Análisis
Cómo la extrema derecha explota la conspiranoia que niega la crisis climática
En los canales ultras de comunicación se desprecia el consenso científico y se presenta como propaganda con fines oscuros
Carlos Buj 7/01/2023
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Hay teorías delirantes pero inofensivas como el “terraplanismo”. En cambio, otras impiden que la sociedad tenga una noción compartida de la realidad y pueda así hacerse cargo de ella. Es el caso de una nueva ola de interpretaciones “alternativas” al intenso calor y sequía que hemos sufrido en 2022. Sobre este fenómeno he realizado una investigación bajo la tutoría de Jorge Riechmann; en este artículo comparto las conclusiones. Como veremos, el fenómeno es más grande y peligroso de lo que pudiera parecer en un principio, y la extrema derecha no solo no es ajena a él, sino que ha aprendido a aprovecharlo.
En primer lugar, se consideran teorías de la conspiración las explicaciones contrahegemónicas sobre acontecimientos inusuales en las que un grupo poderoso y malvado conspira contra el pueblo… Sus argumentos suelen ser muy endebles y resulta imposible refutarlas, al igual que no se puede demostrar la inexistencia de una tetera gigante volando por el espacio, tal como argumentó el filósofo Bertrand Russell.
Las teorías conspiranoicas culpan de todo a las élites (globalistas), a las que vinculan con chivos expiatorios, como los judíos, las feministas, los masones o la izquierda. Otra característica es el desprecio a la ciencia (los científicos son parte de la conspiración).
En épocas de gran incertidumbre como la actual se tiende a creer más en ellas. Simplifican una realidad compleja y angustiante, nos eximen de responsabilidad y nos validan como personas agudas que descubren cosas que escapan a la mayoría. Todo ello resulta tranquilizador y reconfortante, en parte porque, si los problemas son causados por un grupo malévolo, bastaría con detenerlo. El sentimiento de agravio por no ser tenidos en cuenta es un ingrediente más que alimenta el fenómeno. Si a eso le sumamos la muy humana inclinación a seleccionar información según nuestras creencias previas (sesgo de confirmación) y las infinitas oportunidades que brinda internet para difundirlas, obtenemos un caldo de cultivo ideal.
Por un lado, cuesta aceptar que las advertencias climáticas para el futuro hoy ya son una realidad. El 2022, un año extremadamente seco y el más caluroso desde que hay registros, nos ha obligado a mirar la realidad de frente. Así, según empeora el clima, se van legitimando las narrativas ecologistas y científicas, que desde hace mucho nos han venido advirtiendo de que esto iba a pasar.
Al mismo tiempo, cuesta reconocer que el planeta ya no da más de sí, tal como predijo el libro Los límites del crecimiento en 1972. Hacerlo implica asimilar que estamos entrando en la era de las consecuencias y que la época de vacas gordas toca a su fin, tal como insinuaba Macron recientemente. Aún más difícil de aceptar es la necesidad de alterar muy profundamente nuestra manera de entender el mundo, en la que la expansión y el crecimiento económico ocupan un lugar fundamental, por no decir sagrado.
Ante este incómodo panorama surgen resistencias en muy diversas formas. Las teorías conspiranoicas deben entenderse como una más.
Para investigar sobre este fenómeno me uní a 210 canales conspiranoicos de diversa índole de Telegram en castellano y analicé el contenido relacionado con la crisis climática. Algunos no llegaban a 100 seguidores; ¡otros superaban los 200.000! Consideremos que el canal de Ecologistas en Acción, con 4.200 seguidores, es el canal ecologista español más seguido. Por lo tanto, no estamos hablando de un fenómeno residual. Para comprobarlo, basta con sacar el tema de las estelas de los aviones (chemtrails) en una cena.
En estos canales, la crisis climática no solo no se considera un hecho de gran consenso científico, sino que se presenta como propaganda con oscuros fines, donde los científicos y quienes se hacen eco de sus investigaciones serían meros títeres.
La idea transversal es la siguiente: al globalismo (élites progresistas) y su plan, el “Nuevo Orden Mundial” nos llegaría como “Agenda 2030”, se le atribuyen todo tipo de males: la covid-19, la inflación, incendios, etc., así como futuras medidas como la obligación de comer insectos y carne artificial, la despoblación planificada, el establecimiento de un gobierno mundial… Todo con el fin de “esclavizar” a la población, imponiendo una “dictadura climática”.
En estos canales, se comparten contenidos reenviados por enésima vez, casi siempre de fuente desconocida. Destaco cuatro ejemplos representativos para entender de qué estamos hablando. Este mensaje afirma que las olas de calor son exageradas deliberadamente para servir a oscuros intereses.
Fuente: https://t.me/geoingenierieinfo/47667
Aquí se nos vende que el “lobby ecologista” está comprometiendo los intereses del “pueblo” en connivencia con las élites como la UE o el gobierno español.
Fuente: https://t.me/elarconte/12948
Aquí ven “una mano negra” tras el brusco aumento de los incendios de este verano. En estas explicaciones obvian las altísimas temperaturas.
Fuente: https://t.me/ExponiendoLaElite/933
También se propone la geoingeniería como causa del cambio climático a través de los chemtrails, antenas de 5G o radares o todo a la vez, como sostiene el siguiente mensaje.
Fuente: https://t.me/geoingenierieinfo/47808
En mi investigación he detectado una clara porosidad entre la “conspiranosfera” y la extrema derecha española; no solo comparten obsesiones como el feminismo, el ecologismo o el progresismo, sino que sus narrativas se nutren mutuamente.
Los guiños de Vox, en busca de simpatía entre grupos radicalizados, son continuos. Por ejemplo, en 2019, Abascal afirmaba: “Cuando hay un acuerdo entre multinacionales, los poderes y la extrema izquierda, desconfío”. En 2021, de forma más explícita aún, Mª Magdalena Nevado, de Vox, declaraba en el Congreso que “los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030 establecerán un Nuevo Orden Mundial [...] La forma política será la dictadura global”. Más recientemente, durante el festival VIVA 22, Abascal y otros líderes de extrema derecha internacionales hacían referencia al “globalismo de las élites”, la izquierda y la “dictadura climática”. El ultra Hermann Tertsch, difunde habitualmente algunos bulos en línea con los mensajes de Telegram mencionados. Por su parte, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso, afirmaba que la lucha contra el cambio climático favorece el comunismo y que la izquierda va “contra la evidencia científica”.
El auge conspiranoico no se entiende sin reconocer la pérdida de confianza en las narrativas oficiales
Vox mantiene una política de dog whistle, es decir, realiza guiños a los conspiranoicos que pasan desapercibidos a la mayoría. Así logra cierto rédito político entre estos grupos sin provocar el rechazo de otros sectores.
Fotograma del video oficial de VIVA 22, el festival de Vox, donde se puede ver tachado el logo de la Agenda 2030.
El auge conspiranoico no se entiende sin reconocer la pérdida de confianza en las narrativas oficiales. No debe sorprendernos encontrar a menudo en estas teorías ingredientes de legitimidad (ej. “los que llegan a la COP en jet privado nos piden un esfuerzo por el clima”) ni extrañarnos el hecho de que personas inteligentes las crean.
Bajo el fenómeno subyacen causas psicológicas profundas: el sentimiento de desamparo, de impotencia y menosprecio por las élites no es inventado ni ilegítimo. Por eso, creer en estas narrativas puede aportar una sensación de empoderamiento.
Podemos estar seguros de compartir con sus seguidores la aspiración a un mundo más equitativo, donde se gobierne atendiendo al interés general y podamos confiar en los medios de comunicación.
Mientras los movimientos sociales sufren por encauzar este malestar, los sectores más reaccionarios no tienen empacho en mancharse las manos y pescar en río revuelto, neutralizando a quienes reclaman los cambios necesarios.
Esta retórica puede conseguir incluso que personas identificadas con la izquierda se suban al carro “antiglobalista”. Cuestionar a las grandes corporaciones e instituciones internacionales como el FMI parece cada vez más cosa de las teorías de la conspiración o de Vox, por más que a la hora de la verdad este partido vote por bajar los impuestos a los más ricos.
Haríamos bien en entender este fenómeno como un toque de atención. Algo estamos haciendo mal. Como bien dijo Bruno Latour, no vale con indignarse y enmendar razonamientos errados, sino que hay que buscar “cómo compartir la misma cultura, cómo hacer frente a los retos [...] colectivamente”.
No basta con señalar incoherencias argumentales, como que a las grandes empresas emisoras, estas explicaciones les ayudan a enturbiar el debate y seguir su estrategia de retardismo. No basta con preguntar a los seguidores más cerriles, ¿algo podría hacerte cambiar de opinión? No basta con antagonizar a las élites y señalar a los verdaderos responsables, aunque, por supuesto, también es necesario.
Se trata además de propiciar las condiciones que permitan digerir emocionalmente la gravedad de la crisis climática. El mayor obstáculo para conectarse con la causa no es cognitivo, sino psicológico. Darse cuenta de que no va a ser posible mantener el modelo consumista es muy duro y requiere nuevas narrativas. Un proceso que no exageraríamos en nombrar como duelo.
Por eso, más que mofarse de este fenómeno desde la superioridad, deberíamos salir de nuestra propia cámara de eco y dialogar con nuestros adversarios desde el respeto, atendiendo a nuestras aspiraciones compartidas.
La alternativa es una polarización sin fin, que no nos traerá nada bueno.
Hay teorías delirantes pero inofensivas como el “terraplanismo”. En cambio, otras impiden que la sociedad tenga una noción compartida de la realidad y pueda así hacerse cargo de ella. Es el caso de una nueva ola de interpretaciones “alternativas” al intenso calor y sequía que hemos sufrido en 2022. Sobre este...
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Carlos Buj
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