NURIA BARRIOS / ESCRITORA Y TRADUCTORA
“Quienes escriben y quienes traducen se exilian de la lengua propia”
Esther Peñas 4/02/2023
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Nuria Barrios (Madrid, 1962) es poeta y escritora. Por eso cuando traduce siente una suerte de impostura. De ahí el título de su último libro, La impostora (Páginas de Espuma), Premio Málaga de Ensayo, una reflexión sobre las múltiples vertientes que confluyen en un oficio que se mueve entre el grillete de lo exacto y el vuelo en vencejo de creatividad, pero siempre inspirado por la lealtad al original.
Las traducciones, ¿son una diáspora de descendientes, de hijos de un texto original?
Las traducciones de una obra son sus descendientes dispersos por el mundo, con sus características propias, pero con un inconfundible aire de parientes, a veces avenidos y otras, no tanto.
¿Cómo condiciona la lectura el hecho de ser traductora?
Más que condicionar la lectura, la aguza. Te convierte en una especie de detector de posibles errores que pueden tener su origen en la traducción. Si hay problemas en el ritmo, en la musicalidad o en el sentido de un texto, si te encuentras con zonas inesperadas de oscuridad, surge de forma inmediata la sospecha de que quizá las dificultades no radican en el original sino en la traducción que tienes entre manos.
“La sinceridad es una categoría que pertenece a la vida; la autenticidad, al arte”. ¿Cómo reconocer la autenticidad en un texto?
Se requiere intuición y conocimiento. La intuición es un inmenso don muy poco cultivado en una civilización como la nuestra, donde siempre ha primado la razón.
El arte habla de la naturaleza humana, no del animal humano domesticado que la sociedad requiere
La corrección política cuestiona que alguien que no sea negro traduzca a un negro, un hombre a una mujer, etc. (caso Amanda Gorman), ¿de qué modo está afectando al oficio? ¿Es algo puntual?
Como su nombre indica, la corrección política remite al campo de la política o, en sentido más amplio, al de nuestra convivencia como ciudadanos. Pero el arte se genera en una esfera distinta, donde la imaginación es clave y la corrección, un criterio ajeno. El arte habla de la naturaleza humana, no del animal humano domesticado que la sociedad requiere para evitar conflictos.
A este respecto, Octavio Paz afirmaba que sólo los escritores deberían ejercer la tarea de la traducción, por cuanto es una función especializada de la literatura. ¿Está de acuerdo?
No, pero entiendo la afirmación de Octavio Paz porque ser escritora proporciona, al mismo tiempo, confianza y audacia a la hora de tomar decisiones creativas siempre que el paso de una obra de un idioma a otro lo exige.
Que la poesía es el género más complejo para un traductor, ¿es un tópico?
Hay una enorme diversidad de pareceres sobre la posibilidad o imposibilidad de traducir poesía. El poeta Robert Frost afirmaba que la poesía es lo que se pierde en la traducción. En el extremo opuesto, Octavio Paz era un ferviente defensor de la traducción poética: “La traducción es una recreación, un juego en que la invención se alía a la fidelidad: el traductor no tiene más remedio que inventar el poema que imita”. En la edición de sus obras completas, Paz incluyó un tomo con las traducciones que había realizado bajo el título Versiones y diversiones.
¿El grado de identidad que asoma es lo que diferencia escritura de traducción?
La creación está teñida de identidad: como escritora trabajo con mi voz, la exploro, la afilo para transmitir el qué y el cómo. Cuando traduzco, he de abandonar esa voz para encontrar otra que refleje la del autor o autora traducidos. La escritora y traductora Lydia Davis afirma que traducir es tranquilizante: “Cuando traduzco a Proust no soy totalmente yo misma; estoy aquí, pero escondida en la sombra o subsumida en la identidad de otro escritor. Solo soy parte de lo que habitualmente soy. Y lo vivo como un alivio”.
“La asunción del exilio está en la raíz de la literatura”. ¿Dónde y de qué se exilia un escritor, un traductor, un poeta?
Quien escribe y quien traduce se exilian de la lengua propia, abandonan el hogar al cuestionarlo. La lengua materna es siempre frágil e incierta. Las palabras son abstracciones y ser consciente de ese hecho es una bendición y una maldición: refuerza la imaginación, pero aumenta la incertidumbre.
Así como hay estados de gracia en la creación (Kafka tardó veinte días en pespuntar La metamorfosis), ¿también sucede en la traducción?
Sí, hay momentos en que el paso de una lengua a otra fluye con tanta ligereza como si sobre la cabeza de quien traduce hubiese aparecido una de las lenguas de fuego que descendieron sobre los apóstoles cuando Dios les concedió el don de lenguas.
¿De qué manera afecta al uso del lenguaje escribir en una lengua no materna (Lispector, Nabokov, Kundera)?
Cada lengua tiene su propia manera de mirar el mundo y de expresarlo. Cuando una autora o un autor utiliza una lengua distinta a la materna para escribir se produce algo nuevo, un híbrido fascinante donde bajo una apariencia ajena late la lengua de origen.
¿Nuria Barrios hubiera traducido Los versos satánicos?
Lo hubiera traducido antes de que Jomeini promulgara su fetua. No después.
Solo permanecen invariables las palabras que han muerto
¿Por qué habría que revisitar las traducciones cada cierto tiempo (25 años, según Barthes) si el original permanece intacto?
Porque las lenguas son entes vivos y están en permanente cambio. Las palabras se impregnan de usos nuevos con el paso del tiempo. Solo permanecen invariables las palabras que han muerto. La traducción es una versión ajustada no solo a la lengua de destino, sino asimismo a la época de la lengua de quien traduce. La traducción siempre lleva la huella de su momento, de su contexto histórico y cultural.
¿Qué pierde (ese conocido como lost in traslation) y qué gana el original una vez traducido?
Se pierde aquello que es intraducible, lo que constituye la idiosincrasia de una lengua. Se ganan nuevos matices en la manera de mirar, de sentir, de pensar. La traducción avanza siempre en el difícil equilibrio entre lo semejante y lo diferente.
¿Debería traducir quien está incómodo con el original o no se conmueve ante él?
La traducción es un oficio, no un pasatiempo. Como en cualquier otro trabajo, ganarse la vida no es fácil. A veces hay originales que gustan y otras, no. Pero la sintonía con el texto no debe ser nunca el criterio para una buena traducción.
Nuria Barrios (Madrid, 1962) es poeta y escritora. Por eso cuando traduce siente una suerte de impostura. De ahí el título de su último libro, La impostora (Páginas de Espuma), Premio Málaga de Ensayo, una reflexión sobre las múltiples vertientes que confluyen en un oficio que se mueve entre el grillete...
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