DIARIO ITINERANTE
Desde Washington 2021 a Brasilia 2023, todo se repite
El asalto trumpista y el bolsonarista, con extrañas similitudes, han derivado en un crispado debate sobre la libertad de expresión en ambos países
Andy Robinson Rio de Janeiro , 20/01/2023
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No solo hay extrañas similitudes entre el asalto bolsonarista a las sedes de los tres poderes en Brasilia del 8 de enero y el asalto trumpista al Capitolio de Washington, en enero de 2021. Ahora el crispado debate sobre la libertad de expresión en las redes sociales ocupa titulares en ambos países.
Hasta el principal protagonista de este debate –el periodista de la izquierda libertaria estadounidense, Glenn Greenwald– tiene una pata en cada país.
Hasta hace poco, Greenwald, que vive en Río de Janeiro desde hace 20 años, pero que ejerce el periodismo a nivel internacional, era el héroe de la izquierda brasileña. Sin él, a fin de cuentas, Jair Bolsonaro probablemente habría sido reelegido presidente.
La decisión de Greenwald, en 2019, de publicar en The Intercept las grabaciones hackeadas de conversaciones entre los fiscales y el llamado súper juez de la politizada investigación Lava Jato, Sergio Moro, resultó decisiva para lograr la puesta en libertad de Lula y su posterior victoria electoral contra Bolsonaro. Greenwald fue atacado despiadadamente entonces en las redes bolsonaristas y amenazado con la deportación por Bolsonaro.
Por eso, de entrada puede resultar chocante que Greenwald se haya convertido, en las últimas semanas, en el principal defensor del derecho a la libre expresión de los bolsonaristas más fanáticos.
Estos incluyen al diputado José Medeiros –que hace un par de años lanzó una serie de insultos homófobos contra Greenwald y su marido, un diputado del partido de izquierdas PSOL–, al delirante pastor evangélico Alan Rick y a Nikolas Ferreira, el joven diputado del ala más ideológica del bolsonarismo en Minas Gerais, elegido al Congreso con más de un millón de votos.
Moraes, que preside el Tribunal Supremo Electoral, ha encabezado una agresiva campaña jurídica contra las noticias falsas
El motivo: una nueva orden judicial de Alexandre de Moraes, el poderoso y polémico juez conocido como el azote del bolsonarismo. Moraes, que preside el Tribunal Supremo Electoral, ha encabezado una agresiva campaña jurídica contra las noticias falsas, las tácticas antidemocráticas del bolsonarismo y los presuntos cómplices del golpismo antes y después de las elecciones.
La nueva medida obliga a plataformas como Twitter, Facebook, Youtube, Tik Tok, Instagram y Rumble –la que emite el programa de Greenwald– a excluir inmediatamente a los citados propagandistas de la derecha bolsonarista de sus redes, o pagar una multa superior a 100.000 euros por día. Moraes considera que han apoyado los intentos de golpe en el periodo poselectoral.
Pero Greenwald –libertario de izquierdas que defiende la plena libertad de expresión, incluso el derecho a publicar desinformación– denuncia un abuso del poder judicial, que él compara con el del ya desacreditado juez Moro, que rentabilizó el apoyo del Departamento de Justicia en Washington para lanzar una campaña de lawfare contra Lula y el Partido de los Trabajadores. “La izquierda y los medios corporativos van a convertir a Moraes en el nuevo Moro; el juez héroe que salva a la nación y por tanto no puede ser criticado”, dijo Greenwald en su nuevo programa en internet.
Esta enrevesada historia brasileña tiene fuertes resonancias en Estados Unidos. Greenwald pertenece a un nutrido grupo de periodistas disidentes –otros son Matt Taibbi, Thomas Frank, Aaron Mate– que critican lo que consideran un régimen de censura en Estados Unidos, impulsado por la élite demócrata en colaboración con los plutócratas mediáticos del Big Tech y el deep state estadounidense (FBI, CIA, Agencia de Seguridad Nacional). Este régimen de censura y manipulación abarca, según ellos, desde la expulsión de Trump de Twitter hasta la teoría conspiranoica del Russiagate –un increíble bulo fabricado por el clintonismo–, así como la guerra en Ucrania.
Para Greenwald, Moraes es responsable de la misma clase de censura que el establishment de EE.UU.
Greenwald ha sido tachado en medios corporativos demócratas como MSNBC y The Washington Post como un aliado de la ultraderecha porque participa en programas como el de Tucker Carson en Fox. En realidad, tanto Greenwald como Taibbi intentan contrarrestar lo que consideran una falsa polarización política, fomentada para vestir de salvador de la democracia a un establishment de Silicon Valley y Wall Street, ya más fielmente representado en EE.UU. por el partido demócrata que por el trumpismo. Es una apuesta periodística valiente pero arriesgada. No está claro si, en España por ejemplo (yo mismo empiezo a sospechar esto en mi propio trabajo), existe un espacio mediático para este tipo de periodismo no alineado.
Para Greenwald, Moraes es responsable de la misma clase de censura –disfrazada de una defensa de la democracia– que el establishment de EE.UU. En estos momentos en Brasil, las élites que apoyaron pasivamente a Bolsonaro en 2018 apoyan a Lula como la “única opción” que les queda, según el escritor Luiz Eduardo Soares.
Para acercar aún más Brasilia a Washington, esta semana el empresario multimillonario Elon Musk, el nuevo propietario de Twitter que ha autorizado la investigación de la política de censura en Twitter por un equipo de periodistas que incluye a Matt Taibbi (Twitter files), ha calificado la nueva medida de prohibición de Moraes en Brasil como “extremadamente preocupante”.
No deja de ser irónico. Porque si Greenwald allanó el camino para la derrota del bolsonarismo, Moraes ha ayudado mucho también. Si el expresidente ultraconservador hubiese podido repetir la campaña de falsas noticias de las elecciones de 2018, habría tenido bastantes más posibilidades de ganar. Moraes actuó de forma contundente contra el llamado “gabinete de odio” bolsonarista que coordinaba las campañas de desinformación.
Pero Moraes tiene tics autoritarios en su batalla contra el autoritarismo. No solo ha prohibido la desinformación. Ha actuado directamente contra diversos políticos. Retiró unilateralmente al gobernador de Brasilia tras los acontecimientos del domingo 8 de enero. Acaba de anunciar que incluirá a Bolsonaro en la lista de investigados por su presunta involucración en el asalto al Congreso.
Moraes tiene tics autoritarios en su batalla contra el autoritarismo
“Moraes tiene un poder alarmante sobre lo que se puede decir y lo que no se puede decir en Brasil”, resumió The New York Times el año pasado, un reproche aún más significativo viniendo de un diario que en Estados Unidos ha defendido repetidamente la necesidad de excluir al trumpìsmo de las redes sociales, y que Greenwald y Taibbi consideran parte del régimen de censura.
Greenwald y el NYT no son los únicos que temen la emergencia de otro “súper juez” brasileño que abuse de su poder. “Sin las decisiones de Moraes, la democracia estaría en peligro, pero los precedentes sentados por estas decisiones generan un peligro para la democracia”, afirma Joe Pinheiro da Fonseca, el columnista de Folha de São Paulo.
Para complicar aún más el debate, el pasado de Moraes no es exactamente el de un luchador implacable contra el golpismo. Hace siete años, defendió de forma entusiasta la destitución de Dilma Rousseff –un golpe blando para los sectores progresistas– y fue nombrado ministro de Justicia en el gobierno posterior de Michel Temer, considerado ilegítimo por millones de brasileños.
Entonces Moraes elogiaba también a Sergio Moro y a los fiscales de Lava Jato. Pese a todo esto, el juez, nacido hace 54 años en Sao Paulo, se ha convertido en una figura muy querida de la izquierda brasileña por sus firmes actuaciones contra el golpismo bolsonarista.
La fusión transfronteriza del asalto trumpista de enero del 2021 y el bolsonarista de 2023, y la reproducción de la polémica sobre el derecho a la libertad de expresión, tiene que ver, en parte, con la decisión del bolsonarismo de copiar en versión calcada la estrategia trumpista, desde la denuncia del fraude hasta el asalto-espectáculo a los símbolos de la democracia liberal. Los vínculos entre el bolsonarismo y Steve Bannon son de sobra conocidos. Eduardo, el hijo de Bolsonaro, estuvo en Washington en enero de 2021 y en noviembre en el resort Mar-a-Lago, en Palm Beach, con Bannon, Ali Alexander (organizador de la campaña de denuncia del inexistente fraude electoral en EE.UU. en 2018 “stop the steal”) y con Jason Miller (fundador de la red trumpista Gettr). Pero el fenómeno tiene que ver con algo aún más preocupante: la creación de una narrativa dominante en Estados Unidos, bastante desconectada de su propia realidad, que luego se reproduce internacionalmente.
Hay una importante diferencia entre Brasil y Estados Unidos: “Nosotros estuvimos a punto de tener un golpe de verdad; es la realidad”, dijo un economista miembro del PT, durante un almuerzo el 16 de enero en el viejo centro de Río.
No solo hay extrañas similitudes entre el asalto bolsonarista a las sedes de los tres poderes en Brasilia del 8 de enero y el asalto trumpista al Capitolio de Washington, en enero de 2021. Ahora el crispado debate sobre la libertad de expresión en las redes sociales ocupa titulares en ambos países.
Hasta...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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