1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

MOVIMIENTOS SOCIALES

El “anticolapsismo” y el debate como estrategia (populista)

El objetivo de la polémica sobre el colapso es conseguir la hegemonía del Green New Deal en el movimiento ecologista. Para ello es necesario erosionar la legitimidad de las voces y estrategias hoy dominantes, englobadas en el marco del decrecimiento

Adrián Almazán Gómez 28/12/2022

<p>Manifestación en Madrid en la huelga mundial por el clima de septiembre de 2019.</p>

Manifestación en Madrid en la huelga mundial por el clima de septiembre de 2019.

Nicolas Vigier

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Durante los últimos meses los mentideros (ahora sobre todo virtuales) del ecologismo social bullen con la polémica de moda: colapso, ¿sí o no? Se suceden las contribuciones sosegadas en forma de artículos más o menos extensos (en las que los púgiles estrella son Jorge Riechmann y Emilio Santiago) y, sobre todo, se agitan con fuerza los reproches cruzados en redes sociales. Todo indica que se ha abierto la veda para una guerra de descalificaciones que pugnan por establecer quién en este debate es más utópico, anticientífico, oportunista o incluso misántropo…

Si hasta este momento había optado por no introducirme en esta marabunta, en la que quizá el mayor elemento de sensatez lo introdujo la intervención de Yayo Herrero en verano, es porque no me siento identificado ni con sus ritmos, ni con sus formas, ni con sus medios. Es más, hace años decidí no participar en el juego de las redes sociales, en las que, bajo la coartada del debate, en muchas ocasiones se esconden el negocio, los egos insaciables de nuestra sociedad narcisista, la lucha desesperada por la notoriedad en la guerra comunicativa, la bulimia expresiva o simplemente bots teledirigidos. Algunas de estas características no son exclusivas, por supuesto, de estos medios; pero sin duda en ellos se han visto reforzadas hasta el infinito, al calor de una búsqueda de la maximización del tiempo de uso y de las interacciones. Todo vale (la descalificación, la mentira, el fascismo) para seguir multiplicando los tweets y followers.

Es preocupante que el debate público haya quedado parcialmente secuestrado por estas formas y cautivo de intereses que, hoy más que nunca, se hace evidente que son los de simples empresas que pueden estar en manos de multimillonarios reaccionarios. Aunque más preocupante aún es que dicho secuestro apenas se cuestione. Al fin y al cabo, los medios que se utilizan contagian, en ocasiones a pesar de los protagonistas, con su tono y algunas de sus prioridades a los debates a los que dan cobijo. El hecho de que se haya quitado hierro a la virulencia del reciente debate en torno al “colapsismo”, equiparándolo con lo que en el pasado tomaba la forma de asesinatos políticos con piolets clavados en cabezas, creo que dice bastante de su forma (y, por tanto, de la indeseabilidad de la misma).

¿Por qué, entonces, intervenir ahora? Fundamentalmente, porque tengo la sensación de que en el furor de un debate sobre todo político-conceptual (¿qué es el colapso? ¿es una buena categoría descriptiva y/o política? ¿debemos abandonarla? ¿de qué motivaciones o prejuicios es reflejo su utilización?) se está pasando mayoritariamente por alto lo que este, desde mi punto de vista, tiene de estrategia política en sí mismo.

Mi tesis es que, en lo más sustancial de la misma, la oleada “anticolapsista” (que por su virulencia y relativa uniformidad de argumentario sugiere cierta concertación) supone una ejercicio práctico de estrategia populista en el interior del movimiento ecologista. El principal objetivo de esta es conseguir la hegemonía de las voces, prácticas y estrategias del Green New Deal, que en los últimos tiempos se ha autoadjetivado como populista. Para que esta propuesta, a día de hoy constreñida al estrecho espacio de un partido político minoritario, Más País, y a opiniones individuales en redes sociales, adquiera su ansiada hegemonía es necesario comenzar erosionando la legitimidad de voces, prácticas y estrategias hoy dominantes y englobadas no tanto en el “colapsismo” que, tal y como lo describen, no existe; sino más bien en el marco amplio del decrecimiento y en organizaciones sociales como Ecologistas en Acción.

Dentro de una organización como Ecologistas en Acción se reproduce casi toda la diversidad posible de posiciones estratégicas del ecologismo social

Soy consciente de que esta tesis no agota lo que está sucediendo ni lo refleja por completo. Un gran referente hegemónico del ecologismo social como José Manuel Naredo no se siente cómodo con la noción de decrecimiento. Críticos del “colapsismo” como Martín Lallana o Jaime Vindel no defienden un Green New Deal populista, sino más bien un ecosocialismo. Dentro de una organización como Ecologistas en Acción se reproduce casi toda la diversidad posible de posiciones estratégicas del ecologismo social en ámbitos como la gravedad de la crisis presente, las estrategias políticas para hacerle frente, las prioridades más inmediatas, etc. Por último, en todas las partes del debate pueden encontrarse contribuciones que sí tienen una voluntad de construcción colectiva. No obstante, creo que la tesis que propongo captura bien una parte importante de lo que estamos viendo durante los últimos meses.

Creo que este tipo de estrategia populista resulta contraproducente y peligrosa. Y con este artículo quiero poner sobre la mesa algunas de las razones que me llevan a pensar así.

1. Pese a que artículos como el de Clemente Álvarez en El País hayan tratado de hacer ver lo contrario, en el movimiento ecologista no existen dos grandes bandos enfrentados. Como ya señalaba antes, las posiciones de las pensadoras ecologistas han venido hasta ahora más bien navegando en un ecosistema de matices diversos y trabajando en un dinámica de simbiosis constructiva en la que el objetivo principal ha sido la convivencia, no la competencia. Una convivencia que, como sabemos bien los miembros de Ecologistas en Acción, puede ser tensa. Pero que hasta el día de hoy ha sabido sobreponerse a los egos y los personalismos para priorizar la existencia de un polo ecosocial unido, diverso, activo y con capacidad de incidencia en el territorio.

En el movimiento ecologista no existen dos grandes bandos enfrentados

El nuevo clima de debate al que nos arroja la estrategia populista verde, para el cual “no tenemos derecho” a defender ciertas posturas, supone desde mi punto de vista un profundo retroceso. Primero porque está construyendo una noción, la de “colapsismo”, en la que prácticamente nadie que defienda o haya defendido la noción de colapso encaja. Por ello, aunque algunas de las consideraciones epistémicas que se presentan al hilo de la misma puedan ser de interés, o recojan lo que en mi opinión son problemas reales de algunas formas de pensar y de proponer políticamente del ecologismo social, la noción en sí funciona más como un arma arrojadiza en una nueva guerra de posiciones que como un acicate para el debate constructivo.

Y segundo, porque es precisamente el propio debate que la oleada “anticolapsista” ha puesto en marcha el que está degenerando en un bandismo que, como señalaba anteriormente, solo puede ser funcional para los populistas que entienden el debate político como una guerra de posiciones pública y no como un ejercicio de construcción colectivo, humilde y sosegado. Esta forma de enfocar el debate, por desgracia, parece estar resultando muy atractiva para personas que abrazan la épica del combate en redes sociales y la satisfacción de saberse del lado bueno de la historia en la nueva matemática del cambio social que se declina ahora en clave populista.

Esta crispación es especialmente preocupante en la situación actual, en la que todos los problemas que el ecologismo social lleva décadas tratando de evitar explotan y se convierten en la cotidianidad de millones de personas dentro y fuera de nuestro territorio. Tiempo de descuento clave en el que las acciones, y sobre todo las inacciones, son existencialmente determinantes. Cuando deberíamos estar poniendo todas nuestras fuerzas en tratar de tener una visión clara de las dinámicas en marcha y en la propuesta y construcción de alternativas concretas, dilapidamos energías en agrios debates virtuales que no parecen tener ninguna voluntad de unirnos en un objetivo compartido.

Cuando deberíamos estar poniendo todas nuestras fuerzas en la propuesta y construcción de alternativas concretas, dilapidamos energías en agrios debates virtuales

2. Esta búsqueda de hegemonía de la estrategia populista verde en el interior del espacio ecologista tiene como objetivo evidente hacer que la mayor cantidad posible de personas, especialmente de jóvenes militantes del movimiento, se alinee con su plan de “conquistar el poder” del Estado para, desde allí, poner en marcha el conjunto de transformaciones que, según ellos, necesitaríamos para hacer frente a la crisis ecosocial. Es, por supuesto, absolutamente legítimo elaborar un plan y tratar de ponerlo en marcha. Y, por tanto, es también razonable tratar de ganar la mayor cantidad posible de “adeptos” para la causa. De hecho, así deberíamos entender el debate más o menos cordial que en los últimos años ha contrapuesto y sopesado las apuestas por el decrecimiento y el Green New Deal en el seno del ecologismo del Estado español.

No obstante, la nueva oleada “anticolapsista” revela una estrategia de obtención de hegemonía que, desde mi punto de vista, es más problemática. Emulando las enseñanzas del populismo (la construcción de binomios como amigo/enemigo o nuevo/viejo, la búsqueda de significantes vacíos, la lucha de posiciones, etc.) se pone en marcha una guerra discursiva que desnaturaliza los términos del debate. El “colapsismo” (la “casta” del ecologismo) se presenta como el “viejo” ecologismo atrincherado en el “colapso”. Éste significante se llena de connotaciones negativas: pesimista, inmovilista, apolítico, tremendista científico, irresponsable, misántropo… ¿Y ante ello? El optimismo, el vitalismo, la propuesta, la responsabilidad, el sentido de época, la alegría… Toda una constelación que, vía atribución personal, queda asociada a propuestas (Green New Deal) y partidos (Más País) que vienen a ser los abanderados del “nuevo” ecologismo, del “pueblo” (verde, en este caso).

Así, el propio debate (en el que de manera quizás algo ingenua muchos se enzarzan en los medios y términos decididos de antemano por aquellos que lo abren) se convierte en una estrategia en sí mismo. Y en vez de plantear de manera diáfana, como sí se había venido haciendo hasta ahora, una divergencia estratégica legítima, se desgasta indirectamente una de las posturas, la del decrecimiento, mediante el ataque a algunas de sus figuras más carismáticas (Jorge Riechmann, Antonio Turiel, Luis González Reyes o Carlos Taibo), convertidos ahora en meros “colapsistas”.

La ofensiva en curso, de tener éxito, supondrá sin lugar a dudas una pérdida clave de personas, inteligencia y energía en los movimientos ecologistas

Desde mi punto de vista, esta estrategia está cargada de peligros. Por un lado, pese a que el Green New Deal populista dice querer trabajar en el marco de las estrategias duales en las que los movimientos sociales se sitúan en pie de igualdad con los actores institucionales, la ofensiva en curso, de tener éxito, supondrá sin lugar a dudas una pérdida clave de personas, inteligencia y energía en los movimientos ecologistas que dificultará en gran medida que puedan jugar un papel político relevante. Además, el tipo de crítica que se pone en marcha puede tener como efecto rebote una deslegitimación de dichos movimientos sociales que les inflija un daño muy profundo. En el marco de una hegemonía neoliberal que conspira en contra de la buena salud y la extensión de dichos movimientos sociales, resulta extremadamente peligroso que incluso aquellos que dicen alinearse (aun de forma indirecta) con ellos pongan en marcha acciones con un potencial de daño tal. En la pugna entre la obtención de cuadros para el asalto institucional y la buena salud de los movimientos, parece que de nuevo, como ya ocurrió en el caso de Podemos, hay una prioridad clara.

Por otro lado, resulta terriblemente engañoso tratar de plantear como novedoso o rompedor un ecologismo que trata de poner en marcha una dinámica electoralista, “tocar poder”, y cambiar el mundo subido a la máquina del Estado y agarrando con fuerza sus mandos. La idea del partido verde es al menos tan antigua como el propio movimiento ecologista, tal y como señalaba recientemente Jorge Riechmann. Y por ello, como el filósofo madrileño nos recordaba, contamos de hecho con cierta experiencia al respecto de los derroteros que puede tomar. El caso de Los Verdes alemanes, al que éste dedicó su tesis doctoral, es bastante ilustrativo. La idea de poner en marcha una transformación ecosocialista desde arriba acabó, en ese caso, con una tremenda desnaturalización que ha convertido a Los Verdes en un partido belicista y abiertamente neoliberal.

Por mucho que el populismo verde nos prometa una relación virtuosa y simbiótica con los movimientos sociales, los éxitos de sus predecesores parecen contar historias bien distintas…

No obstante, cabría añadir un ejemplo más. América Latina, que ha visto el triunfo de una no desdeñable cantidad de procesos populistas de toma de poder, arroja quizá una enseñanza todavía más profunda. No solo los objetivos de transformación social profunda no se cumplen, generándose en la mayor parte de los casos elitismos de nuevo cuño y corrupción. Sino que los éxitos populistas consiguen tímidos avances en materia redistributiva únicamente a costa de profundizar en las dinámicas extractivistas y en los modos de vida imperiales que hoy son parte de nuestro problema. Además, en el proceso desactivan en gran medida la capacidad de los movimientos sociales de actuar como contrapesos y espacios de re-existencia frente a dichos modos de vida imperiales. Así, los gobiernos peronistas argentinos movilizan a sus bases para poner freno a las protestas anti-extractivistas en lugares como Mendoza o el gobierno mexicano de AMLO pone en marcha agresiones a los territorios zapatistas nunca vistas en sus casi 30 años de historia. Por mucho que el populismo verde nos prometa una relación virtuosa y simbiótica con los movimientos sociales, los éxitos de sus predecesores parecen contar historias bien distintas…

Por último, la oleada “anticolapsista” tiene consecuencias difíciles de controlar más allá de los círculos del ecologismo social. Con su discurso posibilista y su crítica al ecologismo social realmente existente, favorece y da argumentos a los sectores negacionistas de los límites biofísicos que, no olvidemos, en nuestra sociedad son mayoritarios. Así, en realidad va en contra de una toma de conciencia generalizada de la gravedad de la situación presente y de la puesta en marcha acelerada de las acciones que necesitamos para hacerle frente.

3. No creo que sea casualidad que esta ofensiva “anticolapsista” coincida con la constatación de que uno de los pilares teórico-estratégicos en los que se basó la propuesta de programa populista de los defensores del Green New Deal no se sostiene. Allá por el año 2019, en ‘¿Qué hacer en caso de incendio?’, Santiago y Tejero criticaban al decrecimiento porque “se pasaba de largo” al proponer una propuesta de cambio tan lejana a la realidad que quedaría para siempre atrapada en “la burbuja del activismo molecular, las revistas esotéricas, los libros de pocas ediciones y los simposios universitarios”. De hecho esa insuficiencia era la principal justificación para prescindir del término, disputar la hegemonía del entonces novedoso Green New Deal, y lanzarse de lleno a “la política de masas”. Sólo tres años después, los cálculos estratégicos habían cambiado. Ahora ya se podía aspirar públicamente a “tanto decrecimiento como fuera posible”. Eso sí, siempre y cuando se pagara el peaje de “todo el Green New Deal que fuera necesario”.

El discurso del decrecimiento se propaga a un ritmo que nos sorprende incluso a aquellos que llevamos años defendiéndolo

La realidad es que la “ofensiva anticolapsista” que se ceba en algunas de las figuras más importantes del decrecimiento coincide en el tiempo con un salto cualitativo en la presencia y aceptación de sus propuestas. Este discurso que los defensores del Green New Deal consideraban imposible de politizar, condenado a una marginalidad permanente e impotente, crece a un ritmo que nos sorprende incluso a aquellos que llevamos años defendiéndolo. En el ámbito del debate público, uno de los hitos que lo demuestran es la centralidad que personalidades como Antonio Turiel o Yayo Herrero vienen adquiriendo en diferentes medios de comunicación. También el hecho de que recientemente el grupo de investigación del ICTA (UAB) dirigido por Giorgos Kallis haya conseguido financiación por 10 millones de euros para tratar de dar cuerpo a estas alternativas decrecentistas. En el ámbito editorial vivimos una explosión similar, sucediéndose diferentes publicaciones dedicadas al decrecimiento como proyecto general, a diferentes aspectos del mismo o a tratar de construir hojas de ruta sectoriales y políticas para alcanzarlo. Incluso un ministro en el gobierno, Alberto Garzón, defiende abiertamente una noción propia de decrecimiento que está introduciendo el debate en grandes medios de comunicación.

Este crecimiento del decrecimiento viene además de la mano de una tímida e insuficiente aún, pero germinal, toma de conciencia pública de los enormes riesgos a los que nos enfrentamos a la luz de la actual crisis ecosocial. Donde la estrategia populista verde nos vende el optimismo y la confianza, que son los atributos que el votante ilusionado más necesita, las propuestas del decrecimiento nos están señalando con toda razón que nos encontramos en una situación de excepción que requiere de acciones rápidas, contundentes y radicales. Y así están contribuyendo, creo yo, a generar una conciencia más realista en torno a riesgos como la activación de bucles de retroalimentación positiva climáticos, grandes problemas de abastecimiento de energía o una profundización en el actual holocausto de la biodiversidad. Una toma de conciencia que, como demuestran las intervenciones de Yayo Herrero, puede perfectamente conjugarse con la esperanza, que no con el optimismo ingenuo, y con la alegría. Así, aunque uno puede estar de acuerdo cuando se plantea la insuficiencia de una política de la verdad, creo que cualquier noción mínima de precaución hoy nos invita a desarrollar una política con la verdad si queremos realmente articular respuestas realistas frente a la crisis presente.

Por todo lo anterior resulta casi insultante la abierta acusación de inmadurez téorico-política del decrecimiento que se esgrime cuando se le receta la necesidad de atravesar su “momento Lenin” o su “momento Laclau”. Por mucho que el Green New Deal venga presentándose como la única hipótesis política solvente del ecologismo social, o como el peaje inevitable incluso para el decrecimiento, la realidad es que no es más que una postura teórico-política entre muchas, una hipótesis entre otras. Suponer que todos debemos bautizarnos en las mieles de las propuestas con mayúsculas del post-marxismo so pena de estar aquejados de infantilismo izquierdista es tan soberbio como erróneo. No existe una linealidad entre teoría y praxis política. William Morris hacía propuestas tan contemporáneas como las de Marx; Lenin no era en muchos asuntos claves más clarividente de lo que lo fue Gustav Landauer. Y, por supuesto, el populismo de Laclau hoy no es en absoluto imprescindible. Es más, como demuestran con solvencia autores como Amador Fernández-Savater, es quizá un tránsito que deberíamos ahorrarnos para poder abandonar la ilusión de una matemática política y conseguir superar el fetichismo que identifica de forma reduccionista el poder con las estructuras del Estado.

Hoy, quizá más que nunca, debemos ampliar nuestra noción de hegemonía y llevarla mucho más allá de la guerra comunicativa en redes sociales o de la victoria en las elecciones. Volver a las raíces del movimiento ecologista probablemente nos permitirá entender que el objetivo de un programa decrecentista no puede ser menos que cambiar nuestros modos de vida, conseguir que otra forma de estar en el mundo (entenderlo, habitarlo, sentirlo, representarlo, amarlo) se hegemonice. Y para ello es imprescindible la existencia de laboratorios de prácticas en los que lo anterior sea posible. Hasta donde yo sé, los ejemplos más acabados de estos con los que contamos siguen siendo los movimientos sociales, las acciones de protesta y las alternativas concretas de satisfacción de necesidades. Ahí, y no en el debate virtual, es donde debemos concentrar nuestras energías.

--------------

Adrián Almazán es profesor de Filosofía en la Universidad Carlos III de Madrid, licenciado en Física y miembro de Ecologistas en Acción y del colectivo La Torna.

Durante los últimos meses los mentideros (ahora sobre todo virtuales) del ecologismo social bullen con la polémica de moda: colapso, ¿sí o no? Se suceden las contribuciones sosegadas en forma de artículos más o menos extensos (en las que los púgiles estrella son

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Adrián Almazán Gómez

Profesor de filosofía en la Universidad Carlos III de Madrid, licenciado en física y miembro de Ecologistas en Acción y del colectivo La Torna.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí