GOLPE DE REMO
El neoliberalismo navideño
Caminamos hacia un mundo nuevo, sostenible por las buenas o por las malas, ecosocialista o ecofascista. Y en ese brete, es una de tantas tareas civilizatorias pensar una Navidad que cierre los ciclos de la energía
Pablo Batalla Cueto 31/12/2022
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Dobló la servilleta, entregó la cuchara, dejó de fumar Pelé y, como era de esperar, las redes comenzaron a llenarse de ilustraciones de viñetistas escasamente creativos, que mostraban al futbolista brasileño atravesando las puertas de un cielo en el que lo esperaban Di Stéfano, Maradona y Cruyff; a veces también Eusebio o Beckenbauer. “Menudo partido estarán jugando allá arriba”, ese rollo. Es curioso 1) cómo nuestra sociedad, felizmente secularizada, sigue necesitando el imaginario cristiano para representar la muerte; y 2) cómo asumimos que los grandes futbolistas ascienden necesariamente al cielo, incluso aunque, en algún caso, sepamos que han hecho cosas feas. Es ese de los viñetistas rancios un cielo neoliberal más que cristiano: se accede a él, no acreditando integridad moral, sino mérito profesional. Un cielo de emprendedores.
Ha ido a morirse O Rei en Navidad, fechas que nos muestran, tal vez más claramente que ninguna otra, la capacidad del sistema para adueñarse de tradiciones anteriores a él y no acabar con ellas, sino transformarlas a su favor; convertirlas, de manera más frívola o más grave, en correa de transmisión de sus valores. Hay un neoliberalismo navideño que planta una caja de regalo luminosa gigante en medio de la plaza en la que, hace años, se hubiera colocado un Nacimiento. Tal como el cristianismo cristianizó la tradición, anterior a él, de los festejos paganos en torno al solsticio de invierno, nosotros celebramos la Navidad cristiana, pero honrando a un dios nuevo: el del consumo. A veces, lo honramos de maneras no menos enajenadas que los feligreses de las peores expresiones del éxtasis religioso tradicional, véase Abel Caballero inaugurando un Primark o la iluminación viguesa con trazas retóricas de predicador evangélico. El lucero de Belén señalaba el camino al pesebre en el que nacía el Niño Jesús; una jungla de luces LED lo señala hoy a las arterias comerciales de nuestras ciudades.
De proveer a los niños españoles de esos regalos, cada vez se encargan menos los decadentes Reyes Magos y más Papá Noel, figura de expansión imparable, que no cabe atribuir solamente al influjo cultural estadounidense (por el cual ya se escucha incluso llamarlo Santa). Prospera el Santa Claus aprendido en series y películas porque es la mejor pedagogía de un modelo económico. A cada base, su superestructura. Los tres Reyes Magos son o eran cabezas de otros tantos Estados; Papá Noel, un empresario, patrón de una plantilla de elfos que fabrican los presentes de los niños de la Tierra en una factoría lapona. Los niños ven a los Reyes en cabalgatas que recorren las calles cortadas de sus ciudades, pero visitan a Santa en el centro comercial.
Prospera el Santa Claus aprendido en series y películas porque es la mejor pedagogía de un modelo económico. A cada base, su superestructura
Papá Noel, ayusista, almeidista, no detiene, no, el sagrado flujo de los coches, sino que nos conduce a esas catedrales de la religión moderna que son los malls; megalómanos templos en los que nos envuelve una temperatura especial –cálida en invierno, fresca en verano, no llueve, no graniza, no ventea–, una limpieza especial, una luz especial, un paisanaje especial. Tal como en algunas iglesias asturianas sigue viéndose, a la entrada, la marca que delimitaba hasta dónde podían llegar los vaqueiros de alzada, una etnia trashumante marginada, en las calles acondicionadas de un centro comercial tiene uno la certeza de que no se cruzará con un mendigo. La comparación catedralicia se la robamos a Jorge Dioni, que en una entrevista sobre su libro La España de las piscinas reflexionaba: “¿Qué había en la catedral? Reliquias, la magia simpática de la reliquia. Ahora hay la magia simpática del consumo. Hacer cola para tocar las zapatillas de Cristiano Ronaldo no parece muy distinto de hacerla para tocar el brazo de San Roque”.
Consumir, usar, tirar; amontonar vertederos, también de juguetes desenvueltos y no jugados. La Navidad neoliberal también es eso. Algunos padres, resueltos a preservar la tradición de los Reyes, pero que ven que sus niños esperan al Papá Noel que se les anuncia por doquier, en la tele, en la calle, en la guardería, convocan a ambos proveedores: regalos de Santa el día 25, regalos de los Reyes el 6. Más regalos, más consumo, más basura. Más cerca del filo del desastre. Caminamos, en estos años cruciales, hacia un mundo nuevo, sostenible por las buenas o por las malas, ecosocialista o ecofascista. Y en ese brete, es una de tantas tareas civilizatorias urgentes pensar una Navidad que cierre los ciclos de la energía.
Dobló la servilleta, entregó la cuchara, dejó de fumar Pelé y, como era de esperar, las redes comenzaron a llenarse de ilustraciones de viñetistas escasamente creativos, que mostraban al futbolista brasileño atravesando las puertas de un cielo en el que lo esperaban Di Stéfano, Maradona y Cruyff; a veces también...
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Pablo Batalla Cueto
Es historiador, corrector de estilo, periodista cultural y ensayista. Autor de 'La virtud en la montaña' (2019) y 'Los nuevos odres del nacionalismo español' (2021).
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