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“Abróchense los cinturones porque, sí, vamos a hablar de género”, dijo brillantemente en la conferencia inaugural del año Picasso la académica y profesora Estrella de Diego.
En el salón de actos del Museo del Prado donde la semana pasada se estaba celebrando el acto, un espontáneo, que no debió escuchar muy bien el consejo, se soltó entre el público con la cantinela de siempre: que si no se puede confundir arte con moralidad ni revisar la historia, que si no se puede aplicar nuestros valores políticamente correctos al pasado, que si tal y que si cual. Aplausos entre el público (¡!). Lo cuenta muy bien Peio H. Riaño, porque servidora, al no ser muy dada a conmemoraciones y aniversarios al uso, no estaba allí. En su crónica, Riaño trajo a colación palabras anteriores (muy aplaudidas también en su momento) del director del Museo del Prado sobre el anacronismo como “uno de los peores pecados en los que puede incurrir el historiador”. Recordé que, por entonces (marzo del 2021), me quejaba de aquellas declaraciones en un texto que reproduzco aquí tal cual, porque sigo pensando exactamente lo mismo: “Dicen que es un anacronismo aplicar la perspectiva de género desde el presente… Hace tiempo que muchas y muchos historiadores del arte defienden el punto de vista anacrónico para la Historia del arte como eminentemente crítico y político si queremos construir otra historia, o reescribir la heredada. Que las direcciones de los mejores museos del mundo estén al tanto de estos libros ya clásicos es una obligación que hay que reclamar desde los feminismos”. Al texto me contestó en seguida Mieke Bal, reconocida teórica y crítica de la cultura holandesa: “Si lo conoces personalmente, ¡tal vez puedas sugerirlo! Vale la pena hablar seriamente con estos gestores culturales”. Porque la historia supone un anacronismo permanente. Si no hay anacronismo, no hay historia. Feliz estuvo Mieke Bal con la traducción que, en Akal, (Remedios Perni, 2016) le hicieron de su libro sobre el anacronismo y la historia: ¡Tiempos trastornados! Hablar seriamente supone llegar a comprender la arrogancia del evolucionismo cronológico. Porque ¿no es la historia lineal un constructo, una construcción teórica de los vencedores para hacer(se) “comprender” sus tropelías? Hablar seriamente obliga a poner sobre la mesa de todo el espectro educativo la necesidad de peinar al perrito–historia a contrapelo, para que salten las pulgas aún vivas a nuestro presente, que las muertas ahí se quedan, desactivadas, sin capacidad para picarnos en el hoy. Con lo que cuidado con ese “viaje al pasado”. Aparte de imposible, es un caramelo envenenado que ofertan pedagogías acríticas e instituciones culturales volcadas al turismo. La historia que hemos contado los privilegiados (y digo “los” a sabiendas) se ha pretendido siempre al margen de la memoria, porque la han querido y pensado supuestamente objetiva, lejos de ese flujo desordenado lleno de lapsus, síntomas y anacronismos que hemos dado en llamar los mundos de la vida (¡No tenemos más que comprobarlo en la propia!).
Como no podía ser menos, Walter Benjamin sale en nuestra ayuda: “La memoria se asemeja a los rayos ultravioleta capaces de detectar aspectos nunca vistos de la realidad”. Vamos entonces a desabrocharnos otros cinturones, los que nos tienen atados a la nostalgia melancólica, a la mentira, al negacionismo, a la impostura, a los privilegios y a un concepto de historia (también del arte) timorato y desvergonzado: “Mientras el enemigo ande suelto ni los muertos están seguros, porque ya se encargará él de que no salgan de sus tumbas”. Así que no pasa nada porque, sin tener que encerrarlas bajo siete llaves, abramos un gran debate y leamos críticamente algunas obras canónicas de la cultura occidental. No pasa nada porque se les reclame a los museos de Occidente piezas que son fruto de saqueos y pillajes. No pasa nada por atender las denuncias realizadas desde los feminismos a figuras abyectas que paseamos desvergonzadamente en Occidente, sin tener en cuenta nuestro lugar de enunciación.
Además, me permito añadir, el arte al que se refería el espontáneo de la conferencia impartida por Estrella de Diego no es sino un invento de las clases ociosas europeas del siglo XVIII que separaron las “Bellas Artes” de los oficios. Hace décadas que teorías feministas, queer y decoloniales transitan otros lugares que atraviesan desde luego ecologías culturales más anchas, museos situados en redes colaborativas donde quepamos más para que “Otro mundo sea posible”. En este sentido, denuncio públicamente todas las intervenciones en medios fascistoides que han dicho cosas terribles porque el MNCARS haya adquirido cuatro cayucos de cedro y caoba, un bordado y un vídeo para su colección al Ejército Zapatista de Liberación Nacional y que éstos hayan donado el dinero obtenido por la venta a la organización de salvamento Open Arms. Para comprender todo el proceso, les aconsejo encarecidamente la lectura de los comunicados de Open Arms“desde una pequeña trinchera en altamar” y del EZLN desde México. “El problema –dice la carta zapatista– es que los pueblos originarios somos extemporáneos, es decir, inoportunos, fuera de tiempo, incómodos, y, por lo mismo, no tenemos existencia jurídica”. Y con esta frase confirman precisamente que el tiempo lineal al que acude el historiador con pretensiones de objetividad es un tiempo que nos deja a casi todas fuera, es el tiempo del privilegio de unos pocos.
Ustedes me dirán, quien haya llegado hasta aquí, ¿a santo de qué hablar otra vez del tiempo, la memoria y la historia con la que está cayendo? Pues a santo de algo muy importante, si es que queremos proponer seriamente un cambio de paradigma, esto es, revisar radicalmente en los imaginarios culturales la idea moderna de progreso, desarrollo y las lógicas del crecimiento ilimitado que nos ha conducido hasta una debacle que, por cierto, tampoco se debate. ¿Qué pensarán los defensores de esa historia lineal –que Occidente enseña todavía en las escuelas– que pueda ser el “regreso al futuro” del que habla el teórico decolonial peruano Aníbal Quijano para referirse a aquello que se perdió y que vuelve? (¡Cuidado con los anuncios de Metaverse-Instagram y sus viajes a un pasado del futuro, cuidado, que el capital es perverso y hay que trabajar escrupulosamente en todos los niveles de la enseñanza estas peligrosas trampas!) Trabajar en lo que pudo haber sido, en lo que nos deben, (¡o debemos!), trabajar en aquello que (aparentemente) se perdió, pero se mantuvo escondido. Para pensar, o pensarnos en y con la profunda crisis socioecológica que estamos viviendo, no nos queda otra que potenciar un debate crítico, esto es, proponer modos alternativos de ser y estar en el mundo y, para ello, habrá que empezar, digo yo, por perderle el miedo a los tiempos trastornados.
“Abróchense los cinturones porque, sí, vamos a hablar de género”, dijo brillantemente en la conferencia inaugural del año Picasso la académica y profesora Estrella de Diego.
En el salón de actos del Museo del Prado donde la semana pasada se estaba celebrando el acto, un espontáneo, que no debió escuchar...
Autora >
Aurora Fernández Polanco
Es catedrática de Arte Contemporáneo en la UCM y editora de la revista académica Re-visiones.
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