Crónicas partisanas
La trama del bordado asturiano
Cómo es posible que una mayoría cualificada para sacar adelante el reconocimiento oficial de la lengua asturiana acabe dando carpetazo al proceso por un asunto como la fiscalidad, que ni siquiera estaba en el menú
Xandru Fernández 8/05/2022
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A veces me llaman periodista. Siempre tengo que aclarar que no lo soy, que lo que yo hago aquí es otra cosa. ¿Opinión? Puede ser, pero no necesariamente: ¿qué quiere decir opinión? ¿Manifestar un punto de vista subjetivo, privado e individual, frente a la información en sí misma, que sería lo objetivo, lo público, lo compartido? Sabemos que es una ficción, eso de la información objetiva, pero ¿no lo es también lo de la opinión subjetiva, como si no fuera factible obligar a dos “columnistas de opinión” (a Gerardo Tecé y a mí, pongamos por caso) a defenderse con argumentos para ver cuál de ellos nos convence más? Opinar implica cargarse de razones, pero cargarse de razones es abandonar la subjetividad y aceptar someterse al dictado de la razón intersubjetiva.
–Estás divagando.
–Bueno, esa es tu opinión.
Si yo fuera periodista, que no lo soy, imagino que me dedicaría a investigar, averiguar y difundir informaciones que la gente no posee aún pero debería poseer antes de formarse una opinión. Incluidos los columnistas de opinión, que también son gente (Gerardo Tecé lo es, al menos, y buena gente, en mi opinión). El muestrario de metáforas habitual en estos casos habla de hilos, de tirar de hilos y desenmadejar o desenmarañar algo que estaba enmadejado o enmarañado. Ya puestos a pensar en clave textil, prefiero la imagen del bordado: uno examina el revés de la tela en busca de nudos y remates, examinando cómo está hecho, qué es lo que hace que ese bordado en particular llame tanto la atención. Se presupone, pues, que algo llama nuestra atención, la del periodista o la de alguien con poder de decisión en un medio de comunicación que ha decidido que ahí hay algo que merece la pena investigar. Ahí empieza la fiesta.
Vivo en una tierra, Asturias, que debería preciarse de sus extraordinarios bordados, pues aquí a nadie le llama nunca nada la atención, a tenor de lo que podemos encontrar en la prensa diaria, mortalmente anodina y unánimemente volcada en alertar a la población del peligro que suponen los lobos, los osos y los defensores de la lengua asturiana, sin duda aliados entre sí para hacernos retroceder a tiempos preindustriales, como si aquí las minas y los astilleros los hubieran cerrado los filólogos y las fieras del monte. Como no soy periodista, tengo que suponer que todo eso es así, que realmente es una vergüenza que una vecina de una aldea de Ponga no pueda dejar solo en la calle a su bebé de seis meses, no como en Madrid o Salamanca, donde a los recién nacidos se los puede dejar en cualquier parte sin que corran ningún peligro. Como no soy periodista, tengo que aceptar que es todo como se dice, que reformar el Estatuto de Autonomía para hacer oficial la lengua asturiana es una temeridad y un disparate propios de separatistas y jipis, no como en Galicia, donde hasta el presidente de la comunidad autónoma (y ahora también del PP) utiliza el gallego con naturalidad sin que tengan que intervenir los TEDAX. Qué suerte ser gallego en Galicia. Qué suerte tener una lengua que no explota.
Qué suerte ser gallego en Galicia. Qué suerte tener una lengua que no explota
Como no soy periodista pero tampoco me fío de los diarios de mi tierra, tengo el deber de sospechar yo mismo del bordado, sin que nadie me lo señale con el dedo. Y hete aquí que si lo volvemos del revés encontramos unos cuantos nudos groseros y puntadas sospechosas que, en mi opinión, no cabe examinar en una columna de opinión (al menos no en esta, que ya se está acabando) pero que al menos merece la pena señalar, por si algún periodista se anima a desenmarañar etcétera. Y fíjense qué chapuza de pespuntes: el presidente del gobierno del Principado, Adrián Barbón (PSOE), asume que no habrá oficialidad del asturiano, puesto que la negociación ha fracasado como consecuencia de que un único diputado de veintitrés se ha enrocado y no hay manera de hacerlo volver a la sensatez. Si contamos los nudos, veremos que a) un diputado favorable a la oficialidad del asturiano (el de Foro Asturias) puso como condición para su voto favorable una rebaja de impuestos, algo que b) otros diputados favorables a la oficialidad del asturiano (los de Izquierda Xunida) consideraron inaceptable mientras que c) los diputados de Podemos, también favorables a la oficialidad, vieron el envite del de Foro y propusieron una rebaja fiscal ma non troppo, ante lo cual d) el PSOE de Barbón rechazó seguir hablando porque ya no había más que hablar.
Si yo fuera periodista, puede que me interesara investigar cómo es posible que una mayoría cualificada para sacar adelante el reconocimiento oficial de la lengua asturiana acabe dando carpetazo al proceso por un asunto como la fiscalidad que ni siquiera estaba en el menú. Y dándole de paso la victoria al bloque PP-Vox-Ciudadanos, que no ha tenido que mover ni una ceja para salirse con la suya. De victorias como esta está alfombrada la larga marcha de la derecha española al asalto de las instituciones. Igual que a la mayor parte de sus portavoces no le costó ningún esfuerzo obtener el poder y los privilegios que ostentan, tampoco estas formaciones políticas tienen que esforzarse demasiado en organizar y preparar un toma de posesión cuya única incógnita será el outfit de los vencedores. No es tanto la debilidad como la indolencia lo que nos está poniendo a los pies de sus caballos.
A veces me llaman periodista. Siempre tengo que aclarar que no lo soy, que lo que yo hago aquí es otra cosa. ¿Opinión? Puede ser, pero no necesariamente: ¿qué quiere decir opinión? ¿Manifestar un punto de vista subjetivo, privado e individual, frente a la información en sí misma, que sería lo objetivo, lo...
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Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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