PROCESANDO EL YUYU
El pensamiento Plensa
El artista fabrica ideología, la retirada de las calles en 1909 y hoy presente en Barcelona y otras ciudades. Porque su obra está en todas partes, también en MAD, lo que explica la violencia y la ideología invisibles. Explica una época
Guillem Martínez 13/03/2023
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1- En BCN ha ocurrido algo que ilustra el mundo, y que todo el mundo puede ver, si bien, al parecer, son pocos los que lo han observado. Les invito a entrar en el secreto. A saber: en La Pedrera han puesto una estatua de Jaume Plensa. Está encima de un pirulí, que se eleva sobre la terraza de la Casa Milà. Preside, por lo que parece una cruz. Lo que es importante, pues se da el caso de que esa terraza carece de su cruz original, proyectada por Gaudí. Era una cruz gigantesca. Y daba sentido al proyecto. La terraza de esa casa, magnífica, colosal, es un punto irregular, al que van a dar los respiraderos del edificio, que parecen soldados romanos. Lo que indica que esa terraza, si hubiera visto culminar su cruz, no era otra cosa que el dibujo, la cita, de la crucifixión. La no-construcción de la cruz cambió por tanto toda la iconografía de la terraza, que quedó en una reunión de romanos, sin objetivo alguno, una suerte de grupo de romanos recién divorciados, tomándose un cubata. La razón del abandono de la cruz no es anecdótica. Desde su proyección hasta su hipotética realización, sucedió un imprevisto: un cambio de época. Y, más concretamente, la Setmana Tràgica de 1909 –119 muertos, de los cuales menos de diez fueron soldados y eclesiásticos, y cerca de un centenar de edificios, con cruces, quemados–, que animó al señor Milà a retirar la llamativa cruz del proyecto, lo que supuso, a su vez, la ruptura personal con Gaudí. La matanza de 1909 –la enésima desde el XIX– significó, en todo caso, una novedad efectiva. No construir una cruz extrovertida. La novedad, vamos, era, ni más ni menos que, por primera vez, el espacio público estuviera pactado, y respondiera a un gusto colectivo, y no a una imposición estridente. Algo que desde aquella fecha tendió, salvo en caso de posguerra civil, a cumplirse. La no-edificación de la cruz de La Pedrera significa que, al menos desde 1909, ya no se podían ir poniendo cruces por ahí, porque las cruces ya no eran de todo el mundo. Lo que es el nacimiento –sumamente tardío– de la iconografía laica en la Península. Se dice rápido. Ahora, esa tradición se ha interrumpido. Por todo lo alto. Porque, es preciso señalarlo, lo de Plensa es una cruz. Como un pino. Pues Plensa es, básicamente, un fabricante de cruces.
Plensa fabrica ideología. La ideología retirada de las calles en 1909, y hoy presente en nueve esculturas más en la ciudad
2- Hay varias estatuas de Plensa en la ciudad. Demasiadas como para no pensar que algo está pasando en la ciudad, en decenas de ciudades, de hecho. La estatua más importante y determinante de Plensa en BCN consiste en una suerte de puertas, que limitan el acceso al porche del Liceu por la noche, cuando esas puertas se cierran y adquieren su función. No es artística, ni decorativa. Es operativa. Son, literalmente, puertas, esas cosas con las que se te da en las narices. Y sirven para que de noche no pernocten personas sin hogar. Si a la puerta del Baptisterio de Florencia, de Ghiberti, bellísima, se le llama la Porta del Paradiso, esta construcción privada, que excluye a las personas del espacio público a tenor de su renta, debería ser su contrario, la Porta dell’Inferno. Con esta contribución fundamental a la violencia social, la obra de Plensa cambia de sentido en todas y cada una de sus obras. Queda patente que Plensa fabrica, lo dicho, cruces, y que los consumidores de las modernas cruces le buscan cuando necesitan una. Plensa fabrica ideología. La ideología retirada de las calles en 1909, y hoy presente en nueve esculturas más en la ciudad. Y en otras ciudades. Porque Plensa está en todas partes, lo que indica que es una región importante de la época. La obra de Plensa, así, está también en MAD. Y aparece en todas las pantallas coincidiendo con los mítines de Vox en la madrileña plaza de Colón. La escultura/cruz de esa plaza lo dice todo. Es decir, no dice nada. Es limpia. Mona. No huele. Y, como las cruces hasta 1909, nadie la ve. Lo que facilita no ver su entorno, un mitin de Vox, por ejemplo. El arte decorativo, el que no aporta tensión ni conflicto, aquel cuya función es ocupar el espacio de otro arte posible, haciéndolo imposible, es el más ideologizado. Y es el más violento. Al punto de ser sangriento. Explica la anormalidad como si fuera la normalidad. Explica la violencia y la ideología invisibles, que todo lo copan, con la discreción de las cruces. Explica la época. Una época en la que Plensa, es un decir, está omnipresente, impidiendo ver la época.
3- Hola. Martínez y articulete, que cada vez empieza más tarde, casi en el segundo acto. Como sucede con Los Simpson. O con una novela romana de Apuleyo. Si después de decir el palabro Apuleyo aún queda alguien, que sepa que aquí hemos venido a hablar de la época. Esa cosa detrás de Plensa. Esto es, detrás del arte, de medios, de dinámicas, de políticas, de los políticos, que no huelen. Por lo que sería importante ir describiendo la época. Son una serie de tensiones atroces, que empezamos a conocer, y que están contenidas, ocultadas y unidas entre sí por una escultura de Plensa que, con rotunda apuesta, no nos dice nada.
4- Las tensiones que son época. Fruto de decenas de conversaciones con chicos y chicas listos, se las enumero sin jerarquía y sin orden. Se trata de a) la crisis climática. De una crisis b) de combustibles. De c) grano y materias primas. Se trata de d) una guerra. De la que sabemos poco, aparte de que empezó por una invasión. No sabemos cuántas guerras contiene. Estamos como el Pierre de Guerra y Paz en la batalla de Borodino. Viéndolas venir, sin saber de dónde van o vienen. Ni siquiera quién y qué gana o pierde. La desinformación es tan notoria –exemplum: un mes después del artículo de Hersh se han movido, en ese sentido, piezas, tal vez a la desesperada: la OTAN ha creado un comando de serenos acuáticos para vigilar gasoductos, y Washington, a través del The New York Times, informa de que lo del Nord Stream fue un grupo de aficionados cachondos en un velero, lo que da más canguelo que lo de los serenos–, que por fuerza afectará también a la vida cotidiana. A la libertad de expresión, a la cultura democrática. Se trata de un cambio absoluto –al menos formalmente– en e) el rol europeo. Perceptible más aún en la subordinación absoluta de Alemania a Estados Unidos, que se confirmará en su radicalidad, o no, cuando se confirme, o no, lo apuntado por Hersh. Se trata de f) una crisis de la democracia, en la que los expartidos liberales, incluso los partidos de izquierda, están tan atados en el marco neoliberal que ceden las descripciones coloridas a las extremas derechas. Rayos, ya me he pelado el punto 4, y aún faltan tres crisis más.
5- Se trata g) de una crisis de crecimiento del neoliberalismo. El neoliberalismo, en el día de hoy, ha alcanzado sus últimos objetivos. Carece, por lo tanto, de amenaza alguna. Es la inteligencia que se enfrentará a todas las crisis inventariadas, en tanto el grueso de la inteligencia política europea, norteamericana –y rusa, y china–, se consume en mitos políticos, sociales y económicos no muy antiguos –apuntados por Hayek en los años treinta; refundados en los setenta, en los ochenta ya eran hegemónicos–, no contrastados, y que vienen a solidificarse en el vaso rebosante, del que hablaba Margaret Thatcher, aquel que está tan lleno de riqueza que, al coparse, dotaba de líquido a los de abajo del vaso. Una metáfora que se parece a una obra de Plensa que esconde, detrás de la escultura fiigurativa de un vaso, un atraco abstracto. El neoliberalismo es la ausencia de cálculo y de futuro, y está vaciando algo más importante que ese hipotético vaso. Está llegando no solo al límite ecológico del planeta. Sino también a otro límite también grave: a nuestro límite como especie. El neoliberalismo, su incapacidad para la inteligencia, para comprender que la vida es un hecho biológico limitado, que transcurre en sociedad y en contacto, es la mayor amenaza a la especie habida nunca jamás. Sí, hace 100.000 años hubo una hecatombe natural que dejó pocho al Sapiens y hace nada, en la Guerra Fría, existió la amenaza nuclear rigurosa. Pero hoy también existe, y coexiste además con una idea de beneficio inmediato, y de reglas económicas ubicadas fuera de la economía que hacen imposible no ya la intervención en las crisis apuntadas, sino la propia percepción de esas crisis con varios segundos de antelación. El neoliberalismo, una cultura alejada del análisis, es –es un decir– Plensa. Es absorbente. Evita otras posibilidades. Es una cruz. Es normal. Lo envuelve todo. Lo vuelve cotidiano. Inapelable. Realidad.
El neoliberalismo, en el día de hoy, ha alcanzado sus últimos objetivos. Carece, por lo tanto, de amenaza alguna
6- Hay una última crisis. Es local. Es, nada, h) una crisis de Régimen. Está avanzada. El régimen ni siquiera está formulado, o no es ya reconocible, en la CE78, ese texto de la Guerra Fría al que se le han ido sumando, y alejando, funciones. El título territorial ha sido demolido. Por lo que debe de haber otro en funcionamiento, en algún sitio, en la cabeza de alguien. El Bienestar coexiste con su negación en la última reforma. Justicia, FF.SS. y Jefatura del Estado, sumamente autónomos, tienen momentos creativos, esos tan propios de cuando la formalidad se vuelve elástica, y el emperador nombra cónsul a su caballo. Parece espectacular, ¿verdad? Pues es la crisis menos bestia de todas. Tal vez, incluso, la más solucionable. Pues, al menos, la instancia es local e integra a menos sujetos. Uno de ellos es, no obstante, y como siempre, Plensa.
7- Vivimos en la suma de todas esas crisis, en un mundo plagado de estatuas de Plensa, la metáfora de todas esas crisis y de la manera de darles la espalda. Su pegamento. Veamos cómo funciona esa escuela escultórica en dos fenómenos ocurridos hace escasos días.
8- La semana pasada se votó la reforma de la ley del ‘solo sí es sí’. Lo que ha supuesto un conflicto absoluto entre las dos, o mejor tres, izquierdas gubernamentales. Tres es un número raro. En un ménage à trois, dice la crítica especializada, uno de los integrantes, el que peor se mueve, se queda mirando el techo a los cinco minutos. Eso puede ser más agudo en campaña electoral que en, ejem, un polvo. La dinámica hasta esta reforma es confusa. La ley no era un pifostio, ni ha supuesto aquello de lo que se le acusa: la liberación masiva de violadores. La defensa de la ley por parte de su ministerio emisor también ha sido confusa y más enfocada hacia la comunicación que hacia su contrario, la información. El tercer acto de ese enfrentamiento entre PSOE y uno de los sectores de UP –concretamente P, reducido a su aparato de MAD; fuera de él está la Periferia y/o Sumar; parece, por cierto, que no va a haber ruptura entre esas entidades; veremos– ha tenido un componente muy alto de guerra cultural. Un enfrentamiento entre posturas polarizadas y con ánimo de polarización. El caballo de batalla era un combate entre una ley que fija el consentimiento como centro, y una reforma que lo niega. O, según la otra trinchera, una ley chunga y su reforma. Lo que no acaba de ser exacto, como siempre en una guerra cultural. Según se me apunta, el consentimiento descrito por la ley no es una novedad estricta. Tampoco es del todo cierto –ya veremos– que el PSOE vaya a cambiar la ley de manera absoluta, pues, lo dicho, la ley no es la inoperatividad con la que se la presenta desde PSOE, PP, C’s y Vox. ¿En qué consiste, entonces, este enfrentamiento que ha estado a punto de acabar con el Gobierno tripartito? Ese dato es muy importante. El enfrentamiento ha sido más violento y riguroso que el enfrentamiento, inexistente públicamente, por la no-reforma de la Ley Mordaza –estos días se ha publicado que se daba por cerrada la ventana de oportunidad para ello–, lo que, a su vez, es un escándalo ético e intelectual, con todas las letras. ¿Se trata del enfrentamiento entre dos feminismos? No del todo. O no solo. También, me dicen, ha sido una lucha de dos feminismos institucionalizados, integrados en dos partidos ya muy familiarizados con la guerra cultural, ese objeto creado por las nuevas derechas y que, visto lo visto, ha venido a quedarse. El feminismo, el gran hecho contestatario del siglo XXI, la cultura con mayor capacidad para incidir en la realidad, una cultura que ha ocasionado ya cambios en la percepción en la vida cotidiana por parte de un volumen importante de población, en tanto el feminismo ha devenido central, no tiene por qué tener nada que ver, estrictamente, ni con esos dos feminismos, ni con ninguna institución. Ni siquiera con el Estado. Lo que es su fortaleza y su carácter indomable, alejado del plensismo.
La ley no era un pifostio, ni ha supuesto aquello de lo que se le acusa: la liberación masiva de violadores
9- La semana pasada Francia votó la reforma de las pensiones. Por los pelos, y en contra de una mayoría social notoria y ruidosa. En España, a su vez, y en olor de multitudes plensiáticas –de buen rollo, vamos–, se ha llegado a un acuerdo para la reforma de las pensiones. Era un acuerdo temido en la Comisión, al punto que la Comisión llamó la atención al Gobierno en varias ocasiones. La última, hace un par de semanas. Se dice rápido. Sobre el papel es una reforma débil. El caso de la cosa es que el jubilado podrá acogerse a un periodo de cálculo de 29 años de cotización, u optar por el actual de 25 hasta 12 años después de 2026. Valoración: en efecto, podría haber sido peor. Mucho. Pero veámoslo en perspectiva. En 1985, para acceder al 100% de la pensión, eran precisos 15 años de cotización. La pensión, que hasta ese año se calculaba por los dos últimos años cotizados, pasó a calcularse a partir de los ocho últimos años. Lo que supuso una huelga general convocada por CC.OO. En 1987, los años de cotización necesarios ya eran, glups, 35. En 2006, para el cálculo de la pensión se pasa a 15 años reales. Esto es, excluidos los días de paga extra. En el ínterin 2011-2013, la edad de jubilación sube de 65 a 67 –2013–, y el periodo de cálculo de la pensión pasa a ser, guau, de 25 años, hasta 2017. Después de esa fecha se revisa automáticamente cada cinco años, dependiendo de la esperanza de vida. Los años de cotización necesarios son 38’5, en 2011, o 37, en 2013.
10- En términos reales, para jubilarse es necesario el cómputo de toda la vida laboral. En el caso de una vida laboral precaria, intermitente, o de autónomo, será, es ya, difícil acceder no a una jubilación digna, sino operativa. La jubilación, en muchos casos, podría coincidir con el desahucio de una casa en alquiler, que ya no se podrá pagar. Afortunadamente, Plensa fabricará puertas para que los pensionistas del futuro no se cuelen donde no pueden. Hay dinero para las pensiones, por otra parte. Como lo hay, recuerden, para subir, en un plis-plas, el presupuesto de Defensa. El criterio para caparlas no es, de hecho, económico, sino ideológico. En 2019, la Comisión advirtió a 15 Estados de que debían emitir reformas de pensiones. Seis de ellos, entre ellos el País Favorito de la Divina Providencia, incluyeron esas reformas en su plan de recuperación, para recibir pasta europea –que, me temo, irá a parar a Plensa, es un decir, ante la ausencia de otra cultura del dinero público–. El objetivo europeo es que las pensiones no superen el 10% del PIB de cada Estado. La media actual es del 10’4%, si bien en el sur de Europa es un gasto mayor. En España es del 12,7%. Está previsto que España sea en 2050 el Estado pichichi en el gasto en pensiones. La razón: Europa vivió su baby boom entre 1945 y 1964. Y España cuando pudo, después del Plan de Estabilidad de 1959. En Europa ha coincidido la bajuna de pensiones con una situación demográfica diferente a la española. España las rebaja en el momento en el que se acerca al mayor número de jubilados de su historia. Se dice rápido. Los partidos y los sindicatos grandes parecen aplaudir la reforma. Los únicos que dicen que es un truño son los que deben decirlo, para que todo parezca una estatua de Plensa: el empresariado.
11- El Gobierno habla Plensa. Emite política, esa cosa que lo admite todo siempre que no supere el ámbito del lenguaje, a cambio de no emitir arte en las antípodas de Plensa. Como cualquier otro Gobierno, no parece prever o enfrentarse al pack de crisis que conforman la época. Y tampoco parece encarar la única crisis local que conforma la época. Como muchos gobiernos, sustituye la sensación de la política por la guerra cultural, ese chute de sensaciones. Todo ello dibuja un problema, pues el lenguaje gastado en todos esos trances es emitido más y mejor por otros partidos, para los cuales Plensa, la cruz, es su idioma histórico, incluso antes de 1909.
12-¿Recuerdan cuando saltó Rajoy? ¿Recuerdan el cuento yiddish de la cabra? ¿Recuerdan el alivio que sentimos todos cuando sacamos la cabra de casa y pudimos por fin respirar? Pues parece que va llegando el momento de volver a meter la cabra en casa. Plensa, ese termómetro, impregna las calles, lo sugiere. Está hasta en lo alto de la Pedrera.
1- En BCN ha ocurrido algo que ilustra el mundo, y que todo el mundo puede ver, si bien, al parecer, son pocos los que lo han observado. Les invito a entrar en el secreto. A saber: en La Pedrera han puesto una estatua de Jaume Plensa. Está encima de un pirulí, que se eleva sobre la terraza de la...
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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