1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 2.891 Conseguido 81% Faltan 34.975€

Enrique del Teso / LINGÜISTA Y ENSAYISTA

“La ultraderecha no logra gran apoyo en las clases humildes, pero sí que la izquierda les caiga mal”

Xandru Fernández 8/01/2023

<p>Enrique del Teso.</p>

Enrique del Teso.

Cedida por el entrevistado

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

A Enrique del Teso no le gusta andarse por las ramas. Es más de raíces. Lo que no le impide reconocer que las raíces pueden ser tanto o más largas y complicadas que las ramas. Las suyas, las raíces, son profundas y extensas, como corresponde a un hijo del barrio obrero de La Calzada (Xixón), aunque lo nacieran en Basauri, en 1960. Su trayectoria académica también es larga y profunda: profesor titular de Lingüística en la Universidad de Oviedo, en su currículum figuran textos como Gramática general, comunicación y partes del discurso (1990), Fonética y fonología actual del español (1995, con Francesco d'Introno y Rosemary Weston), Semántica y pragmática del texto común (1996, con Rafel Núñez) o Contexto, situación e indeterminación (1998). Su vena más gamberra y polemista la cultivó en la llorada Fundición Príncipe de Astucias entre 2012 y 2015. En los últimos años ha producido dos libros de batalla, lúcidos y arriesgados, sobre el discurso político: Más que palabras. La izquierda, los discursos y los relatos (2019) y La propaganda de ultraderecha y cómo tratar con ella (2022), que es del que hablamos en esta conversación.

Empecemos por el principio: ¿qué te ha hecho a ti la ultraderecha, que parece que no te cae nada bien? ¿Por qué le dedicas un libro entero en lugar de hacer como que no existe, que es lo normal?

De momento, a mi generación la ultraderecha no le hizo casi nada, cuestión de suerte en la fecha de nacimiento. Le dedico un libro para contribuir a que la cosa siga así, sin que a mi generación le haga casi nada la cosa ultra. Casi nada, no es lo mismo que nada. Que te metan el dedo en el ojo o en el ánimo todos los días es casi nada, pero es algo, lo suficiente como para no hacer como que no existe y más si hay indicios de que el dedo en el ojo es para abrir boca. Pero, yendo al núcleo duro de la pregunta, podemos sintetizarlo en seis palabras: clasismo, machismo, racismo, autoritarismo, violencia y negacionismo. Breve glosa para cada una. Clasismo: la ultraderecha sirve sin fisuras y de la manera más radical a los intereses de los ricos; son, según queramos ser más amables o ásperos, sus lacayos o sus perros. Machismo: la punta de lanza de su guerra cultural es combatir los avances que se vinieron dando en la igualdad de género (de derechos y de roles sociales y familiares). Racismo: uno de los afanes más reconocibles de la ultraderecha consiste en señalar a grupos humanos de raza o procedencia identificable como responsables de males socioeconómicos reales o de problemas inventados. Autoritarismo: la actual ultraderecha no aspira a golpes de Estado, pero sí a un sistema sin separación de poderes, con prensa rígidamente controlada, cadenas caciquiles asfixiantes y sin opción real de alternancia política. Violencia: aunque tácticamente ya no quieren el poder a tiros y bombazos, todas sus propuestas se hacen con puños apretados y siempre dejan ver la acción agresiva como una opción (por supuesto, expresándola como acto defensivo). Negacionismo: son alérgicos al conocimiento, siempre siembran la desconfianza en el conocimiento y en los “estudiados” con conocimiento; la ciencia y la historia desmienten todos sus delirios y tienden a buscar un estado de cosas en que valga lo mismo lo que diga Nacho Cano de la colonización de América que lo que diga un historiador. Son seis buenas razones para caer mal. Y ningún avance en estas seis cosas es venial. Ya que hablamos de mi libro, permíteme repetir algo dicho en él: “Cada diputado que gane [la ultraderecha] lo pagará una mujer maltratada, un homosexual agredido, un grupo racial señalado, un servicio público degradado”.

Podemos sintetizar la ultraderecha en seis palabras: negacionismo, machismo, racismo, autoritarismo, violencia y clasismo 

¿Ultraderecha, extrema derecha o fascismo? ¿Cómo lo llamamos?

Creo que en esto hay que distinguir tres niveles: el conceptual (¿es fascismo esto de ahora?), el del grado de resolución (¿importa mucho si es exactamente fascismo?) y el comunicativo (¿debemos llamarlo fascismo en comunicación pública?). Respecto de la cuestión conceptual, es evidente que está la constelación de los fascismos históricos y también es evidente que la ultraderecha actual no es una mera repetición de fascismos pasados. Respecto del grado de resolución, hay un nivel de reflexión en el que es relevante el análisis histórico detallado, como en física a ciertos niveles es relevante la diferencia entre la gravitación de Newton y la de Einstein. Pero si tenemos que comprobar la aceleración con la cae un cenicero que soltemos desde un cuarto piso, no tiene valor práctico enredar en una u otra forma de hacer los cálculos. Este libro intenta estar cerca del activismo político. En ese nivel, como en la práctica de cualquier otra cosa, hay que simplificar y no enredarse en sofisticaciones teóricas sin efectos prácticos inmediatos. Hay que centrarse en lo que da claridad estratégica y pautas de acción. En este sentido, la respuesta a la pregunta es que no es importante cuán diferente del fascismo es la ultraderecha actual. Y respecto de la tercera cuestión, es importante controlar el vocabulario en la comunicación pública. La palabra fascismo y derivados debe usarse poco y en contextos muy precisos. Cuando nos dirigimos al público general, esta es una palabra que define más la ideología del que habla que la cosa de la que se habla. Esto dificulta convencer a quienes no se identifican con esa ideología atribuida. Siempre hay que intentar convencer a gente que no piense como nosotros (esto es la transversalidad, en el buen sentido). La palabra fascismo evoca cosas que no son las que se ven y puede inducir sensación de ensimismamiento en quien la usa. No digo que no haya que usarla, solo que es potencialmente tóxica desde el punto de vista comunicativo y que deben medirse bien las ocasiones en que se use. No debe olvidarse que es una palabra que la gente no usa y siempre nos entendemos mejor con palabras que, además de ser entendidas, son usadas por quienes nos escuchan.

“El fascismo actual en España es la versión más brutal del neoliberalismo”. No digo que no, pero si cogemos el manual de historia del bachillerato resulta que al fascismo clásico le ponían los Estados fuertes y las economías reguladas. ¿Qué ha cambiado?

Como dije antes, hay que pensar en el fascismo como una constelación, lo identifica más un aire de familia, de tipo Wittgenstein, que rasgos esenciales idénticos y permanentes, como el ur-fascism de Umberto Eco. La ultraderecha existe porque la financia la élite económica. La élite económica ya es global y planetaria, no quiere Estados fuertes, ni prácticamente Estados. La élite actual es como Adelson, cuando pretendía para Eurovegas en su día lo que ya casi es Amazon: un negocio desplegado sin leyes de países soberanos que le digan lo que tiene que hacer. Ningún sabor de ultraderecha será incómodo para la banca, los Florentinos Pérez o las multinacionales en ningún país. La élite que combaten son los profesionales de dos a cuatro mil euros al mes que viven de su formación. La ultraderecha quiere quitar todos los impuestos que pueda, sobre todo los de las rentas más altas, privatizar todos los servicios esenciales y financiar generosamente con el menguante dinero público a la Iglesia, fundaciones ultracatólicas y colegios privados. Neoliberalismo en vena, con el añadido de puños apretados y rugidos. Como dije, ellos no buscan la virtud en el pasado.

Ningún sabor de ultraderecha será incómodo para la banca, los Florentinos Pérez o las multinacionales en ningún país

Hay al menos un par de generaciones en España que asocian extrema derecha con religión, monarquía y ejército. No digo que sin razón, pero ¿en qué medida crees que la religión (católica, claro) sigue siendo en España una aliada de la ultraderecha?

En todas partes la ultraderecha está nutrida por grupos fundamentalistas religiosos. La religión es una forma de organizar a mucha gente. Y, llegado el caso, de fanatizar a mucha gente. Los grupos religiosos son el canal más fácil para que fluya el dinero (Neos, HazteOír, Abogados Cristianos y tantos otros). Es el plasma sanguíneo por donde se extiende sin que se note el veneno ultra. Cambian mucho los contextos de un sitio a otro. En principio, una Iglesia oficial es algo que debe ser respetado. En conjunto no debe parecer algo negativo que exista una Iglesia oficial. Pero en España esa Iglesia es muy costosa (sus privilegios económicos y su opacidad son intolerables) y es un cordón que nunca se desconectó de la dictadura. Es un foco de activismo ultra y fue la Iglesia la primera en usar las descalificaciones hiperbólicas y apocalípticas que después fueron normales en el lenguaje ultraderechista. Además la Iglesia oficial que la mayoría respeta encapsula una emoción religiosa efectivamente respetable, pero en sus sótanos y bajo su manto protector está parte del inframundo fundamentalista que nutre a la extrema derecha.

Siempre he pensado que el partido más monárquico de la España del 78 es el PSOE. El PP de Aznar chocó con la Casa Real y los fachas de hoy día aprovechan la menor ocasión para dedicarle a Felipe VI toda clase de insultos, empezando por lo de “globalista”. ¿Hay alguna posibilidad de que las derechas y algunas izquierdas se pongan de acuerdo en una agenda republicana y dejen las demás confrontaciones para después, o seguiremos anclados sine die en esta pax socialista de la que tanto se beneficia la monarquía?

El PSOE, el caoba y el sanchista, es el mejor soporte político que tiene la Monarquía, es raro que el Rey no los quiera más. Es el mejor soporte porque es el apoyo más franco y más desinteresado que tiene. La derecha apoya la Monarquía como exhibe la bandera: solo en la medida en que sea un símbolo de la nación con la que excluir y  señalar a compatriotas; y solo en la medida en que la Constitución se reduzca a patria y Rey. Si no es así, verán al Rey como un traidor. Lo del PSOE es más sincero. El PSOE no gana nada siendo monárquico. Es un marrón que emborrona su intento de proyectarse como fuerza progresista. Ningún militante socialista es capaz de razonar la bondad de un sistema dinástico en el que no creen y ninguno quiere parecer monárquico. Es un verdadero marrón. Políticamente no les da votos. Cuantos más vivas al Rey, más derecha. Y sin embargo su apoyo es inquebrantable. Es parte esencial de la condición de establishment del PSOE. El Rey no tiene apoyo más gratuito y más leal. La razón es la que se insinúa en la pregunta: paz. El PSOE no quiere abrir esa caja de truenos. No veo ninguna posibilidad inmediata de una operación de Estado de tanta envergadura. Solo hay una esperanza para los republicanos: los Borbones. No me parece imaginable una España republicana, pero si alguna posibilidad hay será por la indignación popular y la presión correspondiente. Y los Borbones y su degradación podrían ser el agente.

El ejército, la bandera, la selección española... ¿Se pueden “resignificar” cosas tan estrechamente vinculadas a la memoria del franquismo?

Casi todas las palabras que se utilizan solo en la vida pública y no en otros ámbitos, como “resignificar”, son confusas. Miguel Ángel Rodríguez consiguió, moviendo los hilos de su marioneta Ayuso, que durante unos días la palabra “libertad” se refiriera a tomar unas cañas riéndose de los agonías que hablaban de enfermos y muertos. Nadie puede renunciar a esa palabra y por eso a uno le puede apetecer resignificarla para que se refiera a eso que sentimos cuando tenemos sueldo, médico, colegio y derechos. El caso de la bandera y el nombre de España es distinto. Aunque algunos progresistas sienten la pulsión de escenificar que yo también soy español y esa bandera también es mía, creo que es un error imitar la sobreactuación de la derecha con los símbolos nacionales. La izquierda no tiene por qué ser nacionalista ni patriotera. Y el patriotismo se pone a prueba muy pocas veces. El que lo lleva a flor de piel todos los días es un mentiroso o un simple. Está en el diccionario la palabra “patriotero”, porque existe la conducta. La izquierda no tiene que resignificar la bandera o el nombre de España sino devaluar su exhibición hiperbólica por tres razones que actúan conjuntamente o por separado: 1) es una horterada patriotera; 2) es una manifestación de odio a compatriotas, nunca es una manifestación de unidad; pone la bandera en el balcón el que odia a otros españoles; 3) es una señal de desprecio a su país; grita viva España el que no le gusta España y cree que hay que rehacerla.

El ejército es otra cosa. El ejército es una institución para actuar en situaciones límite excepcionales (guerras o calamidades). A la derecha le gusta cómo es la sociedad en esas situaciones excepcionales: jerarquizada, autoritaria y con una prioridad que anula cualquier otra cosa y pospone cualquier controversia. No es que la actividad militar sea de suyo de derechas. Es, como digo, actividad pensada para situaciones límite. Lo que ocurre es que si pasásemos esas pautas de excepción a las situaciones ordinarias la sociedad se parecería a lo que pretenden los nacionalistas autoritarios. No hay nada que resignificar. Solo hay que subrayar dos cosas: que en el común de los días estamos en paz, no en guerra, y hay que vivir como se vive en paz, sin hacerse los soldaditos; y que las sociedades son mejores cuando están en paz, que las sociedades y los individuos muestran lo mejor cuando están en paz. No es en guerra, y mucho menos en guerra imaginaria, donde se ve lo que vale cada uno.

La izquierda no tiene que resignificar la bandera o el nombre de España sino devaluar su exhibición hiperbólica

La selección española, en los seis años locos en que lo ganó todo, creo que fue más una válvula de descompresión del patrioterismo facha que un nutriente suyo. La gracia del nacionalismo para la derecha es ser utilizado contra la izquierda y proyectarla como antiespañola. La bandera la utiliza la derecha para excluir y enfrentar a españoles, no para unirlos. Al ser el fútbol muy transversal en la población y ser un espectáculo de fuerte inmersión emocional, abrió la espita y derramó españolidad folclórica sobre la mayoría, con lo que le quitó esa pólvora de exclusión. Fue un pequeño alivio.

Lo del rey globalista: ¿qué nos cuentas de los rojipardos? ¿Son un aliado potencial de la extrema derecha o una excentricidad de la izquierda a la que no deberíamos prestar mucha atención?

El relato de Steven Forti admite poca réplica: rojipardos hubo siempre que hubo fascismo en cualquiera de sus dialectos; y siempre fue un fenómeno minoritario y, cuando cuajó en organizaciones políticas, fueron insignificantes. Pero sí hay que prestar atención al fenómeno. No son potenciales aliados de la extrema derecha, sino aliados de hecho. Hay dos tipos de rojipardos: los fachas que fingen indignación contra los poderosos e imitan los acentos izquierdistas; y los izquierdistas que no saben que son rojipardos y que atacan a la izquierda en nombre de esencias perdidas o caminos perdidos, siempre buscando en el pasado la virtud. No englobo en esta categoría a la izquierda Viriato, que se siente traicionada o no representada por la actual izquierda, pero que no creo que hayan dejado de ser de izquierdas (los rojipardos son fachas, con conciencia o sin conciencia de ello). La izquierda Viriato yerra el diagnóstico (la pérdida de derechos sociales y el avance de la ultraderecha no se debe a malas prácticas de la izquierda) y la trinchera (por irritantes que sean los desacuerdos, la batalla de la izquierda nunca es contra otros movimientos de izquierdas). Decía que sí hay que prestar atención a los rojipardos porque sí son relevantes en dos aspectos habituales de la propaganda de ultraderecha. Una es la desfiguración de la izquierda a través de la caricatura del progre urbano hipócrita que no conoce los problemas de la clase baja y que va de listo mirándola por encima del hombro. La ultraderecha no está consiguiendo cantidades relevantes de votos en las clases humildes, pero sí está consiguiendo que la izquierda caiga mal en esas clases y se desafecten de ella. La otra es que la ultraderecha siempre crece cuando se le da parte de razón. Mucha gente reconoce la brutalidad de la ultraderecha, pero cree que le va a solucionar algún problema aislado que lo perturba: son inaceptables, pero desde luego iban a acabar con tanto parásito comiendo la sopa boba, o iban acabar con tanta delicuencia, o con tanta inmigración descontrolada, o con tanto lenguaje relamido políticamente correcto, o con tantos impuestos, o con tanto dorar la píldora a los independentistas, o con tanta feminista como si yo hubiera sido privilegiado alguna vez… Cada uno tiene su debilidad. Los rojipardos sí consiguen ayudar al discurso ultra desde trincheras izquierdistas por alguna de esas debilidades y sí ayudan a que suene “fresco” el discurso de extrema derecha.

“La conciencia de clase perdida y añorada, esa clase obrera hermanada, no existía antes de la moda de la diversidad. La izquierda concienciada y en sintonía con la clase obrera es también una deformación de la memoria”. Explíquese, profesor.

Como decía antes, la extrema derecha no se extiende porque la izquierda haya dejado de hacer los deberes (aunque en muchos sentidos sí los haya dejado de hacer). Se extiende porque la financia la clase alta. Que la izquierda culpe a la izquierda de semejante fenómeno lleva al feo vicio de buscar el remedio en el pasado: muchas veces la izquierda se empeña en que la derecha y la ultraderecha van ganando la partida porque la izquierda dejó de hacer bien lo que hacía bien y que ya no hace aquello que hacía cuando movilizaba. Hay tres problemas en esta actitud. El primero, el que estamos diciendo, es buscar la solución en el pasado. El segundo es que se confunde el diagnóstico. No avanza la ultraderecha por lo que hace o deja de hacer la izquierda. Y el tercero es que confunde la trinchera, es una postura que lleva a unas izquierdas a combatir con otras izquierdas. Insistamos en que la extrema derecha no es un revival de la falange o del fascismo de camisas negras con brazo en alto. No buscan su estrategia en el pasado. Buscar la virtud en el pasado es una constante en todas las variedades rojipardas, pero también en izquierdistas que no tienen bien cogido el tono de los tiempos. Y un problema, y así aterrizo en la pregunta, es que ese pasado al que se alude suele ser inventado, una recreación de la memoria. Claro que existieron luchas obreras a las que debemos mucho de lo bueno que tenemos. Claro que existieron barrios y comarcas obreras compactas. Pero la clase trabajadora siempre fue mucho más numerosa que la clase alta. Si hubiera existido esa simbiosis de partidos de izquierda con trabajadores hermanados, todos afiliados a sindicatos, el parlamento y los gobiernos hubieran estado monopolizados por la izquierda. Es una idealización evocar un pasado así. Y los pasados idealizados no son buenos surtidores de estrategias.

Los rojipardos no son potenciales aliados de la extrema derecha, sino aliados de hecho

Tengo la sensación de que buena parte de las críticas del fascismo procedentes de las izquierdas (porque en España criticar el fascismo desde la derecha como que no) recurren por sistema al expediente de meter en el mismo saco a los nacionalismos catalán y vasco, pero no sé si eso es así porque de veras se cree así o porque se considera necesario neutralizar el contraargumento de querer romper España, etcétera. Asumiendo como hipótesis que fuera por esto último, ¿no va a haber nunca en España la posibilidad de defender que no pasa nada si España se rompe sin que te hostien por decirlo?

Creo que hay que situarse cómodamente en varias obviedades. 1) Los Estados se organizan como si fueran a ser eternos. No se organiza un Estado como un vivero de naciones que irán desgajándose cuando se den ciertas circunstancias. 2) Hay formas democráticas de independencia de territorios de un Estado. No hay una receta válida para todos los casos, los contextos son complejos, pero desde luego la independencia puede ser un efecto de la democracia y no hay que desmayarse. 3) Los independentistas, como todo el mundo, pueden vivir en paz y de manera estable en un mundo que no es como ellos lo quieren. Si no consiguen la independencia que buscan, tampoco es obligatorio que se desmayen. Dicho esto, el fenómeno independentista es muy polarizante y la derecha estimula los odios de esa hoguera. No hay que poner toda la pólvora en la derecha. Se diga lo que se diga, expresiones y actitudes supremacistas adornaron con frecuencia la reivindicación independentista en España. La izquierda muchas veces mete a los nacionalismos vasco y catalán en el mismo saco que el nacionalismo español en buena medida como estrategia defensiva, y creo que ineficaz, contra los estigmas lanzados por la derecha. Pero no hay que olvidar que el nacionalismo es material inflamable y tiene un fuerte potencial tóxico. El nacionalismo no consiste en tener patria, sino en considerar a la patria en un momento clave, ante una amenaza o una gloria inminente, y que la gestión política debe subordinarse a la gestión de ese momento clave de la patria. La sobreabundancia de símbolos grupales identitarios y las emociones de grupo exaltadas son siempre delicadas. No es que el nacionalismo, como a veces se dice, sea siempre autoritario, pero no hay forma de autoritarismo que renuncie al caudal emocional del nacionalismo. Por eso es siempre una inflamación, como digo, delicada. A pesar de esto, me parece evidente que en el momento más trágico de la pandemia Bildu fue más leal con España (sin eufemismos) que el PP. Y si es así, la izquierda no debe tener empacho en decirlo alto y claro. ETA fue una tragedia y una locura, pero no la peor que nos sucedió. El franquismo (no la guerra civil, que acabó en el 39) cometió muchos más crímenes y produjo más dolor y atraso, porque tenía el poder del Estado. Bildu marcó ya más distancia con la violencia de ETA que el PP con la del franquismo (y no digamos Vox). No hay razón para no negociar con Bildu una ley educativa. Es una estrategia equivocada la de recular y no defender con firmeza ciertas decisiones que tienen buen fundamento, como si la izquierda tuviera que demostrar no sé qué inocencia. Y, cuando la izquierda critica al nacionalismo, y razones tiene para ello, no debe tener empacho en señalar al nacionalismo que más daño hizo, porque fue el que tuvo y tiene más poder: el nacionalismo español. La división de la sociedad que provocó el procés es del mismo tipo que la que intenta provocar la derecha, el nacionalismo español, a diario. No olvidemos que la fallida concentración de Génova no era una manifestación contra Sánchez. Era una manifestación contra Sánchez por España. Y la izquierda debe repetir lo que dije antes. Una cosa es ser español, que lo soy, y tener patria, que la tengo, y otra es ser nacionalista.

“Los bulos no deben ser repetidos, ni siquiera para criticarlos. Nunca debe responderse al mensaje del bulo ni debe hablarse del mensaje. Siempre hay que hablar del emisor del mensaje, no del mensaje, y siempre con referencia a su ideología”. Parece un consejo razonable pero, siendo así, ¿por qué crees que es tan difícil de seguir?

Si no fuera contrario a lo que te pide el cuerpo, no sería necesario el consejo. Los bulos son parte de la estrategia de provocación, del desafío que provoca una reacción desordenada y saca de quicio al rival. Además los bulos no viven de su credibilidad (¿quién va a creer en serio que Podemos tiene vínculos con Irán?), sino de su viralidad, de que se repitan y estén en el ambiente. Y, por su naturaleza, porque se propagan por confirmar y encapsular emociones negativas y no falsedades que la gente vaya a creer, no se pueden detener con la verdad. La verdad debe ser dicha, pero no debe ser el elemento de choque del discurso contra el bulo. Sencillamente hay que desentenderse del bulo y centrarse en el emisor, para situar al emisor en unos marcos recurrentes y escasos en número. Si el bulo es que el gobierno le quita la pensión a tu abuela para dársela a los MENA: 1) no hay que reaccionar con escándalo y sorpresa; y 2) debe ubicarse al emisor en este caso en el marco del odio racial. La respuesta debe tener el tono de “sí, a los fachas el odio racial siempre os llevó al delirio, estáis enfermos y ya muy vistos”. Y nada de hablar de los MENA ni de la abuela ni de dar datos de pensiones y de gastos de mantenimiento de MENA. Solo hay que hablar de los fachas que lo dicen y de su ofuscación enloquecida. Es difícil de seguir porque en parte lo dicen para provocar, para que sea difícil mantener la línea correcta. Hacer lo que no nos pide el cuerpo se llama disciplina y la vida pública siempre la reclama.

A Enrique del Teso no le gusta andarse por las ramas. Es más de raíces. Lo que no le impide reconocer que las raíces pueden ser tanto o más largas y complicadas que las ramas. Las suyas, las raíces, son profundas y extensas, como corresponde a un hijo del barrio obrero de La Calzada (Xixón), aunque lo nacieran en...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

3 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. enrbalmaseda

    Excelente entrevista y excelente analisis del entrevistado del fenómeno del avance de la ultraderechas, los nacionalismmos y la monarquía. Queda sin embargo una interesantísima pregunta sin respueta: Qué pasaría si en lo que en el lenguaje oficial llaman "Romper España", se presentara un proyecto para pasar gradualmente a modeolo similar al , por ejmplo, suizo? No garantizaría mejor y de manarea más estable la cooperación real, de facto, volunttaria enre las distintas cominudades o como quiera llamárseles, más beneficoso para el funcionamento de los servicios públcos y más democrática la gestion para la convivencia social. Por supeusto hoy por hoy solo cabe hacerl desde lateoría, pero por algo dbe empezarse, no? Invito a ctxt que entre en ese tipo de debates y analisis de contextos, que ninún otro medio hace y que creo que a muchos lectores nos interesaria

    Hace 1 año 9 meses

  2. pjimenezramos

    Estupendo artículo. Gracias!

    Hace 1 año 9 meses

  3. Fernando

    Tanto el libro como la entrevista son excelentes.

    Hace 1 año 10 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí