Era el año 2020, meses después de lo peor del covid, y me llamaron de la gestoría. Oye, que han sacado unas ayudas para actividades económicas que se hayan visto afectadas por la crisis, ¿te las pido?, me preguntó el gestor. Sin sospechar que estaba a punto de cometer un acto extraordinario, de protagonizar una de esas escenas que provocan que la guapa de la película caiga desmayada de la impresión en tus brazos, le dije que no hacía falta. Que, aunque mis ingresos se habían reducido durante esos meses, por suerte no necesitaba tirar de ayudas. El gestor, otro héroe visto lo visto, no solo no se impresionó en absoluto, sino que me dijo con profesional e insulso tono de gestor que él estaba en las mismas y que tampoco las iba a pedir para la gestoría. Hay mucha gente puteada de verdad, me dijo, yo le di la razón y colgamos sin intuir que ambos éramos gilipollas o, seamos generosos, héroes. El próximo día que me llame le preguntaré si la capa desgrava.

Una información publicada ayer daba el pistoletazo de salida a una de esas jornadas intensas y efímeras de la política española que deberían escribirse en mármol para que los nietos de los nietos entiendan el día de mañana de dónde les vienen las taras. Enrique Ossorio, vicepresidente de la Comunidad de Madrid, aquel tipo que en rueda de prensa negaba los datos de Cáritas sobre pobreza haciendo el divertido chiste de mirar alrededor asegurando que él allí no veía pobres, el tipo con un patrimonio de 1,6 millones y un sueldo anual de 104.000 euros, está cobrando el bono social de ayuda a la calefacción para personas vulnerables. Con razón miraba alrededor y no veía nada: el pobre era él. Notición, escándalo y muchos tuits, es decir, un día más en una política española siempre cíclica: un sinvergüenza provoca tema de conversación, la cosa va degenerando haciendo que Berlanga se desespere en su tumba y así vamos echando la semana hasta que llega el partido del Madrid poniéndolo todo en orden y haciendo que el asunto caduque como caducan los arándanos. Lejos de pedir perdón, Ossorio dijo “esta la mía” y aprovechó la polémica para lanzarse de nuevo al stand-up comedy en rueda de prensa: pues sí, lo cobro y lo seguiré cobrando porque me corresponde, que para eso soy familia numerosa, los que lo critican son unos envidiosos, os recomiendo que tengáis muchos niños que dan muchas alegrías, despachaba el asunto mientras David Suárez, boquiabierto desde casa, tomaba notas sobre cómo hacer humor negro sin consecuencias penales.

Las reacciones de cabreo se sucedían, entre ellas la de la ministra Teresa Ribera que, indignada con su propia medida, denunciaba que pudiera acceder al bono destinado a personas vulnerables quien no era nada vulnerable por el nimio detalle de que habían olvidado introducir criterios de renta. Históricamente, esto lo desconocía hasta ayer la vicepresidenta tercera y última en enterarse, los criterios de renta han resultado bastante útiles a la hora de poder diferenciar a una persona vulnerable económicamente de la que no lo es. No hay un día en que te acuestes sin aprender algo nuevo. Airada, la portavoz de Más Madrid, Mónica García, pedía la dimisión de Enrique Ossorio. Lo hacía minutos antes de que saliese a la luz que su marido también se había beneficiado de la medida. Lo cual provocó que el aireo de García durase lo mismo que dura la calefacción en casa del pobre: un momento para calentar lo justo. Lo lamento mucho, devolveremos ese dinero, se ha tratado de un error, se excusaba la diputada madrileña añadiendo a las tres preguntas universales –quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos– una cuarta: ¿cómo se piden bonos sociales por error?

Como no hay pastel que no merezca una guinda final, el último en añadirse a la fiesta de calor energética hasta el momento de cierre de esta pieza ha sido el número dos de Ayuso, esta vez no en el Gobierno, sino en el PP de Madrid, Alfonso Serrano. Se ve que lo del 1% más rico lo llevan a rajatabla y que del cargo 1 para abajo todo son penurias. Serrano, liberal en lo económico y dame algo en lo energético, no contento con pedir el bono, pidió también que le sujetaran el cubata para tramitar la calefacción de un hogar en el que entra, como mínimo, un sueldo de 83.000 euros anuales, dentro del epígrafe “vulnerables severos”. Es decir, pobre entre los pobres, the pobrest. Un bono que, para indignación de la ministra Ribera, le fue concedido por el ministerio de Ribera. Ver cómo ha degenerado la narrativa picaresca desde el Lazarillo de Tormes también genera calor y además es gratis.