algo que decir sobre las instituciones y normas del orden internacional de posguerra en la coyuntura actual? Es bastante obvio que el orden mundial westfaliano centrado en el Estado no puede regular el comportamiento geopolítico de los agentes estatales respecto a cuestiones de guerra/paz e incluso de sostenibilidad. ¿No es, por tanto, una cuestión de supervivencia que desarrollemos una nueva estructura normativa global?

Si realmente es una cuestión de supervivencia, entonces estamos perdidos, porque no puede lograrse en un plazo de tiempo válido. Lo máximo que podemos esperar de momento es consolidar lo que hay, que es muy débil. Y eso ya será bastante difícil.

Las grandes potencias violan constantemente el derecho internacional, al igual que las más pequeñas cuando pueden salirse con la suya, habitualmente bajo el paraguas de una gran potencia protectora, como cuando Israel se anexiona ilegalmente los Altos del Golán sirios y la Gran Jerusalén –consentido por Washington, autorizado por Donald Trump, que también autorizó la anexión ilegal del Sahara Occidental por parte de Marruecos–.

Según el derecho internacional, es responsabilidad del Consejo de Seguridad de la ONU mantener la paz y, si se considera necesario, autorizar el uso de la fuerza. Las agresiones de las superpotencias no llegan al Consejo de Seguridad: las guerras de Estados Unidos en Indochina, la invasión de Irak por parte de Estados Unidos y Reino Unido o la invasión de Ucrania por parte de Putin, por poner tres ejemplos de manual de “crimen internacional supremo” por el que los nazis fueron colgados en Nuremberg. Más exactamente, Estados Unidos es intocable. Los crímenes rusos al menos reciben cierta atención.

El desprecio de las superpotencias hacia el marco jurídico internacional es tan común que pasa casi desapercibido

El Consejo de Seguridad puede tener en cuenta otras atrocidades, como la invasión franco-británica-israelí de Egipto y la invasión rusa de Hungría en 1956. Pero el veto bloquea medidas adicionales. La primera fue revocada por órdenes de una superpotencia (Estados Unidos), que se opuso al momento y la forma de la agresión. El segundo crimen, llevado a cabo por una superpotencia, solo dio lugar a protestas.

El desprecio de las superpotencias hacia el marco jurídico internacional es tan común que pasa casi desapercibido. En 1986, la Corte Internacional de Justicia condenó a Washington por su guerra terrorista (en la jerga legalista, “uso ilegal de la fuerza”) contra Nicaragua, y le ordenó que desistiera y pagara importantes indemnizaciones. Estados Unidos desestimó la sentencia con desprecio (con el apoyo de la prensa liberal) e intensificó el ataque. El Consejo de Seguridad de la ONU intentó reaccionar con una resolución en la que se pedía a todas las naciones que respetaran el derecho internacional sin mencionar a nadie, pero todo el mundo comprendió la intencionalidad. Estados Unidos la vetó, proclamando alto y claro que es inmune al derecho internacional. Ha desaparecido de la historia.

Rara vez se reconoce que despreciar el derecho internacional implica también despreciar la Constitución de Estados Unidos, a la que se supone que debemos tratar con la reverencia que se concede a la Biblia. El artículo VI de la Constitución establece que la Carta de la ONU es “la ley suprema del país”, vinculante para los cargos electos, lo cual incluye, por ejemplo, a todo presidente que recurra a la amenaza de la fuerza (“todas las opciones están abiertas”), prohibida por la Carta. Hay artículos académicos en la literatura jurídica que argumentan que las palabras no significan lo que dicen. Y sí lo hacen. 

Resulta demasiado fácil continuar. Una de las consecuencias, que ya hemos discutido, es que en el discurso de Estados Unidos, incluido el académico, ahora es de rigor rechazar el orden internacional que se basa en la ONU en favor de un “orden internacional basado en reglas”, con el entendimiento tácito de que Estados Unidos establece efectivamente las reglas.

Incluso si el derecho internacional (y la Constitución de Estados Unidos) se cumpliera, su alcance sería limitado. No llegaría tan lejos como las horrendas guerras de Rusia en Chechenia, cuando arrasaron la capital, Grozny, lo que quizás sea un pronóstico atroz para Kiev a menos que se llegue a un acuerdo de paz; o en esos mismos años, la guerra de Turquía contra los kurdos, cuando mataron a decenas de miles, destruyendo miles de pueblos y aldeas, empujando a cientos de miles a miserables tugurios en Estambul, todo ello con el firme respaldo de la Administración Clinton, que intensificó su inmensa circulación de armas a medida que aumentaban los crímenes. El derecho internacional no prohíbe la especialidad de Estados Unidos de imponer sanciones asesinas para castigar el “desafío efectivo” o robar los fondos de los afganos mientras estos se enfrentan a la inanición generalizada. Tampoco prohíbe torturar a un millón de niños en Gaza o enviar a un millón de uigures a “campos de reeducación”. Y hay muchísimo más.

¿Cómo se puede cambiar esto? No es probable que se consiga mucho estableciendo una nueva “barrera de pergamino”, tomando prestada la frase de James Madison, referida a meras palabras sobre el papel. Un marco de orden internacional más adecuado puede ser útil para fines educativos y organizativos, como lo es el derecho internacional. Pero no basta con proteger a las víctimas. Eso sólo puede lograrse obligando a los poderosos a poner fin a sus crímenes –o, a largo plazo, socavando su poder por completo–. Eso es lo que muchos miles de valientes rusos están haciendo ahora mismo en sus notables esfuerzos por impedir la maquinaria de guerra de Putin. Es lo que han hecho los estadounidenses al protestar contra los numerosos crímenes de su Estado, enfrentándose a una represión mucho menos grave, con buenos resultados aunque insuficientes. 

Hasta prácticamente el día de la invasión rusa de Ucrania, muy posiblemente, el crimen podría haberse evitado

Se pueden tomar medidas para construir un orden mundial menos peligroso y más humano. Con todos sus defectos, la Unión Europea es un paso adelante respecto a lo que existía antes. Lo mismo ocurre con la Unión Africana, por muy limitada que siga siendo. Y en el hemisferio occidental, lo mismo ocurre con iniciativas como UNASUR [la Unión de Naciones Sudamericanas] y CELAC [la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños], esta última busca una integración latinoamericana-caribeña separada de la Organización de Estados Americanos dominada por Estados Unidos.

De una forma u otra las preguntas surgen constantemente. Hasta prácticamente el día de la invasión rusa de Ucrania, muy posiblemente, el crimen podría haberse evitado si se hubieran estudiado las opciones que estaban claras: neutralidad al estilo austriaco para Ucrania, una versión del federalismo de Minsk II que reflejara los compromisos reales de los ucranianos sobre el terreno. Hubo poca presión para inducir a que Washington promoviera la paz. Los estadounidenses tampoco se unieron al ridículo mundial de las odas a la soberanía por parte de la superpotencia que es una clase en sí misma en su brutal desprecio por la noción. 

Las opciones siguen existiendo, aunque reducidas tras la criminal invasión.

Putin hizo gala del mismo deseo de recurrir a la violencia aunque hubiera opciones pacíficas disponibles. Es cierto que Estados Unidos continuó desestimando lo que incluso altos funcionarios estadounidenses y diplomáticos de alto rango han entendido desde hace tiempo como legítimas preocupaciones rusas en materia de seguridad, pero había otras opciones aparte de la violencia criminal. Los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) habían informado de un fuerte aumento de la violencia en la región del Donbás, que muchos –no sólo Rusia– acusan de ser, en gran medida, una iniciativa ucraniana. Putin podría haber tratado de demostrar esa acusación, si es que es correcta, y de llamar la atención de la comunidad internacional. Eso habría reforzado su posición.

Putin ha logrado que el sistema atlantista se imponga de forma aún más sólida que antes

Y lo que es más importante, Putin podría haber aprovechado las oportunidades, que eran reales, de apelar a Alemania y Francia para llevar adelante la proyección de un “hogar común europeo”, en la línea propuesta por De Gaulle y Gorbachov, un sistema europeo sin alianzas militares desde el Atlántico hasta los Urales, incluso más allá, que sustituya al sistema atlantista basado en la OTAN de subordinación a Washington. Ese ha sido el tema central de fondo durante mucho tiempo, agudizado durante la crisis actual. Un “hogar común europeo” ofrece muchas ventajas a Europa. Una diplomacia inteligente podría haber hecho avanzar dicha proyección. 

En lugar de buscar opciones diplomáticas, Putin echó mano del revólver, un acto reflejo demasiado común del poder. El resultado es devastador para Ucrania, y probablemente lo peor esté por llegar. El resultado es también un regalo muy bien recibido en Washington, ya que Putin ha logrado que el sistema atlantista se imponga de forma aún más sólida que antes. El regalo es tan bien recibido que algunos analistas serios y bien informados han especulado que era el objetivo de Washington todo el tiempo.

Deberíamos reflexionar mucho sobre estas cuestiones. Un ejercicio útil es comparar lo poco que se emplea el diálogo y lo mucho que se recurre a la guerra, tomando prestada la retórica de Churchill. 

Quizá los pacificadores sean realmente los benditos. Si así fuera, el Señor no tendría que hacer horas extras.

Hablando de la necesidad de una nueva estructura global y de una práctica diplomática que se adapte a la dinámica global actual, Putin repitió, en una reciente conversación telefónica que mantuvo con el presidente francés, Emmanuel Macron, la lista de agravios de Occidente contra Rusia e insinuó una salida a la crisis. Sin embargo, de nuevo, hubo un rechazo a las demandas de Putin y, aún más inexplicable, la completa aniquilación de ese rayo de luz ofrecido por Putin. ¿Desea comentar este asunto? 

Lamentablemente no es inexplicable. Por el contrario, es totalmente normal y predecible.

Enterrado en el informe de prensa de la conversación entre Putin y Macron, con el rutinario titular incendiario sobre los objetivos de Putin, había un breve informe de lo que realmente dijo Putin: “En su propia lectura de la llamada, el Kremlin dijo que el Sr. Putin había dicho a su homólogo francés que su principal objetivo era ‘la desmilitarización y el estatus neutral de Ucrania’. Esos objetivos, dijo el Kremlin, ‘se lograrán pase lo que pase’”.

En un mundo racional, este comentario sería titular y los comentaristas estarían pidiendo a Washington que aprovechara lo que puede ser una oportunidad para poner fin a la invasión antes de que se produzca una gran catástrofe que devastará a Ucrania y que puede incluso llevar a una guerra terminal si no se le ofrece a Putin una vía de escape al desastre que ha creado. En lugar de ello, estamos escuchando los habituales pronunciamientos de “guerra-guerra”, prácticamente en todos los ámbitos, empezando por el conocido analista de política exterior Thomas Friedman. Hoy el tipo duro del New York Times amenaza: “Vladimir, aún no has visto ni la mitad”.

El ensayo de Friedman es una celebración de la “cancelación de la Madre Rusia”. Puede ser útil compararlo con su reacción ante atrocidades comparables o peores de las que comparte la responsabilidad. No es el único.

Así son las cosas en una cultura intelectual muy libre pero profundamente conformista.

Una respuesta racional a la reiteración de Putin de su “objetivo principal” sería aceptarlo y ofrecer lo que desde hace tiempo se entiende como el marco básico para una resolución pacífica: repetir “neutralidad al estilo austriaco para Ucrania, alguna versión del federalismo de Minsk II que refleje los compromisos reales de los ucranianos sobre el terreno”. La racionalidad también implicaría hacer esto sin las patéticas posturas sobre los derechos soberanos por los que sentimos un desprecio absoluto –y que no se infringen más de lo que se infringe la soberanía de México por el hecho de que no pueda unirse a una alianza militar con base en China y acoger maniobras militares conjuntas México-China y armas ofensivas chinas dirigidas a Estados Unidos–.

Todo esto es factible, pero presupone algo muy lejano, un mundo racional, y además, un mundo en el que Washington no se regodee en el maravilloso regalo que le acaba de hacer Putin: una Europa totalmente subordinada, sin tonterías sobre escapar del control del Amo. 

El mensaje para nosotros es el mismo de siempre, y como siempre, simple y obvio. Debemos hacer todos los esfuerzos posibles para crear un mundo sostenible.

El presidente ucraniano Volodímir Zelenski condenó la decisión de la OTAN de no cerrar el cielo de Ucrania. Una reacción comprensible dada la catástrofe causada a su país por las fuerzas armadas rusas, pero ¿no sería la declaración de una zona de exclusión aérea un paso más hacia la Tercera Guerra Mundial? 

Como usted dice, la petición de Zelenski es comprensible. Responder a ella llevaría muy probablemente a la obliteración de Ucrania y mucho más allá. El hecho de que incluso se discuta en Estados Unidos es asombroso. La idea es una locura. Una zona de exclusión aérea significa que las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos no sólo atacarían aviones rusos, sino que también bombardearían instalaciones terrestres rusas que proporcionan apoyo antiaéreo a las fuerzas rusas, con los consiguientes “daños colaterales”. ¿Es tan difícil comprender las consecuencias? 

Tal y como están las cosas, China puede ser la única gran potencia con capacidad para detener la guerra en Ucrania. De hecho, Washington parece estar deseando que los chinos se involucren, ya que Xi Jinping podría ser el único líder que obligara a Putin a reconsiderar sus acciones en Ucrania. ¿Ve usted a China desempeñando el papel de mediador de paz entre Rusia y Ucrania, y quizás incluso apareciendo pronto como mediador de la paz mundial?

China podría intentar asumir este papel, pero no parece probable. Los analistas chinos pueden ver con la misma facilidad que nosotros que siempre hubo una forma de evitar la catástrofe, según las líneas que hemos discutido repetidamente en entrevistas anteriores y que reiteramos brevemente aquí. También pueden ver que, aunque las opciones han disminuido, todavía sería posible satisfacer el “objetivo principal” de Putin de un modo beneficioso para todos, sin infringir ningún derecho básico. Y pueden ver que el gobierno de EE. UU. no está interesado, ni tampoco los comentaristas. Puede que vean pocos alicientes para lanzarse.

No está claro que ni siquiera quieran hacerlo. Ya les va bien mantenerse al margen del conflicto. Siguen integrando a gran parte del mundo en el sistema de inversión y desarrollo con base en China, y es muy posible que Turquía –miembro de la OTAN– sea el siguiente país.

China también sabe que al hemisferio sur le gusta poco “cancelar a la Madre Rusia”, prefiere mantener las relaciones. Es posible que el Sur comparta el horror ante la crueldad de la invasión, pero sus experiencias no son las de Europa y Estados Unidos. Al fin y al cabo, son los objetivos tradicionales de la brutalidad europeo-estadounidense, al lado de los cuales el sufrimiento de Ucrania apenas destaca. China comparte las experiencias y los recuerdos desde su “siglo de humillación” y mucho más.

Mientras que Occidente puede optar por no percatarse, China puede sin duda entenderlo. Supongo que mantendrán las distancias y seguirán su camino actual.

Suponiendo que todas las iniciativas diplomáticas fracasen, ¿está Rusia realmente en condiciones de ocupar un país entero del tamaño de Ucrania? ¿No podría Ucrania convertirse en el Afganistán de Putin? De hecho, en diciembre de 2021, el director del Centro de Investigación Ucraniana de la Academia Rusa de Ciencias, Viktor Mironenko, advirtió de que Ucrania podría convertirse en otro Afganistán. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿No ha aprendido Putin ninguna lección de Afganistán? 

Si Rusia ocupa Ucrania, su miserable experiencia en Afganistán parecerá un picnic en el parque.

Debemos tener en cuenta que los casos son muy diferentes. El registro documental revela que Rusia invadió Afganistán de muy mala gana, varios meses después de que el presidente Carter autorizara a la CIA a “proporcionar... apoyo a los insurgentes afganos” que se oponían a un gobierno respaldado por Rusia con el fuerte apoyo, si no la iniciativa, del consejero de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski, como declaró posteriormente con orgullo. Nunca hubo ningún fundamento para hacer esas furibundas declaraciones sobre los planes rusos para apoderarse de Oriente Medio y más allá. De nuevo, la respuesta negativa, bastante aislada, de George Kennan a estas afirmaciones fue astuta y acertada.

Estados Unidos prestó un sólido apoyo a los muyahidines que se resistían a la invasión rusa, no para ayudar a liberar Afganistán, sino para “matar a los soldados soviéticos”, como explicó el jefe de la base de la CIA en Islamabad que dirigía la operación. 

Para Rusia el coste fue terrible, aunque, por supuesto, apenas una parte de lo que sufrió Afganistán, que continuó cuando los fundamentalistas islámicos apoyados por Estados Unidos asolaron el país tras la retirada de los rusos. 

Uno duda incluso de imaginar lo que la ocupación de Ucrania le supondría no solo a su pueblo, sino al mundo.

Se puede evitar. Esa es la clave.

----------------------- 

Esta entrevista se publicó en inglés el 8 de marzo en Truthout. Copyright: Truthout. Reproducida con permiso.

Traducción: Paloma Farré.

Mientras la guerra continúa en Ucrania, la diplomacia sigue manteniéndose en un segundo plano a pesar de la dolorosa devastación que ha provocado la invasión rusa. La estructura global posterior a la Segunda Guerra Mundial sencillamente es incapaz de regular las cuestiones relativas a la guerra y la...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

C. J. Polychroniou

Medio >

/ Truthout

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Marcoafrika

    Un poco más para entender la cuestión imperial USA. no basta con los análisis sensatos de Chomski: https://www.voltairenet.org/article215869.html

    Hace 2 años 1 mes

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí