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Hace quince días, el Atlético de Madrid olía a optimismo. Hoy huele a otra cosa.
Hace quince días, la pretemporada había transcurrido con inusitada calma y los resultados deportivos parecían ir en consonancia con un caldo de cultivo que pocas veces suele ser apacible. Se había fichado poco (y raro), pero los jugadores que habían aterrizado como descartes parecían acoplarse con cierta diligencia a lo que demandaba el equipo. Un golpe de suerte, más que una genialidad de los despachos, todo sea dicho. Incluso funcionaba el último invento de Simeone para disimular la lacerante falta de defensas centrales en la plantilla. A costa, eso sí, de desequilibrar el centro del campo. Los aficionados más ruidosos, esos que siempre están sometidos a la urgencia y que se alimentan de proyectar tensión, estaban en silencio. Refugiados, seguramente, en lo alto de ese equilibrio inestable en el que vive el Atleti desde que dejó de ser un club.
Hoy la calma se ha transformado en una reunión de Gremlins recién comidos después de las doce. Insultos, desprecios, alardes de genuinidad… Las derrotas se entienden como anomalías intolerables en este fútbol moderno, ultracapitalista y deshumanizado, que parece ser a lo que aspira nuestra silenciosa dirección colchonera. Sí, esos que luego venden merchandising apelando al sentimiento. De forma seguramente fortuita, todos los medios de comunicación decidieron arrojar el mismo día una noticia no contrastada que iba en contra de la imagen de Griezmann. No fue lo único que arrojaron. Todo eso sin dejar de asociar a Simeone con el ISIS, el efecto invernadero y la negativa de Francia a desarrollar el MidCat. En el campo, en ese foro de tortura que ahora parece ser el Metropolitano, las cosas salieron regulín contra el Villarreal y todo se fue de madre. En ese mismo campo ya no están Wass ni Lodi porque la dirección deportiva, transformada de repente en una ONG, decidió “regalarlos” con la Liga ya empezada. Eso sí, para arreglarlo, amenazan con traer a un lateral apartado del Tottenham, que últimamente es más conocido por su actividad en TikTok que por su desempeño balompédico. ¿Qué mejor forma de invitar a la paz social que incorporar a la plantilla a un futbolista en horas bajas, de conocido pasado madridista y que todavía celebra públicamente los éxitos del Real Madrid?
En esas, hay que ir a jugar a Valencia, porque la vida no se para por errores ajenos o por la necedad de cualquiera. Y hay que ganar, claro, porque eso ya no se negocia. Pero echas un vistazo a la convocatoria del Atleti y resulta que en ella hay casi los mismos porteros que defensas (tres y cuatro, respectivamente). Como siempre, te encomiendas a San Simeone, pero es que Simeone tampoco parece últimamente ser capaz de devolverle la mirada brillante al equipo, cosa que aprovechan los de siempre para culparle también de todo lo demás.
Y aun así, va el equipo y gana. Tengámoslo en cuenta.
Tengo la sensación de que el Atleti saltó a Mestalla con la intención de repetir el partido que hizo en Getafe: presión adelantada, dominio en campo contrario y verticalidad. Lo creo de verdad, pero es obvio que no salió, así que puede que no fuese esa la intención. No lo sé. La realidad es que a los diez minutos el Valencia dominaba ya el partido. Tenía el balón, tenía clara su idea de juego y le ponía bastante más intensidad a su desempeño que el rival. Me gustó esa idea de equipo que pretende imponer Gattuso, aunque ahora mismo parece un equipo al que le faltan jugadores. Al contrario de lo que tenía enfrente, que era una colección de buenos jugadores que no parecía un equipo. Y es que es difícil parecerlo si juegas sin centro del campo y eres incapaz de crear algo de fútbol.
En el peor momento de juego para los rojiblancos llegó además un gol en contra, después de un soberbio disparo de Musah desde muy lejos. Por fortuna para los colchoneros, la jugada venía precedida por una clara falta sobre João Félix que el VAR, por una vez, ayudó a clarificar. Y también acertó el videoarbitraje pocos minutos después, cuando anuló la expulsión previa de Correia tras comprobarse que su falta al último hombre rojiblanco no era merecedora de tal castigo.
El partido se apaciguó algo después de estos conflictos y los jugadores se fueron al vestuario con el 0-0 en el marcador. Las sensaciones en el lado rojiblanco no eran buenas, pero las estadísticas decían que el Valencia no había tirado a puerta, mientras que João y Morata habían tenido dos claras ocasiones de gol, desbaratadas por un Mamardashvili, que acabaría siendo el mejor de los suyos.
No cambió mucho la cosa tras el descanso. Si acaso, se espesó todavía más el juego. La banda izquierda madrileña, que había sido un coladero con Saúl, parecía mejor cerrada con Carrasco, y el Valencia dejó de encontrar espacios. Entonces saltaron al campo Griezmann y Lemar para cambiarlo todo. El segundo puso la chispa para robar en zona peligrosa y gestionar bien el balón. El primero puso su talento natural, porque el francés tiene seguramente más gol en sus botas que el resto de los delanteros juntos. Y marcó gol, claro. Y se acabó el partido.
Sí, porque el Atleti plantó entonces el bloque bajo y cada robo era ya una ocasión de gol. El Valencia acusaba el golpe mostrando sus carencias, pero el partido no terminó de cerrarse debido a que los atacantes colchoneros se recrearon absurdamente de cara a puerta. Carrasco, Correa, Cunha, Griezmann… todos tuvieron su ocasión. Cuando no era el portero, eran ellos mismos los que desperdiciaban la posibilidad de comprar algo de tranquilidad. El árbitro pitó el final. El Atleti había ganado y el Valencia seguía sin haber tirado a puerta.
Me temo que hasta la medianoche del jueves nos esperan más días de mambo y tragedia. Prefiero no especular sobre cómo será el mundo al día siguiente, aunque tengo claro que lo que quede entonces, sea lo que sea, será lo que de verdad marque el ritmo de la temporada. Esperemos. De momento son seis puntos de nueve. Esto acaba de empezar. Quedémonos con eso. Partido a partido.
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Hace quince días, la pretemporada había transcurrido con inusitada calma y los resultados...
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