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Pedagogía

El discurso rojipardo en educación

Defienden la ‘cultura del esfuerzo’, meritocrática y neoliberal hasta la médula. Su discurso excluye conceptos como capital cultural y social, expectativas de éxito o fracaso e igualdad de oportunidades

Colectivo de docentes DIME 14/11/2022

<p>Un aula de una escuela en Chicago.</p>

Un aula de una escuela en Chicago.

Taylor Flowe | Unsplash

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En los medios generalistas se prodigan estos últimos años dos tipos de discurso sobre educación: una pléyade antipedagógica, defensora de la cultura del esfuerzo y la memoria; y otra de conferenciantes estrella que los primeros llaman desertores de la tiza. Los antipedagogistas usan a los segundos como prueba de la verosimilitud de su visión y les sirven de coartada para publicar ensayos rojipardos plagados de referencias clásicas, Unamuno, críticas a la LOGSE y ridiculización de la Pedagogía como supuesta destructora del conocimiento. Asombra que medios alineados con la izquierda ideológica ofrezcan cobertura a este discurso y lo legitimen como una posición educativa de toda la izquierda. ¿Por qué se visibiliza aún más este discurso neorrancio difundido profusamente en medios conservadores? ¿No hay bastantes famosos opinadores rojipardos, pedagogos conservadores y escritores curtidos en guerras practicando el arte del insulto ilustrado y las admoniciones apocalípticas por todo lo que huela a juventud, inclusión o salud mental?

La elevada ratio docente/alumnado, el exceso de interinidad, las infraestructuras obsoletas de nuestros centros públicos y el aumento presupuestario para la concertada –con PP y PSOE–, justifican el malestar de la pública y este sector antipedagogista lo canaliza. A semejanza del populismo ultraderechista con los trabajadores, llaman a una resistencia civil ilustrada bajo la bandera de la malentendida libertad de cátedra contra la imposición de la normativa educativa. Conciben la educación como un imperio sin ley mientras no se diseñe una con sus preceptos educativos, que no son otros que los de los años 70.

En realidad, no defienden la Ley General de Educación (1970). Basta leer los principios pedagógicos de esta (formación pedagógica del profesorado, trabajo docente en equipo, atención a la diversidad de aptitudes e intereses, métodos no memorísticos, etc.) para comprenderlo. Más bien, parecen añorar la obligatoriedad hasta los 14 años que expulsaba de las aulas a la mitad de la población, casualmente de clases desfavorecidas y con necesidades educativas especiales o dificultades de aprendizaje. La educación obligatoria hasta los 16 y la incorporación de esos grupos sociales a las aulas dificulta mantener ciertas prácticas.

Desbrozada la argumentación rimbombante y conspiranoica de su discurso, afloran elitismo, neorranciedad, clasismo y un profundo desconocimiento de historia y de investigación educativas. A continuación, esbozamos algunos de sus axiomas educativos.

Axioma 1. La educación consiste en (re)transmitir contenidos

Según estos autoproclamados expertos, el conocimiento acumulado por la humanidad –del que se consideran únicos guardianes– es inmutable al paso del tiempo e independiente de los cambios culturales y sociales. En su custodia juega un papel importante el irrenunciable libro de texto –aquí la mercantilización neoliberal no importa–. El aprendizaje consiste en una especie de transposición en el vacío desde el cerebro del docente hasta el del alumnado vía exposición oral con apoyo de la tiza y la pizarra, la de toda la vida o la digital que permite proyectar el libro de texto como innovación y escasa participación del alumnado. Generación tras generación, la adquisición de conocimientos –y por ende, el éxito académico– se condiciona a la capacidad de memorizar, velocidad de procesamiento, memoria de trabajo y destreza de escribir sin faltas lo recordado con buena sintaxis. Sin embargo, esas habilidades cognitivas en las que se sustenta ese tipo de conocimiento no se reparten por igual en la población ni se adquieren de igual modo y, por tanto, no responde a la universalidad de la educación, lo que vulnera el derecho del alumnado a la educación recogido en la Constitución y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El factor emocional, que la investigación ha demostrado crucial en el proceso de aprendizaje, es ridiculizado

En este discurso antipedagogista, los institutos son catedrales del conocimiento a las que se exige llegar automotivado de casa para escuchar, tomar notas, hacer deberes, memorizar y reproducir en un papel. El factor emocional que la investigación ha demostrado crucial en el proceso de aprendizaje, motivo por el cual se incluye en la legislación, es ridiculizado y los docentes que lo contemplan en sus prácticas, acusados de convertir la escuela en un parque de atracciones.

De hecho, el discurso rojipardo obvia que los métodos y las condiciones de enseñanza-aprendizaje determinan qué se aprende. Ejercer la docencia implica cuestiones técnicas: una reflexión valorativa sobre qué contenidos curriculares resultan clave; en qué vocabulario y conocimientos previos se fundamentan; los procedimientos y su secuenciación idónea acorde con el desarrollo cognitivo del alumnado; la investigación didáctica del campo sobre cómo universalizarlos para que todo el estudiantado los comprenda; observar y coordinarse con otros docentes para que el conjunto sea coherente… Educar también implica comprometerse con la igualdad de oportunidades y el conocimiento como emancipador del desfavorecido (Freire dixit): decidir cómo plantear inclusivamente las actividades en el aula; el rol del capital cultural y las expectativas de clase social sobre la utilidad del conocimiento académico para el profesorado y alumnado; y trabajar valores democráticos, solidarios y críticos con el alumnado que solo pueden practicarse en referencia a los otros, es decir, en un entorno social como la escuela.

Todo lo anterior exige conocimientos sólidos sobre legislación, didáctica, diseño curricular, sociología, política educativa y organización escolar, entre otros, que la Pedagogía ha acumulado en un corpus de conocimiento durante los dos últimos siglos. El sector antipedagógico los rechaza sistemáticamente en defensa de un método único: el suyo, el de siempre, para todos y todas y eluden la autocrítica profesional.

Axioma 2. La cultura del esfuerzo y la meritocracia

Defienden la cultura del esfuerzo, meritocrática y neoliberal hasta la médula, y que nada tiene que ver con el evidente esfuerzo que se necesita para aprender. Su discurso de la cultura del esfuerzo excluye conceptos como capital cultural y social, expectativas de éxito o fracaso e igualdad de oportunidades. El esfuerzo del adolescente de clase media-alta, con un padre médico y una madre ingeniera que dispone de una infraestructura de apoyo y altas expectativas académicas y laborales, no se puede comparar con el de la chica de clase baja que cuida de sus abuelos y comparte habitación y tablet con sus tres hermanos mayores. Tampoco lo es para otro/a sin las capacidades cognitivas mencionadas más arriba. El planteamiento de las actividades para que nuestro alumnado aprenda está mediado por estas desigualdades de partida, pero la cultura del esfuerzo se limita a ordenar méritos en expedientes académicos sin valorar estas circunstancias desiguales de partida.

El planteamiento de las actividades para que nuestro alumnado aprenda está mediado por las desigualdades de partida, pero la cultura del esfuerzo se limita a ordenar méritos en expedientes

Este discurso rojipardo denuncia machaconamente el bajo nivel del alumnado actual, que justifican en una idealización del pasado e ignorando su sesgo del superviviente. Cuando se les responde que todos y todas nosotros hemos educado a nuestros jóvenes que llevan escolarizados como mínimo desde los 6 años, culpan a las sucesivas leyes educativas –especialmente las progresistas– de dicha bajada del nivel, aunque la lógica y los datos e investigaciones disponibles no apoyen esta idea. Se parte de la experiencia personal sesgada y se picotea en los datos históricos y estadísticos para confirmar las creencias apocalípticas.

Una calculadora, un juego didáctico o un examen oral para disléxicos son artefactos diseñados para destruir el conocimiento, la capacidad de esfuerzo y la tolerancia a la frustración del estudiantado. La frustración, la obediencia jerarquizada, la injusticia y la desigualdad de capacidades y oportunidades deben enseñarse en los centros –esto sí de forma activa– y el estudiantado sufrirlo en carne propia porque, en caso contrario, no aprenderán a adaptarse a la frustración e injusticia que encontrarán en el futuro. Lo que no es necesario para la vida, de acuerdo con la neorranciedad, son conocimientos como el derecho a participación democrática, a la huelga y la manifestación ni tampoco la empatía, la cohesión social, el pensamiento histórico, la resolución de problemas, el uso inteligente de las tecnologías, la diversidad humana y la capacidad creativa.

Axioma 3. Hay pedagogos y pedabobos

Para el rojipardismo, un pedagogo bueno es uno de derechas; para el resto inventan adjetivos despectivos: pedabobo, pedagogismo, neopedagogía, pedagogó…

La Pedagogía y los docentes que lo confrontan buscan integrismo y politización, pero lo suyo es una cuestión técnica: lo de los demás, intervencionismo, polarización e infantilización. Se omite que educar es un acto político, como decía Freire, implícito o explícito.

La crítica al neoliberalismo resulta imprescindible para que sus acólitos sean ubicados en la izquierda, pero esto choca con sus prácticas excluyentes

En este marco discursivo, la crítica al neoliberalismo resulta imprescindible para que sus acólitos sean ubicados en la izquierda, pero esto choca con sus prácticas excluyentes y selectivas que criban a quienes no consiguen subir la escalera educativa con automotivación, horas extra, resiliencia y apoyo educativo externo. Desechan a individuos con dificultades para preservar contenidos factuales y reproducirlos en un examen escrito. A quienes les cuesta acatar órdenes arbitrarias de un superior jerárquico o carecen de capital social y cultural, les arrebatan de facto el derecho a una educación comprensiva, el mayor logro educativo progresista: la misma cultura para el hijo del obrero que para el hijo del empresario hasta la edad mínima requerida para trabajar.

La educación como servicio público, el bien común, los centros como comunidad solidaria y motor de cambio social y cultural, no aparecen en el discurso… son cosas oídas en ese máster de pedagogos, de requisito obligado y que odian profundamente. Sus seguidores se autoproclaman únicos conocedores de la realidad del aula. El resto la desconocemos porque vivimos en otra realidad paralela donde no fuimos alumnos/as, ni existe el papeleo, la precariedad, el esfuerzo, el fracaso, los salarios raquíticos, los deberes en domingo, o los suspensos y relatos de nuestros vástagos. Tampoco existen los comentarios condescendientes, faltos de empatía, e incluso despectivos, cuando aportamos datos, investigaciones o experiencias propias o internacionales que no concuerdan con las suyas, o cuando las familias demandan las explicaciones a que tienen derecho.

Con la educación no se juega

Cuando una determinada visión de la educación coincide en todo o en parte con aquella que la derecha política promociona en sus medios afines, aunque se tiña de rojo, deberían saltar las alarmas en todo aquel que se considera progresista. La educación es un arma política: decidamos –profesorado, investigadores, familias y medios de comunicación– en manos de quiénes queremos que esté. Todos los días, muchísimos docentes y especialistas de la educación pública libran una batalla por la igualdad de oportunidades a pesar de la escasez de recursos. Esta es nuestra bandera: la inclusión, la equidad en oportunidades para el acceso al conocimiento y los recursos materiales y humanos necesarios para que la educación pública pueda realizar esta importante función social.

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Colectivo de Docentes por la Inclusión y la Mejora Educativa (DIME). Firmantes:

Manuel Siaba Lestón (Maestro de Educación Primaria en CEIP Ramón de Artaza)

Manuel Fernández Navas (Profesor de Didáctica y Organización Escolar, Universidad Málaga)

Noelia Alcaraz Salarirche (Profesora de Didáctica y Organización Escolar, Universidad de Málaga)

Vicent Garcia Martínez (Profesor de Secundaria y Profesor asociado del Departament de Didàctica de la Llengua i la Literatura de la Universitat de València)

Carlos Candel (Maestro interino y Educador Social)

Olga Elwes Aguilar (Profesora en la Facultad de Educación de Toledo, UCLM)

Pedro C. Mellado Moreno (Profesor del Departamento de Educación, URJC)

Diego García García (Maestro de Educación Primaria en CEIP San Sebastián, Padul)

Jordi Adell (Profesor de Tecnología Educativa (UJI) jubilado)

Gonzalo Silió Sáiz (Maestro de Educación Primaria y Psicopedagogo)

Jordi Cano (Profesor de ESO/Bachillerato y Profesor asociado en la Facultat d'Educació, Psicologia i Treball Social, UdL)

David Porcar Díaz (Maestro de Educación Primaria)

Adrián Navarro Pitarch (Profesor en escuelas de música y egresado del Máster de Secundaria por la Universidad de Valencia)

Sergio Martínez Juste (Profesor de Didáctica de la Matemática, Universidad de Zaragoza)

Pablo Beltrán Pellicer (Profesor de Didáctica de la Matemática, Universidad de Zaragoza)

María Cañete Barcenilla (Profesora de Geografía e Historia)

Loreto Herrero Imbert (Profesora de Lengua Castellana y Literatura)

Antonio Solano Cazorla (Catedrático de lengua y literatura y director de instituto público)

En los medios generalistas se prodigan estos últimos años dos tipos de discurso sobre educación: una pléyade antipedagógica, defensora de la cultura del esfuerzo y la memoria; y otra de conferenciantes estrella que los primeros llaman desertores de la tiza. Los antipedagogistas usan a los...

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Colectivo de docentes DIME

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2 comentario(s)

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  1. maritaymarita

    La última oración es gloriosa. Así es... La mayor parte de los que se creen que tienen la solución mágica para la escuela no tienen ni la más remota idea porque no han dado una clase de Primaria o Secundaria jamás y por tanto no saben lo que se necesita. Lo primero, para empezar, bajar drásticamente la ratio, que de eso no se está hablando y es la madre del cordero.

    Hace 1 año 11 meses

  2. vinadomingojordi

    Qué maravilla, otro artículo sobre educación que comentar. Y uno que, aunque no quiere reconocer mi revolucionaria teoría de los cuadrantes sobre educación, apunta a lo que escribí dos veces: hay un sector de la izquierda que en cuestiones educativas piensa como la derecha pero no lo va a reconocer ( Y que, ojo, que algunos oportunistas como la Ayuso han tirado la caña a esa poza). Y también que ellos, los pro LOMLOE, tampoco quieren reconocer que en poner al profesorado en modo proactivo y laboralmente ultramotivado se parecen que no veas a los del cuadrante innovador tirando a fachilla. La maravilla se acaba aquí, al comprobar que el hábito de insultar alcanza a todos los niveles educativos, empezando por el conserje y encaramándonos hasta el catedrático. Supongo que es un indicador de ausencia de clasismo. ¿De dónde surge tamaña indignación? Por lecturas que tiene uno, más de ficción, diría que de la conjunción entre manera de ganarse la vida, inseguridad ante el grado de éxito del trabajo realizado, alud de críticas recibidas y muchas lecturas que proporcionan proteína teórica y que acaban por instalarse en el mismo lugar donde habita la creencia (esa cosa que si se la tocas a alguien le saltan chispas de las chungas), todo eso junto es la que suele hacer que los debates acaben en descalificación del otro púgil. Porque este artículo está muy bien hasta llegar a eso de los axiomas, donde se empieza a caricaturizar y humillar al contrincante. Pero DIME, que los rojipardos no son tan mala gente, y seguro que les hace tan poca gracia que les llaméis así como a vosotros que os digan pedapedorros. Por ese camino acabaréis hablando de si vivís en una urbanización con piscina o de vuestros hábitos burgueses. Hay que entender a los anti-LOMLOE. Están exhaustos. Y por cierto, sobre eso de la prensa publicando según qué cosas, la prensa puede ser de izquierda, pero también puede publicar opiniones contrapuestas. Por ahí veo un poquito de asco a la disensión. Era cuestión de tiempo que salieran los rojipardos. De alguna manera lo predije en mi comentario a Mestre, pero como en todas las cuestiones complejas, la sensación de esa mente desacomplejada en términos de manías teóricas que solo algunos orientales tenemos es que todos dicen algunas verdades. Ni lo de antes sirve para personas como las que ahora aprenden (tampoco servía para algunas de la de antes ni tampoco todas estaban donde debían estar, la escuela) ni lo de la LOMLOE garantiza aprendizaje del profundo para según quién, diga lo que diga DIME. Cuanto antes lo entiendan unos y otros, mejor. Tienene que escucharse. Lo que seguro que no sirve es tirar de estereotipos. No hay insulto más denigrante a un ser humano que privarlo de su complejidad y reducirlo a un pelele hostiable (rojipardo, neorrancio, pedabobo, por favor, ¿tanta universidad para llegar a esto?) Lo característico de un profesor que no quiere abrirse un poco a ideas nuevas no es que sea un rojipardo ideológico o un facha cejijunto, sino que en general es una persona que siempre anda mezclando su comodidad laboral, su hastío de docente, con lo que sus alumnos necesitan y, al contrario de lo que muchos estarán ya pensando (que es un vago, inútil, funcionario, entendido como insulto), también habría que preguntarse por qué ocurre eso. (Este punto es tan importante que lo trataré más adelante). Lo peor de un teórico no es que no esté pisando el aula, sino que sus teorías tengan como objetivo ser aplicadas para cambiar (mejorar) la realidad y jibaricen lo que se les pone delante para impedírselo para así poder atacarlo por todos sus flancos, mezclando también lo que es profesional con lo que es personal. ¿Se han parado a pensar si la caricatura que hacen DIME de cierto profesorado representa a la mayoría del profesorado o sólo a algunos de los que solo leen a Luri, Navarra y esa pedagoga de Suecia que parece buena gente pero está tan despistada que fue alguna vez a la emisora de Jiménez Losantos? La mayoría de los profesores no leen ni a unos ni a otros. A menudo, lo relativo a la innovación o simplemente a virar la visión de la escuela está muy bien. Yo he hecho formaciones rollo LOMLOE en mediación entre iguales o práctica reflexiva que me parecieron excelentes porque encontraba que tenían sentido a lo que me encuentro en el aula. Pero también muchas más veces no sabes qué hacer con otras formaciones que en sí están bien pero no puedes aplicar a nada. Por ejemplo, el trabajo cooperativo (tengo dos formaciones hechas, las organicé yo, y me gustaron) yo no lo puedo poner en práctica porque en mi centro los alumnos faltan uno o dos días a escuela cada poco tiempo, no suelen guardar bien sus materiales y jamás hacen absolutamente nada sin un tío o una tía docente pegados.a su culo diciéndoles cuál es el siguiente paso. Puedo realizar microactividades, pero no proyectos de largo aliento, que se me desmontan porque en mi escuela lo anormal es lo normal y toda estructura queda corrupta por mil y una vicisitudes. Esto creo que no se contempla demasiado cuando se adhieren calificativos o defectos a las personas que hemos optado por una estructura controlada, que aporta ritual, previsibilidad y orden con alguna sorpresa salerosa (neorrancio, por ejemplo, o esclavo asalariado de una editorial, yo al menos, lo considero una simplificación de una complejidad como humano docente que me hace ilu tener). Esta, mis disculpas más sinceras, es la única clase que nos es posible realizar a muchos. Los del gueto vivimos con el corazón partido entre querer creernos medio útiles para un tipo de alumnado a costa de primar un orden en que impere el respeto sobre una histeria motivadora que acabe en agamenón y querer huir a lugares en que se pueden llevar a cabo prácticas pedagógicas motivadoras. Con otro alumnado. Diferente. Mucho. Tanto como para decir que mi hija en cuarto de primaria sabe más inglés, catalán, castellano y otras cosas que la mayoría de mis alumnos de secundaria obligatoria. Palabra de experto. Mi hija, escuela pública, barrio clase media con tendencia a la baja, sin florituras innovadoras ni lo contrario, sin que hayamos hecho más que velar por ella, sin añadirle refuerzo ni en inglés ni en catalán ni en castellano ni en nada. Una niña que entre estudiar o Netflix y saltar, qué les voy a contar. Tampoco se tiene en cuenta en este artículo lo que te dicen personas que están trabajando con prácticas innovadoras. Por ejemplo, una excompañera va y nos dice que en su escuela a veces parece que un proyecto (le gustan y los defiende, no confundamos, de fue allá por ellos) sea una actividad en que unos aprenden a montar un robot y otros del mismo equipo pintan el rótulo del trabajo. Gran proeza pedagógica para los segundos, pero enhorabuena a los premiados. Otra persona que trabaja para el Departament d'Ensenyament en innovación, me dijo que con las actividades de geolocalización que a ella habían catapultado tan alto que ahora podía decir a los demás qué hacer y cómo los alumnos aprendían cuatro chuminadas. La una y la otra también me hablan de éxitos, por eso creo que sería mejor abandonar los forofismos y considerar que hay causalidades superiores al éxito de una u otra aproximación al aprendizaje y al adherirse a ideas de qué és un buen profesor que excluyan escuchar a los demás. También está muy bien contemplar toda la complejidad humana de esto de la innovación. Porque en realidad en mis comentarios siempre he eludido hablar de otro gran tema. Lo he hecho porque siento el aliento en el cogote del Mago Conseller Cambray, cuya política es de las de "mira la mano izquierda y la bolita" y así te cuela el truco con la mano facha. Este señor ha dado en el clavo de cómo enmarcar todo conflicto educativo: los intereses de alumnado y familias por un lado y los del profesorado por otro jamás coinciden, y él se debe a los primeros (son más en número de votos). En este artículo de DIME se huele algo de eso también. Por eso, para que nadie me insulte y me diga cosas que no soy, yo no quise hablar en los otros comentarios aquí en CTXT de un tema que es este, que ya está aquí, ya llegó: mucho profesorado, la mayoría (bueno, nunca sabremos cuánto si no realizamos una macroencuesta como las británicas) no tendría inconveniente en trabajar estilo LOMLOE y se quitaría de la tiza si tuviera tiempo para hacerlo. A mí se me saltan las lágrimas cuando me paro en agosto a pensar en qué vida llevo. Tengo una hija pequeña y no la estoy viendo crecer. Además de las horas de permanencia en la escuela, llevo a mi hija a un lugar donde práctica su pasión y yo me meto en una biblioteca pública a trabajar en cosas escolarescmientras la espero. Tres tardes. Diez horas. Desde 2004 en que empecé en esto, he trabajado seis días a la semana, porque los domingos por la tarde son para la escuela. En evaluaciones, los sábados también. Si sumo esas horas, yo supero sobradamente mi convenio. Y como yo, la mayoría. Me gustaría que el colectivo DIME me explicara cuándo podré yo ser el tipo de profesor de alta gama que quiere la LOMLOE. La falta de sensibilidad de su escrito, gente de DIME, es brutal. Ni una mención a este asuntillo, bueno, una, que sería la equivalente a la que ustedes dicen que hacen los rojipardos metiéndose con el neoliberalismo para parecer de izquierda. La vida del profesor que quiere ser LOMLOE y no puede es dura. Comencé una actividad transversal sobre la diáspora gitana antes de la pandemia. Està en un cajón. Comencé otra sobre un río. Colaboraciones transversales entre matemáticas, naturalesa, sociales , catalán e inglés. En un cajón. No soy muy adicto a los libros de texto, pero aún consumo tiza, sobre todo porque lo que a los alumnos que fliparan con la LOMLOE les cuesta medio minuto entender, a los míos les cuesta media semana y para cuando lo pillan están hasta el culo de lo que les estoy contando. Por eso me gustaría que ustedes le confesaran a los lectores no del gremio cómo se logra implantar un modelo innovador en un centro escolar. Ya lo hago yo: haciendo que esos centros funcionen de tal manera que si son de titularidad concertada el profesorado estudie oposiciones y huya a la pública o, si son públicos, forzando la ley de la función pública hasta donde se pueda para que los centros sean lo más parecidos a los privados. Algún sindicato, de hecho, tiene un baremo para calificar a los centros por sus criterios democráticos en la elaboración de sus plantillas. La mayoría de los de Barcelona suspende porque sus profesores son elegidos a dedazo. Temazo que alguien debería tratar con valentía: en la función pública, en la que los derechos difíciles de malear son bien conocidos por el profesorado y están protegidos hay que hacer cosas al borde de la legalidad para que toda o la mayoría de la plantilla haga lo que dice esa persona que dirige la escuela (estoy en un equipo directivo, absténganse de descalificaciones tópicas). Con cuatro gatos adeptos en un reducto de esnifadores de tiza e infiltrados de las editoriales no implantas la LOMLOE. Es bien curioso citar a Freire y callarte que estás por la gestión privada de lo que es público. Mil disculpas si no sois, DIME, de los que practican los dedazos para diseñar plantillas (veo que algunos estáis en primaria o secundaria, que no soy teóricos como les gustaría decir a los de la tiza). Rojipardo no serà, pero muy de izquierda tampoco, como no lo es eso que hace el Mago Conseller Cambray de facilitar el conciliar de las familias a costa de fastidiarle la vida a otros trabajadores porque no se tiene la entidad política suficiente como para enfrentarse al empresariado, que es el que habría de arrimar el hombro en la conciliación (porque si ellos poseen la fábrica, nosotros poseemos la fuerza de trabajo). La verdad es que igual que creo que el debate del alumnado y cuánto aprende no comienza en la innovación, sino en el reparto de críos para que los centros sean heterogéneos, pienso que en lo concerniente al profesorado el debate está en cómo la carga del trabajo cae sobre las espaldas de quién. Si el profesorado dispusiera de tiempo para diseñar actividades tan chulas como las que describió Fernández Polanco aquí o las que aparecen en la web del ICE o algunas como las que pone de ejemplo PISA, lo haría. Es más fácil, empero, porque tú eres una persona con tiempo y/o ayudantes y/o eres superdotado para el trabajo decir que los demás son esto o lo otro, con ese impulso deshumaniazador y hostigador tan frecuente en muchos innovadores y en todos los ticeros cuando hablan de sus contrarios. Es como lo de los libros de texto. Cuánta simpleza. Las editoriales hacen lo que les da dinero. Astutas, no van a entrevistar a los que hacen la LOMLOE ni a DIME. Van a los que ponen en funcionamiento la máquina del pedido: los profesores. Y estos van a lo seguro: me pones tres quilos de lo de siempre, pero me lo presentas con este adornito aquí y un Kahoot allá para que parezca otra cosa. ¿Se le ha pasado por la cabeza a alguna mente tan inteligente como para encontrar a las demás imbéciles que quizá las editoriales entrarían en el juego de elaborar esas actividades que el profesorado no tiene tiempo de hacer? Freire quizá no lo aprobaría, pero a mí ayer la Generalitat me derivó para una prueba médica a una empresuela sanitaria privada en cuya sede oías todo lo que decían en las consultas porque las paredes eran de papel de fumar; y a los niños adoptados de Catalunya los gestionan empresas de psicólogos y trabajadores sociales privadas y... ¿Qué pasa por llegar a pactos económicos con las editoriales? Algunos de educación en algunas comunidades autónomas que quieren ser la hostia de revolucinarias, como Catalunya, parece que trabajen para Google (Dinamarca acaba de prohibir que se usen sus productos en educación) y no pasa nada. Pocos sermones también en esto de las editoriales. En fin, podría no parar y nadie me leería tampoco. Resumo: el ser humano puede hacer dos cosas con el que no piensa según considera que está bien (si eres cura también puedes perdonarlo o no, otra ventaja de la concertada religiosa): despreciarlo o intentar comprender desde qué parte angustiada de su persona, desde qué malestar surge eso que no puedes aceptar. Los que no soportan ningún cambio que no sea volver a un imposible (seamos sinceros, el alumnado de ahora no aguantaría, tengan razón los de la tiza o no, clases como las de antes de la LOGSE) deberían mirar en el fondo de sus corazones y reconocer que lo que hacen no les va bien y estar más abiertos a los que sí tienen alguna propuesta. Y estos deberían dejar de menospreciar a los que probablemente reaccionan fruto de la fatiga de haber vivido numerosos fracasos y ya no creen en nada. Todos deberían exigir a quienes están ahí para gestionar estas cuestiones que se ocupen de garantizar la aplicabilidad de lo que legislan con alguna idea mejor que convertir a un colectivo en implementador de leyes sin herramientas y luego en culpable del desastre que resulta de trabajar sin ellas.

    Hace 2 años

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