Puertas de entrada
Julian Barnes: el loro de Flaubert
El escritor empezó siendo el más francés de los jóvenes escritores ingleses y ha terminado siendo el más inglés de los viejos novelistas británicos
Gonzalo Torné 30/05/2021
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Julian Barnes en el festival literario de Tallin, HeadRead, en 2019.
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De Julian Barnes se podría decir tres cosas (al menos para empezar): que es el novelista que mejor ha envejecido de su generación (la de los Amis, McEwan o Swift); que su carrera se parece mucho a la de un “escritor profesional” que pocos años cumple con su cita con la editorial, los lectores y las reseñas, en ocasiones de manera sobresaliente, y siempre con un nivel medio altísimo; y finalmente que se trata de un “escritor sin atributos”: sin un tema propio, sin una técnica característica, sin un estilo inequívoco. Y, aun así, encontramos elementos comunes en sus novelas.
Los rasgos distintivos de Julian Barnes pertenecen a dimensiones sutiles, cuya presencia no es espectacular ni llamativa, pero que se deja sentir durante la lectura, que “va calando” como suele decirse de la lluvia fina. Barnes es un maestro del tono, del ritmo sosegado, del manejo del tiempo interior del relato (que no siempre coincide con el de la lectura, y mucho menos con la cronología del relato), de la sutileza psicológica, con buena mano para las descripciones, y un pensamiento literario nada apabullante, que prefiere expresarse en aforismos flotantes entre los párrafos, frases memorable como la tantas veces citada: “Cuando las personas pierden la capacidad de hacerse felices, mantienen intacta la de hacerse daño”.
La de Barnes es una trayectoria extensa, que incluye cerca de quince novelas, algunas de ellas de considerable extensión, colecciones de cuentos, cartas, ensayos sobre arte y cocina y unas breves memorias. El propósito de las novelas de Barnes ha ido cambiando durante sus casi cuarenta años de carrera de manera que, sin abandonar su tono personal, podemos identificar a varios Barnes. ¿Con cuál nos quedaremos como puerta de entrada si ninguna de sus grandes novelas es representativa de las otras fases de su carrera? ¿Cómo se empieza a leer a un escritor que, sin alterar sustancialmente su tono ni su manera de dirigirse al lector plantea cada novela como un nuevo reto, como si escribiera contra sus logros anteriores?
Antes de responder propongo dar un rodeo panorámico por la trayectoria de Julian Barnes, limitada a cuatro etapas, representativas de su continua evolución. Con la prevención de que estas cuatro “novelas-etapa” se tomen como marcas de orientación provisionales y un tanto arbitrarias.
Barnes arrancó su carrera con El loro de Flaubert, que le valió la acusación de “francófilo” (una calificativo terrible entre las tribus de escritores británicos). El libro despliega una cola de pavo real de fantasía verbal puesta al servicio de la imaginación artística. Un festival de burlas contra críticos, académicos y biógrafos que pretenden reducir el significado de una novela a los correlatos de la realidad, y a los datos supuestamente confirmados de la vida del autor. Los enemigos de la novela quizás han ido a menos, pero su corriente verbal sigue siendo de lo más disfrutable.
La cálida prosa del loro se vuelve más fría en Hablando del asunto, un minucioso estudio de los efectos del adulterio en la salud anímica, física y mental de un matrimonio. Se trata de un tema clásico, pero que ahora se propaga en una nueva dimensión social: la del divorcio social y el anonimato público que reina en las grandes ciudades. La tragedia casi inevitable hacia la que se precipitan la Bobary y la Karenina se ralentiza en un ambiente que no permite las venganzas ni alienta los suicidios. La humillación, el desconcierto, la rabia, el desamparo... se convierten en fuerzas introspectivas. Una oscura (y también divertida) farsa.
La tentación del victorianismo es un género del que no escapa casi ningún novelista inglés contemporáneo. McEwan lo intentó con Expiación, Amis lo disimula situando a un psicópata o a un genocida en su interior, Ishiguro ofreció una versión perversa en el tramo inicial de Nunca me abandones. La aportación de Barnes a este género (o si se quiere la rendición inevitable ante el peso de la influencia de la Edad de Oro de la narrativa inglesa) es Arthur y George. Suerte de vidas paralelas, donde se combina la trayectoria del célebre Arthur Conan Doyle (resuelto a convertirse él mismo en detective) y el anónimo notario medio indio, George Edalji (acusado de un crimen que no ha cometido). Bajo su apariencia apacible y convencional late una amarga reflexión sobre el colonialismo, y un estudio delicado de los cambios a los que el paso del tiempo, y el incremento de la experiencia, somete a la psicología.
En el último tramo de novelas de Julian Barnes se ha producido un despojamiento de la tracción narrativa, el tema se encoje, los personajes tienden a enfriar su temperamento, y la prosa se pone al servicio de elucidar el vínculo entre tiempo, memoria y narración. El asunto parece disuasorio a primera vista, pero el tono de Barnes y sus reflexiones (encarnadas en los personajes) sobre el amor, el olvido y la moral le proporcionan una calidez y una humanidad del todo inesperada. Literatura casi sapiencial.
¿Cuál es la novela elegida? Pues parece que no tiene mucho secreto; como en esas películas de crímenes, donde se ve de lejos que el asesino va a ser el mayordomo, la puerta de entrada que proponemos a la obra de Julian Barnes es, como se anuncia en el título del artículo, El loro de Flaubert. La proponemos más en calidad de obra más original, y respetando el que fuera su primer logro, que como su novela más representativa, respetuosa con la tradición o lograda. Y como hecha la ley, hecha la trampa, para compensar la falta de suspense, en el cuerpo del artículo se han ido proponiendo otras tres puertas a la variadísima (y muy agradecida para el lector) obra de Julian Barnes: que empezó siendo el más francés de los jóvenes escritores ingleses y ha terminado siendo el más inglés de los viejos novelistas británicos.
De Julian Barnes se podría decir tres cosas (al menos para empezar): que es el novelista que mejor ha envejecido de su generación (la de los Amis, McEwan o Swift); que su carrera se parece mucho a la de un “escritor profesional” que pocos años cumple con su cita con la editorial, los lectores y las reseñas, en...
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Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
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