1- El presidente de la comisión que investiga el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 califica ese asalto como un golpe de Estado. Trump, según la investigación del Congreso de Estados Unidos, es un golpista. 

2- Feijóo, en su primer lance parlamentario con Sánchez, en el Senado, infló alarmantemente el monto de la deuda española, a niveles de dólar confederado. Puede ser un lapsus. Pero es más probable que sea una cultura. La cultura del lapsus continuo. El fake. 

3- Por aquí abajo se llegó al fake a través de una prima lejana, la mentira. La mentira es un elemento antiguo de la política. Y de la vida. Cicerón mantiene la mentira como una posibilidad de la retórica. Siempre lo es. Está ahí, esperando a ser utilizada. En ocasiones la mentira es un recurso que ahorra tiempo. En ocasiones, lo contrario: lo devora todo, incluso el tiempo. En política, la mentira es una herramienta ya documentada en La Asamblea de Las mujeres, de Aristófanes, y en La Guerra de las Galias, de Julio César. Siempre ha sido hierba, matorral o bosque. Es un animal de compañía. En ocasiones lame, en otras, muerde. 

4- La mentira es parte de cualquier cultura nacional. La cultura oficial de cualquier Estado oficializa sus mentiras. Pueden ser descabelladas, rampantes, o tenues. En España, como en cualquier otro Estado, la mentira es un elemento fundacional. Y dinámico. No son lo mismo, en ese sentido, las mentiras estructurales de la cultura española en el siglo XIX y en el franquismo que en democracia. En democracia las mentiras vinieron a paliar el difícil asidero de la monarquía, el difícil asidero de la incorporación de dinámicas ademocráticas anteriores, incluso, al franquismo, y el difícil asidero a dinámicas de la entonces Guerra Fría. 

5- El laberinto español, en democracia, es ese laberinto de mentiras. Denso, pero efectivo. Identificable. Dejó de ser tan efectivo cuando ganó densidad, a finales de los 90, momento en el que ingresa en España un nuevo tipo de ingeniería de la mentira, de la mano del PP, a través de FAES y de su relación con las fundaciones republicanas. Es una mentira nueva, al punto que ya es otra cosa. Son hechos tóxicos en una idea de política fatalmente tóxica. Son mentiras basadas en hechos reales, como una novela. Aportan un asidero sentimental a la ideología. Dan la razón a la ideología. La confirman. Es el fake. “Judío/vasco/catalán/español/homosexual/trans muerde a hombre”.  

6- Esta mañana a primera hora el fake es determinante en la política española. Y catalana. Y, más aún, en el punto en el que transcurre la política española –y catalana–: en los medios, esos cacharros que sentimentalizan la realidad, y te ponen como una moto –sentimental–. Todo ello permite que un político, por ejemplo, mienta sin ningún tipo de riesgo sobre el valor de la deuda, los recortes en Sanidad o Educación, o en su participación en una trama de corrupción. Están amparados por una cultura, que no distingue verdad y mentira. Tan solo distingue entre verosímil o inverosímil. Tan solo persigue la confusión. 

7- No tiene sentido leer prensa puesto que la distinción entre verdadero o falso –esa es la función de la prensa, poco más– ya no es importante. La prensa no sirve para nada, en tanto discernir entre verdadero y falso no sirve para mucho. Saber lo que es verdadero o falso, por primera vez en la Historia, no es importante. No sirve.  

8- El presidente de la comisión que investiga el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 califica ese asalto como un golpe de Estado. Trump, según la investigación del Congreso, es un golpista. No habrá juicio. No habrá penalización legal, pero tampoco política o cultural. La investigación del Congreso solo será otra sentimentalización, disponible en el mercado de la información del día. Decir que Trump es un golpista, demostrarlo, argumentarlo, es irrelevante.