Puertas de entrada
Willa Cather: ‘Pioneros’
‘Mi Ántonia’ es su obra maestra, pero recomiendo empezar por ‘Pioneros’ como una suerte de prólogo no tan logrado pero que va preparando la sensibilidad para las texturas apacibles y amables de la autora
Gonzalo Torné 12/06/2022
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Aunque a la crítica le parece ineludible asociar el nombre de Willa Cather al de Henry James, cuesta pensar en dos escritores más distintos. Bien es cierto que en sus primeros relatos y en la novela con la que se dio a conocer (El puente de Alejandro) encontramos una atmósfera parecida de atracción por los círculos artísticos excéntricos, la penumbra de las emociones y la presión del dinero, pero se trata de una Cather todavía muy tentativa. Cuando empezamos a reconocerla por la novelista en la que se convertirá (a partir de su segunda novela, Pioneros) y ya hasta el final de su carrera, podríamos sostener que su operación literaria fue inversa a la de su supuesto maestro. Allí donde Henry James envía estadounidenses inocentes (a veces en posesión de formidables fortunas) a explorar las complejidades, sofisticaciones y decadencias de la alta sociedad europea; Willa Cather envía a europeos más o menos empobrecidos a ocupar tierras estadounidenses; tan ingratas, aisladas y complicadas de cultivar que las únicas actitudes sociales disponibles son el esfuerzo, el aislamiento y una inocencia inducida, por no decir impuesta por lo imposible de la sofisticación.
La particular conquista del Oeste de Cather no tiene lugar sobre tierras ocupadas, no hay el menor derramamiento de sangre indígena; y tampoco ocurre en un espacio mítico, al estilo de las de Faulkner, sino en el prosaico y concreto estado de Nebraska, del que se ha convertido en la gran escritora, entre otras cosas por falta de competencia. El de Cather es un mundo despojado de épica marcial y también de reverberaciones míticas o bíblicas. Una y otra vez nos habla de los tiempos del asentamiento humano, de la lenta prosperidad de las granjas y del tejido humano en formación. Se trata de un mundo donde las esperanzas se aplican a la supervivencia, y la emociones tienden a desplazarse a la nostalgia por retales del pasado o presentimientos de vida no vivida.
En las novelas de Cather siempre destacan dos elementos: la actitud bondadosa de sus protagonistas y la descripción de la naturaleza
En las novelas de Cather siempre destacan dos elementos: la actitud bondadosa de sus protagonistas y la descripción de la naturaleza. Aunque existen personajes esquinados y zonas de amargura, lo que más abunda aquí son las personas bienintencionadas, con ganas de trabajar y de volverle la vida más agradable a los demás. A menudos obligado a ser solidarios por el clima y los fenómenos atmosféricos, cuyos excesos Cather describe con tanta expresividad, como fuerza y detalle aplica en la descripción de los movimientos más sutiles y mínimos de la naturaleza. De manera muy parecida a como los granjeros de estas novelas van “humanizando” el suelo se podría decir que los personajes de Cather se abren paso entre inmensas llanuras, praderas (dominadas por la hierba roja) y montañas de palabras dedicadas una impresionante recreación de todos los estratos naturales (cañadas, cascadas, laderas, riscos, ríos), sus fenómenos (ventiscas, heladas, insolaciones, tempestades, nieve) y la vida que precedió al hombre (animales, árboles, flores, frutos). La conjunción de esta humanidad bienintencionada y perseverante, y el escrutinio constante de los movimientos naturales es la que transmite la atmósfera apacible y laboriosa que es la marca de sus novelas, y por la que apetece volver una y otra vez.
No es ningún secreto que Cather destaca por la composición de sus personajes femeninos, según Harold Bloom lo más relevante quizás sea cómo induce al lector a imaginarse enamorados de ellos. Claro que los personajes femeninos son tan variados que leer a Cather supone atravesar un catálogo de muestras de enamoramiento. La Alexandra de Pioneros es una mujer activa, de gran iniciativa, que se apropia del vigor que solemos asociar a los hombres para esparcir la prosperidad. La protagonista de Mi Ántonia es una mujer más acorde con la actitud pasiva que se espera de ella, sin formación, pero que suple su falta de refinamiento y de “desarrollo espiritual” con el despliegue de unas enormes reservas de bondad. Es casi malicioso como Cather apunta que la vida de Ántonia terminará en la previsible desgracia que espera a las personas inocentes en un mundo depredador, para invertir nuestras expectativas y terminar con una de las mejores escenas que he leído nunca de alegría conyugal, y sobre todo maternal.
También nos encontramos a las protagonistas de sus nouvelles (Una dama extraviada y Mi enemiga mortal), observadas ambas de manera indirecta por un testigo joven, con toda la vida por delante (después de todo, Henry James sí termina abriéndose paso en las narraciones de Cather), que accede así a una comprensión del matrimonio y los altibajos del amor antes de haberlo experimentado. Ambas mujeres trazan de alguna manera trayectorias vitales inversas: la primera desde el desencanto hasta la abnegación, la segunda desde la frivolidad hasta la amargura. Dos recorridos que le permiten a Cather desprender dos nostalgias parecidas y no coincidentes: la de la vida vivida (por las mujeres protagonistas) y la de la vida no vivida (la de sus jóvenes narradores).
Explicar este extrañísimo ángulo emocional y moral nos llevaría demasiado tiempo, y al fin y al cabo este es un texto de invitación. Cualquiera de las nouvelles citadas son una estupenda puerta de entrada, pero en la distancia corta algo se pierde del talento de Cather para transmitir cómo se acumulan los acontecimientos cotidianos para dar grosor a una vida. Mi Ántonia es, sin reservas, su obra maestra (y qué agradables son los escritores que no admiten dudas en este sentido), pero recomiendo empezar por Pioneros como una suerte de prólogo no tan logrado (y con un episodio tan desconcertante y fuera de lugar que le recomiendo al lector que se lo tome un poco a pitorreo) pero que va preparando la sensibilidad para las texturas apacibles y amables de Cather, que observadas a cierta distancia se elevan como contrapunto, cargado de sentido común, y algo enigmático, a las orgías de hierro y sangre con las que solemos asociar la literatura estadounidense.
Aunque a la crítica le parece ineludible asociar el nombre de Willa Cather al de Henry James, cuesta pensar en dos escritores más distintos. Bien es cierto que en sus primeros relatos y en la novela con la que se dio a conocer (El puente de Alejandro) encontramos una atmósfera parecida de atracción por...
Autor >
Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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