GRAFTON TANNER / FILÓSOFO
“La cultura pop siempre ha sido un sitio de tensión entre ideologías en competencia”
Esther Peñas 24/03/2023
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Con esta última entrega, Las horas han perdido su reloj (Alpha Decay), el filósofo norteamericano Grafton Tanner (Columbia, Carolina del Sur, 1990) culmina su trilogía a propósito de la nostalgia, un sentimiento, a su juicio, característico de nuestra época, tan dada a imitar estilos pasados en todas las disciplinas y cuajada de discursos políticos que miran atrás con añoranza. Detrás de ello, la amenaza de un futuro menos grato del presente por el que discurrimos, intimidado por la emergencia climática y la crisis económica.
Psicológicamente, la melancolía se define como un echar de menos algo (que se tuvo o no). La nostalgia, ¿siempre aparece cuando el presente no nos satisface plenamente?
La nostalgia puede servir como un punto de estabilidad para individuos o colectivos que experimentan cambios más o menos grandes, al tiempo que resulta un buen termómetro para medir las diferencias que establecemos entre el presente y nuestros recuerdos del pasado. Si te recuerdo una antigua serie de dibujos animados que veías de niño, a la que ya no tienes acceso, es posible que sientas nostalgia al comparar el hecho de que solías verla con el hecho de que ya no puedes hacerlo. Este sentimiento puede ser cálido o angustioso dependiendo de cómo enmarques el pasado y el presente.
¿Cuánto de invento, de sublimación, tiene ese pasado que añoramos?
Siempre estamos negociando qué es el pasado, qué representa
Hasta cierto punto, todo pasado es una invención. Siempre estamos negociando qué es el pasado, qué representa, porque lo adaptamos continuamente para satisfacer las necesidades del presente. A medida que las cosas cambian, también lo hace nuestra concepción del pasado. La historia está en continua revisión, lo que inquieta a quienes quieren escribir la última palabra sobre el pasado. Revisar el pasado no significa falsearlo, sino reinterpretarlo a la luz del presente.
¿La nostalgia es una enfermedad crónica, o tiene antídoto?
La nostalgia solo es una enfermedad si la enmarcas como tal, como ocurrió durante siglos. Las élites dominantes utilizaron la categoría de añoranza o nostalgia (ambos términos a veces se usaban indistintamente) para denigrar a las poblaciones minoritarias: inmigrantes, mujeres, niños y hombres percibidos como “poco masculinos”. Se sugirieron curas. Algunos pensaron que obligar a la gente a trabajar eliminaría la nostalgia. Otros consideraron medidas psicológicas para curarla. Si seguimos enmarcando la añoranza o la nostalgia como una enfermedad entendemos que necesita una cura, y repetimos prejuicios pasados.
George Steiner escribió un ensayo, Nostalgia del absoluto, en el que vinculaba la pérdida de los valores religiosos a cierta nostalgia, ¿qué opina al respecto?
No lo he leído, pero lo conozco. A este respecto, creo que merece la pena preguntarse si, a día de hoy, Occidente se ha desencantado de la ciencia. No creo que podamos achacar el auge de la nostalgia reaccionaria únicamente a la pérdida de valores religiosos, aunque hay ejemplos de cuán nostálgicos son los evangélicos de extrema derecha, convencidos de que Occidente se está derrumbando bajo una especie de podredumbre moral. La solución no está tanto en volver a una especie de utopía religiosa sino en resistir a quienes quieren vigilar la libertad de las personas.
La tecnología, ¿hasta qué punto facilita nuestra vida y de qué modo nos desplaza como humanos?
Los avances en tecnología tienden a hacer ambas cosas. Pero, en lugar de hablar de “tecnología”, en singular, debemos considerar qué tecnologías estamos analizando. Algunas están más sesgadas hacia la destrucción que otras, como las armas, los automóviles y Facebook. Otras resultan más beneficiosas, como los inodoros o la anestesia. Creo que no se trata tanto de preguntarnos si esta tecnología nos hace más o menos humanos, sino quién se beneficia de ella y qué coste tiene.
Usted analiza cómo Disney fagocita a otras empresas más pequeñas. ¿Es posible sustraerse al pensamiento único? ¿Llegará un momento en que sea imposible hacerlo?
La concentración empresarial es un peligro real y presente. Empresas como Disney y Amazon poseen gran parte del arte y el contenido (dos cosas diferentes) del que disfrutamos. Lo mismo sucede con Live Nation, un monopolio de los espectáculos de música en vivo. Habría que poner un límite más estricto a estas megafusiones que terminan controlando determinadas parcelas.
Recientemente, hemos conocido que los libros de Roald Dahl se verán intervenidos por el lenguaje políticamente correcto. ¿A qué se tiene tanto miedo que no podemos ni leer en el modo en que fueron escritos los libros?
Una mejor pregunta sería, ¿por qué alguien se preocupa por leer a Roald Dahl? ¿No es cierto que algunos textos se leen menos con el tiempo porque cambian las opiniones, los valores y las creencias? Algunas obras de arte son atemporales, pero no todas. Quizás las novelas de Roald Dahl no sean tan atemporales como queremos que sean sin cambiarlas o editarlas. Estoy menos preocupado por la indignación por el lenguaje políticamente correcto y más preocupado por la obstinación de perpetuar las obras del pasado: adaptarlas al decoro actual para exprimirlas hasta el último dólar.
El entretenimiento que nos ofrece el sistema capitalista, ¿acentúa el vacío, la falta de la que hablaba Lacan?
La cultura pop siempre ha sido un sitio de tensión entre ideologías en competencia: individualidad y consumo masivo, localismo y comercialismo, punk y autopromoción de uno mismo. Algunas obras culturales nacidas bajo el capitalismo son estimulantes. Otras, forraje para la máquina capitalista.
Existe un incentivo para que los creativos simplifiquen sus ideas y puedan volverse virales
Los algoritmos, ¿son tan dogmáticos y despiadados como parecen?
Un algoritmo puede recomendar todo tipo de cosas a las personas en las plataformas sociales. Pero hay dos problemas principales. Primero, si los programadores crean algoritmos sesgados, esos sesgos seguirán perpetuándose una y otra vez. En segundo lugar, si los creadores comienzan a producir arte que un algoritmo pueda recomendar fácilmente, se crearán las mismas cosas de siempre. Existe un incentivo para que los creativos simplifiquen sus ideas y puedan volverse virales.
¿Cómo es posible que tantas personas hayan sustituido las redes sociales por el contacto directo?
No estoy tan seguro de que las redes sociales hayan reemplazado las interacciones significativas entre las personas. Tal vez no en la medida en que creemos que lo ha hecho, o no sin considerar otros factores. Hay evidencias que indican lo contrario: que las familias que interactúan entre sí de manera virtual se sienten más conectadas que aquellas que no lo hacen. La profunda sensación de desconexión en Occidente comenzó mucho antes de las redes sociales. La transformación del entorno construido para dar cabida a los automóviles, la suburbanización de ciudades y pueblos, la concentración de capital en grandes áreas metropolitanas, la confusión de la vida y el trabajo, la incapacidad para cubrir las necesidades básicas: todas estas son razones que no ayudan a mantener vínculos significativos con los demás. Podríamos eliminar las redes sociales mañana y seguir viviendo en una sociedad atomizada.
El hecho de que vivamos en una casi permanente amenaza distópica, ¿acentúa la nostalgia?
Ciertamente. Existen amenazas reales, como el cambio climático y el colapso económico, que pueden provocar sentimientos de nostalgia en las personas que tratan de encararlos.
¿De qué siente nostalgia Grafton Tanner?
Últimamente, he sentido nostalgia de cuando tenía unos diez u once años, cuando llegaba a casa de la escuela y veía dibujos animados por las tardes. Así que decidí revisar algunas de esas series, lo cual ha sido bastante agradable. Algunas han aguantado bastante bien el paso del tiempo. Pero ese ejercicio de nostalgia me llevó a ver Neon Genesis Evangelion por primera vez, y creo que es una de las mejores series que he visto.
Con esta última entrega, Las horas han perdido su reloj (Alpha Decay), el filósofo norteamericano Grafton Tanner (Columbia, Carolina del Sur, 1990) culmina su trilogía a propósito de la nostalgia, un sentimiento, a su juicio, característico de nuestra época, tan dada a imitar estilos pasados en todas las...
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