Reportaje
Los franceses luchan por sus pensiones en las calles
La voluntad del Gobierno de aprobar una dura reforma que retrasa la edad de jubilación desencadena las protestas más multitudinarias en Francia desde 2010
Enric Bonet 4/02/2023
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¿Qué mosca le ha picado a Emmanuel Macron? Si existieran los premios Razzie (los anti-Oscar) de la política, deberían darle uno al presidente francés o a quien tuvo la idea de presentar una dura reforma de las pensiones en plena crisis energética y de la inflación. La temeridad del Ejecutivo macronista ha desembocado en la mayor movilización en Francia desde 2010. Una oleada de protestas que no solo refleja el rechazo generalizado al aumento de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años (con 42 o 43 cotizados), sino también las dificultades del presidente francés para retomar la senda de sus reformas neoliberales.
Los sindicatos han logrado sobreponerse al letargo social que imperaba en el país vecino desde la pandemia. Después de un otoño marcado por la elevada inflación (del 6,7% en Francia) y unas protestas para exigir subidas salariales que no tuvieron un gran alcance –pese al éxito de los paros laborales en algunas empresas, como Total o la SNCF–, las huelgas multitudinarias del 19 y 31 de enero cogieron con el pie cambiado al macronismo. Entre 2,8 millones de personas –según las organizaciones sindicales– y 1,27 millones –según la policía– se manifestaron en el segundo round de este pulso social. Ni en las grandes movilizaciones de 1995 y 2010 el número de manifestantes había resultado tan elevado, según los datos de las fuerzas de seguridad.
Un 72% de los franceses se opone a la reforma, según el último sondeo del instituto Elabe
“Estamos ante una de las movilizaciones más importantes en Francia desde la década de los noventa”, explica a CTXT el politólogo Dominique Andolfatto, experto en el mundo sindical. El frente unitario de los sindicatos, que abarca desde la moderada CFDT hasta las más combativas CGT y Sud-Solidaires, prepara dos nuevas huelgas generales para el 7 y el 11 de febrero. La segunda semana de este mes se augura clave en la lucha contra la impopular medida. Hasta un 72% de los franceses se opone a ella, según el último sondeo del instituto Elabe. “Nadie quiere esta reforma. A medida que pasan los días, la oposición no deja de aumentar”, recordó el líder de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon.
“Si somos numerosos, renunciarán a la reforma”
“En lugar de tocar las pensiones, Macron debería ocuparse de la crisis energética y de la lucha contra el cambio climático”, asegura Sabrina, de 45 años, quien votó al dirigente centrista en las últimas elecciones presidenciales. A pesar de ello, esta asesora de clientes en una empresa eléctrica viajó desde la región del Norte-Paso-de-Calais hasta París para participar el 31 de enero en una manifestación que desbordó las calles de la rive gauche. Una de las novedades de estas protestas es su carácter festivo. La violencia policial y los disturbios de los black-blocs, de momento, han brillado por su ausencia. La fuerza de la multitud se ha impuesto a la táctica cortoplacista de la agitación.
Una de las novedades de estas protestas es su carácter festivo
A Sabrine Farouzi, de 60 años, las movilizaciones actuales le recuerdan a las de 1995, cuando una oleada de huelgas obligó al conservador Jacques Chirac a renunciar a un aumento de 37,5 a 40 años del periodo de cotización para recibir una pensión completa. “Si continuamos siendo numerosos, acabarán renunciado a la reforma”, afirma esta educadora de guardería, quien se vería directamente afectada por la medida, puesto que su entrada en vigor progresiva está prevista para este verano, alargando la edad de jubilación tres meses cada año hasta alcanzar los 64 en 2030.
Un grupo de manifestantes de la CGT en la protesta contra la reforma de las pensiones del 19 de enero en París. | Foto: Jeanne Menjoulet (CC-BY-2.0).
“El Gobierno debería defender nuestro sistema de pensiones como un modelo a imitar por los otros países europeos, en lugar de intentar igualarlo a la baja con sus vecinos”, añade Farouzi. Además de retrasar la edad legal de jubilación, el texto exige haber cotizado 43 años para cobrar una pensión completa a partir de 2027. Ocho años antes de lo previsto en la legislación actual (2035).
La reforma acabará con una de las especificidades del sistema de pensiones galo. Al compaginar una edad de jubilación relativamente baja (62 años) con un largo periodo de cotización (42 años), el momento de retirarse de la vida laboral se adapta a la trayectoria de cada uno. Es decir, aquellos que no hicieron estudios universitarios y empezaron a trabajar antes –a menudo ejerciendo los oficios más exigentes físicamente y con esperanzas de vida más reducidas– pueden retirarse antes, mientras que los que fueron a la universidad ya suelen jubilarse actualmente a los 65 o 66 años. O incluso más tarde.
Recortar en pensiones para bajar impuestos a las empresas
El Ejecutivo justifica este sacrificio, sobre todo de la gente modesta, por el déficit que acumulará el sistema de pensiones en 2030, de unos 13.000 millones de euros. “Esto representará un 3% del gasto total en jubilaciones. No se trata de una cantidad enorme”, sostiene el economista Henri Sterdyniak, del Observatorio Francés de Coyunturas Económicas (OFCE). “Resulta poco creíble la dramatización gubernamental por un déficit de este tipo, tras haber bajado en unos 40.000 millones los impuestos en los últimos años (sobre todo a empresas y rentas medias y altas) y haber anunciado recientemente un aumento del gasto militar de 100.000 millones”, añade este integrante del colectivo keynesiano Les Économistes Atterrés.
Según Sterdyniak, considerado uno de los mayores expertos en pensiones en Francia, la polémica medida “se debe en realidad a la voluntad de Macron de mostrar a los mercados financieros y la Comisión Europea que su Gobierno continúa adoptando reformas. Es decir, que sigue reduciendo el gasto público y social, recortando en las pensiones o ayudas a los desempleados”, cuya duración máxima se ha visto amputada recientemente en un 25%. El Gobierno calcula que la reforma de las pensiones aportará a las arcas públicas unos 12.000 millones de euros. Unos recursos, que según reconoció en la última ley presupuestaria, utilizará para financiar una bajada de impuestos a las empresas de 15.000 millones.
A cambio de este sacrificio, el Ejecutivo promete aumentar hasta 1.200 euros las pensiones más bajas para aquellos que hayan cotizado una carrera completa (42 o 43 años). Esto supondrá solo “un pequeño avance. De los 6 millones de jubilados pobres que hay en Francia, apenas 1,8 millones disponen de una carrera completa”, recuerda el economista del OFCE. No obstante, esta subida de las pensiones más bajas ha sido utilizada por el Ejecutivo, especialmente por la primera ministra, Élisabeth Borne, para vender la reforma como una iniciativa de “justicia” y “progreso social”. Una extraña estrategia de comunicación que ha naufragado. En realidad, la medida se ha convertido en la chispa del estallido de una indignación más generalizada.
Una indignación “general”
“Hay un malestar general”, reconocía Catherine Brodard, de 65 años, con su chaleco rojo, mientras seguía el recorrido de la manifestación en la capital francesa, cerca de uno de los tradicionales camiones de la CGT. Esta trabajadora en la biblioteca del Museo Pompidou aseguraba que también se manifestaba por “la situación crítica de los hospitales”. “La gente vio con la crisis del covid-19 todos los problemas que sufren la sanidad y la educación. Deberían destinar más dinero a estos servicios públicos en lugar de al ejército”, añadía Carole Pelé, de 33 años. Esta artista, también presente en las protestas en París, lamentaba que “las autoridades esperan que las huelgas vayan perdiendo fuerza debido a los problemas económicos de la gente”.
Pese a la dificultad de renunciar a una parte del sueldo en estos tiempos de inflación, los sindicatos han redoblado su apuesta de cara a la segunda semana de febrero con dos nuevas huelgas generales, el 7 y el 11. Confían en que todavía disponen de un ejército de reserva de manifestantes entre los trabajadores del sector privado –de ahí la decisión de movilizarse un sábado– y los jóvenes.
Los estudiantes de secundaria y de universidad, que tuvieron un rol clave en el éxito de otras luchas sociales en Francia, como en 1968 o 2003, empiezan a sumarse a las protestas. En la segunda huelga, intentaron bloquear las entradas a unos 200 institutos, además de algunas facultades, como Sciences Po en París. “Tengo la impresión de que la mayoría de estudiantes aún no se han involucrado en el movimiento. Están en una posición de observadores y más bien indiferentes”, lamenta Andolfatto.
La “pedagogía de la servidumbre” de Macron
Pese a la creciente presión social, Macron se mantiene inflexible. El aumento de la edad mínima de jubilación hasta los 64 años “no es negociable”, según la primera ministra Borne. El Ejecutivo también se opone a la propuesta de la izquierda de organizar un referéndum sobre el impopular texto, que empezará a debatirse el 6 de febrero en la Asamblea Nacional. “La motivación del Gobierno con esta reforma es imponer una pedagogía de la servidumbre”, advirtió el ensayista Emmanuel Todd en una entrevista en la web-televisión QG.
Francia se ha sumado a Reino Unido en la lista de países europeos con grandes movilizaciones
La oleada de protestas más importante desde 2010 deja a Macron frente a una encrucijada. Por un lado, si cede y retira el texto, renunciará a su ADN de encarnar un thatcherismo a la francesa, de ser aquel presidente que aprobó las reformas neoliberales que sus predecesores Hollande, Sarkozy o Chirac no se atrevieron a aplicar. Por el otro, si mantiene la medida contra la voluntad de una amplia mayoría de franceses, dejará su segundo mandato debilitado a nivel político, de la misma forma que Sarkozy quedó tocado tras las masivas protestas contra el aumento de 60 a 62 años de la edad mínima de jubilación.
Tras la temeridad del dirigente centrista de impulsar esta (contra)reforma en plena guerra de Ucrania, Francia se ha sumado a Reino Unido en la lista de países europeos con grandes movilizaciones. Pese a las diferencias evidentes –la situación del NHS resulta más dramática que la precarizada sanidad gala–, ambos casos comparten similitudes significativas: el hartazgo de sus sociedades ante el deterioro del nivel de vida y de los servicios públicos, así como el intento de sus respectivos gobiernos de retomar la senda de la ortodoxia económica. Macron y Rishi Sunak tienen 45 y 42 años respectivamente, pero están atrapados en el viejo ideario neoliberal. Son dos viejóvenes incapaces de emprender el viraje ideológico de la segunda década del siglo XXI.
¿Qué mosca le ha picado a Emmanuel Macron? Si existieran los premios Razzie (los anti-Oscar) de la política, deberían darle uno al presidente francés o a quien tuvo la idea de presentar una dura reforma de las pensiones en plena crisis energética y de la inflación. La temeridad del Ejecutivo macronista ha...
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