Negro sobre negro II
Élmer Mendoza. En el ojo del narcohuracán
No todos los autores de novela criminal escuchan de vez en cuando balaceras desde su casa. Mendoza escribe desde Sinaloa historias de narcos en las que los pobres ejecutan y los ricos planifican. Y el gobierno nunca está lejos
Xosé Manuel Pereiro 9/10/2022
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Jorge Luis Borges, en uno de los relatos de Historia universal de la infamia, adapta el cuento de Las mil y una noches sobre un hombre de El Cairo que soñó que había un tesoro en el jardín de una casa en Isfaján, y viajó hasta allí, para acabar descubriendo que la fortuna que buscaba estaba en su ciudad, en el huerto de su propia casa. De la misma forma, Élmer Mendoza (Élmer Filemón Mendoza Valenzuela, Culiacán, 1949) estudió Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica de Culiacán y como ingeniero trabajó en su ciudad natal hasta que, con 28 años, una noche le asaltó la vocación literaria y se la pasó entera escribiendo cuentos. Decidió abandonar la ingeniería y se trasladó a México D.F. a estudiar letras en la UNAM. Allí, con casi 30 años, tuvo que pagar de su bolsillo la publicación de su primer libro, Mucho que reconocer, en la editorial del exiliado catalán Bartomeu Costa-Amic. 17.120 pesos por mil ejemplares (he intentado averiguar a cuánto correspondería esa cifra en la actualidad, pero entre la inflación y la creación del “nuevo peso” en 1999, las cifras que les puedo ofrecer me parecen poco fiables). Sin embargo, la fortuna literaria estaba en su ciudad. Y en su realidad social.
Culiacán es la capital del estado de Sinaloa, y el cártel de Sinaloa es la más poderosa y transnacional de las organizaciones del narcotráfico del país. Si Paco Ignacio Taibo II es el indiscutible patriarca de la novela negra mexicana, a Mendoza le llaman “el papá de la narcoliteratura”. Y a él no le molesta, aunque a veces piense que quienes se inventaron la etiqueta no lo hicieron precisamente con buenas intenciones. “Para mí la narcoliteratura es novela social, como la llaman en Europa. Es contar lo que pasa allí de donde procedes”. Desde luego, no todos los autores de novela criminal escuchan de vez en cuando balaceras desde su casa. Ahora reconoce que tenían razón sus amigos en la época en que comenzaba a escribir y que le aconsejaban que tenía que hacerlo del narco, “porque eres del Norte”, un argumento que entonces a él no le convencía.
Élmer Mendoza publicó su primera novela, Un asesino solitario (Tusquets, 1999), a los 50 años, aunque antes había dado a la imprenta algunas colecciones de relatos. La consagración internacional le llegó en 2008 cuando dio vida a su personaje-fetiche, un detective de Culiacán que tiene sus mismas iniciales: Edgar Mendieta. Mendieta, aka “el Zurdo”, protagoniza Balas de plata (Tusquets, 2008) y las sucesivas La prueba del ácido (Tusquets, 2010), Nombre de perro (Tusquets, 2012), Besar al detective (Random House, 2015), Asesinato en el parque Sinaloa (Random House, 2017) y Ella entró por la ventana del baño (Alfaguara, 2022). Ahora acumula numerosos premios, es profesor de Letras Clásicas en la Universidad Autónoma de Sinaloa (que le ha nombrado doctor honoris causa) y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
El Zurdo Mendieta no es un caballero andante: acepta sobres, en más de una ocasión se erige en juez y verdugo
El Zurdo Mendieta no es un caballero andante: acepta sobres, en más de una ocasión se erige en juez y verdugo, golpea a los sospechosos y no duda en echar mano del especialista en interrogatorios extremos de la comisaría cuando quiere sacar algo de alguno especialmente reticente. Incluso, en Besar al detective ayuda a escapar a una capisa (ese es el femenino de “capo”) con la que desarrolla en todas las novelas una relación de amor-odio. Aunque posiblemente sea incluso chandleriano en su contexto social, en el que los sicarios son antiguos compañeros de barrio, de colegio o de la policía. Por ejemplo, no se da por vencido cuando cualquier superior –policial, político, empresario, narcotraficante– le ordena parar una investigación. En La prueba del ácido así lo describe una stripper –una “teibolera”– cuyo asesinato constituye el motivo conductor de la novela: “¿Eres poli? Los policías tienen un aire cruel que los explica. No tienes cara, te ves tan inocente, tan dulce, como que no rompes un plato y todos los tienes rotos; pero tienes bonitos ojos, un poco tristes pero expresivos; de ahora en adelante me sentiré protegida por la ley”.
En la más ortodoxa tradición del policial de origen mediterráneo, del Maigret de Simenon al Carvalho de Montalbán, de los comisarios Montalbano, de Andrea Camilleri, al Jaritos de Petros Markaris, de Mendieta conocemos sus gustos culinarios. Sobre todo, los desayunos que le obliga a ingerir Ger, su asistenta/ama de llaves, una señora que asegura tener hijos de varios famosos: Vicente Fernández, Marco Antonio Solís “Buki”, entre otros, excepto de Carlos Santana –“no pudo”– y Joan Manuel Serrat –“un caballero, no quiso, una pena”–. La obra de Mendieta está trufada de personajes impensables como Ger, o como el amigo de la infancia que vive de proporcionar, en los servicios de una gasolinera, orines limpios de polvo y paja a los camioneros que van a pasar por un control policial antidrogas situado un poco más adelante. “Curiosamente es en la literatura en donde encuentro personajes a veces incompletos que busco modelar para que puedan parecerse a las personas reales de mi ciudad. También es a partir de escuchar a esas personas contar sus historias que yo puedo encontrar modelos para mis personajes. En México, la realidad supera con mucho a la ficción”, analizó en 2014, en un acto público conmemorativo de los 483 años de la fundación de Culiacán, a preguntas del escritor Juan Esmerio.
Casualmente, o no, el año del estreno de Edgar Mendieta, 2008, fue cuando se jodió –todavía más– México a causa del narcotráfico. “Es cuando todo se quebró, cuando empiezan a no respetar a las mujeres y a los niños, a ir con todo, es un narco que hace terrorismo, ¿cómo influyó esa nueva realidad en tu obra?”, le preguntó su amigo, el escritor y periodista Javier Valdez, en aquel acto del 483 aniversario de Culiacán. La respuesta de la propia obra es más reveladora que la que dio el autor. En Balas de plata, el jefe de una organización de sicarios se queja a Mendieta: “¿Quién pudiera tener esa inclinación? Parecen ondas de gente crema, ya ves que los ricos están bien locos; cada vez más seguido nos llegan solicitudes de servicios donde quieren al objetivo despedazado, arrastrado, castrado, qué es eso, nosotros somos una empresa con ética y jamás hemos aceptado esas comisiones, es un ser humano el que vamos a matar, no un animal salvaje”. Javier Valdez, amigo de siempre del autor, corresponsal de La Jornada y fundador del semanario Riodoce, al que la realidad fue especializando en narcotráfico, fue asesinado delante de la redacción en 2017. (Sinceramente, el mundo de El Zurdo Mendieta, con toda su crudeza y el que describe Valdez en libros como Levantones, Granada en la boca o Huérfanos del narco, tienen la misma relación que los cuentos de caballería y la realidad europea en la Alta Edad Media). Los sicarios que lo mataron fueron condenados en 2020 a 14 y 21 años de cárcel, pero el ordenante, el hijo del que fue mano derecha del Chapo Guzmán, salió de una cárcel estadounidense hace quince días por buena conducta y arrepentimiento.
En las novelas de Mendoza, los pobres ejecutan, los ricos planifican. Y el gobierno nunca está lejos. “El narco nació hace 70 años, mediante un pacto con el poder político, y todas las soluciones que se le han intentado dar están lastradas por ese pecado original. Todos sabemos que hay acuerdos entre ambos poderes”, afirmó en el programa De pisa y corre, de Imagen Televisión. En la novela seminal de la saga, un político, a quien le acaban de asesinar a un hijo poco conveniente para su proyección hacia la presidencia de la nación, visita a Valdés, capo del cártel de Sinaloa: “Valdés sirvió café de un termo a su invitado y bebió de su taza, los guaruras atentos. Miembros de los tres sectores de mi partido están interesados en que vaya por la grande, después del sepelio de mi hijo estuvieron en casa con el planteamiento, al principio les dije que no y sonrieron, les tuve que prometer que lo pensaría, insistieron en que no tenía nada que pensar, hizo una pausa, Valdés lo observaba con neutralidad, les hice ver que no podía tomar una decisión tan trascendente sin consultarlo a usted y ése es el motivo de mi visita”.
Les habría dado una impresión parcial y equivocada si concluyesen que Mendoza es un escritor costumbrista –aunque tiene un excelente oído para captar y reproducir los diferentes registros– o lo suyo es mera literatura de género. De entrada, porque el Zurdo no es su única criatura, y además de novelas de muy distintas temáticas, ha escrito media docena de obras de teatro. Pero sobre todo por su escritura. Élmer Mendoza construye los diálogos rápidos, contundentes y profundamente auténticos propios del género (comparables a los de George V. Higgins), únicamente a base de puntos y seguido. Ni guiones, ni comillas ni ninguna de las otras ortopedias que permite la gramática para identificar las distintas voces. En un párrafo podemos distinguir las intervenciones de hasta cuatro o cinco personajes tan solo por su sintaxis, su vocabulario y por hacia dónde quieren llevar la conversación. En lo que en otros autores es un manierismo molesto (o una exhibición de estilo, que de todo hay), en Mendoza es un recurso expresivo vivo. “Mi manera de contar es caótica quizá, incómoda quizá, pero viva”. Y la vida, aunque sea literaria y estilística, es algo más que necesario entre tanta sangre.
Jorge Luis Borges, en uno de los relatos de Historia universal de la infamia, adapta el cuento de Las mil y una noches sobre un hombre de El Cairo que soñó que había un tesoro en el jardín de una casa en Isfaján, y viajó hasta allí, para acabar descubriendo que la fortuna que buscaba estaba en...
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Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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