La resaca del 19J
La izquierda andaluza ante el precipicio
Los andaluces nos merecemos políticos con altura de ideas que antepongan la noble tarea de cambiar la vida de la gente a la de buscar su progreso personal, material o intelectual. Pero no los hay
Joaquín Urías 22/06/2022
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Los resultados de las elecciones andaluzas han sumido en un profundo desasosiego a la mayoría de los votantes andaluces de izquierda. La noche electoral comenzó con alivio por el estancamiento de Vox, que parece augurar un declive de la marca filofascista. Pronto se torció al confirmarse la abrumadora mayoría absoluta de Juanma Moreno y, a su rebufo, el PP.
El desasosiego se volvió insoportable al escuchar esa misma noche las disparatadas valoraciones de los líderes de las izquierdas, en las que han insistido posteriormente. Ni el tono ni el análisis de los partidos derrotados han tenido una mínima altura. Si es así como piensan afrontar las elecciones que vienen el descalabro será aún mayor. La desazón de los andaluces y andaluzas de izquierdas va a ir a más.
El único objetivo razonable del PSOE era recuperar a esos votantes antes de que culminaran su transición y se pasaran al PP. Y no lo ha conseguido
El PSOE está cada vez más lejos de poder recuperar su antigua hegemonía. En las pasadas elecciones, un número muy significativo de votantes socialistas se pasó a Ciudadanos, que aparecía como una opción centrada y poco rupturista con Susana Díaz, con la que prácticamente había cogobernado durante cuatro años. El único objetivo razonable del PSOE en estos comicios era recuperar a esos votantes antes de que culminaran su transición y se pasaran al PP. Sólo tenían esta oportunidad de hacerlo y no lo han conseguido. Ni siquiera lo han intentado. A sabiendas, desde Ferraz se impuso un candidato sin ideas ni carisma, capaz de acabar con el susanismo pero abocado al fracaso electoral. Desde el primer día se dedicó a hacer una campaña desastrosa que sólo beneficiaba a los populares; su primera decisión fue intentar sentarse con Moreno Bonilla a negociar los presupuestos andaluces. Desde entonces ha seguido regalándole la imagen de moderado que necesitaba. Juan Espadas nunca se ha presentado como una alternativa, sino, a lo sumo, como una mala copia de Juanma Moreno. Y evidentemente, si en vez de confrontar al poder intentas parecerte a él nunca serás alternativa de gobierno. Es tan obvio que hasta los militantes socialistas estaban resignados de antemano a perder.
Sabiendo esto, causa vergüenza ajena que en la noche electoral Espadas saliera a echar la culpa de su derrota a la abstención y la televisión. Lo cierto es que, aunque en esta ocasión la abstención ha sido menor que en las últimas elecciones, los resultados socialistas han sido peores. En cuanto a los informativos de TVE, inexplicablemente Pedro Sánchez se los regaló al PP, así que sus quejas sonaron algo patéticas. Peor todavía es que dijera que aún cree que el PSOE necesita su liderazgo cuando entre su gente empieza a correr el chascarrillo de que es un militante popular infiltrado. Cuanto más dure este liderazgo torpe, mayor será el fracaso socialista.
La actuación de los partidos y coaliciones a su izquierda tampoco resultó edificante. Cualquier sistema electoral proporcional con circunscripciones exige, para multiplicar sus resultados, que los partidos pequeños vayan unidos. Los datos demuestran que de no haberse producido la escisión en Podemos Andalucía, si sus votos se hubieran sumado, habrían conseguido doce escaños en vez de siete y… ¡habrían impedido la mayoría absoluta del Partido Popular!
Eso es así y ya es irremediable. No lo es su incapacidad para, tras el desastre, mirar adelante. Desde los tiempos de Lenin la izquierda ha hablado de autocrítica mucho más de lo que la ha practicado. Unos y otros dedicaron su primera comparecencia nocturna, en pleno shock de las votantes progresistas que veían crecer la mayoría absoluta conservadora, a tirarse los trastos a la cabeza. Durante la campaña habían disimulado ese odio cainita que los separa pero la misma noche electoral se avivó de nuevo. Muchos de sus votantes, tan asustados como tristes, recurrieron a apagar la televisión para no escuchar cómo se insultaban en el enésimo espectáculo vergonzoso que nos dan. No seré yo quien estigmatice el conflicto y la discusión política. Los ciudadanos críticos tienen lógicamente ideas diversas sobre muchas cuestiones, incluidas las de estrategia. Entre compañeros es lógico discutir y discrepar. Pero el combate entre Teresa Rodríguez e Inma Nieto (y sus equipos) tiene mucho de personal, resulta francamente destructivo y apesta.
Por Andalucía ha fracasado, precisamente, a causa de sus divisiones internas. La articulación de un espacio político nuevo está pendiente –en toda España– de que se encuentre una manera razonable de combinar los intereses de Izquierda Unida y de Podemos. Cuando hay tantos actores luchando por la supervivencia de su proyecto político personal, resulta difícil pactar no ya las ideas, que son las mismas, sino el reparto de las migajas de poder que les van quedando. Si a eso se añade la cantidad ingente de trepas sin ideología que intentan sacar algo del río revuelto, la ecuación es complicada. Pero no debería ser imposible. En Andalucía los navajazos se han retransmitido en directo. No han dedicado ni un minuto de su tiempo a discutir sobre el programa o la estrategia política, sino que unos y otros se han insultado, traicionado y engañado por conseguir más contratos o subvenciones o escaños que el contrincante. Mientras sus simpatizantes sinceros lloraban de desesperación, la negociación –con aires de chantaje– acabó con un pacto de última hora que dejó fuera a Podemos e impuso una marca nueva y desconocida a tres semanas de las elecciones. En estas condiciones, lo único positivo es constatar que hay miles de votantes fieles y pacientes de izquierda capaces de elegir su papeleta incluso en estas condiciones. Cada votante de Por Andalucía debería haber recibido un certificado de paciencia y mérito civil.
Teresa Rodríguez ha tenido desparpajo para presentar como una novedad lo que es mero continuismo de una ambición personal
Por su parte, Teresa Rodríguez, que es una prestidigitadora de la imagen, ha tenido desparpajo para presentar como una novedad lo que es mero continuismo de una ambición personal. Lleva ocho años en el Parlamento andaluz. Siete de ellos como líder absoluta e indiscutible de la mayoría más amplia que haya tenido jamás la izquierda andaluza. El resultado de sus años de liderazgo ha sido prácticamente inexistente. En todo ese tiempo, con más poder del que ningún otro tuvo antes, ha demostrado ser incapaz de pactar ninguna medida que mejore la vida de los andaluces. Pero tiene desparpajo para presentar como una novedad revolucionaria el hecho de que retiene su escaño para cuatro años más, que serán doce.
Teresa Rodríguez se hizo andalucista el día que, como líder de Podemos en Andalucía, necesitó independizarse de Pablo Iglesias. Inventó entonces lo de la “obediencia andaluza” como una forma de reforzar su poder personal frente a la dirección de su partido. Sin embargo, es evidente que a estas alturas es algo que se cree de verdad. En todo caso, ha conseguido que miles de andalucistas históricos y recientes la voten ilusionados para que el andalucismo vuelva al Parlamento. Ojalá sea así. Por ahora, lo único cierto es que más que volver, sus dos diputados siguen donde han estado los últimos ocho años y donde nada han conseguido. Más allá del andalucismo, lo que parece mover estos días a los líderes de Adelante Andalucía es la venganza. Su reacción electoral fue de felicidad por poder vengarse de la injusticia que se había cometido con ellos cuando, en un exceso difícil de justificar, se los expulsó de su grupo parlamentario.
Aquella reacción desproporcionada en mitad de una larga y dolorosa lucha entre diputados comunistas y anticapitalistas marcó el futuro de Andalucía. En un ejemplo triste de efecto mariposa, incluso, ha permitido a Moreno Bonilla obtener la mayoría absoluta.
Desde entonces la izquierda andaluza no sólo se asoma al precipicio, sino que avanza alegre hacia él.
Es imposible construir un espacio político nuevo con gente dedicada a luchas personales. Los andaluces de izquierdas estamos hartos, hartísimos, de ver a nuestros políticos peleándose en el fango por ser candidato a algo, por tener un sillón, un sueldo o un chiringuito personal. Es vergonzoso, repulsivo, indecente. Alguien tiene que salir y decirles a todos ellos que basta ya.
Los únicos héroes de esta película son los votantes. Hoy por hoy, los votantes son la mano de obra barata que se desgasta en movimientos ciudadanos, que trabaja en su sindicato, en su asociación o en su colectivo por defender las ideas de la humanidad y el bien común. Los que elección tras elección van a votar disciplinadamente, con responsabilidad social, a esos políticos decepcionantes.
Hoy por hoy la sensación es de que quien puso el desasosiego en nuestras entrañas nos dejó el hambre y se llevó el pan
Los andaluces nos merecemos políticos con altura de ideas que antepongan la noble tarea de cambiar la vida de la gente a la de buscar su progreso personal, material o intelectual. Pero no los hay. En los próximos meses o semanas asistiremos a más peleas. Los siete diputados andaluces de izquierda dedicarán su tiempo a insultarse, a pelearse, a pelear por su proyecto personal. No dan muestras de haber entendido nada, así que es dudoso que sean capaces de hacer política de verdad.
Ojalá no sea así. Ojalá los diputados y diputadas recién elegidos sean capaces de trabajar con humildad. De dedicarse a mejorar la vida de la gente y devolver a sus votantes las esperanzas que, en contra de toda lógica, han depositado en ellos. Vista su incapacidad para la autocrítica, es lícito ser escéptico. Hoy por hoy la sensación es de que, como dijo el poeta, quien puso el desasosiego en nuestras entrañas nos dejó el hambre y se llevó el pan.
Los resultados de las elecciones andaluzas han sumido en un profundo desasosiego a la mayoría de los votantes andaluces de izquierda. La noche electoral comenzó con alivio por el estancamiento de Vox, que parece augurar un declive de la marca filofascista. Pronto se torció al confirmarse la abrumadora mayoría...
Autor >
Joaquín Urías
Es profesor de Derecho Constitucional. Exletrado del Tribunal Constitucional.
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