NO NI NÁ
Con una heridita basta para cargarse una ley feminista
La contrarreforma del PSOE a la ley del ‘solo sí es sí’ supone un retroceso brutal a los tiempos en que las mujeres debían probar que se resistían a la violencia
Vanesa Jiménez 8/02/2023
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Protestas en las calles de Madrid por la sentencia en el Caso de La Manada.
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A finales de abril de 2018, la manada fuimos nosotras. No ni ná. En Madrid, en Barcelona, en Alicante, en Vigo, en Cádiz, en Pamplona, en Palencia, en Bilbao, en Zaragoza, en Gran Canaria… Miles y miles de mujeres respondieron al llamamiento de diversos colectivos feministas y llenaron las calles al grito unísono de “no es abuso, es violación”. Lo hicieron después de una sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra que condenó a los cinco hombres que violaron a una joven de 18 años en los Sanfermines de 2016 por abuso sexual. Las multitudinarias concentraciones se repitieron dos meses después, cuando la Audiencia de Navarra decretó la libertad provisional para los acusados. Y las mujeres volvieron a llenar las calles en noviembre, cuando el tribunal confirmó la pena. El 21 de junio de 2019, tres años después del delito y más de un año después de la primera condena, el Tribunal Supremo determinó por unanimidad que el caso de La Manada no fue un abuso sexual sino una violación en grupo.
La víctima de La Manada necesitó llegar al Supremo para que sus violadores fueran llamados violadores
Gracias a la sentencia de La Manada, la visión arcaica y machista del Código Penal en materia de delitos sobre la libertad sexual se hizo aún más patente y la diferenciación entre abuso y agresión sexual –para ser agresión, debía PROBARSE, además de la falta de consentimiento, o de un consentimiento anulado, el empleo de violencia o intimidación para anularlo o vencerlo– saltó por los aires. Las mujeres no pedíamos más penas para los acusados de La Manada. Ni siquiera recuerdo cuántos años de condena les impuso la Audiencia de Navarra. Ya éramos conscientes de que España tiene uno de los sistemas más punitivistas de Europa y que, además, el incremento de los castigos no implica ni una mejor reinserción de los agresores ni una mayor protección para las mujeres. No, las mujeres pedíamos entonces una ley en la que una violación, en la que nunca hay consentimiento, fuese una violación; una ley que nos eximiera a nosotras, las víctimas, de PROBAR el uso de violencia o intimidación en una violación, porque no es posible una violación sin violencia/intimidación. Estos días, he leído alguna defensa del Código Penal anterior basada en las altas penas que recibieron finalmente los acusados. Olvidan estos alegatos que la víctima de La Manada necesitó llegar al Supremo para que sus violadores fueran llamados violadores. Olvidan lo frustrante y duro que es ese camino.
En abril de 2018, CTXT publicó un análisis de la sentencia de La Manada –Motivos de una sentencia y una propuesta de reforma– de Miguel Pasquau Liaño, magistrado en ejercicio y profesor de Derecho. En estos años, es un texto que he revisado en muchas ocasiones por la confianza que me merece su autor. Este párrafo que reproduzco resume parte de su propuesta de reforma:
Entre tanto, quizás podríamos intentar ponernos de acuerdo en ajustar los tipos penales sobre la libertad sexual a una cultura más ampliamente compartida sobre el consentimiento de la mujer. De entrada, bien haríamos en llamar legalmente “violación” a lo que casi todo el mundo entiende como violación: una penetración no querida por la víctima. Así, de paso, penetrar a una mujer inconsciente, con trastorno mental, o con una voluntad previamente anulada por suministro de drogas o sustancias idóneas para ello, recibirían el mismo trato penal que si se realizase a lo bruto o mediante la exhibición de un puñal: no parece menos reprochable una cosa que otra. Por otra parte, en relación al delito de violación, la “intimidación” probablemente no deba jugar un papel tan importante: a diferencia del robo, en el que puede sustraerse una cosa sin presencia del dueño (por lo que la violencia/intimidación es lógico que tenga sentido agravatorio), la violación obviamente siempre se produce en presencia de la víctima y es necesario doblegarla, de modo que penetrar sin haber obtenido previamente un consentimiento inequívoco de la víctima es demasiado parecido a hacerlo empleando fuerza física, amenazas, u otros ardides o estrategias no menos vituperables.
La movilización feminista fue el germen de la Ley de Garantía Integral de Libertad Sexual, conocida como del ‘solo sí es sí’, que el 26 de mayo de 2022 recibió el respaldo mayoritario del Congreso. 201 votos a favor, 140 en contra –el PP y Vox– y tres abstenciones confirmaron una norma que cambiaba radicalmente el tratamiento de la violencia sexual: ya no primaba cuánto nos resistíamos a una agresión, el centro estaba en nuestra voluntad, en nuestro consentimiento. Además, como han destacado varios colectivos feministas estos días, la ley pretende crear centros de crisis 24 horas en todos los territorios; recoge medidas de recuperación física y emocional; obliga a la judicatura, abogacía y fiscalía a recibir formación especializada y establece medidas de formación en el ámbito sanitario y en todas las etapas educativas.
La movilización feminista fue el germen de la Ley de Garantía Integral de Libertad Sexual
Lo que ha ocurrido tras la entrada de la ley en vigor en octubre lo conocen de sobra, hemos sido bombardeados con carruseles de última hora contando las rebajas de penas al estilo de una jornada de Liga. Alarma. Miedo. Las calles de España se llenan de violadores excarcelados. Si las mujeres hubiésemos sentido que eso era una realidad nos habríamos movilizado como lo hicimos antes, eso no lo duden. Y, mientras, el Gobierno y el Ministerio de Igualdad, en vez de aplicarse en un ejercicio crucial de transparencia e información a la opinión pública, optaron por el triunfalismo, hasta que les ahogó el ruido y se impuso el marco de la derecha. En este asunto, me remito a la radiografía que publicó La SER con los datos de la aplicación de la ley del ‘solo sí es sí’ –sorprende la divergencia en la revisión de penas entre Comunidades Autónomas– y al artículo firmado en Público por José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Supremo: “Se debió advertir que se iban a producir algunas rebajas de las penas y que existen mecanismos suficientes para garantizar la seguridad ciudadana. Cuantitativamente sus efectos son controlables y no existe ningún agujero negro en la ley. La manipulación realizada por la oposición política y la mayoría de los medios de comunicación ha creado una alarma injustificada e imaginaria”.
Pero no es el marco de la derecha lo que más me preocupa. Ese siempre está ahí, alentado por los mismos de todas las veces. Lo realmente preocupante es que el PSOE haya caído en esa trampa y se haya embarcado en una contrarreforma absurda, peligrosa, innecesaria y que puede arrancar de la ley parte de su esencia por la presión externa. Estamos en año electoral y los socialistas han decidido intentar rescatar a los votantes que en las encuestas dicen que piensan votar al PP. Y de paso desautorizar a la ministra Montero para intentar culpar a Igualdad de los supuestos errores de una ley cuyas penas diseñó el exministro de Justicia socialista, y hoy miembro del Constitucional, Juan Carlos Campo. Así, algunos miembros de ese partido, como la ministra de Justicia, Pilar Llop, son capaces de llevar la defensa de la contrarreforma a límites inimaginables hace muy poco, cuando era el presidente del Gobierno el que hablaba de “hito” para referirse a la ley. Si como dice Llop “con una herida ya se puede probar” la violencia en una violación, tendremos que volver a salir a la calle, a llenarlas. No podemos tener que PROBAR de nuevo.
Tan preocupante como el viraje del PSOE es la ruptura entre las distintas izquierdas
Tan preocupante como el viraje del PSOE es, por lo que tiene de anticipatorio, la ruptura entre las distintas izquierdas, que se han olvidado de que esta es una ley para las mujeres y no un objeto para sus luchas políticas. Llegados a este punto, reconozco que en los últimos días estoy abatida. He leído demasiados artículos en los que los marcos que pensábamos superados son, de nuevo, sometidos a debate. Es la trampa recurrente. Debatamos sobre todo, así es la pluralidad. No importa que por el camino vayamos dando pasos atrás. Ni importa, tampoco, que entre tanto debate jurídico, muchas veces alejado de la realidad y de la sociedad, las mujeres hayan dejado de estar en el centro. Seguramente mi abatimiento mayor viene porque las miles y miles y miles y miles de mujeres que forzaron en la calle el cambio en el Código Penal cuentan poco en estos debates.
Durante la pandemia confirmé como periodista que uno siempre encuentra un experto para apoyar una tesis. Lo encontraron los que defendieron la ozonoterapia e incluso los que recomendaban beber lejía. Y el terreno era el de la ciencia. Imagínense en el derecho. Pues así estamos ahora, buscando especialistas que corroboren nuestros prejuicios o intereses. Entren en Twitter y lean un poco. Lo último que he visto va sobre lo que realmente dice el Convenio de Estambul.
Sigan debatiendo todo lo que quieran. Las mujeres siempre hemos tenido claro que una violación es una violación. Y que siempre hay violencia.
A todos los que están usando esta ley para sus batallas políticas les pido que sean decentes. Que se olviden de que este año hay elecciones generales. Que se olviden de ellos mismos y de sus luchitas. Y que piensen en las mujeres. Son nuestros cuerpos y nuestras vidas. Un dato: en el primer semestre de 2022 se registraron en España 1.211 denuncias de agresiones sexuales con penetración y un número desconocido de violaciones no denunciadas –las cifras oficiales aseguran que el 92% de las mujeres agredidas no denuncian–. Si no lo entendéis, estamos más perdidxs de lo que creemos. Y eso sí que es trágico. No ni ná.
A finales de abril de 2018, la manada fuimos nosotras. No ni ná. En Madrid, en Barcelona, en Alicante, en Vigo, en Cádiz, en Pamplona, en Palencia, en Bilbao, en Zaragoza, en Gran Canaria… Miles y miles de mujeres respondieron al llamamiento de diversos colectivos feministas y llenaron las calles al grito...
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Vanesa Jiménez
Periodista desde hace casi 25 años, cinturón negro de Tan-Gue (arte marcial gaditano) y experta en bricolajes varios. Es directora adjunta de CTXT. Antes, en El Mundo, El País y lainformacion.com.
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