derechos y libertades
La reacción patriarcal
Los nuevos partidos ultra de derecha extrema, arrastrando con ellos a la más moderada, están intentando imponer de nuevo estrategias de moralización conservadoras y antifeministas
Santiago Eraso Beloki 12/04/2023
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Los días previos y posteriores al 8 de marzo, Dia Internacional de la Mujer, he vuelto a escuchar en boca de muchos hombres y no pocas mujeres numerosos comentarios despectivos, más o menos explícitos, contra el feminismo y, en concreto, el transfeminismo. Coletillas impertinentes o mordaces sobre su radicalidad verbal, su insolencia política o su dogmatismo ideológico. En el fondo, eufemismos de todo tipo para poner en cuestión los avances del movimiento feminista. Aunque parezca que el progreso en derechos es irrevocable, viene bien recordar aquella célebre frase de Simone de Beauvoir que hoy sigue muy vigente: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Nunca se deben dar por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”. Las libertades civiles y el derecho para ejercerlas han sido logros que, mediante movilizaciones, muchas de ellas feministas, se han ido arrebatando a los diferentes sistemas, patriarcales y coloniales, de orden económico, social, cultural.
No hay que retroceder mucho en el tiempo para comprobarlo. Cuando De Beauvoir publica El segundo sexo (1949) y abría las puertas del pensamiento feminista en Francia, en ese país estaba prohibido el aborto, que no sería legalizado hasta 1975. Annie Ernaux, reciente Premio Nobel de Literatura, en su libro El acontecimiento narra su propia experiencia de soledad, incomprensión social, clandestinidad, sufrimiento psicológico y físico cuando en 1963, siendo estudiante de filología, descubre que estaba embarazada. Un angustioso recorrido vital para conseguir un aborto clandestino con el consiguiente riesgo para su vida. Y en La vergüenza escribe cómo a los doce años descubre que su padre maltrata a su madre, y recorre el ambiente sofocante y opresor que imponían los códigos de conducta y las normas sociales machistas imperantes.
En España, durante el franquismo, las mujeres ni siquiera se podían divorciar, los homosexuales eran perseguidos y encarcelados u obligados a vivir en el anonimato y la clandestinidad, al igual que las mujeres lesbianas; y las pocas personas trans que asumían su condición estaban condenadas a sobrevivir en los márgenes de la sociedad o a tener una existencia camuflada en la vida del ocio nocturno. En muchos lugares del mundo todavía hoy estas personas viven en parecidas circunstancias, privadas de libertad, amenazadas, asesinadas o recluidas en el ámbito familiar, con escasas posibilidades de desarrollar una vida pública plena.
Por fortuna, se ha avanzado mucho en materia de derechos y libertades, pero queda mucho camino por recorrer y además las amenazas restauradoras siempre están presentes. Lo hemos comprobado estos días en el parlamento español con la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, conocida como la ley del ‘solo sí es sí’, con la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y garantía de los derechos de las personas LGTBI, o ley trans, y la reforma de la Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, más conocida como ley del aborto.
Como señalan Marta Cabezas y Cristina Vega en La reacción patriarcal. Neoliberalismo autoritario, politización religiosa y nuevas derechas es evidente que, coincidiendo con varias crisis económicas consecutivas, estos últimos años estamos constatando en casi todo el mundo que nuevos partidos ultra de derecha extrema, arrastrando con ellos a la más moderada, están intentando imponer de nuevo estrategias de moralización conservadoras y antifeministas. Además, despliegan su ideología en paralelo a la politización cada vez más reaccionaria de las diferentes religiones que pretenden aplicar las visiones más fundamentalistas e integristas de sus preceptos teológicos particulares. De hecho, en España, su agenda antifeminista se adapta perfectamente a los mandatos de la iglesia católica y, en otros lugares, a otras confesiones que se están escorando hacia postulados ultraconservadores.
El concepto de “ideología de género” es utilizado para construir un pretendido consenso político y social sobre lo que debemos percibir como legítimo
El concepto de “ideología de género” es utilizado por estas fuerzas para construir una vez más un pretendido consenso político y social sobre lo que debemos percibir como normal y legítimo. Nos encontramos, por tanto, con un aparentemente extraño frente amplio –pero con objetivos comunes–, donde, en nombre de determinada concepción de la nación excluyente, la familia heteronormativa tradicional y la religión, confluyen conservadores moderados y grupos de extrema derecha, así como grupos cristianos y musulmanes fundamentalistas, teocracias o nacionalismos totalitarios.
En la recopilación de textos citada, se hacen pormenorizados análisis de las numerosas reacciones patriarcales que se están extendiendo por todo el mundo. En el primer capítulo, Wendy Brown repite algunos de los argumentos que ya expusiera En las ruinas del neoliberalismo. El ascenso de las políticas antidemocráticas en Occidente. Según ella, son fuerzas reaccionarias que, usando la retórica de la libertad económica o la de expresión y, cada vez más, de culto religioso, despliegan un ímpetu moral antidemocrático contra todas las formas de justicia social y contra la ampliación de derechos que el estado provee a las personas mediante el reconocimiento de la diversidad y la igualdad de acceso a los servicios públicos.
Todos estos movimientos tienen en común la movilización total contra las políticas públicas de igualdad y la acción feminista, contra el avance en los derechos sexuales y reproductivos, especialmente el aborto, la educación sexual en las escuelas, el matrimonio igualitario, las diversidades sexuales y, como marco cultural, contra los estudios de género y la trasversalidad de las luchas contra el clasismo y el racismo. Es decir, una agenda antisecular y antidemocrática, contra cualquier medida legislativa o medidas políticas emblemáticas que regulan el derecho de todes a la autonomía y la diversidad de los cuerpos y sus formas de vida.
Como en la misma publicación también señalan Gabriela Arguedes-Ramírez y Gustavo A. Chaves en su texto ‘Agenda antidemocrática y pánico moral. Una lectura situada en Centroamérica’: “Es vital que se comprenda que estos contramovimientos neoconservadores operan a través de articulaciones transnacionales, las cuales utilizan una amplia diversidad de estrategias de incidencia y un amplio repertorio discursivo para llegar a tantos sectores y públicos como les sea posible, en una dinámica que conecta lo local con lo internacional. El motor que mueve esta articulación –continúan– es fundamentalmente contradictorio con una democracia de carácter secular y una ciudadanía inclusiva y emancipatoria. Por eso, el llamado a enfrentar a estos contramovimientos no se debe limitar únicamente a los movimientos feministas y de diversidad sexual, porque toda la sociedad en su conjunto está amenazada en tanto estas organizaciones continúen ganando espacios políticos y gubernamentales. Dejamos abierta la pregunta sobre cómo articular un movimiento diverso que incluso pueda contener tensiones internas importantes, pero que tenga claro que el adversario común y más importante es aquel que busca sepultar ideas fundacionales sobre las que se sostienen las luchas por la emancipación y liberación de las poblaciones históricamente subyugadas”.
Los días previos y posteriores al 8 de marzo, Dia Internacional de la Mujer, he vuelto a escuchar en boca de muchos hombres y no pocas mujeres numerosos comentarios despectivos, más o menos explícitos, contra el feminismo y, en concreto, el transfeminismo. Coletillas impertinentes o mordaces sobre su radicalidad...
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Santiago Eraso Beloki
Investiga y trabaja en el campo del arte y la cultura. Autor de un blog sobre Arte, Cultura, Ética y Política donde aborda sendas obsesiones personales: Pensar Europa y La Cultura como Bien Común.
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