ALEXIS MESÓN DOÑA / Activista antifranquista. Hijo de Eugenio Mesón y Juana Doña
“Mi primer recuerdo de la lucha política es mi madre esposada en casa entre seis policías”
Ritama Muñoz-Rojas 8/02/2023
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El compromiso político de Alexis Mesón (Madrid, 1938) comenzó en su noveno cumpleaños. Era 1947, entró la policía en su casa a las tres de la madrugada y se llevó a su madre esposada. Desde esa fecha empezaron a contar los casi veinte años de cárcel y una condena a muerte de la presa Juana Doña. La biografía de Alexis Mesón ha estado marcada por la de unos padres de los que habla con orgullo; la del dirigente comunista Eugenio Mesón, fusilado en la tapia del Cementerio del Este de Madrid, en 1941, a los veinticuatro años. Y la de su madre, Juana Doña (1918-2003), militante y activista comprometida desde la Guerra de España con la República y con el Partido Comunista; una mujer valiente que fue detenida, torturada, torturada otra vez, y vuelta a la cárcel. Y así durante años, sin dar su brazo a torcer; fue presa de larga duración en las cárceles del franquismo y condenada a la pena capital de la que le salvó Evita Perón en un episodio bien conocido, protagonizado por un niño y la carta que le escribió a la ilustre argentina para pedir que salvara a su madre de la muerte (el resto de condenadas junto a Juana Doña fueron ejecutadas; a ella la indultaron). De lo que no se ha hablado tanto es de cómo sobrevive el entorno de alguien tan significado como Juana Doña, una familia comprometida y luchadora en unos años tan duros como fueron los primeros de la dictadura franquista, en los que las llamadas fuerzas del orden se obsesionaron con atemorizar y silenciar a la población, aunque en algunos casos, como el de los Mesón Doña, sin llegar a conseguirlo. Esta entrevista con Alexis Mesón se centra en cómo transcurría la vida de esas otras víctimas del franquismo, siempre silenciadas.
¿Cuál es su primer recuerdo en relación con la represión franquista?
A mi madre la detuvieron el día que yo cumplía nueve años; el 26 de febrero del 47. A las tres de la madrugada, llegó la policía a mi casa de Lavapiés, en la que estaban mi madre, mi abuela y mis tías. El primer recuerdo que tengo de la lucha política es la imagen de mi madre esposada andando por el pasillo de mi casa en Lavapiés, entre seis policías y con cuatro coches abajo esperando. Yo me asomé. Y ella me dijo: “Adiós, no sufras, te quiero mucho”, despidiéndose así de la familia. Eso, desde luego, fue un impacto importante. Yo entonces no tenía conciencia. En mi casa se respiraba todos los días la clandestinidad y la lucha, porque mi familia estaba militando en el Partido Comunista y eso yo, con ocho o nueve años, lo iba viendo. Veía paquetes, boletines, veía cosas, mucha propaganda, y oía hablar de ello. Pero cuando se llevan a tu madre a la cárcel, tú con nueve, dices, ¿pero esto qué es? Y ese fue el gran impacto que me marcó para siempre; me marcó en la política, en la lucha antifranquista y en todo lo demás. Porque todo eso me golpeó en toda la cara a los nueve años. Estamos hablando del año 47.
Hasta entonces, ¿había sido un niño ajeno a la actividad o activismo de su madre?
Yo era un niño que jugaba con sus amiguitos en la corrala de su casa. Sabía que a mi padre lo habían fusilado, eso sí, porque en mi casa siempre se habló de todo, de que fusilaron a mi padre y de que se llevaron presa a mi madre. Nunca se ocultó, siempre me hablaron de mi padre. Sabía, con la mentalidad de un niño, quiénes eran los malos, que a mi padre lo habían fusilado los de Franco, lo sé desde que tengo uso de razón; y que luego se habían llevado a mi madre. Percibía, como niño que era, que los malos eran los policías, la autoridad. Y que mi familia, sobre todo mi madre, estaba metida hasta el cuello en eso.
Toda mi familia era roja. En esa casa se hablaba de política y entraban materiales comprometidos
Tras la guerra se impuso el silencio como consecuencia de la represión, “de eso no se habla”. Veo que en su familia no era así.
En mi casa era absolutamente todo lo contrario. En mi familia, aunque la que estaba en la clandestinidad era mi madre, sus hermanas eran también comunistas militantes; sus dos hermanos, mis tíos, también. En ese momento, cuando detienen a mi madre, uno estaba haciendo la mili y desertó; y el otro, al que acaban de llamar, desertó también y se fueron a Francia para intentar salvar a su hermana Juana que estaba detenida y la iban a condenar a muerte. Toda mi familia era roja, comunista. Mi abuela, la madre de Juana, la señora Paca, era el centro de la familia. En esa casa se hablaba de política y entraban materiales comprometidos, propaganda del partido, octavillas, Mundo Obrero. Aquella casa, en Lavapiés, en la calle del Espino, era una casa de comunistas, como otras tantas.
Y un día, en 1947, cuando usted tiene nueve años, desaparece su madre.
Desaparece del todo. No volví a verla hasta unos meses después, cuando nos permitieron ir a visitarla a Ventas [la cárcel de Ventas, en Madrid], porque en aquella época se quedaban incomunicadas una temporada; y, si además era una persona significada, como lo era ella, más todavía. Al cabo del tiempo fui a verla con mi abuela Paca, que ya me había explicado que estaba en la cárcel y todo. Ella y mis tías no dramatizaron más de la cuenta, pero tampoco se me ocultó nada. La veía a través del locutorio. Había dos fechas, el día de Reyes y el día de la Merced [patrona de los presos], en las que dejaban entrar a los hijos menores de diez años. A esa edad yo ya sabía lo que era una cárcel, porque me pasaba el día con ella. Y sí, era consciente de que mi madre estaba en una situación horrible. Así, durante dieciocho años.
¿A usted le afectaba todo eso en el colegio, en la relación con sus amigos de clase? ¿Se sentía señalado?
Señalado no, porque me metieron en un colegio particular, de esos que había en los barrios, con pocas clases y no muchos niños, y la directora era comunista. Estaba en la calle Embajadores. Éramos unos cuantos niños hijos de comunistas, aunque también había hijos de no comunistas. Allí no tuve rechazo alguno. Luego fui a colegios públicos del Estado, y tampoco sentí rechazo en ningún momento. Y menos en Barcelona, adonde nos trasladamos cuando tenía once años.
¿Cuándo empieza su compromiso político, su activismo en contra del franquismo?
En torno a los veintidós años. Realmente, llevaba toda la vida conviviendo con comunistas. Mi militancia comenzó en Madrid. La empresa para la que trabajaba, que era una importante marca de refrescos, Trinaranjus, me nombró director de la planta embotelladora de Madrid. Entonces tomé contacto con organizaciones comunistas, no el PCE, sino una escisión, el Partido Comunista Marxista Leninista, PCE (m-l), y ahí empecé a militar con una entrega total. Era un grupo muy numeroso que sobre todo tenía implantación en la Universidad, aunque yo no era universitario. Al poco tiempo era responsable político de Madrid, luego de Cataluña… en fin, lo que era toda la lucha clandestina de aquel momento, que no era solo el Partido Comunista, aunque era lo más fuerte que había; pero cada uno terminaba en el grupo que fuera por sus contactos, por la gente que te había captado, había muchas organizaciones a la izquierda del PC. Estamos hablando de los primeros años sesenta.
Llama la atención que pudiera compaginar un puesto ejecutivo en una gran empresa con la militancia en un partido de la izquierda dura.
En la empresa hacía poco proselitismo, no digo nada, pero poco. Me movía en la clandestinidad; como decía, era el responsable político del PCE (m-l), que luego se convirtió en el FRAP, y que dio mucha guerra al régimen y tuvo mucha importancia en los años sesenta. Y sí, al mismo tiempo era el jefazo, el director de una planta en la que trabajaban doscientas personas.
Aunque tuviera un buen puesto, un buen sueldo, mi práctica como ser humano nunca dejó ser la política
Y eso no le apartó de su compromiso político. Se tiene la idea de que según se sube en el escalafón social, las personas se van derechizando.
Desde luego, ese no fue mi caso. Ideológicamente, he estado influenciado por muchas personas, pero sobre todo por mi madre. Mi madre y yo hemos sido madre e hijo, hemos sido camaradas, hemos sido compañeros, hemos sido uña y carne siempre. Aunque tuviera un buen puesto, un buen sueldo, mi práctica como ser humano nunca dejó ser la política y el objetivo, acabar con la dictadura; esa era mi misión y la de unos cuantos miles más. Tuve la suerte de ser listo para los trabajos, y me fue bien profesionalmente desde los dieciséis años. Me fue bien en esa empresa hasta que la policía me vino a buscar y tuve que salir corriendo de la oficina, porque acaban de detener a mi primo Luis, al hijo de una hermana de Juana, que militaba conmigo. Me llamaron para avisarme, cogí mi moto, me metí por Madrid y me fui a esconder a casa de un tío que era hermanastro de mi madre; me presenté en su casa, le dije “me persigue la policía, me tengo que esconder”. Él no sabía nada de nuestra militancia, pero aun así me escondió en plan piso franco. Pasé allí tres meses hasta que el partido me dijo que me fuera a Barcelona. Allí me puse a estudiar y tuve la suerte que me salió otro trabajo bueno mientras seguía con mis responsabilidades dentro del PCE (m-l).
¿Nunca abandonó usted la lucha política?
No, hasta que me detienen… mejor dicho, hasta que salgo de la cárcel con el indulto que se dio cuando murió Franco.
¿Qué pasó?
Nos detienen porque van tirando del hilo, nos controlan. Nos detuvieron en la plaza de Calvo Sotelo, en Barcelona, casi a tiro limpio. Y luego al trullo. Me condenaron a 12 años, pero salí antes por la muerte de Franco [se indultó a los presos políticos sin delitos de sangre].
Volvamos a su madre. Ella sale de la cárcel en 1961 y vuelve a la militancia. Vamos, que no se arrugó ni un poquito a pesar de los 18 años en prisión.
Ni un poquito se arrugó. Salió de la cárcel cuando lo de las bases americanas, porque había que limpiar un poco la imagen del franquismo. Dicho de manera simple, países como Estados Unidos, Francia o Inglaterra le venían a decir a Franco que no podía tener las cárceles llenas. Y poco a poco fueron soltando a presas y presos, no como un indulto, pero sí poco a poco. Y de pronto, un día, mi madre se presenta en casa de su queridísima hermana llamando a la puerta. Yo estaba en Barcelona, y salí corriendo. Y desde ese día los dos juntos, y ella otra vez en la lucha. Es verdad que en esa otra etapa ella se declara tan comunista como feminista. Se vuelca en el feminismo y monta una de las organizaciones más importantes de ese momento, el Movimiento de Liberación e Independencia de la Mujer. Y desde entonces se dedica tanto al comunismo como al feminismo, que, por otro lado, no se contradicen.
Juana Doña (izquierda) y su hermana Araceli. Foto cedida por el entrevistado.
¿Cómo fue la actividad de su madre unida a la suya cuando sale de la cárcel, en 1961? Estamos hablando de una mujer que estuvo condenada a muerte y que pasó casi veinte años en prisión.
Ella se reincorpora a la actividad de toda la vida en el PCE. Era una comunista convencida en todos los órdenes. Y además está el recuerdo de su marido, mi padre. El ídolo de su vida no fue Lenin, fue Eugenio Mesón. Ella siguió activa en el partido, a lo mejor no tanto como antes, en el sentido de estar todo el día en la calle, dando la batalla; desde que sale de prisión se vuelca, sobre todo, en el feminismo. Y tampoco hubo una presión policial como la que sufrió a finales de los años cuarenta.
Mi abuela no era comunista militante, pero era más comunista que muchos sin saberlo
Su abuela. Ha dicho antes que fue el centro de la familia, el núcleo que aglutinaba a todos.
A mi abuela Paca la dejó su marido con cinco hijos que eran pequeños. La mayor era mi madre, que tenía 16 años entonces. Era una mujer muy de izquierdas. No era comunista militante, pero era más comunista que muchos sin saberlo; era una mujer poco ilustrada, pero muy inteligente. Madrileña, de Lavapiés, somos gatos. Fue un nexo de unión para los cinco hijos, más luego los nietos. Es, junto a mi madre, la persona más importante de mi vida, porque yo me crié con ella y no me separé de ella hasta que murió. Ella me hizo ateo, de una forma tan inteligente y tan científica. Creo que de esos genes salió su hija Juana y sus otros hijos y sus nietos.
Cuéntenos de esos genes.
Mi hijo tiene responsabilidad en las organizaciones de Memoria Histórica en Madrid. Está con lo de la tapia del cementerio de la Almudena [el memorial que destrozó el actual alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida]. Mi hija la mayor está en Esquerra Republicana de Catalunya, y la otra hija no participa en nada, pero es de ideología muy de izquierdas. Y tengo un nieto que ahora está en el extranjero trabajando, pero ha estado en Podemos. Todos nos han salido bien.
Pues muy bien por la abuela Paca.
Sí, está la abuela Paca, pero la semilla es de mi padre. Porque la abuela Paca se enamoró de su yerno nada más conocerlo. Lo fusilaron a los 24 y no hay nadie que me haya contado tanto, tanto y tan bien contado sobre mi padre como mi abuela Paca. A mi abuela la hizo comunista su yerno cuando tenía 18 o 19 años. Es una historia muy bonita.
El compromiso político de Alexis Mesón (Madrid, 1938) comenzó en su noveno cumpleaños. Era 1947, entró la policía en su casa a las tres de la madrugada y se llevó a su madre esposada. Desde esa fecha empezaron a contar los casi veinte años de cárcel y una condena a muerte de la presa Juana Doña. La biografía de...
Autora >
Ritama Muñoz-Rojas
Periodista y licenciada en Derecho. Autora de 'Poco a poco os hablaré de todo. Historia del exilio en Nueva York de la familia De los Ríos Giner, Urruti'.
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