Sesgos
El cambio climático y la difícil cuadratura de la gestión del agua
La sequía preocupa a gran parte de la población, pero el sesgo a favor de la agricultura y la asunción de los grandes titulares inclina la opinión pública a favor de medidas insuficientes
Ernesto Ganuza / Regina Lafuente / Pilar Paneque 25/02/2023
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La sociedad española suele mostrar una preocupación alta por el cambio climático (CC). Los datos que hemos recabado en una encuesta nacional realizado por el Observatorio Ciudadano de la Sequía, en colaboración con la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) y el apoyo técnico de 40dB, muestran que el CC se reconoce como el tercer problema en importancia, solo por detrás de la economía y la pobreza. Además, en consonancia con muchos otros estudios ya realizados, una mayoría de la población (72%) piensa que su causa principal es el ser humano. Son muy pocos los que piensan que es una consecuencia derivada de fenómenos naturales (17%). Además, muchos vinculan el CC con las alteraciones de las estaciones (hasta un 70%), el aumento de las temperaturas (72%) o las sequías (68%). Esto no quiere decir que no haya negacionistas, ni que dentro de quienes se preocupan por el CC no encontremos diferencias de actitud. Unos están más concienciados que otros, mientras que algunas personas son más escépticas que otras. Con todo, las encuestas de opinión pública atestiguan que el cambio climatico es un tema presente entre la población, que la gente sabe que existe y que mayoritariamente, al ser preguntados, lo atribuyen al ser humano. Podríamos pensar que eso es ya suficiente para implementar políticas públicas destinadas a neutralizar o mitigar sus efectos porque, además, estarían respaldadas por una opinión pública preocupada. Sin embargo, los datos recabados por el Observatorio Ciudadano de la Sequía apuntan a que aún estamos lejos de esa realidad. Existe una distancia significativa entre las actitudes que la gente tiene hacia el cambio climático (su reconocimiento, atribución de causalidad, etc.) y los conocimientos sobre los riesgos derivados de él. Esta distancia se traduce en que una mayoría apoya medidas que no solo no favorecen las estrategias de mitigación o adaptación al cambio climático, sino que incluso van en dirección opuesta.
La superficie regada en España ha pasado de ser el 9% del total cultivado (1965) al 23% (2018)
Por ejemplo, un tercio de los encuestados piensa que el mayor consumidor de agua en España es la industria y solo un poco más de eso acierta a decir que es la agricultura (que es la respuesta correcta). La imagen de fábricas con chimeneas humeantes y que generan vertidos a los ríos, que ha sido un emblema de la contaminación durante años, parece instalada en nuestra memoria. En consecuencia, es muy frecuente entre la ciudadanía (52%) atribuir a la industria la responsabilidad de que haya disminuido la calidad del agua, cuando en realidad consume apenas un 6% del agua disponible en España. No es que la industria esté eximida de responsabilidad, pero en comparación con la que tiene la agricultura, que consume el 80% del agua disponible, es muy pequeña. El sesgo de la ciudadanía a favor de la agricultura es muy significativo, lo que condiciona las respuestas que se dan respecto a lo que se puede hacer frente al cambio climático. La mayoría de la gente (67%) piensa que el agua disponible en España ha disminuido en los últimos 10 años. Algo que en ningún caso se asocia al incremento del regadío, pues más de la mitad (56%) piensa que este ha disminuido en ese periodo, cuando ha pasado todo lo contrario. La superficie regada en España ha pasado de ser el 9% del total cultivado (1965) al 23% (2018).
Muy pocos piensan que la disminución de agua disponible puede deberse a la sobreexplotación
Los resultados de la encuesta del Observatorio Ciudadano de la Sequía nos plantean un reto importante. Ciertamente la población parece haber asumido los grandes titulares sobre el cambio climático. Sin embargo, la percepción que la gente tiene sobre las prácticas en torno al consumo del agua favorece el apoyo a medidas que difícilmente nos ayudarán a resolver los riesgos que afrontamos. Si el 68% piensa que la sequía está relacionada con el cambio climático, a la hora de responder a “por qué ha disminuido el agua disponible en los últimos 10 años”, muchos (40%) lo achacan a esa sequía. Es un razonamiento lógico y deductivo: el cambio climático produce sequía y esta hace que disminuyan los recursos hídricos. Por tanto, la respuesta parecería que debe ser aumentar la captación de agua para suplir la que se pierde por el cambio climático. Muy pocos piensan (15%) que esta disminución puede deberse a la sobreexplotación de los recursos hídricos, es decir, a una situación de escasez generada porque se haya consumido y se consuma más agua de la que tenemos disponible.
El regadío creció de forma exponencial en España durante los últimos lustros por razones económicamente obvias. Una tierra regada es más competitiva y, en definitiva, genera más riqueza. En Andalucía, con el 30% de las tierras de regadío de España, el VAB (valor añadido bruto) agrario representa el 5,7% del PIB, cifra muy superior a la nacional (2,1%) o la europea (1,1%). El problema es que el regadío genera importantes afecciones ambientales por el uso de fertilizantes y por la explotación del agua. Un cultivo tradicional de secano como el olivar ha pasado en pocos años a cultivarse en regadío intensivo, como ha ocurrido también con otros cultivos como el almendro y el pistacho. Así, la mayoría de la gente sigue pensando que hay que priorizar el consumo de agua de la agricultura, que hay que incrementar la oferta de agua mediante diferentes métodos (aumentando el uso de agua desalada, de agua reciclada o sencillamente de capacidad de embalse) y en ningún caso se apoyan medidas tendentes a la reducción del uso del agua en la agricultura, considerando los recursos de los que disponemos y de los que dispondremos en el futuro, de acuerdo con la evidencia científica. Mientras el problema se vincule a la sequía (meteorológica) y no a la escasez (usos del agua que realizamos), la solución al cambio climático, para la mayoría, es aumentar la oferta de agua. Pensamos todavía que lo del agua depende solo de mirar al cielo, a ver si llueve, y poner más cubos para almacenarla. En este sentido, muchos creen que el agua que llevan los ríos y se vierte al mar se pierde (47% están de acuerdo versus 38% que piensan lo contrario), o que los acuíferos no se aprovechan lo suficiente (54% están de acuerdo en eso versus 31% que no lo están). El dilema es, sin embargo, otro, porque hoy ya sabemos que habrá menos agua, ¿entonces?
Nadie se plantea abrir un debate público, sereno y transparente sobre la gestión del agua
La compatibilidad entre estar preocupado por el cambio climático y apoyar medidas que no resuelven el problema nos debería hacer reflexionar sobre lo que está pasando. La disputa reciente que ha tenido lugar sobre el trasvase de agua del Tajo al Segura, a causa del necesario cumplimiento de la legislación sobre caudales mínimos, nos recuerda que las políticas de mitigación o adaptación no van a ser fáciles de implementar. Todos los partidos políticos del arco parlamentario de la Comunidad Valenciana, desde la izquierda (Compromís) a la ultraderecha (Vox) apoyaron la manifestación para eliminar o cuando menos entorpecer el caudal mínimo exigido. No es fácil oponerse a la opinión pública. El problema es que nadie se plantea abrir un debate público, sereno y transparente sobre la gestión del agua ante el cambio climático que nos permita escuchar las razones de todas las partes y buscar equilibrios en un escenario de escasez de agua.
Hay una realidad que viene confirmada por multitud de organismos internacionales y científicos. Las sequías van a intensificarse y el agua disponible va a disminuir y, además, asistiremos a más eventos compuestos, con distintos riesgos climáticos que tendrán lugar de forma simultánea (por ejemplo, sequías y olas de calor). Esta realidad, que algunos sectores insisten en obviar o retardar, va a modificar de forma significativa las condiciones sobre las que se define nuestra agricultura. Por la importancia que tiene en la esfera económica y en la social, parece recomendable pensar de un modo más sosegado, pero al mismo tiempo urgente, lo que debemos hacer frente al cambio climático. Porque es cierto que el problema no lo tiene únicamente la agricultura, sino los sistemas alimentarios, territoriales y laborales con los que nos hemos organizado como sociedad. Que vaya a haber menos agua nos implica, en definitiva, a todos.
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Ernesto Ganuza (IPP/CSIC), Regina Lafuente (IESA/CSIC) y Pilar Paneque (UPO) son miembros del Observatorio Ciudadano de la Sequía.
@ObserCiudSequia
La sociedad española suele mostrar una preocupación alta por el cambio climático (CC). Los datos que hemos recabado en una encuesta nacional realizado por el Observatorio Ciudadano de la Sequía, en colaboración con la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) y el apoyo técnico de 40dB, muestran...
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