CANTAR PATRÁS
Abrir la historia sin contemplaciones (ni censuras)
Si las periferias siguen estando obligadas a venir “a la corte” para contemplar obras que provoquen deleite y pensamiento, sería conveniente que ‘Espejo y Reino/Ornamento y Estado’ tuviera también su sitio en (entre) la remodelación
Aurora Fernández Polanco 9/06/2022
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Leo en un tuit del antropólogo Alberto Corsín: “De los 30 conceptos educativos que el gobierno de Ayuso ha decidido eliminar del currículo de Bachillerato por adoctrinadores e ideológicos, he contado al menos 27 que el CSIC identifica entre los Desafíos Científicos del futuro en sus recientemente publicados Libros Blancos”. Aún así, está probado que los fiscalizadores no atienden a razones. Menos mal que la cultura sirve como contrapropuesta, recoge y devuelve a su manera –desvía– tanto machote de escopeta y toros; tantos reyes subiendo y bajando de aviones y veleros y símbolos de lo patrio entendido en términos tan caducos y dañinos. Cuando digo la cultura, no sólo me refiero a las magníficas comparsas y chirigotas de Cádiz, ni a los activismos ecofeministas que tanto nos gustan, sino a trabajos que –también– tienen lugar en algunos museos y teatros –¡vuelve Juan Diego Botto con su imprescindible Lorca!–, relacionados con la reescritura de la historia de este país. Vamos a tener que creer en quienes, por ahora, no son requisados como “material sectario”.
Es el caso de la excelente muestra del CA2M (en colaboración con el Museo del Prado), Espejo y Reino/Ornamento y Estado –hay también un fantástico libro al respecto en Turner S.A.–. El trabajo del artista Álvaro Perdices gira en torno a todas las capas de memoria del recién desmantelado Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. Les invito a visitar la exposición. Incluso en familia –es gratis–, porque podemos comprender en ella muchas cosas sobre la memoria histórica sin necesidad de pasar por el crisol de los guardianes de la neutralidad ideológica textual de nuestras criaturas.
Tras la ocupación francesa del XIX y el daño sufrido en buena parte del Palacio, solo quedaron en pie el Casón y el Salón de Reinos. En este último estuvo ubicado de manera muy peculiar después de la guerra civil el Museo del Ejército, hasta su reciente traslado a Toledo. Perdices, que llevaba años trabajando en el Museo del Prado como coordinador de exposiciones, aguzó su olfato de artista y filmó como un loco el proceso de desmantelamiento del viejo Museo del Ejército. Especialmente lo que quedaba del franquismo entre sus cascotes, sus vitrinas y sus viejos muebles estilo remordimiento. Se da la circunstancia de que muchos de estos muebles fueron realizados por los presos del penal de Ocaña, convertido por Fernando Cadalso en Reformatorio para Adultos (1913). Así que las pequeñas columnas salomónicas, las garras de León y los bustos con casco, venían de allí. Algún día habrá que hacer un estudio chulo sobre la influencia en nuestras sensibilidades de unos entornos que hemos padecido muchas generaciones. Habrá que ver si las más jóvenes se sienten atañidas o curadas de esta enfermedad por el fenómeno Ikea. De hecho, el preso Daniel Frutos Morillo, alcalde republicano de Manzanares el Real que compartió celda en Ocaña con Miguel Hernández, fabricó a escondidas una pitillera y una caja de cerillas para su uso personal sin ornamento alguno. Lo hizo a partir de la madera remordida. No era un diseño Bauhaus, ni falta que hacía, pero por ahí andan los tiros morales de la desornamentación. Álvaro Perdices lo muestra de manera distraída entre la polvorienta escoria de los pretenciosos muebles. Igual que se muestra (se filma) desnudo, en tanto masculinidad disidente, como una nutria que hubiera entrado por los huecos vulnerables de las falsas glorias.
Mientras el proyecto que en 2016 ganaron Norman Foster & Carlos Rubio Carvajal pretende reescenificar el aspecto del Salón de Reinos “original” y de esta manera, y en cierta medida, blanquear la historia, Álvaro Perdices se empeña en una labor arqueológica. Uno de los videos de la exposición recoge el ornamento con el que se viste la ideología del franquismo, con los nombres de las colonias “adscritas –a la fuerza– a la hispanidad”, que sirvió, siempre según su curadora, María Virginia Jaua, para “sublimar la fuerza imperial del nacionalismo”. ¡Ay! Cómo se repiten determinados tics en la historia: hacer que España vuelva a ser “grande”, hacer que Rusia vuelva a ser “grande”… legitimar a los gobernantes… los gobernantes y sus juguetes bélicos. Así que vemos –o veo en estos momentos– en la operación de memoria que hace Perdices, “fuera de la corte”, es decir, en un museo de las afueras de Madrid (y con una curadora de raigambre periférica en muchos sentidos), no solamente, como pretende, la reescritura de nuestra historia, sino de todas las historias que se reclamen de la misma estirpe patriarcal: poder, ambición, “hombría”, armamento, indecencia, corrupción. Perdices quiso leer estas historias desde la periferia. Y yo me pregunto ahora, después de que Xosé Manuel Pereiro (con razón) se nos quejara en el consejo editorial de CTXT del protagonismo de Ayuso y de la necesidad de abrir el foco en este reino que nos atañe, me pregunto si todas estas cosas incumben en Lalín, en Luanco, Baracaldo, Puerto Real, Ripoll, Sabiñánigo… Si no tendríamos que intentar situarnos más en las periferias de todo y en todos los sentidos. Hablar y escuchar otras lenguas. Lejos de los Salones de Reinos.
Ahora bien, si las periferias siguen estando obligadas a venir “a la corte” para contemplar obras que, según la tradición ilustrada, provoquen deleite y pensamiento –y tanto la serie de Zurbarán, Los trabajos de Hércules, como las Lanzas de Velázquez desde luego se verán de otra manera–, sería muy conveniente que Espejo y Reino/Ornamento y Estado tuviera también su sitió en (entre) la remodelación. En palabras de la curadora, María Virginia Jaua: “si en España tuviéramos una conciencia humanista del saber, en el sentido más profundamente francés de la palabra, esa pieza sería parte del nuevo-viejo Salón de Reinos como una instalación permanente”. Estoy segura de que esa necesidad será avalada por quienes al deleite y el pensamiento no quieran añadirle una operación que nos acerque demasiado a Abu Dabi.
Leo en un tuit del antropólogo Alberto Corsín: “De los 30 conceptos educativos que el gobierno de Ayuso ha decidido eliminar del currículo de Bachillerato por adoctrinadores e ideológicos, he contado al menos 27 que el CSIC identifica entre los Desafíos Científicos del futuro en sus recientemente...
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Aurora Fernández Polanco
Es catedrática de Arte Contemporáneo en la UCM y editora de la revista académica Re-visiones.
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