Manuela Martelli / Directora de ‘1976’
“Mi generación salió muy poco a la calle. Heredamos el miedo de la dictadura”
Jesús Cuéllar Menezo 19/01/2023
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La chilena Manuela Martelli (Santiago de Chile, 1983), directora de 1976, nominada al Goya a la mejor película iberoamericana, nos habla por videollamada desde la ciudad alemana de Colonia, adonde la ha llevado una residencia en la universidad KHM (Academy of Media Arts), que compagina con la preparación de su próximo proyecto cinematográfico.
1976 es el primer largometraje dirigido por Martelli, después de una prolongada carrera como actriz en películas como Machuca (Andrés Wood, 2004) o Dos disparos (Martín Rejtman, 2014). Narra la peripecia de una mujer de clase alta chilena, Carmen, durante la dictadura de Pinochet. Combinando diestramente el ritmo del thriller con el retrato intimista, Martelli presenta a una ama de casa, interpretada con gran contención y eficacia por Aline Küppenheim, que va viendo alterada su inconsciente comodidad vital cuando las consecuencias de la represión militar se cruzan en su camino.
En Cine y literatura, Pere Gimferrer apuntaba que las heroínas de las películas de Douglas Sirk tendían a reproducir “clichés de revista para el ama de casa de clase media, que imitan la vida”. Carmen, en medio de la renovación de su casa de verano, pintada con el tono “veneciano” de una revista de viajes, comienza poco a poco a comprender que su existencia es un simulacro, que la realidad está en otra parte: en un disidente herido y escondido por un cura, o en los obreros que trabajan en su segunda residencia, a los que mira entre el deseo y la perplejidad.
Para indagar en la mentalidad de este mujer atrapada y víctima de sus circunstancias, Martelli partió de la figura de su propia abuela, a la que no llegó a conocer: “Yo me puse a revisar la historia de mi abuela materna, que me daba mucha curiosidad, por ser una mujer no muy transgresora, pero transgresora dentro de los límites, de las restricciones a las que estaba sometida en ese contexto de dictadura. ¿Cuáles eran las posibilidades que tenía una mujer en esa época? Además, era una mujer a la que le interesaba mucho el arte, que venía de una familia conservadora católica, pero que, por alguna extraña razón, le empezaron a interesar otras cosas. Yo le debía, de alguna manera, haber ido abriendo camino. Siento que fue algo que hicieron muchas mujeres de esta generación”.
En Chile también hay un movimiento fuerte de mujeres cineastas que están saldando esa deuda que tiene el cine con las mujeres
Esto no quiere decir que la Carmen de 1976 esté basada directamente en ese personaje familiar. “Fue un proceso largo de escritura”, explica Martelli. “En un comienzo, la película era más cercana a la realidad y de a poco fue despegando hacia otra cosa. Hice entrevistas a distintas mujeres y me empezó a interesar ir armando un personaje propio que pescaba ciertas cosas de cada una de esas mujeres anónimas, mujeres que habían sido objetos invisibles en la historia, mujeres que parecían no merecer estar en los libros”.
En ese proceso tuvo mucho que ver su coguionista Alejandra Moffat, novelista y colaboradora, entre otros guiones, en el de la película mexicana La Camarista (Lila Avilés, 2018): “La entrada de Alejandra fue muy importante para darse ese permiso de dejar entrar la ficción, y trabajamos juntas, por lo menos dos versiones de guión”. Ese proceso fue largo, admite Martelli. “Pueden haber pasado 10 años. Desde que yo me puse a trabajar en la película creo que pasaron tal vez 8”. Luego sobrevino la pandemia, “tuvimos que esperar un par de años”, pero “uno no abandona nunca el guión hasta el día que lo filma”, añade la directora chilena.
Al igual que en Apnea (2014) y Marea de tierra (2016), dos cortos anteriores a su ópera prima, Martelli muestra en 1976, desde un punto de vista femenino, su interés en las desigualdades sociales. En este caso quería observar “ese encuentro de clases, pero desde el punto de vista de las clases más privilegiadas”, aunque a Carmen, por ser mujer y por su actitud ante la vida, su entorno la trate con conmiseración, como si fuera una niña sin criterio: una “tontita”, como llegan a decirle.
Martelli señala que ella no viene de una familia rica, pero que sí se considera “extremadamente privilegiada” por haber tenido acceso a una buena formación, a ciertas comodidades, en un país como Chile, que considera “muy clasista”. Respecto a la conciencia de la dictadura y sus crímenes en el conjunto de la sociedad chilena, lo que más le preocupa a esta directora es que, aunque se condene ese periodo, permanecen las raíces del autoritarismo, la negativa a “ceder privilegios en pos de mayor justicia social, que yo creo que fue uno de los grandes motivos que suscitaron la dictadura”.
Martelli ve con esperanza el nuevo gobierno de Gabriel Boric. Respecto a la necesidad de hacer memoria, ella cree que en Chile siempre “ha existido bastante permiso”, el problema es “cuánto se destina a la memoria” desde las instituciones. “Hoy veo lo difícil que es para Boric gobernar”, constata, porque una parte de la clase política está haciendo imposible esa labor. “Hay una política de contingencia que me parece que hace muy complejo dar espacio a políticas culturales fuertes, hay una trinchera entre medio”, explica.
Tiene que haber apoyo del Estado para estas películas que en el fondo tienen otros objetivos que las películas comerciales
Manuela Martelli tiene una larga experiencia como actriz y, a la hora de enfrentarse al trabajo de realizadora, considera que hizo “una escuela con estos cineastas con los que me tocó trabajar” (Andrés Wood o Sebastián Lelio). Sin embargo, aunque hay intereses comunes, por ejemplo, con Wood, productor de 1976, en las temáticas sociales, la directora no se siente “discípula de ninguno en particular”. ¿Y cuáles son los intereses personales de Martelli cuando se pone tras la cámara? Por ejemplo, “revisar la historia… Revivir la historia desde el punto de vista de un personaje. La manera como se enseña la historia en la escuela es muy desde lo racional, desde lo intelectual, muy despojada de emociones”. En el caso de 1976, “me parecía interesante poder revisar la historia a través de las emociones de ese periodo. Hay algo que tiene que ver con el miedo. Para mi generación fue muy difícil entender cuán herederos éramos de esa dictadura: nos acordábamos muy poco de lo que era la represión, fuimos niños durante la dictadura y todavía siendo niños se recuperó la democracia, y a veces en esa inconsciencia del niño, de no tener palabras, uno pierde la noción de cuán relevante es eso que uno vivió, cuán relevante es lo que uno también heredó de los padres, y mi generación fue una generación muy silenciosa, muy poco politizada. Salió muy poco a la calle, pareciera que no tuviese una conciencia política, ni siquiera como una educación política fuerte, y mi interpretación de eso es que nosotros heredamos mucho temor, mucho miedo. Para mí era importante observar esa emoción y revisarla”.
Al escuchar a Manuela Martelli hablar del equipo preponderantemente femenino que ha realizado su primer largometraje y de la atención a las mujeres de la historia, resulta fácil relacionarla con la actitud y la obra de cineastas españolas como Carla Simón o Pilar Palomero. La chilena conoce sus películas, es consciente del momento dulce que ha vivido este año el cine realizado por mujeres en España y afirma que “en Chile también hay un movimiento fuerte de mujeres cineastas que están saldando esa deuda que tiene el cine con las mujeres, en un medio tan masculino”. Se trata de compañeras de generación y, “por supuesto, de mujeres más jóvenes”.
1976 obtuvo el premio “Sutherland” a la mejor ópera prima en el Festival de Cine de Londres en octubre de 2022
Al final de nuestra entrevista, hablamos de los premios Goya, de los festivales y de la importancia que, para la difusión del cine chileno, y del cine latinoamericano de autor en general, pueden tener esos escaparates. “Todos estos premios son vitrinas para películas que no tienen los mismos medios que obras mainstream para difundirse, para darse a conocer, y lamentablemente nos toca pelear con presupuestos que no tienen nada que ver unos con otros. Estamos dando una pelea que es muy de resistencia. Yo veía el póster de 1976 [cuando estrenaron su película en salas en el otoño de 2022] al lado de los otros que estaban en la cartelera en el cine en Madrid… y es muy desigual la carrera, la pelea. Ojalá existiera una forma de establecer puentes comunicantes entre el cine hispanoamericano”. ¿Y cómo podría articularse esa necesaria colaboración entre diferentes cinematografías? El cine chileno, por ejemplo, llega poco a las pantallas españolas. “Ya hay varios acuerdos de coproducción”, explica Martelli. “Se hacen muchas películas que son coproducciones entre Chile y España, o nosotros mismos en 1976 coprodujimos con Argentina o con Brasil. Hay varias posibilidades de coproducción entre países latinoamericanos y con España, pero hay que dar un empujón a la distribución también. Es muy difícil que podamos competir con los blockbusters. Si no hay políticas de Estado que promuevan eso, es muy difícil. Tiene que haber apoyo del Estado para estas películas que en el fondo tienen otros objetivos que las películas comerciales”. Respecto a las plataformas, Manuela Martelli considera que Filmin (donde se podrá ver 1976 a partir del 13 de enero) “ha abierto camino, y yo misma puedo acceder a un montón de cosas que antes no accedía”. Sin embargo, reconoce que ella es “una romántica del cine, de ir a la sala”. “Necesitamos instancias de espacio público”, recalca. “Y el cine me parece una de esas instancias que es necesario preservar. Tiene que haber una manera de facilitar y de promover ese encuentro colectivo, de estar en una sala de cine con un montón de gente”.
1976 obtuvo el premio “Sutherland” a la mejor ópera prima en el Festival de Cine de Londres en octubre de 2022, y compite por el Goya a la mejor película iberoamericana que se entregará en Sevilla el próximo 11 de febrero. Entre los otros cinco excelentes contendientes al galardón, figura un peso pesado, de gran éxito popular, como Argentina, 1985, de Santiago Mitre, protagonizada por Ricardo Darín; o Noche de fuego, la sutil y angustiosa primera cinta de ficción de la documentalista salvadoreña afincada en México Tatiana Huezo). Gane o no gane el Goya, 1976 aún “tiene una colita así de vida”, remacha esperanzada Martelli desde Colonia. Además de su inminente presentación en plataformas de España y Latinoamérica, en primavera se estrenará en Francia, Inglaterra y Suiza.
La chilena Manuela Martelli (Santiago de Chile, 1983), directora de 1976, nominada al Goya a la mejor película iberoamericana, nos habla por videollamada desde la ciudad alemana de Colonia, adonde la ha llevado una residencia en la universidad KHM (Academy of Media Arts), que compagina con la preparación...
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