Tecetipo
Alberto Núñez Rajoy
Feijóo ha decidido sentarse a esperar sin más apuesta que la de que el cadáver de su rival, machacado por pandemias y guerras en Europa, pase por delante. La historia demuestra que es una jugada arriesgada
Gerardo Tecé 2/11/2022
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En política o se está en estado de gracia o acaba uno siendo un desgraciado. Consulten la hemeroteca. Comprobarán que quienes aspiraron a llegar a La Moncloa en las últimas décadas sólo lograron cierto éxito y respaldo social subidos a lomos de un discurso creíble. Los que se sentaron a esperar su turno se llamaron Rajoy y aquello, como sabemos, acabó como un rosario de la aurora de repeticiones electorales y desgaste del poder económico y mediático para salvar al soldado impostado. En un oficio plagado de mentiras y digo Diego, curiosamente la gente sigue premiando cierto grado de verdad. Suárez dijo centro y, para que el andamiaje de lo prometido se sostuviera, tuvo que cabrear a los franquistas de la época legalizando el PCE. Hoy la mayoría lo recuerda con cariño. Felipe González dijo cambio y el cambio se puso en marcha y le permitió agarrarse al poder tanto tiempo como duró la sensación de cambio. Agotada, llegó Aznar vendiendo prosperidad y aunque costara burbujas inmobiliarias y hambre para mañana, el tipo tuvo claro que su apuesta sería que la clase media se sintiera millonaria por un día. Zapatero dijo una España mejor y fue mayoritariamente acompañado en su apuesta hasta el mismo día en que decidió sucumbir ante la austeridad de Europa. Sánchez malvivió en las sombras entre Susana Díaz, Rivera y Cebrián hasta que se atrevió a salir de ahí ignorando presiones y editoriales para, al fin, poner sobre la mesa una apuesta política real y coherente: un gobierno de izquierdas pactando con la izquierda. Feijóo, como Rajoy, ha decidido sentarse a esperar sin más apuesta que la de que el cadáver de su rival, machacado por pandemias y guerras en Europa, pase por delante. La historia demuestra que es una jugada de lo más arriesgada.
Feijóo dijo moderación pero, tras siete meses en el cargo, no hay rastro de lo que sería su gran apuesta política para este país. Si ser moderado consistía en dejar de chillar en los mítines que Isabel la Católica era la más grande, más aún que Rocío Jurado –Pablo Casado, no te olvidamos– debería saber el líder gallego que no es suficiente. Que hablar sin gritar puede servir para hacer llevaderas las reuniones de una comunidad de vecinos, pero que dirigir un país requiere de algo más. Por ejemplo, que esa moderación ofrecida a la sociedad se refleje en actos. Empezamos a intuir que esto no sucederá, que no había apuesta real, sino spot publicitario con el que salir del paso. La falta de consistencia empieza a pasarle factura a Feijóo. No son las encuestas, que también. No es la reunión secreta con el líder ultraderechista Abascal, ni tampoco el pacto en Castilla y León que hunde al Gobierno regional cada vez que el nini Gallardo abre la boca. Que también. No son los malos ratos pasados en Bruselas a cuenta del “timo ibérico” de Sánchez aplaudido por los compañeros de Feijóo del Partido Popular Europeo. Que también. No es el tufo rancio, incompatible con la moderación, de ver a su mano derecha, Elías Bendodo, hablar –otra vez– de buenos y malos españoles. Que también. Ni siquiera es haber faltado a la palabra dada con la renovación del gobierno de los jueces huyendo a esconderse tras la más mínima revuelta interna del sector ultraderechista. Que también. Es, sobre todo, la certeza de que un tipo sin nada que ofrecer acabaría siendo tragado por la sombra de Rajoy si llega a sentarse en el sillón de La Moncloa.
¿Y ahora qué? Le preguntará Feijóo a los poderes mediáticos y económicos que lo pusieron ahí y estos tendrán que responderle entonces que ellos saben poner presidentes, pero que le toca a él aprobar presupuestos, llegar a pactos, ser creíble en televisión, viajar a Europa y, sobre todo, hacer que la sociedad camine con él. ¿Cómo lo hará? ¿Cómo construirá Feijóo una apuesta moderada con los fascistas de Vox de la mano? ¿Cómo hará para que un partido de derecha de tradición democrática como el PNV se convierta en socio parlamentario de un gobierno participado por quienes prohibieron hablar euskera durante décadas? ¿Cómo hará para que Europa se tome en serio a un tipo cuya posición sobre el reto energético y climático, en su momento más crítico, fue lamentarse por tener que apagar escaparates por la noche? Y, sobre todo, ¿cuánto le costará al poder económico y mediático tener que apuntalar a un nuevo Rajoy? Feijóo aún no lo sabe, pero quizá la respuesta a todo esto ya esté escrita y se llame Díaz Ayuso. Porque las apuestas políticas deben ser reales. Porque la derecha moderada no existe a día de hoy en España. Ni se la espera.
En política o se está en estado de gracia o acaba uno siendo un desgraciado. Consulten la hemeroteca. Comprobarán que quienes aspiraron a llegar a La Moncloa en las últimas décadas sólo lograron cierto éxito y respaldo social subidos a lomos de un discurso creíble. Los que se sentaron a esperar su turno se...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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