EL INFORME DE LA MINORÍA
Persas de garrafón
El entramado intelectual de la Modélica Transición fue tan precario que, en comparación, hasta las retorcidas servidumbres voluntarias de los ultras del XIX parecen hoy un modelo de razón práctica
Xandru Fernández 28/01/2023
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El 12 de abril de 1814, sesenta y nueve diputados españoles firmaban el llamado Manifiesto de los persas. En él pedían al rey Fernando VII, pocos días antes de su regreso a España, que aboliera la Constitución de 1812 y restituyera la monarquía absoluta. El manifiesto tomaba su nombre de una supuesta costumbre persa que consistía en celebrar, después de morir el rey, cinco días de excesos y tropelías sin autoridad alguna que mantuviera el orden: ni rey ni ley ni castigo. Se suponía que los desmanes cometidos durante esos cinco días justificaban el previsible y vitalicio despotismo del nuevo monarca. Los diputados firmantes comparaban ese interregno con los seis años de ausencia del Borbón, no tanto por la presencia de las tropas francesas en territorio español como por la libertad de la que habrían gozado los liberales para poner patas arriba el Antiguo Régimen. Hacía falta un golpe de timón y Fernando VII se puso a ello con entusiasmo y disciplina. Abolió la Constitución de Cádiz y ordenó que se encarcelara a cualquier sospechoso de simpatías liberales. Los sesenta y nueve persas, también llamados “serviles”, fueron recompensados con suculentos cargos públicos y eclesiásticos y una condecoración.
Doscientos y pico años más tarde, el pasado 18 de enero de 2023, dos centenares de periodistas, expolíticos y sedicentes intelectuales firmaban un manifiesto titulado A la sociedad española ante el desafío constitucional. Es un texto escueto a la par que inane en el que se insta al PSOE a recuperar su “proyecto histórico” en apoyo de la Constitución de 1978 frente a las presuntas presiones de sus socios de gobierno para “instaurar un modelo plurinacional de corte confederal”. Entre los firmantes figuran los inevitables Fernando Savater y Félix de Azúa junto a viejos compañeros suyos de cruzada nacional como Rosa Díez, Andrés Trapiello y Joaquín Leguina. La pandilla, con sus más y sus menos, es básicamente la misma desde hace bastantes años, décadas incluso, pero ha cogido vuelo durante la presidencia de Sánchez: en mayo de 2022 firmaron un manifiesto contra la LOMLOE, en marzo de 2021 contra el independentismo, en julio de 2020 contra la “censura progresista”. Diez meses exactos entre un manifiesto y el siguiente, lo que nos da una idea aproximada de las dimensiones del cabreo, pero también de su incapacidad para gestionarlo de otra manera que no sea el gasto pomposo de palabras inexactas. De las firmas habituales, la que se echa en falta en esta última entrega es la de Vargas Llosa, tal vez subsumido en las miasmas retóricas de su reciente ruptura sentimental. No sorprende en absoluto que se incorporen agentes durmientes como José Luis Corcuera o César Antonio Molina: hace poco más de un mes promovían otro manifiesto, esta vez contra la supresión del delito de sedición, que venía a ser el borrador de este de ahora.
Estos manifiestos, por más que repliquen aquel espíritu golpista, no tienen otra utilidad que mantener encendida la llama de la discordia en los medios
“La monarquía absoluta [...] es una obra de la razón y de la inteligencia: está subordinada a la ley divina, a la justicia y a las reglas fundamentales del Estado: fue establecida por derecho de conquista o por la sumisión voluntaria de los primeros hombres que eligieron sus Reyes”. Así reza el punto 134 del Manifiesto de los persas original. La versión 2.0, la de Savater y Leguina, no se anda con tantas sutilezas: ni teoría política ni referencias históricas, nada excesivamente complejo, lo cual es lógico, porque el texto tenía que firmarlo también Jorge Bustos. Además, después de tanto bandazo táctico en los últimos años, la gran idea que ahora apadrinan los abajofirmantes, a saber, que el PSOE ponga firme al Gobierno recuperando las esencias felipistas, no se compadece demasiado con ninguna forma de pensamiento organizado, por conservador que sea. Es inquietante incluso imaginar qué puede entender Corcuera por “derecho de conquista” o “sumisión voluntaria”.
Las sesenta y nueve voces que entonaron el primer Manifiesto de los persas fueron escuchadas por un rey y un ejército que materializaron sus aspiraciones mediante el preceptivo golpe de Estado. Estos manifiestos de ahora, por más que repliquen aquel espíritu golpista, no tienen otra utilidad que mantener encendida la llama de la discordia en los medios, fundamentalmente en la prensa escrita, pero solo eso ya es bastante: es un goteo constante de mala baba que promueve y refuerza la impresión de que los intelectuales áulicos del felipismo (más alguno del aznarismo) están enfadados, pero con un enfado que trasciende sus conciencias individuales: la que se enfada es España. Perversa pero previsible consecuencia de haberles aplaudido durante cuatro décadas como si en sus meninges se sustanciara el espíritu absoluto.
A saber qué nuevo manifiesto perpetrarán dentro de diez meses. En cualquier caso, lo sintomático es que ni siquiera se tomen la molestia de razonar absolutamente nada. El entramado intelectual de la Modélica Transición fue tan precario que, en comparación, hasta las retorcidas servidumbres voluntarias de los ultras del XIX parecen hoy un modelo de razón práctica. Pero son otros tiempos y es otro tipo de agitación la que practica el felipismo pérsico: una llamada al desorden comunicativo que tan solo genera ruido y furia.
El 12 de abril de 1814, sesenta y nueve diputados españoles firmaban el llamado Manifiesto de los persas. En él pedían al rey Fernando VII, pocos días antes de su regreso a España, que aboliera la Constitución de 1812 y restituyera la monarquía absoluta. El manifiesto tomaba su nombre de una supuesta...
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Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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