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Supongo que siempre miro a las imágenes esperando renacer. Puede que como casi todas las cosas bellas a las que nos consagramos en la vida, tan solo sea una ilusión. El recuerdo fragmenta la imagen o es que quizá la imagen está siempre fragmentada. Esto me lleva a rememorar la primera de las obras que vienen con fuerza cuando pienso en la retrospectiva de Rosa Bonheur en el Museo Orsay. Hablo de un retrato de Rosa Bonheur, con el pelo encanecido, con un gesto satisfecho, como diciendo: he hecho bien lo que tenía que hacer. Eso me hace preguntarme, también lo hizo entonces en diciembre, si hemos narrado bien a Rosa.
‘Portrait de Rosa Bonheur’, por Consuelo Fould.
Confieso que su obra siempre me ha parecido aburrida. No sé explicar muy bien el motivo, pero siempre me produjo cierto rechazo cuando se intentaba reivindicar su figura desde ese relato que nos recordaba que era una mujer que había vestido pantalones cuando ninguna otra mujer lo hacía (cosa que dudo profundamente), y que era lesbiana. Que sea lesbiana, como comprenderéis, me alegra profundamente, sobre todo porque de no haber sido así probablemente no estaríamos hoy hablando de una mujer que se mantuvo independiente para poder pintar y dedicarse a ello toda su vida, pero siempre me he sentido alejada de su obra, hasta esta última exposición. No es que me arrebate. No. Sin embargo, su dibujo es excelente. Su maestría para representar animales. Su manera de capturar el movimiento, pero sobre todo su empatía tan contemporánea para representar seres sintientes es deslumbrante. Y digo seres sintientes porque es a través de las diferentes expresiones de caballos, reses, perros y ciervos donde creo que Rosa Bonheur nos legó una parte fundamental y un relato que debemos explorar.
‘Martin a Terrier’, por Rosa Bonheur.
En obras como “Barbouoyo” (1879), Bonheur, promueve el reconocimiento de la singularidad de los animales, y como en “Martin” (1879), busca expresar su vitalidad y su alma. Rosa Bonheur es una gran dibujante. Su gran dominio técnico queda patente en lienzos preparatorios que se exhiben como “Study of Lions” y “The Horse Fair”, en los que supo representar tanto la anatomía como la psicología animal.
‘La foire du cheval’, por Rosa Bonheur.
Proveniente de una familia de artistas, Rosa Bonheur creó una obra prolífica, consecuencia de su convivencia diaria con los animales en sus sucesivos talleres y en el campo. Fue una pintora viajera, como se observa en la retrospectiva en la que los paisajes de Auvernia se mezclan con los de los Pirineos o Escocia. Son obras que nos transmiten una curiosidad insaciable por diferentes especies de animales y por el lugar natural en el que viven. Algo bastante curioso es que a pesar de que jamás estuvo en el lejano Oeste, su obra está imbuida por esa belleza salvaje de los grandes espacios abiertos como las praderas de Estados Unidos, y de los que allí habitaban, tanto humanos como animales. Vale la pena recordar que durante el centenario de la Revolución Francesa, aquel 1889 estuvo marcado en París por la celebración de la Exposición Universal. Ese mismo año, el archifamoso explorador Buffalo Bill desembarcó en la ciudad. Aquella especie de showman del siglo XIX cautivó a la sociedad parisina por completo. Entre los artistas que realmente se sintieron fascinados por la figura de Buffalo Bill encontramos a Rosa Bonheur y Paul Gauguin. Bonheur se convirtió prácticamente en una artista residente del espectáculo. Pintó a los búfalos, a los caballos y firmó el retrato más afamado que se conserva del explorador. El retrato ecuestre de Cody fue utilizado en un cartel publicitario para el programa “Wild West” unos años más tarde. El póster muestra a Bonheur en su caballete entre Cody y Napoleón Bonaparte, ambos sentados en caballos blancos. La artista rara vez pintaba personas, pero su representación de Buffalo Bill se convirtió en un ícono. Cuando el show partió de París, Rosa Bonheur había realizado más de cincuenta pinturas y bocetos.
‘Col. William F. Cody’, por Rosa Bonheur.
Situando a los animales en el centro de su creación artística, ya sea valiéndose de composiciones espectaculares o en retratos reales, Rosa Bonheur supo crear una obra expresiva, desprovista de sentimentalismo y de un extraordinario realismo, que se nutría de los descubrimientos científicos y la nueva atención que se le prestaba a las especies animales y a la zootecnia. La exposición juega con las diferencias de escala, ya que la artista pintó formatos muy variados, retratos pequeños y obras monumentales, la mayoría de las veces panorámicas y dinámicas, así como retratos de animales de cuerpo entero.
‘Labourage nivernais, dit aussi Le Sombrage’, por Rosa Bonheur.
¿Cómo han sido representados los animales en el arte cuando no responden ni a la religión ni a la mitología? En los cuadros de Rosa Bonheur podemos llegar a trazar una Historia del sufrimiento de los animales en el siglo XIX. Las babas colgando brillantes que surgen de esas bocas. Esos ojos inmensos que me miran y me hacen estremecerme. Una historia que nos habla de cómo fueron empleados en trabajos de extrema dureza. Hay una reivindicación contemporánea y poderosa en su obra relacionada con los animales como seres sintientes. Mientras Rosa Bonheur me interesa por su pulsión de vida, por su deseo transformador a la hora de abordar la representación animal, en la obra de Picasso, por ejemplo, percibo un deseo de muerte y una inclinación hacia la destrucción.
Supongo que siempre miro a las imágenes esperando renacer. Puede que como casi todas las cosas bellas a las que nos consagramos en la vida, tan solo sea una ilusión. El recuerdo fragmenta la imagen o es que quizá la imagen está siempre fragmentada. Esto me lleva a rememorar la primera de las obras que vienen con...
Autora >
Deborah García
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