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Escuchar a Guardiola hablando de fútbol es una maravilla. Escuchar a sus intérpretes fundamentalistas, a sus cheerleaders o a sus palmeros, no. Los días previos al encuentro que enfrentaba al Manchester City contra el Atlético de Madrid han estado trufados de declaraciones en las que, colocando el fútbol en el centro, el entrenador catalán hacía una radiografía precisa y muy respetuosa de lo que era el juego de su colega argentino. Un material fantástico para el análisis y el contexto, que los mercenarios de la noticia y sus fusileros habituales, cómo no, han utilizado para todo lo contrario.
Ahora que el partido ha concluido, estoy seguro de que esa misma tribu de asalariados obedientes y entusiastas, hablará de legitimidad táctica, de aburrimiento, de estética torticera y de cualquier otro concepto, inventado o no, que sirva para desprestigiar el trabajo de Simeone. Lo harán convencidos, como si, por alguna razón, el argentino tuviese que poner todo su empeño y talento en divertirles a ellos, enemigos declarados. Afortunadamente, ya nos conocemos todos. Ellos seguirán en esa atalaya de cartón piedra, mientras que los aficionados colchoneros seguirán paseando su orgulloso en la clandestinidad mediática. Lógico, porque el Atleti sigue vivo en la máxima competición a pesar de haber tenido que bailar con una de las peores parejas de baile y claro candidato para ganar el trofeo de trofeos. Las perspectivas del partido de la semana que viene no pueden ser más seductoras para un aficionado limpio de complejos y con una entrada para el Metropolitano. Es decir, el encuentro del 5 de abril, como mínimo, ha servido de alimento para poder seguir soñando una semana más. ¿Cuánto vale eso?
Los dos entrenadores sabían que el partido era de ciento ochenta minutos y eso se vio en el campo. Ambos provocaron que la primera parte se pareciese más a una exposición de intenciones que a una disputa. E hicieron bien, ojo, porque estamos hablando de fútbol y no de vender luces estroboscópicas o de generar titulares. Si Simeone tenía claro que no se podía especular con la salida de balón frente a un equipo como el inglés, que ha hecho de la presión adelantada un arte, Guardiola tenía claro que no se podía arriesgar a dar pases que potenciasen una transición rápida frente a un equipo como el Atleti, que ha convertido en arte esa faceta del juego.
Poco más se puede decir de ese tramo del partido porque no hubo más. No recuerdo un solo tiro a puerta del City y tampoco de los rojiblancos. La defensa del Atleti volvió a ser la defensa del Atleti, eso sí. La temida ausencia de Giménez fue suplida muy bien por un Felipe bastante fiable y un Reinildo sobresaliente. El mozambiqueño se ha consolidado en esa posición de tercer central y uno tiene que rendirse a la evidencia. Los de Manchester monopolizaron el balón, pero ni la velocidad, ni la profundidad del equipo eran las de otras veces. Los estetas de mercadillo dirán que fue aburrido, porque lo fue, pero los aficionados que conocen mínimamente al conjunto mancuniano saben que anular al equipo citizen de esa forma es un gran éxito futbolístico. Basta remontarse a la eliminatoria anterior de los de Guardiola y recordar cómo destrozaron las esperanzas de los lisboetas del Sporting en tan solo cuarenta y cinco minutos.
La segunda parte comenzó con otro aire por la parte rojiblanca. El Atleti pareció estirar tímidamente las filas y comenzó a no repeler el uso del balón. No de forma radical, pero sí con intención. Sin embargo, no obtuvo demasiado fruto. Apenas un contraataque en solitario de Griezmann y una llegada por la derecha de Llorente que decidió mal a la hora de colgar el balón. Enfrente se encontraba con una versión muy parecida de lo mismo: presión adelantada y solidez en el manejo de balón.
Entonces llegaron los cambios. Cunha relevaba a Griezmann, De Paul sustituía a un Koke que había sido de lo más inteligente sobre el campo hasta ese momento y Correa ocupaba el sitio de un Llorente al que seguimos sin ver en lo que va de temporada. Ninguno de los tres mejoró lo que había, ni de lejos. Mi sensación, a toro pasado, es que el equipo se enfrió a partir de ese momento. Es probable que los cambios respondiesen al cansancio físico y no es menos cierto que resulta muy complicado entrar con intensidad en partidos de este tipo, pero el Atleti no volvió a tener vertiente ofensiva y regresó a la situación anterior.
Pero claro, el rival también tenía banquillo. ¡Y qué banquillo! Guardiola fue colocando en el campo a piezas como Grealish, Gabriel Jesús o la nueva joya de la cantera de los sky blues, un Foden cuyo concurso acabó siendo letal. El partido estaba en una situación tan equilibrada que solamente así, tirando de calidad extrema, se podía romper una dinámica que duraba más de setenta minutos. Y eso fue lo que ocurrió. Foden metió un balón imposible entre cinco defensas bajo las piernas de Reinildo y De Bruyne lo envió a la red como solamente los jugadores de nivel pueden hacer.
Y poco más. El Manchester City tuvo un pequeño empuje tras el tanto, que fue más aparente que real, porque no se tradujo en ocasiones de gol. Lo que vivimos hasta el pitido final fue básicamente lo que habíamos visto ya: un equipo defendiendo bien, otro equipo adueñándose del balón y una grada que hablaba castellano. Sí, porque la afición rojiblanca merece un capítulo especial. Los desplazados colchoneros estuvieron presentes en todos los momentos del partido hasta convertirse en un elemento esencial. Tanto, que acabaron anulando a la afición local y cuestionando ese mito que pulula sobre la excelencia de las gradas inglesas.
Mi deseo al inicio de la eliminatoria era que el Atleti llegase a la vuelta con la posibilidad de que el partido en el Metropolitano pudiese ser emocionante y divertido. Pues bien, creo que lo va a ser, así que me doy por satisfecho. Va a costar, porque el City es un gran equipo, pero como me ha dicho alguien en Twitter hace un momento, el Atleti también lo es.
¿Por qué no seguir soñando? Por supuesto que sí. Al fin y al cabo, de eso se trata.
Escuchar a Guardiola hablando de fútbol es una maravilla. Escuchar a sus intérpretes fundamentalistas, a sus cheerleaders o a sus palmeros, no. Los días previos al encuentro que enfrentaba al Manchester City contra el Atlético de Madrid han estado trufados de declaraciones en las que,...
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